Bendito preludio
Pueden leerlo en la portada del libro, que ilustra la reseña: “El preludio de la suite para cello nº 2 de Bach”. Justo eso es lo que une las dos historias que conforma Mujeres que dicen adiós con la mano, la segunda novela del poeta y narrador Diego Doncel (Malpartida, 1964). Un fino hilo. Esa ingeniosa estructura permite articular y ampliar el marco de acción de lo que serían dos novelas cortas narradas en primera persona por voces femeninas que cuentan las historias de esos territorios periféricos del dolor contemporáneo con un estilo directo pero no exento de poética.
La primera de estas historias es la de Anne. una pianista jubilada que arrastra a Ilia, un muchacho problemático proveniente del Este de Europa, y a su madre adoptiva, una lesbiana mal vista por los servicios sociales franceses, a una fuga desesperada entre los disturbios sociales provocados en la banlieu parisina durante 2005. La segunda es la historia de Teresa, que ha perdido a su hija y su marido en los antentados del 11-M en Madrid. Ambas están hermanadas por una malsana relación con los niños que adoptan, algo que realizan para atenuar el dolor interior. Dos personajes imperfectos y complejos, botones de muestra de una sociedad egoísta como la europea, incapaz de solventar los problemas de la injusticia y el duelo. Seres de papel que problematizan el personaje literario en la línea que ya iniciara Juan Goytisolo, aunque el dramatismo y la crudeza de la novela recuerden al mejor Coetzee. Dos personajes unidos por una estancia en Nueva York, otro escenario del horror contemporáneo, historia que se explica en ese bendito preludio inicial.
Carlos Gámez.
martes, 24 de mayo de 2011
martes, 17 de mayo de 2011
EL MANIFIESTO NO LES VOTES
Es el momento de hacer algo. Aquí les dejo el manifiesto de No les votes. Nos afecta a todos:
"La corrupción en España alcanza niveles alarmantes. No se trata sólo de los casos de corrupción urbanística, cohecho, prevaricación, etc., que afectan de manera generalizada a los grandes partidos: hablamos de corrupción en los mismos fundamentos del sistema.
En este contexto se ha asentado la alternancia perpetua de organizaciones políticas aferradas al poder durante décadas (PP, PSOE, CiU...), sin otras opciones más que aquellas necesarias para conseguir sus propios objetivos, sin permeabilidad de nuevas ideas, sin permitir la participación activa de la ciudadanía, asfixiando toda posibilidad de regeneración democrática.
La ley electoral ha sido blindada a medida de los grandes partidos al penalizar desmesuradamente la representación de las minorías. A diferencia de otros países con una democracia saludable, nuestros parlamentos no reflejan la diversidad ideológica de la sociedad española.
La partitocracia se ha profesionalizado: no llegan al poder los mejores, sino los que desde muy jóvenes se han dedicado a gestionar influencias e imponer la disciplina de la jerarquía. La voluntad de los ciudadanos es ignorada en la toma de las decisiones importantes, que son adoptadas a la medida de grupos de presión que sólo representan los intereses de minorías mediáticas o económicamente poderosas. Los anteproyectos de ley se elaboran a espaldas de los ciudadanos, manipulando la información y dando por buenos estudios e informes fraudulentos.
El único resquicio de participación que nos dejaron son las convocatorias electorales. Pero en cada una de ellas los partidos mayoritarios recurren a listas cerradas y bloqueadas, a la campaña del miedo, a pedir el “voto útil” para que no gane el adversario con el que se alterna en el poder. Pese a que la sociedad española considera a los políticos el tercer problema del país, se vuelve una y otra vez a votar a los mismos: a políticos que gobiernan aislados de la ciudadanía, y con la intención de mantener esa situación indefinidamente.
