viernes, 30 de septiembre de 2011

LA SOCIEDAD ADOLESCENTE

Estimados alumnos y alumnas,



En este curso que ahora comienza deberemos todos hacer un esfuerzo colectivo, si bien es cierto que unos más que otros. Los malos resultados económicos y la falta de presupuesto nos llevan a iniciar el curso sin todo el material del que hemos disfrutado en los cursos anteriores. El centro no puede pagarlo. Otra cosa muy distinta es que el profesorado y la junta directiva continúen haciendo uso de él.



Así, los alumnos y las alumnas no dispondrán este año de ordenadores ni de pizarras digitales porque la junta ha tenido que dotarse de nuevo maquinario (eMacs de última generación) y los costes de adquisición han sido muy elevados. Además, se ha tenido que suministrar con tabletas iPad al profesorado para que mantuviera la boca cerrada en el tema de los eMacs. Esto obligará a que los alumnos y las alumnas no solo no puedan disfrutar de las pizarras digitales de las que hicieron uso en cursos anteriores, ni de los ordenadores portátiles personalizados, sino que deberán volver a utilizar el tradicional bolígrafo, o la tinta china. Lápices no aunque sean más baratos, porque la hipoteca de los nuevos equipos nos impide comprar papel según decisión de la comisión de coordinación pedagógica, y los alumnos y las alumnas tendrán que transcribirse los apuntes de cada asignatura directamente en la piel. Así son las cosas.



De la misma forma, la asignación económica semanal acordada por la comisión de convivencia para que todos los alumnos y las alumnas tengan una existencia digna, que les permite sufragar su gastos básicos, también será reducida a la mitad por el monto económico que esa asignación supone para el presupuesto del centro.



Con todo, debo recordar que este año hay elecciones al Consejo Escolar del centro, por lo que los alumnos y las alumnas tendrán la posibilidad de elegir a los miembros del profesorado que les han de representar, y que en mi opinión son los que les han llevado a esta situación. Ni que decir tiene que la Junta Directiva del centro seguirá siendo la misma independientemente del resultado de dichas elecciones. Esperemos que esto siga así por muchos años, sino lustros.



Finalizo este escrito con el deseo de que disfruten y aprendan mucho del curso que ahora comienza, especialmente por las situaciones adversas que van a tener que vivir.



Atentamente, el Director




Esta carta aunque no es más que una parodia del inicio de un curso imaginario en cualquier centro de enseñanza secundaria, representa el estado de la naturaleza humana con relación a la madurez del ser humano y su ausencia. Podría ser una analogía perfecta de lo que está sucediendo en el mundo occidental con el advenimiento de la crisis económica más profunda desde el crack de 1929.

Ya hace años, y gracias a mi experiencia en el entorno de la educación secundaria, había fraguado en mí la convicción de que el mundo se había convertido en un gran centro de enseñanza secundaria (un High School norteamericano, vamos). Lo que yo experimentaba a diario con mi labor docente no era muy distinto de lo que podía ver en mi vida cotidiana fuera del trabajo, o a través de la televisión o Internet. El miedo a envejecer y la necesidad de conservarnos como eternos adolescente guiaba nuestras decisiones en una sociedad de consumo: gasto en terapias y productos antienvejecimiento como si de cremas antiespinillas para adolescentes se tratara, relaciones padres-hijos rocambolescas en donde eran los padres quienes pedían consejo a sus hijos sobre su vida sentimental una vez fracasado su primer matrimonio, adquisición de vehículos de todo tipo (coches, motos, quads) para conservar el espíritu juvenil... En fin, que parecía pretendiéramos ser siempre adolescentes inmaduros preocupados por nuestra estética, nuestro ocio y nuestros ligues mucho más que por las responsabilidades que teníamos.

Desgraciadamente, esa percepción ha pasado a transformarse en una realidad más dura: No somos dueños de nuestras propias decisiones, una serie de personas (en su mayoría hombres) se erigen en nuestros supuestos padres o directores de instituto aunque seamos ya personas adultas. El poder parece convencido de que aún no hemos superado una cierta Enseñanza Secundaria Obligatoria en lo que concierne a la libertad individual. Solo somos libres de hacer aquello que el sistema (o el mercado, vaya usted a saber) nos permite elegir: la marca del yogur que vamos a consumir o la mutua a la que nos apuntaremos para ir al médico. Una oferta un tanto restringida para tratarse de una sociedad considerada teóricamente como democrática. Es lo que llamo una sociedad adolescente.

Bien es cierto que quienes creen regir nuestros destinos, los líderes políticos y económicos, los G-8, los G-20, los fondos, los bancos, los grupos Bildenberg, no son exactamente nuestros padres o nuestros tutores o nuestros jefes de estudios o directores, sino una mezcla simbólica de ellos. Pero ciertamente, deciden nuestra edad de jubilación, los impuestos que tenemos que pagar o el subsidio que podemos cobrar en caso de tener la desgracia de quedarnos en paro (vamos, la paga que nos asignaba papá los fines de semana si habíamos hecho los deberes y nos habíamos portado bien).

