Recientemente,
en la revista PNAS
se publicó un artículo titulado “Sex
Differences in the Structural Connectome of the Human Brain”. La publicación, de
la que se hizo eco Javier Sampedro
en El País, explicitaba que, a partir de un estudio neurológico,
habían llegado a explicar las razones que hacen que hombres y mujeres tengamos
aptitudes distintas. ¿Hombres y mujeres? ¿Determina el género las aptitudes? ¿Es
esta una categoría tan marcada?
La
investigación, liderada por Madura Ingalhalikar, de la Universidad de
Pansilvania, explica que, a partir del estudio de las conexiones del cerebro,
han llegado a la conclusión de que las mujeres tienen más conexiones entre
hemisferios, mientras que en los hombres priman las conexiones internas. En el
cerebelo la cosa se invierte. Hasta ahí lo que podríamos considerar discurso
objetivo de la ciencia, obtenido imagino que a partir de la identificación de
sexo del sujeto (a partir de sus cromosomas) sobre el que se experimenta y los datos que se obtienen.
Sin
embargo, es entonces cuando tiene lugar el gap conceptual. Los autores del
artículo consideran que este hecho empírico explica porque los hombres tienen
más habilidades para orientarse espacialmente y las mujeres manejan unos
índices más altos de memoria y habilidades sociales. Del sexo de la medida
empírica, se pasa al género y a una asociación con ciertas aptitudes, como si
fuera un hecho que todos los hombres tenemos mayor orientación espacial y las
mujeres más memoria (qué diría Proust).
Si
tenemos en cuenta que ya el concepto de género es conflictivo de por sí (dónde han
ubicado en este estudio a los transexuales y a los bisexuales, ya no hablo de
homosexuales y lesbianas), ya podríamos ponerle muchos peros al tema. Pero
además, y esto sí sería determinante para cuestionarse la investigación: ¿No se
han llegado a preguntar Madura Ingalhalikar y sus colaboradores, ni tampoco
Javier Sampedro, que es un divulgador y debería tener una mayor conciencia al
respecto más allá de lo impactante que pueda ser el titular de la noticia, que
estos estudios, siempre estadísticos por su metodología nunca van a poder ser
suficientes para delimitar algo impuesto de una forma tan categórica como es el
género?
No hace
falta ser Judith Butler para asumir que en el estudio más de uno de los
individuos considerados sexualmente como hombres tiene unas conexiones
neuronales más similares a las de una mujer que a especímenes de su supuesto
mismo sexo. Lo mismo debe suceder al revés. Suele ocurrir en las investigaciones
estadísticas. Es más que probable que entre las dos categorías extremas del
estudio (hombre, mujer) podamos ubicarnos todos los seres humanos. En realidad,
lo interesante sería observar cómo hay unas características neurológicas, asociadas
principalmente a una adscripción de género pero más difusas de lo que cabría
esperar en los titulares, conectadas con ciertas aptitudes mentales mesurables
a partir de tests (orientación espacial, memoria, aptitudes sociales). Sin
embargo, se retrataría de forma que se podría observar que esas adscripciones,
aunque existen, son mucho más difusas de lo que piensan Ingalhalikar y Sampedro
Los científicos pretenden determinar el sexo a partir de los cromosomas del
individuo pero no creo que esto sea suficiente para determinar el género. ¿Hasta
cuándo trabajará la ciencia con categorías tan dicotómicas como el género? ¿Hasta
cuándo pretenderá imponer un discurso ideológico a una construcción en muchos
sentidos cultural? ¿Quién le dio la autoridad?
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