El 22 de mayo estamos convocados para ejercer nuestro principal derecho democrático: el voto. Durante la campaña electoral, en un marco de brutal crisis económica, se apelará al miedo más que nunca. Puedes rendirte una vez más, hacerles caso. Pero también puedes tomar conciencia de tu poder como ciudadano: abrir los ojos e implicarte personalmente en la red de ciudadanos hastiados que consideran que está en nuestras manos mejorar la situación. Puedes contribuir a que haya más debate de los temas importantes, a que se nos informe correcta y objetivamente, a que la toma de grandes decisiones no dependa solo de que dos o tres élites dirigentes se pongan de acuerdo, dando la espalda a la opinión y el interés de la mayoría ciudadana.
Un voto -el tuyo- no puede ser un cheque en blanco para que un partido pueda despreocuparse durante cuatro años de la voluntad popular. La toma de decisiones políticas a la medida de grupos de presión financieros o mediáticos son el síntoma de que algo va muy mal en nuestra democracia: el resultado del divorcio entre la ciudadanía y los partidos mayoritarios que se alternan en el poder.
No te pedimos el voto por ningún partido o ideología en concreto, sino que te informes para comprobar si existen alternativas políticas que quizás representan mejor tus ideas, y lo que los ciudadanos concebimos como democracia. La democracia no son los grandes partidos: la democracia eres tú, y millones como tú.
Sin tu voto no son nada. El próximo 22 de mayo, NO LES VOTES."
domingo, 8 de mayo de 2011
LA CIENCIA EN LA LITERATURA ESPAÑOLA DEL SIGLO XXI
Esta es una versión extendida del texto de la comunicación que presenté la semana pasada en Lausana, dentro del Coloquio Internacional sobre Nueva Narrativa Española. Una paja mental, que es lo que suelen ser estas cosas, aunque espero que a alguien le resulte interesante:
"En una literatura como la española peninsular, poco acostumbrada al interés por la ciencia, el fenómeno Nocilla, efecto de la publicación de la trilogía del mismo nombre, obra de Agustín Fernández Mallo (AFM), ha supuesto un soplo de aire fresco. El éxito de las novelas de AFM muestra que existe un público lector interesado por la ciencia, algo que parecía un dislate hace unos años. Pero además, ha destapado un fenómeno aun más atractivo. El interés por la ciencia de los escritores mutantes.
En este texto pretendo aplicar el método hipotético-deductivo a la literatura española a partir de las hipótesis sobre el papel de la ciencia en la narrativa formuladas por Juan Francisco Ferré y Vicente Luis Mora. Intentaré contrastar esas ideas con su obra literaria y la de dos escritores científicos: el mencionado Fernández Mallo y Germán Sierra. En las conclusiones veremos si el método hipotético-deductivo es buena herramienta para este cometido y nos encontramos ante un paradigma kuhniano en la literatura española, o ante algo más complejo.
Estado de la cuestión o (lo que es lo mismo): ¿existe una tradición histórica del fenómeno?
Pese a que, como muy bien apuntara Juan Francisco Ferré, el hecho tecnológico aparece ya en El Quijote, el interés por la ciencia en la esfera literaria española más allá del Siglo de Oro ha sido prácticamente inexistente. Hemos de esperar hasta finales del siglo XIX para encontrar a un científico literato: el matemático y dramaturgo José de Echeagaray, premio Nobel de literatura en 1904. Desgraciadamente, la concesión del premio estuvo ensombrecida por una polémica política muy propia por nuestras latitudes: el intento de impedir la concesión del Nobel a un autor en lengua catalana, el también dramaturgo Àngel Guimerà (curiosamente, amigo personal de Echeagaray). A través de las obras de teatro de Echeagaray, por otro lado, se observa a un propagandista de la modernización del país, más que a un escritor influido por las teorías científicas de su tiempo. Este espíritu de modernización también imbuiría a escritores posteriores como a los miembros de La generación del 27, contagiados por las vanguardias históricas (el dadaísmo, el surrealismo y, muy especialmente, el futurismo) y la atención que dedicaron a los descubrimientos científicos.
Con el fin de la Segunda Guerra Mundial y el advenimiento de la Guerra Fría, la influencia de la ciencia en la literatura cambia de forma radical por culpa del desarrollo de las armas nucleares.
