domingo, 2 de diciembre de 2012

RESEÑA DE 'ARTEFACTOS' EN LA REVISTA CULTURAL BARCOMEDOR

Mirando al futuro

Que en una misma novela se mencione, sin despeinarse, a El Luis y a Johnny Marr; a Robert Smith y al Pijoaparte; o al fundador de Factory Records y a Los Amaya, es la mejor prueba de que estamos ante una obra de ciencia ficción. Y “Artefactos” (Sloper), con la que Carlos Gámez ganó el IX Premio Café Mon lo es. Por lo mencionado, pero sobre todo por ese mundo que dibuja, donde los neurochips son la nueva droga; donde uno puedo desplazarse en el espacio con un simple casco y un programa de ordenador; donde la física cuántica puede explicar las relaciones; y donde los sitios hace tiempo que dejaron de conocerse por sus nombres actuales.
Y parece que esos cambios que ya existen en la realidad de su novela, los intenta propugnar Gámez desde su escritura. Por un lado, denunciando lo limitado que se quedará el papel y la sobredimensión que adquirirá todo cuando rompamos nuestra relación romántica con él. Da la sensación que “Artefactos” ha nacido para esta encuadernado, pero al mismo tiempo para propagarse por la red con enlaces a webs, vídeos, chats,… Por otro, huyendo de la adscripción a un sólo estilo narrativo. Pero sin que esto parezca un simple capricho del autor, sino como una necesidad. Cada capítulo tiene el suyo. El tercero, “Cuento cuántico” es el mejor ejemplo de ello. Simula las entradas de un blog y funciona como una bala. El lector se olvida que está pasando las hojas de un diario online, más preocupado en comprobar como avanza la trama. Nada desentona y el dificíl equilibrio se salda con una excelente nota.
Es la sorpresa otra de las bazas que maneja “Artefactos”. No sólo porque cuando menos te lo esperas, te descoloca, por ejemplo, un surrealista diálogo sobre Los Simpson y Padre de familia. Tampoco por las expectativas que genera cada final de capítulo ante la novedad narrativa que supondrá el siguiente. Más bien por las pistas que va arrojando cada página y las relaciones que se van entrelazando entre los protagonistas a lo largo de los años. Una estructura similar a un cubo de Rubik. Esa misma satisfacción que se experimenta al conseguir encajar todas las caras es la misma que se tiene al acabar el libro.

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