La profunda huella
que le queda al lector después de finalizar la lectura de Claus y
Lucas, la trilogía de novelas de Agota Kristoff, queda
perfectamente reflejada en la crítica que le dedicó Javier Avilés. La fuerza de la
literatura de Kristoff, su talento para hacer real la mentira, su
dominio del doble literario, de cuyo uso la trilogía es
sencillamente una lección magistral, queda claramente detallada en
la reseña de este escritor y bloguero, decano de las bitácoras
literarias en castellano. Por eso yo preferiría concentrarme en una de las virtudes del libro (y cuando hablo de libro, lo hago de
las tres novelas): la capacidad de esta fábula para novelar la
realidad. Porque eso es en parte el texto, una fábula (Avilés
también la define así), cruel si me apuran, como los viejos cuentos
infantiles. Pero capaz de narrar el absurdo que recorrió la historia
de Europa Central durante el siglo XX. Es evidente que su autora
forma parte de la tradición de Kafka o Gombrowicz cuando utiliza el
absurdo para expresar lo autobiográfico. El carácter episódico y
lo irreal que muchas veces emerge de la narración, sobretodo en el
primer libro de la trilogía, El gran cuaderno, le da a sus
páginas una fuerza difícil de encontrar en otros escritores.
Esa capacidad
fabuladora es la que hace que su obra haya inspirado a creadores de ámbitos en los que la fabulación es importante, como Shigesato Itoi,
escritor y creador de los videojuegos de la serie Mother para
Game Boy de Nintendo.La tercera entrega
de la serie está inspirada en Claus y Lucas. Ese es el nombre de
dos de los personajes, que pierden a su padre al inicio del juego y
tendrán que acabar enfrentándose en la lucha final. La
participación de los gemelos es fundamental para la estructura del
juego. Pero la historia que lo envuelve contiene otras complejidades,
como los guiños referenciales a los más conocidos videojuegos.
Algunos podrán
pensar que este es un comentario frívolo. ¿Qué es eso de comparar
un videojuego con un libro de la calidad de Claus y Lucas? Será que no están
al corriente de la personalidad creativa de Shigesato Itoi. Aparte de guionista
de videojuegos, Itoi es
publicista, escritor, ensayista y compositor. Administra una de las
páginas web más influyentes en la cultura japonesa (HoboNikkan Itoi Shinbun) y ha llegado
a publicar una colección de relatos en coautoría con Haruki Murakami. Resulta curioso el impacto de Itoi en la cultura cibernética de Japón (quizá la sociedad más computerizada del mundo), especialmente porque descubrió Internet y se compró su primer Mac en 1998, cuando ya contaba cincuenta años. Pero lo que más
impresiona de Itoi es que impregna sus creaciones de espiritualidad
y filosofía (en este sentido, me gustaría saber japonés para conocer el grado de profundidad de su obra). En todo caso, más que con un diseñador de videojuegos, nos
enfrentamos con lo que Vicente Luis Mora consideraría un artista
transmedia. No es extraño que
él también sintiera una profunda huella tras leer Claus y Lucas,
esa excelente fábula.
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