En Reino Unido esto da lugar a la polémica de las “dos culturas”, mientras que en EEUU el posmodernismo se posiciona de forma crítica ante el modelo Big Science que se implantó en Norteamérica. En España solo encontramos dos autores de posguerra interesados por temas científico-tecnológicos: Juan Benet y Luis Martín-Santos. Benet no parece muy influido por el modelo Big Science. Utiliza la ciencia y la tecnología como complementos a su fascinación faulkneriana por el paso del tiempo en el sentido en que la usa Orson Welles en The Magnificient Ambersons (en España conocida como El cuarto mandamiento).
Martín-Santos sí se deja influir por el modelo en pequeño de Big Science que implantó el desarrollismo franquista. Las descripciones del funcionamiento de un laboratorio en la posguerra española que aparecen en Tiempo de silencio son memorables. Pero la situación del país no le acompañó, y su muerte repentina le impidió dejar continuadores a su obra. Posteriormente, han aparecido experimentadores literarios que sí utilizan la ciencia como Mariano Antolín Rato, pero captan una atención minoritaria. Javier Marías, a quien podemos considerar un discípulo de Benet, utiliza la tecnología para narrar las nuevas comunicaciones humanas en sus obras de ficción (curiosamente Marías, gran denostador público de Internet). Sin embargo, estas no parecen las líneas heredadas por los escritores mutantes, que se desenvuelven ya en una España tecnificada. Habremos de construir sus bases conceptuales reconstruyendo sus tradiciones.
Lo hipotético de la ciencia en la literatura mutante
En este apartado, evidentemente, partiremos de una hipótesis. La vamos a llamar la:
HIPÓTESIS DE GÁMEZ: La influencia principal de la presencia de la ciencia y la tecnología en la literatura mutante es la narrativa posmoderna norteamericana.
Y para concretar más, pues como afirma Vicente Luis Mora, la literatura posmoderna norteamericana uno no se la acaba ni en diez años, la literatura de Thomas Pynchon y Don DeLillo (también la de J. G. Ballard, aunque no sea norteamericano). Esto aleja en parte a los escritores denominados mutantes de los autores del apartado anterior. Esta idea nace del concepto de globalidad que preside hoy el hecho literario, tal como explica Christine Henseler en su artículo Spanish Mutant Fictioneers. He tomado como principales valedores de esta hipótesis a dos escritores mutantes:
El primero es Juan Francisco Ferré: quien desde diversas tarimas culturales ha defendido la necesidad de utilizar lo científico y lo tecnológico en la ficción contemporánea. Precisamente Ferré, quien, en el prólogo a la compilación titulada Mutantes: Narrativa española de última generación, afirmaba lo que vamos a denominar la:
HIPÓTESIS 1 DE FERRÉ: “la narrativa literaria se atreve a ser el metalenguaje de todos los lenguajes vigentes o desfasados, el metadiscurso de todos los discursos, incluidos los discursos formales de la tecnología o la ciencia”
Precisamente Ferré, quien, haciendo referencia a El arco iris de gravedad de Thomas Pynchon, vaticinaba:
“la fosilización de cualquier estética literaria que no asumiera la influencia determinante de la ciencia y la tecnología sobre la forma de contar historias en las sociedades más avanzadas”.
Vaticinio que vamos a considerar aquí como la HIPÓTESIS 2 DE FERRÉ.
Precisamente Ferré, quien siempre ha comentado su fascinación por la ciencia, la tecnología y la literatura posmoderna de Pynchon y DeLillo. Lo que estaría de acuerdo con mi hipótesis. Aunque yo extendería ese ascendente al cine de David Cronenberg, a J. G. Ballard y la ciencia-ficción, e incluso a Rabelais y Voltaire.
