La
parte y el todo: conversando en torno a la física atómica,
es el libro que dedica Werner Heisenberg, el famoso físico téorico, el
padre de la Mecánica cuántica y del Principio de incertidumbre, a
relatar sus recuerdos de las conversaciones con los más afamados
físicos de su época: Niels Bohr, Wolfgang Pauli, P. A. M. Dirac,
Erwin Schrödinger… Y, a diferencia de lo que pueda desprenderse
tras leer el título, en esas tertulias no solo se habla de física
cuántica. O para ser más estrictos, se habla solo un poco de física
cuántica. Ese suele ser el tema que da pie a otras conversaciones
que lo engloban todo: el lenguaje, la política, la ética y hasta
sus vivencias con el régimen Nazi, que Heisenberg sufrió en primera
persona. De sus recuerdos se desprende lo difícil que resulta
expresar algunas decisiones en la vida, pues aunque el físico alemán
pretende siempre una imagen ecuánime y crítica para con la política
de Hitler, todo el mundo conoce a día de hoy su colaboración con
los Nazis al frente de la física alemana y del Proyecto Manhattan
alemán en busca de la construcción de la bomba atómica. Sin
embargo, también se observa porque está generación de físicos,
entre los que cabría incluir a Albert Einstein pese a su postura
crítica frente a la Mecánica cuántica, tenían una cultura que lo
abarcaba todo, desde la filosofía clásica a la teoría política,
pasando por las religiones orientales o la mente humana. Un saber
enciclopédico inconcebible hoy en día. El último destello de aquella globalidad cultural lo encontramos en el bautismo de los quarks, palabra extraída del complejo Finnegans Wake de Joyce. Una muestra del nivel que gastaban estos físicos teóricos.
Curiosamente, lo que me ha parecido más interesante del libro de Heisenberg, es la importancia que tanto este como el físico danés Niels Bohr dan al lenguaje. Bohr consideraba que solo con un lenguaje nítidamente claro se podía entender el conocimiento que se estaba derivando del descubrimiento de la teoría atómica. El lenguaje partía de un legado cultural. Pero debía evolucionar con los nuevos descubrimientos y, sobretodo, debía dar lugar a un consenso para asimilar ese conocimiento, lo que me resulta un posicionamiento fascinante para provenir de un científico.
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