lunes, 6 de noviembre de 2017

UNA RADIOGRAFÍA DE LA LITERATURA MEXICANA ACTUAL

De nuevo me congratulo de una buena noticia literaria. Si en mi anterior post celebraba el surgimiento de un nuevo espacio literario, quiero dedicar esta entrada a la muy positiva aparición del primer libro de Nagari – Katakana editores: Tiempos irredentos. Se trata de una antología de seis cuentos escritos por algunas de las voces más importantes de la literatura mexicana actual: Alberto Chimal, Erika Mergruen, Isaí Moreno, Yuri Herrera, Úrsula Fuentesberain y Lorea Canales. Va acompañado de un prólogo de la prestigiosa Elena Poniatowska. En este libro, el lector se enfrenta a una radiografía de lo que se está cociendo en México en el ámbito literario, no tanto una obra que plasma totalidad, como en mi anterior reseña, porque se trata de una obra colectiva. En este sentido, no resulta menor recordar que este proyecto, su cuidada edición, las imágenes que acompañan a a los textos, obra de Mike Vargas, surge del esfuerzo de una serie de personas, organizadas en torno al proyecto Nagari, de las que sobresale en este caso Omar Villasana, poeta y editor de este volumen, dispuestas a difundir la cultura en español en el difícil mercado norteamericano. De ahí la apuesta bilingüe y el trabajo de los traductores, que también debe ser mencionado. Me refiero a George Henson (traductor y coordinador), Arthur Dixon, Silvia Guzmán y José Armando García.


Si el lector se encuentra con una radiografía de la literatura mexicana, bueno será que este reseñista radiografíe los distintos relatos que aparecen en Tiempos irredentos. El primero de los cuentos que uno se encuentra: “Frío”, de Alberto Chimal es, simple y llanamente, una demostración de porqué Chimal es uno de los mejores cuentistas de México, no solo de ahora, sino de toda su historia literaria. Contiene esa atmósfera pseudo fantástica en la que Chimal se maneja tan bien. A través de ella, el autor se permite hacer confluir la tan nombrada tradición fantástica latinoamericana —y también mexicana, que aporta grandes nombres a la lista, como Juan Rulfo o Juan José Arreola— con la vida cotidiana de su país. “Frío” narra la visita del narrador al consultorio de Cosme Valek, un peculiar curandero que trata de solucionar los problemas de reflujo de la voz que narra. La revelación final, que queda abierta y tiene tintes de identidad sexual, no oculta los entresijos del poder y la realidad política mexicana a través de alguno de los nuevos pacientes de Cosme, como Miguel Ángel, “el hombre más poderoso de México” (pág. 18).

“Eutanasia”, de Erika Mengruen, es un relato vertebrado de manera fragmentaria a partir de las habitaciones de un hospital. En él, la persona lectora se encuentra distintas realidades familiares en una cuidada simetría. Reconozco que las primeras dos historias, que contraponen la ternura a los malos tratos y la violencia de género, me sorprendieron y me parecieron una combinación sublime. Pero si este reseñista ha de ser sincero, no acabo de entender la necesidad de las dos últimas entradas, más cortas, para el perfecto equilibrio del cuento.

En “Rottweiler”, Isaí Moreno narra, desde los ojos de Octavito, la llegada de unos extraños hombres con sus perros, de raza Rottweiler, al parque que suelen frecuentar el niño y su hermana mayor: Ani. La ansiedad que va acumulando Octavito cristaliza en la amenaza que los recién llegados suponen para la sexualidad emergente de su hermana preadolescente a través del peligro que sufre Chiquis, el perrito de los niños, por culpa de los Rottweiler. La historia se cierra con un final abierto. Pero en todo momento sugiere los miedos que atenazan a la clase media mexicana en una realidad cada vez más violenta, invadida por esos extraños que han empezado a poblar su vida sin previo aviso. Se trata de uno de los cuentos que más me ha gustado. Podría llegar a compararlo sin problemas con “Casa tomada”, de Julio Cortázar, salvando las distancias estilísticas entre ambos autores. En los dos casos, la contención se utiliza con maestría.

Yuri Herrera usa en “Los otros” otra técnica muy cortazariana. El autor trabaja con dos series paralelas. Por un lado, la imagen del hombre terrible, una silueta que amenaza en todo momento al narrador. Por el otro, la historia íntima del narrador con su primera novia, a quien acompaña a unas pruebas médicas que deben certificar un cáncer. La estrategia protectora del narrador para con su ex novia se torna contra él cuando se revela el pasado secreto de ella. Mientras tanto, el “hombre terrible” ejecuta su terrible sentencia justo en el momento en el que la ex novia del narrador sale de la consulta. De nuevo, la amenaza de la violencia que se cierne sobre la sociedad mexicana es la protagonista.