En la obra de Ferré se observa un interés manifiesto por describir el mundo tecnocientífico que nos rodea desde una perspectiva posmoderna y poshumana (es decir, donde la convivencia con las máquinas ha construido sociedades no estrictamente humanas). En su libro de relatos, Metamorfosis, se hace evidente la relación que existe entre la descripción anatómica del cuerpo y la pornografía. En La fiesta del asno, parodia del terrorismo vasco y de los medios de comunicación, ya la influencia mediática es una referencia tecnológica. Junto a las catástrofes derivadas de los atentados que se relatan. De la misma forma que en Providence el cine y el mundo audiovisual son otra expresión de la influencia de la tecnocienca. Evidentemente, no pueden faltar las máquinas represoras de la seguridad del Estado en ambos libros. En La fiesta del asno además, el peso de la tecnociencia es visible en la relación de la trama con la medicina. Ejemplo paradigmático de ello es el de la figura del forense, “el último humanista”: un individuo capaz de construir un monstruo nacionalista con los despojos de tres terroristas fallecidos, suerte de Frankenstein alienizado, y de practicar la autopsia a Gorka K. Ambas escenas tratadas desde una perspectiva que muestra las barbaridades perpetradas por el humanismo. En Providence, sin embargo, el papel de lo científico y lo tecnológico es ambiental. Nos rodea con videojuegos y videocámaras, enfermedades neurodegenerativas y catástrofes de grandes dimensiones. Hasta llegar al desenlace final, donde el protagonista es víctima de esa tecnociencia que tanto lo fascina.
Mi segundo autor ideológico es Vicente Luis Mora. El peso de la ciencia se observa en la crítica, el ensayo y la creación de Vicente Luis Mora. También se hace patente su deuda con las obras de Pynchon, DeLillo y Ballard, por cuanto seguiría mi hipótesis hasta ese punto. Pero Mora no es un posmoderno, si acaso sería pangéico. Aunque en mi opinión en él converge un abanico de influencias más allá de lo posmoderno. Me explico: En uno de los posts de su bitácora, Diario de lecturas (precisamente el texto que utilizó como ponencia en el encuentro Mutaciones, celebrado en Málaga en 2008, organizado por Ferré y en donde intervino en la mesa titulada Narrativa contemporánea ciencias y nuevas tecnologías), Mora matiza lo que vamos a llamar la:
HIPÓTESIS DE BALLARD: “Ciencia y tecnología se multiplican alrededor de nosotros. En un grado creciente dictan los lenguajes con los que pensamos y hablamos. O utilizamos estos lenguajes, o nos callamos”
Mora dice estar de acuerdo en parte aunque no cree sea un aserto infalible. Afirma lo que vamos a denominar la:
HIPÓTESIS 1 DE MORA: “no creo que haya que escribir sobre o con términos científicos o tecnológicos, pero Ballard tiene razón en la primera parte. Ciencia y tecnología están creando el lenguaje de lo que somos y bien para estar a favor o para estar en contra, deberíamos conocer al menos esos lenguajes, ser conscientes de su incidencia en nosotros”
Lo que estaría en conexión con la primera hipótesis de Ferré. Esta matización, además, me parece muy esclarecedora para delimitar la función de la ciencia en la literatura contemporánea. De hecho, Mora afirma líneas atrás lo que vamos a llamar la:
HIPÓTESIS 2 DE MORA: “La ciencia y la tecnología no deben saturar el libro, sino completarlo; exactamente en la misma medida en que la tecnología suele completar la vida cotidiana del lector, y no la satura”
Para un ensayista como Mora, autor de una teoría como Pangea, que analiza la influencia de la tecnología en nuestras vidas, la ciencia y la tecnología son temas mayores. Su teoría es comparable al Digimodernismo postulado por Alan Kirby, que aboga por el final del posmodernismo como periodo cultural y el inicio de un nuevo paradigma basado en la tecnología digital. Algo similar decía Mora en Pangea, solo que el primer borrador de su ensayo data de 1998 si no ando equivocado.
