Una vez
más, el debate sobre la crisis de la novela vuelve al primer plano.
Esta vez desde las páginas de Babelia, el suplemento literario de El
País.
En él
se hace un diagnóstico en donde, al parecer, la novela sobrevive en
dos ámbitos: el culto y el del bestseller. El culto, porque la
novela está llena de estudiosos que aún la analizan a ella y sus
posibilidades como género, la mayor parte escritores que persiguen la senda de
Borges y Navokov. El bestseller porque sigue disfrutando del favor
del público, aunque cada vez menos.
Me
sorprende que en estos debates siempre se ningunee la influencia de
la cultura popular en la novela. Todo gira siempre en torno a Borges
(que curiosamente, nunca escribió una novela) y Nabokov. Siempre se
olvida lo que Borges y Nabokov leían de niños. Es conocida la
pasión del primero por novelas de aventuras como La isla del tesoro
o por los libros de Conrad. Y el segundo se crió entre los clásicos
rusos, en esencia novelas decimonónicas.
Pero
no. La mayoría de los novelistas cultos solo tratan de emular a
Borges y Nabokov, nada de entretener. Y el bestseller de
entretenimiento desprecia cualquier tipo de elemento culto o de
mensaje complejo. El abismo que se extiende ente la novela culta y el
bestseller es inmenso. Precisamente, ese es el espacio que echo en falta, el de
la novela que entretiene y a la vez utiliza elementos cultos: La isla
del tesoro del siglo XXI.
Vallvi,
la última novela de Edgar Cantero, intenta revisitar estos caminos desde una estética muy actual.
Pero el problema de Cantero, como afirmó Mendoza, es que sus
potenciales lectores de 20 años no leen. Quizá no lo hacen porque
están demasiado acostumbrados a novelas cultas y bestsellers. A fin de cuentas, yo con 20 años prefería vivir que leer. Tal
vez más novelas que entretengan y a la vez hagan pensar ayudarían a
la recuperación del género. Es evidente que la competencia con los
productos multimedia resulta imposible. Pero autores como Kundera, Houellebecq o Murakami (Haruki) lo han conseguido. Y además, este tipo de novelas es
el caldo de cultivo imprescindible para los Borges y los Nabokov del
futuro.
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