Si Historias del Kronen (1994) hizo ídem en
la escena literaria española y la emparentó con la cultura pop, un año antes
había hecho el mismo ruido la portada de un libro. Y digo bien, una portada. La
de la segunda novela del escritor recientemente premiado con el Alfaguara de
novela: Ray Loriga (Madrid, 1967). Se trata de Héroes (1993), por cuyo título ya se abre paso la aureola del pop
y, más concretamente, la del recientemente fallecido David Bowie.
Loriga había saltado
a los medios tras ser descubierto por Constantino Bértolo, que publicó su
primer libro: Lo peor de todo (1992).
Héroes era su segundo texto largo. La
novela, que había ganado el Premio de Novela el Sitio, es una reescritura de la
narrativa de Samuel Beckett desde el ámbito de la cultura pop. Un joven del que
no sabemos nada decide encerrarse en su habitación tras comprobar que sus
sueños de convertirse en una estrella del rock no se van a realizar. Abandona
su anodino trabajo y sus obligaciones y desde su refugio hace volar la
imaginación, que es lo que se refleja en los breves textos que conforman la
novela. Como afirma el narrador a mitad del escrito: “Por ahora solo quiero
estar encerrado. No quiero volver al colegio de los idiotas, ni a la
universidad de los idiotas, ni a la fábrica de los idiotas. No quiero ser el
dueño de una sonrisa navegable. Vístete con lo mejor que tengas, y corre a tu
cuarto. Nadie puede sacarte de allí.” (p. 55)
Pero no sucede nada
en su vida, como con los personajes de Beckett. La novela se sostiene por el
estilo, que es alto, como el de Beckett, además del tono sentencioso marca de
la casa de Loriga. La gran diferencia es el rock & roll, que produce en el
narrador unos sueños muy distintos de los que tenían las voces del dramaturgo
irlandés. Baste comprobar cómo empieza el libro: “Conducía un camión lleno de
dinamita por la Plaza Roja cuando se dio cuenta de que ya no había nada que
hacer allí. Se acordó de la foto de Iggy Pop y David Bowie en Moscú. Trató de
encontrarlos pero no dio con ellos. Así que comenzó a angustiarse y se angustió
tanto que se despertó.” (p. 11) En pocas palabras, la novela trata de los
sueños rotos de juventud. El narrador sueña con estrellas del rock, con
estrellas de cine, con chicas rubias y con amigos que fundan bandas de rock. Le
visitan Lou Reed y John Belushi. Pero siempre en su habitación, desde la que
mira mucho la TV y escucha música, por lo que su cuarto “[a] veces es la parada
de los monstruos y otras veces es el desfile de la victoria.” (p. 113)
Si hago memoria,
recuerdo Poetas malditos del rock, el
libro sobre la poesía en el rock que me regalara mi amigo Àlex Rigola, el
director teatral —qué curioso que Rigola sea un anagrama de Loriga—. Pues bien,
Héroes es eso, un libro de poesía
sobre el rock, aderezado por la estética que primaba entonces: la del
videoclip. La MTV acababa de aterrizar en España y, como muy bien afirma
Christine Henseler, Loriga utilizaba ese tipo de recursos para su estética: las
portadas de discos, las polaroids y, por supuesto, los videoclips de la MTV.
Buena parte de los fragmentos de Héroes
parecen guiones para videos musicales escritos por un muchacho al que no le
pasa nada. Algo lógico muchos años después, al comprobar la íntima relación del
autor con el cine, responsable de siete guiones cinematográficos y director de
dos películas. La suya es, por tanto, una prosa lírica, sentenciosa y
audiovisual.
Pero qué hay de la
portada. La portada no era otra cosa que la imagen del propio Loriga con el
pelo largo, dos anillos en sus dedos, uno con el motivo de una calavera, una
cerveza en la mano derecha, y la mirada del escritor retando al lector. Tal
como dijo el crítico Ignacio Echevarría, el libro se parecía a un disco desde
su primer mensaje, que era la portada, hasta la última palabra del texto,
pasando por los textos breves que la conforman, a modo de letras de canciones.
Este hecho, que puede tomarse como una característica positiva y la muestra de
una estética nueva en la literatura española, creó un revuelo importante en la
crítica literaria. Por primera vez una obra de literatura pretendía que otra
expresión cultural, como el rock, fuera la protagonista por encima de la
cultura libresca. Fue algo que no le perdonó una parte de la crítica porque no
lo entendió, y que llevó a un acalorado debate. Pero que, por otra parte,
conformó la figura pública del Loriga escritor hasta verla tal como la
conocemos en nuestros días. Es también un buen tema para reflexionar sobre los
límites de la literatura con otras expresiones culturales meses después de que
le dieran el Nobel a Bob Dylan, con la controversia que acarreó. La portada de
Loriga, con Loriga, fue un preámbulo a ese debate. Cabe decir, en honor a la
verdad, que la idea de poner esa imagen como identificación de la novela no fue
de Loriga, sino de su editor: Enrique Murillo. Pero con esta decisión Loriga se
convertía en la estrella del rock de la literatura española y se iniciaba una
relación muy distinta entre la literatura, los autores y la cultura pop.
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