Respecto a su obra literaria, pese a que tanto en Circular como en Alba Cromm los aspectos tecnológicos sean determinantes en contenido y forma (el metro de Madrid y la pederastria por Internet respectivamente), es en su poesía y en su libro de relatos, Subterráneos, donde se observa con todos sus matices la influencia del hecho tecnocientífico. En los poemarios se hace patente su visión cosmológica, cargada de azar, trascendencia, mecánica cuántica y tecnología. También se evidencia la tradición de las vanguardias históricas, que hace a Mora admirador de aquellos escritores que utilizan el texto de una forma gráfica a partir de lo tecnológico (desde Douglas Coupland a Mallarmé). Esto nos obliga a pensar si la primera hipótesis de este apartado es absolutamente cierta, o si en literatura este tipo de afirmaciones no deberían ser categóricas. Recordemos que las vanguardias también influyeron a la generación del 27 y ya hemos dicho que la relación entre esos movimientos y la ciencia y la tecnología es destacable. Habría por tanto, ciertos pasadizos (en la terminología crítica de Mora) entre las tradiciones de unos y otros.
Precisamente, el interés por las vanguardias es algo que Mora comparte con otros escritores mutantes como Robert Juan-Cantavella. Algo que se hace evidente en su libro de relatos Proust Fiction (especialmente en el cuento del mismo nombre). De hecho, después de leer a Mora he extraído como conclusión lo que llamaremos el:
COMENTARIO DE GÁMEZ DESPUÉS DE LEER A MORA: Las novedades científico-tecnológicas que nos envuelven deberían formar parte de la literatura para que esta no se convierta en algo anacrónico.
Lo que en cierta forma supone una reactualización de los postulados de las vanguardias.
Ese aliento vanguardista se observa en relatos de Subterráneos como “El texto urbanizado”. El cuento es a la vez muy borgiano. Si la concepción cosmológica está en su poesía, en Subterráneos se observan todas las miradas hacia el hecho científico-tecnológico de alguien que se define con múltiples puntos de vista (la disolución del yo, el hoax de Quimera, ya saben). Y así, en este libro, además de las vanguardias y la influencia de Borges pasada por el tamiz de la cosmología (“El Golem” y “La Biblioteca de Babel [versión 5.0]”), se entrecruzan la tradición del relato fantástico (en donde incluiría a Cortázar y a Poe), la influencia posthumanista (“Habitat”) o de corte catastrófico (“Laberinto”) que entroncarían con Ballard y la ciencia-ficción posmoderna, el uso de los últimos conocimientos en neurociencias (“Francis Trautman”), o puntos de vista modernos a partir de narradores no fiables (“Los dos mundos”). Además de la ciencia-ficción al estilo de Arthur C. Clarke o las películas de Andréi Tarkovski como en “Psiquia”, donde se pone al descubierto no solo la interacción, sino la huella de la amistad con otro escritor español amante de la ciencia-ficción más profunda: Javier Fernández, autor de una obra tan excelsa como Cero absoluto.
Lo deductivo de la ciencia en la literatura mutante
Llegamos así al último apartado de este texto, donde desarrollaremos nuestras hipótesis deductivas mediante el análisis de dos escritores científicos y mutantes como son Germán Sierra y Agustín Fernández Mallo.