La de Úrsula Fuentesberain, “Preguntas sobre la propagación del moho”, es una historia a medio camino entre la emigración mexicana a EEUU y el género. Una madre hilvana un monólogo para su pareja mientras recuerda su infancia en Arizona y el embarazo de su hijo, Daher. El peso de la ciencia en este relato es importante porque la narradora está estudiando química en la universidad, y varias reflexiones científicas se intercalan a la terrible y sorprendente revelación que espera a quien lee el cuento. De todas ellas, me gustaría destacar esta por su profundidad: “¿Sabías que dos sistemas aislados pueden permanecer en equilibrio térmico al ponerse en contacto siempre y cuando «contacto» signifique intercambio de calor, pero no de partículas?” (pág. 42)

La llegada a la edad adulta a partir del descubrimiento del sexo es el hilo que estructura “Kilimanjaro”, de Lorea Canales. La referencia a Hemingway en el título resulta más que evidente. De unos inicios en donde la sombra de la infidelidad y las obligaciones cotidianas cercan a Margarita, la narradora, esta pasa a recordar su primera relación sexual, con Alex, y la realidad sexual masculina, tan ajena a la de la protagonista en aquel momento. Las complicaciones que conlleva para Margarita esa primera relación son la antesala de lo que será su madurez sexual.


En definitiva, un buen puñado de cuentos, algunos de ellos puras joyas, que bien merecen su lugar en la librería Altamira de Miami que muestra la imagen anterior, y deberían tener mayor atención mediática en ambas lenguas (castellano e inglés), en especial, por el esfuerzo realizado por el editor, que no solo se debe medir en horas, sino también en sacrificios pecuniarios. En especial, porque Al adquirir un ejemplar de esta obra se apoya a Casa Xochiquetzal: un albergue que tiene una misión asistencial. Beneficia a un sector vulnerable de la sociedad por edad, sexo y situación social, mediante la atención de necesidades básicas en materia de alimentación, vivienda; asistencia médica, jurídica; ayuda para servicios funerarios, orientación social y promoción de los derechos humanos.

Como visión, su finalidad es ofrecer un espacio digno a trabajadoras sexuales de la tercera edad de escasos recursos y/o riesgo de calle, proporcionando vivienda, alimentación y servicios de atención médica, psicológica y asesoría legal, contribuyendo al mejoramiento y promoción de los derechos humanos para evitar todo tipo de discriminación y maltrato, desde una perspectiva de equidad y compromiso social. Asimismo, busca servir como modelo de desarrollo asistencial en su tipo, propiciando de manera ejemplar la promoción de los derechos humanos y evitando cualquier tipo de discriminación y maltrato.

Para donaciones directas a Casa Xochiquetzal via Pay Pal: mujeresxochiquetzal@gmail.com

o bien en este enlace: https://casaxochiquetzal.wordpress.com/donaciones/

viernes, 3 de noviembre de 2017

Feliz hallazgo - Nagari Magazine

Feliz hallazgo - Nagari Magazine

Utilizo este espacio que me otorga Nagari para mencionar la aparición de un nuevo lugar literario: La Moderna, una librería virtual que es a la vez editorial, obra de David Matías, académico, editor y escritor, que celebraré mediante la reseña de uno de los libros que nos ofrece. Hablo de Ojos que no ven, corazón desierto, de la mexicana Iris García Cuevas.

