La anécdota real, citada en el libro, de la pareja en crisis
que decide acudir por separado a las plataformas cibernéticas para encontrar
nuevas parejas, y donde finalmente ambos terminan por reencontrarse tras
enamorarse en la red, ilustra a la perfección la estrategia de la última novela
de Javier Moreno (Murcia, 1972): Acontecimiento
(Salto de Página).
Uno de los rasgos característicos de algunas de las novelas
de Moreno es el arranque de sus narraciones. Si en Click el narrador empezaba el relato con una pistola en la sien, a
punto de suicidarse, Acontecimiento
se inicia así: “Si deseas que lo nuestro
siga adelante tendrás que buscarte una amante” (y las cursivas no son
mías). El lector piensa que se encuentra con un conflicto sentimental, una
crisis de pareja, y eso es lo que parece en las páginas iniciales de un texto
que se narra principalmente en primera persona, lo que favorece la perspectiva
subjetiva de ese narrador. Pero la arquitectura estructural de la novela es
mucho más sutil, ya que la crisis sentimental y el aburrimiento propiciado por
la rutina son tan solo una excusa para el verdadero plan del autor implícito.
Dicho plan se organiza en torno a dos líneas argumentales que se mimetizan con
la trama principal.
La primera sigue la línea de libros anteriores de Moreno y
constituye un detallado ensayo de nuestra sociedad contemporánea,
hipermediatizada y digitalizada, a través del estado que el narrador publica en
Facebook para compartir su crisis de pareja, y que le sirve al narrador para
embarcarse en un ensayo muy ácido y acertado de nuestra sociedad. A esta línea
pertenecen juicios como: “Mi carne sufriente y anhelante va dejando en su
tránsito por internet una multitud de huellas. Con ellas las empresas me
fabrican un alma. El paraíso o el infierno dependen de mi cuenta bancaria.
Puedo comprar mis deseos, luego estoy salvado. Big Data se ha convertido en La Divina Comedia” (61).
Como en la obra previa del autor, la tecnociencia y sus
productos están presentes y se analizan a conciencia en esta novela: “La
tecnología y la carne joven son la única prueba de que la vida avanza hacia
alguna parte.” (29) Hasta el punto de que el desenlace final de la aventura del
narrador protagonista, una tórrida escena sexual, se narra con la participación
activa de las pantallas y los dispositivos electrónicos en ese goce: “Me bajo
mis pantalones mientras ella frota mi iPhone contra su sexo rasurado” (168).
Los juicios del narrador, un publicista de éxito, no por
subjetivos dejan de ser una disección realizada con bisturí de la estupidez y
las contradicciones del sistema en que vivimos, que el narrador borda al
explicar la reciente crisis económica de esta guisa: “Simplemente los que tenían
el dinero se asustaron y de repente querían asegurarse de que sus inversiones
volverían a su bolsillo. Habían invitado a su juego a demasiada gente y ahora
tocaba decirles que no, que ya no era divertido.” (42-43) Hasta el punto de que
el protagonista acaba a cargo de la campaña publicitaria en las redes sociales del
más conocido terrorista, curiosamente llamado Urdazi, y que en realidad parece
más un nombre tras el que se esconde un colectivo que el apelativo de un
individuo. Especial mención requieren los comentarios dedicados al arte en el
contexto contemporáneo, como el análisis de la obra performativa de la artista
Leyla Guerrero o los patrones meta-artísticos del creador Ikeda (145).
La otra línea argumental, la que se esconde tras toda esa
sociedad hipermediatizada, tras los conflictos de género y las tensiones
sociales, tras los deseos y los enfrentamientos que surgen en estas relaciones,
la que hace a Moreno un narrador único, irrepetible, ya que varios son los
nombres de otros escritores que al lector se le ocurren cuando asimila la crítica
a la sociedad contemporánea, pero ninguno cuando analiza esta parte, más allá
quizás de Tolstoi, no es otra que la transformación emocional que experimenta
un hombre cuando se encuentra de golpe, en plena madurez, con la paternidad.
Algo que a simple vista puede parecer menos transformador que esta sociedad
tecnificada en la que vivimos, pero que gracias a la pericia expresiva del
narrador, surge como el verdadero conflicto que subyace en la narración. Un
conflicto, por otra parte, muy bien resuelto literariamente, como se observa en
esta hermosa frase, que se lee al principio, pero que yo he reservado para el
final de esta reseña: “Un polvo duraba unos minutos, pero el resultado podía
ser una catástrofe bellísima y perdurable.” (27)
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