Las
trifulcas entre algunos estudiosos de la literatura son fascinantes,
a veces por lo pueril. Una de las más conocidas suele ser la de la
autoría. ¿Quién
era en realidad Shakespeare? ¿Quién
era en realidad Homero?
Al
parecer, ni Shakespeare ni Homero podían ser lo que fueron,
escritores de extracción sencilla pero dotados de un increíble
talento para narrar. Así que mejor idear una teoría del autor
colectivo. O una teoría del autor con orígenes ilustres que
prefirió una máscara de vulgaridad. Todo mejor que reconocer
inteligencia en alguien con unas raíces tan burdas. Parece que los
académicos se avergüencen de los orígenes vulgares de la
escritura. Como si la literatura no apoyara una de sus patas en la
cultura popular. A fin de cuentas, ¿no
se había certificado la muerte del autor? Menos mal que todos
conocemos la vida de Cervantes o la de Philip K. Dick.
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