El lenguaje que se utiliza en la enseñanza, curiosamente, se acerca mucho al que los políticos y los denominados “líderes mundiales” usan para acercarse a la ciudadanía. Es un lenguaje políticamente correcto pero no indica en ningún momento el sentir del que habla, de la misma forma que el protagonista de American Psycho (precísamente, un personaje ficticio que representa a esa élite financiera que se erigió en protagonista durante la década de 1980 y que ahora está tan cuestionada moralmente), capaz de urdir un monólogo en el primer capítulo del libro que pretende exponer toda la liberalidad del capitalismo pero que muestra la incongruencia de sus pensamientos, por lo que se pasará la novela riéndose de los vagabundos que piden limosna en Wall Street y asesinando de forma compulsiva a cualquiera que le recuerde sus propias frustraciones.

Por otra parte, resulta asombroso que la estructura de poder que nos domina se asemeje tanto a la de un instituto de enseñanza secundaria. Lo que a nivel educativo se presenta como lógico: que sean los adultos quienes confeccionan el modelo atendiendo a unos mayores conocimientos teóricos y más experiencia frente a la inmadurez de unos alumnos adolescentes; parece chocante cuando hablamos de gobernar a un colectivo de personas adultas, muchas veces con más experiencia y mayores conocimientos que sus gobernantes o las élites que pretenden regirlos. Pero lo cierto es que el ciudadano medio se ve incapaz de interactuar en la toma de decisiones de los pesos pesados del poder, que serán precisamente los que acaben decidiendo él o ella (y aquí incluyo también al poder económico, al consabido “mercado”, que termina fiscalizando los recursos del sistema, incluido el educativo por paradójico que parezca, lo que niega cualquier posibilidad de igualdad de oportunidades real).

El ciudadano medio tan solo elige a unos cuantos representantes políticos que posteriormente habrán de hacerle el juego a esa élite económica para la obtención de unos recursos que acaban convirtiéndose en migajas para el votante. Resulta extraño cuando el sistema lo mantenemos entre todos. Si no fuera así unos no podrían enriquecerse a costa de otros por muy inteligentes que fueran, no al menos en una sociedad de consumo. Dígame usted, estimado lector: Cómo puede uno hacerse rico si nadie está dispuesto a comprar sus productos y le ha costado una fuerte inversión crearlos después de tener la idea. Claro que a lo mejor la cosa no consiste ni en tener una idea y venderla, ni en enriquecerse.

Llegados a este punto, la analogía con el mito de la caverna de Platón se hace evidente (también con Matrix, claro, aunque no me hace mucha ilusión la idea de estar ligado a una máquina). Bien es cierto que Platón utilizaba esta metáfora para ilustrar cómo el hombre habitaba el mundo de las ilusiones y no el del conocimiento. Sin embargo, no deja de ser curioso que esta metáfora apareciera en el diálogo platónico que más palabras dedica a la justicia, la política y la organización del Estado, La República. Y es que un sistema de gobierno que esté asociado a la justicia está asociado por fuerza a la libertad y el repudio del engaño y las falsas ilusiones.

Que nuestro sistema respeta la libertad del individuo resulta un farsa desde el momento en que no es el individuo quien elige la forma de gobierno que desea que le rija. Ha acabado siendo el sistema económico quien decide eso (que se lo pregunten a los habitantes de los antiguos países comunistas). Ha acabado siendo el modelo económico quien dirige el mundo, diseñando una sociedad adolescente más manipulable, en donde la libertad del ciudadano se limita a la que le permite el mercado, como el adolescente que disfruta de su paga semanal siempre y cuando cumpla con la normativa familiar, como el jovenzuelo que puede emborracharse siempre que llegue a la hora acordada a casa pero que es incapaz de gobernar su destino.

En este sentido, y en analogía con Platón, solo parece haber un camino para recuperar esa libertad individual que presidiera las primeras etapas del sistema democrático: la recuperación de la voz propia (un ser humano, un voto, en este caso tomado como una palabra que opina), el paso adelante hacia la madurez, la superación de una sociedad adolescente por una sociedad madura en donde las decisiones se toman de común acuerdo, la superación colectiva de los problemas, la llegada a ese hipotético mundo de las ideas para regir nuestro destino como especie. En definitiva, tratar de dirigirnos hacia una democracia más participativa (con la ayuda de las nuevas tecnologías pese a Matrix) que tienda a ser más directa de lo que es a día de hoy. Esta perspectiva, que algunos lectores podrían tachar de utópica, no es para mí ninguna utopía. Se trata más bien de la regeneración pragmática de un sistema que se ha ido corrompiendo internamente y necesita de una actualización 3.0 para seguir siendo creíble. Un ejemplo de mi visión pragmática es la tan admirada Islandia. Allí, una vez reorganizado el sistema, lo que hicieron los islandeses fue ponerse a trabajar porque desgraciadamente no vivimos del aire y sí de nuestro trabajo.

En conclusión, que una democracia más directa debería ser la herramienta (tecnológica) que nos permitiera superar esta edad adolescente por una época más madura y juvenil (porque un joven ya no es un adolescente, si no un adulto que toma sus primeras decisiones propias).