lunes, 24 de febrero de 2014

REFLEXIONS ON FOUCAULT


In his particular interpretation of Homer's works, Alessandro Baricco states that Homer's main intention is to transmit his knowledge to his son, not by a serious treatise, but by the Greek heroes’ adventures. In Baricco's opinion, when Homer relates –orally, it is important to remember— the passage between the Cyclop Polyphemus and Ulysses, he is explaining how to take care of a flock of sheeps, how to produce milk and cheese, by the practices and objects. This an example of the importance of practical knowledge, a source of knowledge completely different from that stated later by classical philosophy.

Foucault writing flows around objects and practices in the same way as his picture of power: a concept not always negative, an idea never centered as contemporary theories of identity. Foucault states there it is impossible to study human beings as a science because everything is unstable with people. This is the problem that remains in identity -the subject in Foucaldian words-. The French philosophert claims that it is impossible also to describe the self or the other. However, there are the practices, the objects, the interaction of the bodies with discipline and power that Foucault describes with his writing. The meticulous description of practices and objects in Foucault is in some ways a more powerful description of the subject than Cartesian definitions of the self that one find in psychology during modernity.

To begin with, in Discipline and Punishment, Foucault points out that the entering of the individual in the scientific discourse supposes a registration and examination of the body which remembers Althusser's interpellation because it seems a similar coercion of the human body by authority figures. These techniques of surveillance and examination are which describe the subject as a body interacting with the power. That is a political anatomy (political economy of the body, political technology of the body). Power processes subject our bodies to be controlled, processes that constitute us as subjects. For example, modern judges understand delinquents as a judgment of the soul. This picture is a kind of social environment that includes all of society because each one of us can be a surveyor of the Panopticon or inside the Inspection House; all of us are in a system in which power flows.

It seems clear that most practices exposed in Governmentality and Foucauldian conception of biopolitics are related to national identity and its links with the political state. The study of these practices between the state and the individuals in a collective issue could be very useful to understand sociological processes and to produce historical research. In addition, the important role developed by sciences, especially social sciences, in biopolitics and in sovereignty, is crucial to rethink the interaction between science and national identity. This is the case, for instance, of the strategies developed by power to identify citizens stated in Governmentality, or the racist practices imposed by Nazis and socialism.

Although the Cartesian tradition of human actions are produced by something that occurs inside, Foucault's subject perspective is described only by actions, without an inside (as in the case of the delinquent). This perspective is very useful for social sciences. Perhaps this is a weaker point in Foucault's concepts of identity, but it resolves the instability of human beings. The practices that Foucault writes makes possible our existing conceptions of ourselves and describe the subject in the same way that Homer transmitted his knowledge.

viernes, 21 de febrero de 2014

Entrevista con Edmundo Paz Soldán SUBURBANO

Entrevista con Edmundo Paz Soldán SUBURBANO



 paz


El prolífico escritor boliviano Edmundo Paz Soldán (Cochabamba, 1967) acaba de publicar la novela Iris, que reseñamos aquí. En una suculenta entrevista, uno de los más prestigiosos escritores
latinoamericanos afincados en los EEUU nos habla de las carácteristicas del nuevo universo narrativo en clave de ciencia ficción que inaugura con Iris, y de la situación de la literatura en español en Estados Unidos.


1. Reconozco que en una primera lectura, el hermetismo que subyace a la trama de Iris me hizo pensar en él como un planeta del que no se podía salir. Me recordó a la película Total
Recall (Desafío total en España) por esa distancia entre el interior y el exterior de Iris. Ahora en cambio, al saber por ti que se trata de regiones ficticias de la Tierra, me reafirmo al entender la novela como una fábula del mundo real y más concretamente, de la guerra en clave de ciencia ficción. Claro que uno puede patinar dos veces, así que la primera pregunta es si esa era realmente tu intención.

La intención era crear un mundo opresivo, asfixiante. El lenguaje mismo insiste en que el protectorado de Iris tiene sus propias leyes: hay un Afuera, y una vez se lo describe como un “exo-planeta”. Pero ese mundo tiene claras correspondencias con el mundo real, con las aventuras imperiales de este siglo. Pienso en la ciencia ficción no tanto como un género sino como una forma desplazada de hablar de los miedos, ansiedades, pesadillas del presente. Una forma política, que es lo que define a las novelas que más han marcado al género.