El libro es una colección de 12 relatos que, según la sinopsis que aparece al final del volumen a modo de nota informativa, resulta de una reedición de la obra tras haber incorporado dos nuevas piezas: “Destino trágico” y “Tampoco esta noche”. No sé cómo serían las críticas tras la primera edición del libro, de 2009, dotada en aquel caso de 10 cuentos, pero debo confesar que hacía mucho tiempo que no me enfrentaba a un escrito con un afán de totalidad de la sociedad mexicana contemporánea como este. Para ser exactos, no me sucedía algo así desde que leí Los esclavos, de Alberto Chimal, que era una novela alegórica. Pero en formato de colección de relatos, debo remontarme al muy celebrado La casa pierde de Juan Villoro. Cabe ser ecuánimes. El de Villoro era un libro que anunciaba su madurez como escritor, que acabaría culminando con el éxito que supuso la obtención del Premio Herralde en 2004. La de García Cuevas es una obra que, pese a notables destellos de estilo —en especial, el último de los relatos: “Designio”, un cuento fantástico sobre el deseo y el destino en la vida cotidiana, que se resuelve con elementos de física teórica (p. 58), y citas al realismo mágico (p. 56)—, nos muestra a una escritora que se está haciendo, que ha tomado un muy buen trayecto para llegar adonde se ha propuesto, que es capaz de hilvanar símiles de una hermosura de esta guisa: “como si todavía tuviera diecisiete y la vida aún fuera una promesa” (p. 42), o expresiones como “cuando llega el alcohol se van los caballeros” (p. 34), pero que está en el camino. Viene de la novela negra pero se dirige a otra parte donde los réditos quizá no son tan instantáneos, aunque la recompensa personal sea, a mi parecer, mucho mayor.

Tal vez estas frases sean vacuas, vacías de contenido, porque estoy hablando de un libro que se pensó en más de su 85% en 2009, hace 8 años, y la autora haya redactado ya, o lo esté haciendo en estos momentos, una obra que supere a esta colección incluso en sus intenciones compositivas. García Cuevas proviene de la novela negra y la literatura policíaca, como bien se observa en su currículum. Sin embargo, en este libro, los recursos del policíaco juegan en pro de tramas más complejas, no resolubles según la dicotomía inocente/culpable. Ese hecho, unido a las referencias a la rica tradición fantástica de la literatura latinoamericana y los poliédricos personajes, hace que la persona lectora se encuentre con mucho más que relatos de literatura negra.

Yendo al meollo de la cuestión, el libro arranca con “Ojos que no ven”, excelente muestra del uso del argot por parte de la autora, y de las posibilidades de los recursos de esa literatura negra en otros ámbitos. Es muy buena la estructura de “Río revuelto”, aunque el final rompa la línea de verosimilitud en este lector. Me impresionó el diálogo final de “Gatos pardos”, un relato contado desde una voz extraída del relato negro, el ayudante del comisario. Ya por ese diálogo merece la pena leer el cuento. La voz coral que rige en “Mala hierba”, acompañada del halo de intriga, me recuerda a “A Rose for Emily” de William Faulkner. Sin embargo, el giro final de la voz narradora, aunque brillante, no alcanza el grado de lucidez del creador de la imaginaria Yoknapatawpha, pese a que pienso que este libro no trata de eso, sino del trayecto para llegar hasta allí. En “Buena sombra”, son las cartas del tarot y la predestinación las que construyen el andamiaje de la pieza, que se resuelve con un final abierto que supera el determinismo que supone conocer el futuro. “Destino trágico” es un cuento excelente, pero a mi entender abusa del efectismo. Aunque es muy bueno el recurso de novela negra que resuelve “Tampoco esta noche”, este es otro de los relatos en donde se observa un uso del efectismo que impide que la colección se eleve por encima de su ya muy notable nivel literario.  “Un poco de cariño” desgrana, con una delicadeza que embelesa, el contraste entre el impetuoso joven virgen y la meretriz experimentada pero olvidada en un rincón del prostíbulo. La idiosincrasia de la clase media se desentraña en “Poliedros conjugados” a partir del desengaño de un matrimonio, mediante el uso del cambio de focalización entre los distintos miembros de la unidad familiar y un sorprendente final. “Sueño de arena” es una pieza terrible y a la vez magnífica de la carga que lleva la mujer mexicana en esa sociedad y los abusos que sufre ya desde niña, narrada de forma excelente con el uso de una falsa primera persona. El final trágico que resuelve el triángulo amoroso que se desarrolla en “Líneas paralelas” da paso a “Designio”, cuento ya destacado que cierra el volumen.

Volviendo a la sensación de totalidad que me ha acompañado en mi lectura, esta se cimenta en la capacidad de García Cuevas de representar a todos los actores de la sociedad mexicana contemporánea. Desde el narco, hasta la mujer que cruza la frontera con los EEUU, pasando por el futbolista de la Liga MX o el realizador cinematográfico en nómina del más inesperado productor. Eso era algo que también encontré en La casa pierde y que he echado en falta en los cuentistas mexicanos que leí recientemente. Estamos hablando de una buena pieza en una nueva editorial/librería que promete, un feliz hallazgo por partida doble.