En Germán Sierra se observa el influjo del hecho científico ya en el lenguaje utilizado. Un léxico cargado de conceptos tecnocientíficos, además del uso habitual de metáforas y símiles científicos en la narración. Sierra utiliza elementos del realismo que combina con la ciencia-ficción, especialmente el ciberpunk, para escribir una suerte de ficción-ciencia (denominación robada a Robert Juan-Cantavella de una crítica a Sierra en la revista Lateral) que pretende explicar el mundo sin la estética propia del realismo. Sierra es un posmoderno de corte conceptual. Un escéptico que relativiza el conocimiento científico-tecnológico, aunque no niega su capacidad para producir saber, aplicarlo y condicionar la vida de los seres humanos. En su primera novela, El espacio aparentemente perdido, practica un posmodernismo de corte más europeo, aunque sea aquí donde analice el fenómeno Big Science. Pero a partir de su segunda novela, Efectos secundarios, la influencia del posmodernismo norteamericano se hace evidente en el uso de tramas científico-tecnológico económicas, los entornos opresivos altamente tecnificados, el bombardeo mediático de informaciones con contenido científico, las teorías conspiratorias organizadas por las grandes corporaciones industriales o el malestar del ser humano contemporáneo y su necesidad de consumir fármacos y realizar operaciones de cirugía estética. Temas que conviven en las obras de DeLillo, Pynchon, o Ballard. Pero también en el ciberpunk, el bioarte o el posthumanismo. Por estas razones podemos decir que Sierra comulga al menos en parte con los preceptos teóricos de Ferré. Ambos son autores muy cercanos generacionalmente (nacieron a principios de la década de 1960) y se conoce su interacción personal además de que se sabe que beben de influencias comunes. Sin embargo, también se pone de relieve que esta confluencia de intereses ha seguido los caminos personales propios de una actividad tan individual como la literatura. Junto a la influencia del posmodernismo europeo, en Sierra se observa el interés por utilizar formatos tecnológicos en sus textos, de acuerdo con Mora y, de nuevo, con las vanguardias. Sierra no solo menciona el entorno tecnológico en sus textos, sino que lo utiliza para enriquecerlos con direcciones de Internet, fragmentos de blog o búsquedas en Google.
El otro ejemplo “deductivo” no necesita ya presentaciones. Se trata de Agustín Fernández Mallo, con quien hemos iniciado este texto. A mi entender existen dos niveles para percibir la influencia de la ciencia en AFM. Un primer nivel más evidente que vamos a llamar ciencia visible. Y otro más profundo, relacionado con la estructura formal de sus novelas o poemarios y su visión del mundo que llamaremos ciencia invisible.
La visibilidad de la ciencia en la obra de AFM se observa a partir de los contenidos de sus textos: las citas científicas de Nocilla Dream (ND), la aparición en el texto de fórmulas y constantes físicas que se llegan a colgar de una azotea en Nocilla Experience (NE), la introducción de conceptos de física de partículas elementales en el monólogo de la primera parte de Nocilla Lab (NL), el uso de números decimales y escalas, los científicos que figuran como personajes, la cultura material del hecho científico (laboratorios y objetos científicos) o las referencias a la ciencia-ficción, por enumerar algunos elementos de lo que se observa una larga lista. Estos elementos se combinan con cultura pop, arte, pensamiento o literatura. Un ejemplo: el fragmento 18 de NE. Una mixtura de agronomía, sociología, física de partículas, filosofía, cultura pop y arte conceptual.
Una de las estrategias más comunes en AFM para combinar estas temáticas es la cita fuera de contexto, estrategia posmoderna que el autor aplica sin ninguna jerarquía. La ciencia no es, por tanto, la protagonista de sus libros, sino un personaje más. Algo que conecta con la segunda hipótesis de Mora. Se trata de la obra de un poeta que trabaja como científico de forma cotidiana. Esta visión del mundo resulta más esclarecedora en la estructura formal de sus novelas. ND se organiza en torno a la estructura de rizoma propuesta por Gilles Deleuze y Félix Guattari en Mil mesetas, que se inspira a su vez en una estructura biológica. NE lo hace a partir del azar de los choques entre partículas y el tablero de juegos. NL tiene una estructura más lineal y en ella el autor intenta profundizar en su yo interior como si de sus partículas elementales se tratara, para luego disgregarse. Como vemos, las tres estructuras están íntimamente relacionadas con la ciencia y su resolución narrativa queda condicionada por estas formas. Es lo que he dado en llamar ciencia invisible: modelos científicos utilizados por el autor para dar forma a su visión del mundo.
