lunes, 21 de enero de 2013

UNA RELECTURA DEL GÉNERO NEGRO

No soy un ferviente lector de novela negra. En especial, más allá de Henning Mankell, no me interesa nada eso que se hace llamar novela negra escandinava. Esos clones literarios pensados en exclusiva para el gran público por razones meramente comerciales.

Sin embargo, la crisis económica europea, mi amor por los géneros literarios y el respeto que Bolaño tenía por el policíaco, me han llevado a releer a uno de los autores clásicos de la novela negra, que fuera buen compañero de lecturas en mi adolescencia: Dashiell Hammett. Uno de los grandes del género junto a Raymond Chandler. 
 

Hammett, un antiguo inspector de la Agencia Pinkerton de investigación (la misma que aparece en los cómics de Lucky Luke), suele salpicar al lector con una cosecha de buenas páginas, como en Cosecha roja. Al escribir sobre la Gran Depresión, se ha convertido en un clásico de actualidad para comprender lo podrido de los estamentos políticos sin quererlo. Así se observa en La llave de cristal, un thriller negro protagonizado por el correoso Ned Beaumont en el entorno de unas elecciones. Claro ejemplo de las relaciones de la política con los intereses, la corrupción, el tráfico de influencias, el tráfico ilegal de bebidas alcohólicas en plena guerra fría, los medios de comunicación y la mafia. ¿No les parece de sobra actual? Pues ojeen los periódicos españoles.

Si quisiéramos resumir la literatura de Hammett en cuatro puntos, podríamos hacerlo así:
  1. Una escritura como un puñal, de frases rápidas y diálogos ágiles y cínicos, que impiden que el lector pueda pensar hasta que se encuentra el muerto.
  2. Un argumento por el que se pasa de puntillas, crímenes incluidos, hasta que el lector, a la vez que el investigador, se da cuenta de que ha pasado por alto un crimen que es clave en el devenir de la historia.
  3. Unos personajes que, más allá de los diálogos que tienen con aquellos con los que interactúan en la novela, son herméticos. Nos hacen incapaces de saber lo que pasa por su mente hasta que toman el teléfono y, en una parrafada, ponen sobre la mesa las cartas con las que estaban jugando.
  4. Una serie de pistas que van apareciendo de forma diseminada en la historia, hasta que todas ligan, tienen un sentido único, y este sentido hacer dar un giro definitivo a la historia.
Especialmente interesantes son los perdedores que se dedican a llevar el peso de la investigación en la novela: El agente de la Pinkerton, Mickey Linehan, un tipo gordo, solitario, alcohólico y cuarentón, dotado de un verbo fácil y carismático (más o menos el mismo que utiliza su autor para contarnos la historia), sin florituras o falsas retóricas o moralinas que despisten al lector; o el hermético Ned Beaumont, mano derecha del testaferro político de una pequeña ciudad cercana a Nueva York que se dedica a hacerle el trabajo sucio.


Dado que la relectura de una de las fuentes originales de la novela negra me sirvió. Decidí continuar. Busqué la fuente primigenia de la tan cacareada novela negra europea. Resultó ser el introductor en Europa de Dashiell Hammett. Nunca pensé que estaba tan cerca. Habíamos convivido en la misma ciudad. No era otro que Manuel Vázquez Montalbán. 
 

Tomé de las solapas Los mares del Sur para redescubrir el primer éxito de la “saga Carvallo”. Más allá del interés meramente comercial de la mayor parte de la literatura negra que proviene de Escandinavia en Vázquez Montalbán uno encuentra decisiones artísticas con un arraigo social muy importante. Cierto que Vázquez Montalbán no era un santo y a veces le cegaron su exigente paladar y sus ganas de codearse con La Gauche Divine barcelonesa. Pero debo decir también que tras la escritura de Los mares del sur subyace una apuesta estética, y no una apuesta comercial “a la escandinava”. Además del tributo a Dashiell Hammett y la narración del proceso de una persona desde el comunismo más idealista al más puro escepticismo, de las páginas de esta novela negra excelentemente bien escrita, con una simbología sobre la transición muy bien construida, se desprende la ansiedad de una persona que domina el arte de narrar pero que pertenece a las clases populares, de ingresar en la literatura popular por la puerta grande, mucho más que seguir adscrito a la literatura literaria que tanto pregonan algunas bitácoras, que no deja de ser el refugio de una élite. Vázquez Montalbán sufrió esa tensión. Asumió que la literatura no es tan solo burguesa y trató de buscar acomodo con sus notables aptitudes como escritor (recuerdese que, como poeta, formó parte de los “novísimos”, literatura literaria de postín).


Sé que hoy se lee poco. Pero menos se leerá en el futuro si los escritores tan solo apuestan por la literatura comercial o por la literatura literaria. Ambos son territorios yermos si están inconexos. A fin de cuentas, la novela negra solo es literatura. Requiere de unos mecanismos y un tipo de personajes que están idealizados pese a su cinismo. Son mero artificio. Por eso me parecen muy valientes las apuestas de Hammett, o Vázquez Montalbán. O la de los más actuales Toby Litt o Elmer Mendoza, ambas ajenas a ese mero interés comercial tan nórdico que nos invade.

2 comentarios:

novela policiaca dijo...

No quiero parecer demasiado condescendiente, pero me ha encantado este blog.

cgamez dijo...

Qué quiere que le diga, a mí su comentario me ha encantado. ¡Muchas gracias!