2. Mi segunda pregunta se relaciona con el punto para mí más conflictivo en la interpretación. Se trata de Xavier, el personaje principal del primer capítulo. En un momento dado Xavier puede elegir entre conservar sus recuerdos de Munro y borrarlos por completo. Primero elige conservarlos. Más tarde elegirá borrarlos por razones que el lector descubrirá. Sin embargo, a lo que le doy vueltas es a esa posibilidad de elección. Si existe y es real en esta ficción, la novela habita un mundo futuro y poshumano, porque es algo que no podemos elegir a día de hoy. Si es metáfora, está imbricada en la
naturaleza del hombre, que a veces es capaz de olvidar y otras no. Te lo pregunto porque ese es el punto donde un entorno poshumano futuro cambiaría la naturaleza del ser humano y se desvanecerían las analogías entre el mundo contemporáneo y tu mundo futuro que yo percibo en todo el texto.

A veces hay analogías y otras no tanto. Como dice William Gibson, “el futuro ya ha llegado, sólo que no está distribuido de forma pareja”. Quería crear un mundo que a veces remite al futuro y en otras ocasiones es muy primitivo. Esa oscilación es la que define Iris. Los seres humanos en la novela se comportan de manera muy primitiva, pero ciertos momentos sugieren una redefinición de la subjetividad, en un contexto, como tú dices, poshumano.

3. Hace unos días, en una entrada de tu blog titulada “El futuro que viene del norte” y dedicada al libro 25 minutos en el futuro, afirmabas que, como indica el título del libro, la ciencia ficción estadounidense más actual se está convirtiendo en otro realismo, se está preocupando por el futuro más inmediato. ¿Es esa también la intención de Iris, hacernos pensar sobre el presente, los estragos de la guerra, la explotación de los intereses económicos?

Cuando las novelas de ciencia ficción hablan de biotecnología, clones, inteligencia artificial, mundos virtuales, están hablando de nosotros, de hoy. Cargan las tintas, exageran, pero lo esencial está ahí, en la preocupación por el presente. Me interesa esa ciencia ficción, no tanto la de naves espaciales y viajes a planetas lejanos. Ya lo decía Ballard en un ensayo clave, el viaje más importante de la ciencia ficción contemporánea es al interior del ser humano. En Iris quería escribir una novela sobre el nuevo imperialismo de este siglo, sobre los estragos de la guerra, sobre los desórdenes traumáticos de vivir en un mundo tóxico, sobre los desajustes económicos.

4. Por otro lado, Iris forma parte de un proyecto mayor. La construcción de un universo imaginario en clave de ciencia ficción en donde cabría incluir “Luk”, un relato que está conectado con la novela y que fue finalista del premio Cosecha ñ 2012. ¿Cuáles son las próximas entregas de ese proyecto en torno a Iris?

Un libro de cuentos, que está muy avanzado y que espero tenerlo para el próximo año. Acabo de comenzar una nueva novela, que es una suerte de precuela de Iris, pero que se leerá de forma autónoma. Es sobre la infancia y la adolescencia de Reynolds, el líder de la unidad de soldados psicópatas.

5. ¿Y cuales dirías tú, y no el crítico, que son las influencias que sobrevuelan ese proyecto?

Son muy dispares. De la ciencia ficción misma, las novelas de Dan Simmons sobre el mundo de Hyperión. De la literatura boliviana, la narrativa de Jaime Saenz y las tradiciones mineras. Para crear la cosmogonía de los irisinos, me ayudó mucho un libro de Bruce Chatwin, The Songlines. También influyó una película de Kathryn Bigelow, The Hurt Locker, un cuento de Roa Bastos sobre la tradición guaraní del kurupí….

6. En tu prolífica carrera como escritor has tocado casi todos los géneros. ¿Qué opinas de la ciencia ficción, un género que ya trataste, en esta nueva etapa que ahora inicias? ¿La ves como un género hoy en día?

