No
soy un ferviente lector de novela negra. En especial, más allá de
Henning Mankell, no me interesa nada eso que se hace llamar novela
negra escandinava. Esos clones literarios pensados en exclusiva para
el gran público por razones meramente comerciales.
Sin
embargo, la crisis económica europea, mi amor por los géneros
literarios y el respeto que Bolaño tenía por el policíaco, me han llevado a releer a uno de los autores clásicos de
la novela negra, que fuera buen compañero de lecturas en mi
adolescencia: Dashiell Hammett. Uno de los grandes del género junto
a Raymond Chandler.
Hammett,
un antiguo inspector de la Agencia Pinkerton de investigación (la
misma que aparece en los cómics de Lucky Luke), suele salpicar al
lector con una cosecha de buenas páginas, como en Cosecha
roja.
Al escribir sobre la Gran Depresión, se ha convertido en un clásico
de actualidad para comprender lo podrido de los estamentos políticos
sin quererlo. Así se observa en La
llave de cristal,
un thriller
negro protagonizado por el correoso Ned Beaumont en el entorno de
unas elecciones. Claro ejemplo de las relaciones de la política con
los intereses, la corrupción, el tráfico de influencias, el tráfico
ilegal de bebidas alcohólicas en plena guerra fría, los medios de
comunicación y la mafia. ¿No les parece de sobra actual? Pues ojeen
los periódicos españoles.
Si
quisiéramos resumir la literatura de Hammett en cuatro puntos,
podríamos hacerlo así:
- Una escritura como un puñal, de frases rápidas y diálogos ágiles y cínicos, que impiden que el lector pueda pensar hasta que se encuentra el muerto.
- Un argumento por el que se pasa de puntillas, crímenes incluidos, hasta que el lector, a la vez que el investigador, se da cuenta de que ha pasado por alto un crimen que es clave en el devenir de la historia.
- Unos personajes que, más allá de los diálogos que tienen con aquellos con los que interactúan en la novela, son herméticos. Nos hacen incapaces de saber lo que pasa por su mente hasta que toman el teléfono y, en una parrafada, ponen sobre la mesa las cartas con las que estaban jugando.
- Una serie de pistas que van apareciendo de forma diseminada en la historia, hasta que todas ligan, tienen un sentido único, y este sentido hacer dar un giro definitivo a la historia.
Especialmente
interesantes son los perdedores que se dedican a llevar el peso de la
investigación en la novela: El agente de la Pinkerton, Mickey
Linehan, un tipo gordo, solitario, alcohólico y cuarentón, dotado
de un verbo fácil y carismático (más o menos el mismo que utiliza
su autor para contarnos la historia), sin florituras o falsas
retóricas o moralinas que despisten al lector; o el hermético Ned
Beaumont, mano derecha del testaferro político de una pequeña
ciudad cercana a Nueva York que se dedica a hacerle el trabajo sucio.
Dado
que la relectura de una de las fuentes originales de la novela negra
me sirvió. Decidí continuar. Busqué la fuente primigenia de la
tan cacareada novela negra europea. Resultó ser el introductor en
Europa de Dashiell Hammett. Nunca pensé que estaba tan cerca.
Habíamos convivido en la misma ciudad. No era otro que Manuel
Vázquez Montalbán.
Tomé
de las solapas Los
mares del Sur
para redescubrir el primer éxito de la “saga Carvallo”. Más
allá del interés meramente comercial de la mayor parte de la
literatura negra que proviene de Escandinavia en Vázquez Montalbán
uno encuentra decisiones artísticas con un arraigo social muy
importante. Cierto que Vázquez Montalbán no era un santo y a veces
le cegaron su exigente paladar y sus ganas de codearse con La
Gauche Divine barcelonesa.
Pero debo decir también que tras la escritura de Los
mares del sur
subyace
una apuesta estética, y no una apuesta comercial “a la
escandinava”. Además del tributo a Dashiell Hammett y la narración
del proceso de una persona desde el comunismo más idealista al más
puro escepticismo, de las páginas de esta novela negra
excelentemente bien escrita, con una simbología sobre la transición
muy bien construida, se desprende la ansiedad de una persona que
domina el arte de narrar pero que pertenece a las clases populares,
de ingresar en la literatura popular por la puerta grande, mucho más
que seguir adscrito a la literatura literaria que tanto pregonan
algunas bitácoras, que no deja de ser el refugio de una élite.
Vázquez
Montalbán sufrió esa tensión. Asumió que la literatura no es tan
solo burguesa y trató de buscar acomodo con sus notables aptitudes
como escritor (recuerdese que, como poeta, formó parte de los
“novísimos”, literatura literaria de postín).
Sé que hoy se lee poco.
Pero menos se leerá en el futuro si los escritores tan solo apuestan
por la literatura comercial o por la literatura literaria. Ambos son
territorios yermos si están inconexos. A fin de cuentas, la novela
negra solo es literatura. Requiere de unos mecanismos y un tipo de
personajes que están idealizados pese a su cinismo. Son mero
artificio. Por eso me parecen muy valientes las apuestas de Hammett,
o Vázquez Montalbán. O la de los más actuales Toby Litt o Elmer
Mendoza, ambas ajenas a ese mero interés comercial tan nórdico que
nos invade.
2 comentarios:
No quiero parecer demasiado condescendiente, pero me ha encantado este blog.
Qué quiere que le diga, a mí su comentario me ha encantado. ¡Muchas gracias!
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