Como dije antes, es un género pero también más que un género, un modo de percibir el presente. La ciencia ficción nos ha dado un lenguaje para entender el presente, de ahí salen conceptos como poshumano, simulacro, ciborg… Lo que hace es desplazar ciertas preocupaciones al futuro, para que podamos verlas de manera más clara.

7. ¿Y como ves a la ciencia ficción hispanoamericana? En el pasado no se le prestó mucha atención. Pero en alguna conversación anterior que hemos tenido al respecto, creo que en tu opinión las cosas están cambiando.

Recién la estamos descubriendo. Muchas veces nos hemos quedado citanto a Borges y Bioy Casares, pero hay más. Sólo en la tradición argentina hay que pensar en Holmberg en el siglo XIX, que tiene un cuento clave que es “Horacio Kalibang y los autómatas”. Del período más reciente, Rafael Pinedo es fundamental, con Plop. En Chile y México también están ocurriendo cosas muy interesantes hoy.

8. Periodicamente organizas en Cornell jornadas sobre escritura en español en los Estados Unidos. Incluso has participado en talleres aquí en Miami. Dado que esta es una publicación en buena medida dedicada a la literatura española que se produce en los EEUU, ¿cómo ves la salud de la narrativa escrita en español aquí?

Gracias a los programas de escritura, también en general a las universidades, los últimos años Estados Unidos ha atraído a muchos escritores latinoamericanos de distintas generaciones. Aquí están desde Horacio Castellanos Moya a Valeria Luiselli, pasando por Maximiliano Barrientos y Lina Meruane. Es un gran momento para la escritura en español en los Estados Unidos. Eso sí, no se trata sólo de escritura. Hay que afianzar las redes de publicación y distribución de libros. Sudaquia, Suburbano y Brutas son dos de los proyectos editoriales más interesantes de los últimos años, junto a revistas como Traviesa.

9. ¿Y cómo te ha influido a ti como escritor llevar tantos años residiendo en los EEUU?

Soy más consciente del español como una lengua de contacto, que necesita del roce con otras lenguas para transformarse, para apropiarse de palabras y sintaxis, para evolucionar. El español es una lengua fuerte, no hay que tenerle miedo a ese contacto. Cuando comencé a escribir en los Estados Unidos era muy purista, tanto que mi español se volvió muy artificial y terminé renegando de él. El español necesita de los ruidos de la calle, de otros lenguajes. El español se define a partir de su diálogo y apropiación de otros lenguajes. Quise que algo de eso hubiera en Iris, pero no sólo con el inglés.

10. Para finalizar, ¿podrías darme los nombres de tres escritores para ti imprescindibles, al menos uno de ellos iberoamericano?

Borges. Philip Dick. Ballard.

domingo, 9 de febrero de 2014

3052 KM


Esa es la distancia que separa al pueblo de Mamadou Dia de su sueño en Murcia. Así lo relata en el libro del mismo nombre, 3052. En él, a modo de testimonio, no solo relata en qué consistió su travesía desde África hasta la Península Ibérica, también describe las dificultades que un inmigrante subsahariano encuentra al tratar de adaptarse a una cultura tan diferente a la suya.

El texto de Mamadou es un cajón de sastre escrito de forma fragmentaria, lo cual no es criticable porque ese es uno de los formatos híbridos, a medio camino entre el relato, el ensayo, el diario y la reflexión personal, que están tomando algunos escritores contemporáneos. Con el añadido de que se trata del primer libro de Dia, escrito en una lengua que no es su lengua materna ni el francés que le enseñaron en la escuela, lo que resulta muy aplaudible.


Debo confesar que yo empecé mis andanzas literarias con un relato testimonial, el de mi encierro en los calabozos de la comisaría 6 de Managua en el verano de 1995, que relaté en Managua 6: Diario de un recluso, y este texto me ha traído a la memoria las dificultades con las que se encuentra el escritor novato cuando quiere relatar algo muy visceral que le ha sucedido.


Como libro testimonial, el texto encierra una fuerza y una sinceridad dignas de encomio al describir las situaciones que describe. También resultan muy interesante algunos datos, como el papel fundamental que tuvieron los móviles con GPS en la oleada de pateras que arribaron a las Islas Canarias en 2006. No me parecen tan atractivas, en cambio, las reflexiones ideológicas, que se tratan desde una perspectiva oenengera un tanto absoluta y que no tiene porque compartir todo inmigrante que arribe a España en la forma en que lo hizo Mamadou. Aunque en honor a la verdad, he estado repasando mi relato testimonial sobre los calabozos de Managua y he encontrado reflexiones parecidas. Imagino que se debe tratar de un defecto de fábrica de los escritos primerizos.

Sin duda, lo más destacado del libro empieza cuando es el propio Mamadou quien se presenta de voluntario en Cruz Roja para ayudar a otros inmigrantes que están arribando a las playas españolas en patera, como él hizo. Es en el instante en que les da agua y ellos le preguntan en francés qué les va a suceder, y Dia responde con total tranquilidad que les llevarán a comisaría, cuando el lector se da cuenta de que el narrador ha experimentado un gran cambio. Ya no es el inmigrante ingenuo que pisó las playas españolas con la misma ignorancia que los muchachos a los que asiste, y esa pérdida de ingenuidad podría ser la clave para narrar la experiencia inmigrante. Lástima que el autor no decida seguir la narración por ese camino.

domingo, 2 de febrero de 2014

LA ERA DEL ENLACE. Carlos Gámez Pérez | Nagari

LA ERA DEL ENLACE. Carlos Gámez Pérez | Nagari

Algunos intelectuales piensan que el primer posmoderno fue Friedrich Nietzsche, lo que no es moco de pavo,pues se trataría nada menos que de un posmoderno del siglo XIX. Aunque la afirmación es discutible, lo que sí parece evidente es que existió una preposmodernidad dentro de la modernidad. Es decir, que hubo varios pensadores críticos con la modernidad y contemporáneos a ella. No solo Nietzsche, también Schopenhauer y Kierkegaard, entre otros.

Otra cosa muy distinta sería afirmar que hubo escritores preposmodernos antes del modernismo. Como mucho hubo precursores. Posmodernidad y posmodernismo no son la misma cosa. La primera es una escuela filosófica que critica abiertamente las bases del proyecto de la modernidad occidental, que se inició con la ilustración; el segundo es un movimiento literario y estético que pretende destruir las premisas del modernismo, que a su vez es otro movimiento literario y estético del principios del siglo XX que pretendía la narración absoluta, el relato del todo, a partir de técnicas relacionadas con la psicología y que pretendía a su vez acabar con la novela decimonónica. Sus principales figuras fueron James Joyce, Virgina Woolf, William Faulkner y Marcel Proust.

Posmodernidad y posmodernismo, sin embargo, tienen en común la idea de Lyotard de que la época de los grandes relatos ya ha pasado.  Para el posmodernismo (que es lo que nos interesa, porque vamos a hablar de literatura y de creación narrativa), es imposible construir un relato global, ya sea del mundo en general o de una sociedad en particular. Todo relato debe ser fragmentario.

Algunos pensadores afirman que la posmodernidad está  aquí para quedarse, aunque ya empiezan a surgir sus primeros críticos (yo me incluyo), en especial después de los atentados del 11 de septiembre, que supusieron el encuentro con la muerte, el final del juego, el choque con la realidad para filósofos como Baudrillard. Lo que sí tengo claro es que el posmodernismo sí tiene fecha de caducidad. Los movimientos literarios no son tan extensos como la periodización histórica. Precisamente, yo creo que desde el propio posmodernismo tardío ya se ha construido el germen que lo supera.

La filósofa española Rosa María Rodríguez Magda afirma que el gran relato de nuestro tiempo es la globalización, y a partir de ahí postula su denominada transmodernidad. Según la definición de transmodernidad que podemos encontrar en el blog del mismo nombre, administrado por Rodríguez Magda: “El prefijo trans connota no sólo los aspectos de transformación, sino también la necesaria transcendencia de la crisis de la Modernidad, retomando sus retos pendientes éticos y políticos (igualdad, justicia, libertad…), pero asumiendo las críticas postmodernas.” La pensadora fundamenta su teoría en la eclosión de la tecnología, las redes sociales y el mundo virtual en la realidad contemporánea. Según Rodríguez Magda, la interconexión que existe hoy en día hace que todo en este mundo, ya sea real o virtual, este relacionado, y eso imprime un inevitable carácter de totalidad que supera las afirmaciones de Lyotard. Y ahí es donde entra lo que voy a denominar la “teoría del enlace”.

El futuro de la literatura es el enlace. Incluso iría más allá, el futuro de la creación narrativa (donde incluiría al cine y la televisión) es el enlace. Resulta evidente que el enlace surge como hijo de la posmodernidad por la clara conexión que tiene con el intertexto y la cita. Pero el enlace no es el intertexto posmoderno. A partir del intertexto se crea el enlace pero este es mucho más potente. Permite una interconexión directa entre dos o más obras, lo que puede dar lugar a un relato global. Lo hace de forma fragmentaria a partir de obras puntuales, ya sean relatos, novelas o incluso películas o series de televisión (también podríamos incluir obras de arte, digital o no, aunque pienso que aún hay que ser prudente en este punto). Intentaré sustentar esta afirmación con un par de ejemplos.

El germen de la narración de «Joanna Silvestri», uno de los relatos de la colección Llamadas telefónicas, de Roberto Bolaño, se fundamenta en el monólogo interior de una antigua actriz porno ante la visita de un inesperado dectective chileno que anda tras la pista de un operario de cámara de películas X. Si usted ha leído Estrella distante, también de Bolaño, antes de leer ese cuento, usted sabe que ese tipo no es otro que Carlos Wielder, el hombre al que el detective chileno Romero persigue para hacer justicia según la narración de Arturo Belano, alterego del escritor. ¿A qué tanto lio? Uno podría pensar que el relato sobre Silvestri fue una historia que simplemente Bolaño no pudo o no quiso incluir en Estrella distante y que después utilizó para un cuento. Pero si se analiza con detenimiento toda la obra de Bolaño, se observa que esto no es una excepción, que estos sutiles pasadizos (según la nomenclatura de Vicente Luis Mora) conforman una maraña, una red que por momentos me parece una radiografía del cerebro del autor chileno.

No tenía nada claro este punto, que puede tildarse de altamente especulativo, hasta que visité la exposición que el CCCB dedicó a Roberto Bolaño, comisariada por Ignacio Echevarría y titulada “ARCHIVO BOLAÑO”. Fue al leer las notas de sus cuadernos, las páginas de la novelas que nunca se llegaron a publicar, los fragmentos de un escritor en ciernes, cuando me di cuenta de que el universo de Bolaño había estado y estaba interconectado. A mi entender, a partir de una obra claramente fragmentaria (Echebarría me mataría si dijera lo contrario), se articula un relato global de nuestro mundo culminado con 2666

El otro ejemplo que quiero dar no es literario, aunque sí narrativo. Se trata de The Wire, la prestigiosa serie de televisión creada por David Simon. A nadie escapa que el argumento de la serie se basa en la red y la conexión (ya figura en el título) y a partir de ese recurso el autor es capaz de construir un relato global de la ciudad de Baltimore en tiempos de máxima complejidad. Pero mi teoría del enlace va más allá. Los primeros intentos de describir Baltimore por parte de Simon parten de los libros Homicide: A Year on the Killing Streets y The Corner: A Year in the Life of an Inner-City Neighborhood, el último en colaboración con el policía retirado Ed Burns. De aquellos libros surgieron las series Homicide: Life on the Street (NBC) y The Corner (HBO). Pues bien, a partir de la “teoría del enlace” mi opinión es que todos estos productos culturales están interrelacionados (lo que además demuestra que estos enlaces no tienen porque ser autoría de la misma persona, sino que aceptan la autoría múltiple). La culminación de ese proceso es The Wire, que permite a su creador un relato global de su tiempo en Baltimore en la era del enlace.