En una analogía con las hipótesis de Mora, observamos similitudes, pero también resoluciones distintas. AFM también se diferencia en algunos aspectos con Ferré y Sierra. Se define posmoderno. Utiliza ideas y técnicas propias de la posmodernidad y la influencia del hecho científico debería ser similar. Sin embargo, aunque se apropia lo mediático de la divulgación científica y conceptos del poshumanismo, no tiene el punto de vista crítico acerca de la ciencia de Ferré, Sierra o Mora. La influencia de la literatura posmoderna norteamericana es mucho menor en el caso de AFM. En cambio, ha dejado patente el legado de Juan Benet en su obra. Aparte de la poesía posmoderna norteamericana, a AFM le influencia más el pensamiento posmoderno que la literatura posmoderna (Susana Arroyo lo considera más un ensayista que un novelista). Igual que a Mora, le influyen las vanguardias históricas pero desde la perspectiva de los movimientos pop españoles de los años ochenta (“la movida”) o el cine underground norteamericano. Igual que Mora, AFM está más allá del posmodernismo. Pero mientras Mora es cercano a puntos de vista como el digimodernismo como hemos comentado, AFM parece navegar en la dirección de la altermodernidad de Nicolás Bourrieaud.
Conclusiones (test de falsabilidad)
Por lo que respecta a la hipótesis planteada al inicio del segundo apartado (denominada de forma socarrona, hipótesis de Gámez), cabe decir que, aunque la literatura posmoderna norteamericana parece ser la fuente principal para introducir la ciencia y la tecnología en la narrativa mutante, cabría matizar más detalladamente las tradiciones que convergen en cada uno de los autores analizados (en el caso de AFM esa influencia es débil, mientras que en los otros autores se complementa con el influjo de otros movimientos no solo literarios).
Respecto a las llamadas hipótesis de Ferré y Mora y su aplicación, más que una relación programática entre ideas y aplicaciones a la escritura, se observan intereses comunes de los autores por las mismas temáticas tecnocientíficas. Una relación programática no explicaría la literatura de otros escritores científicos como Óscar Gual, Miguel Serrano o Javier Moreno. En el caso de Gual, que aprovecha los lenguajes informáticos para la narración, es opinión del autor que la palabra resulta, a día de hoy, el formato científico-tecnológico más potente para expresarse, lo que estaría en contra de la opinión de Ballard.
Por otra parte, no podemos afirmar categóricamente que los autores y movimientos que anteriormente intentaron introducir la ciencia en la literatura española estén disociados de los denominados autores mutantes. A algunas tendencias, salvando el abismo temporal, la ciencia les influyó de forma similar. Lo que ha cambiado es el contexto que envolvía a la generación del 27 o a Martín-Santos frente a la cotidianidad científico-tecnológica que respiran los mutantes. Convendrán conmigo en que las hipótesis presentadas en el segundo punto no se entienden en una España tecnológicamente atrasada como la que habitaban los escritores del primer punto.
Ha habido pues, una actualización en la literatura española, no solo de los temas, sino del público, que al vivir en el mismo contexto tecnificado que los escritores, está mucho más interesado en las nuevas innovaciones científicas. No solo eso, la literatura española transita a día de hoy por las tendencias artísticas más contemporáneas, sin el retraso que presidiera épocas pasadas.
Esto, aunque es una buena noticia, contiene un peligro, el de la moda. Todos los autores aquí tratados tienen en común que el discurso científico forma parte de su poética de manera intrínseca. Y no vamos a ser unos inquisidores de la ciencia a la inversa. Sin embargo, el hecho científico no debe ser una obligación sino una realidad percibida (como en el personaje del físico de Derrumbe de Menéndez Salmón, o en el juego de formatos de Jordi Carrión, o en el uso de la ciencia-ficción y la tecnología que hacen Juan-Cantavella o Manuel Vilas). Hay muchas formas de tratar la ciencia. Javier Calvo en Mundo maravilloso es paradigmático. Sus metáforas cosmológicas pueden parecer gratuitas, una obligación ballardiana. Mientras que su experiencia como usuario de la ciencia, plasmada en la visita a un parque temático dedicado a la conquista del espacio, resulta perfecta además de hilarante, lo que se hace más obvio al leer como contextualiza de forma impecable las referencias científicas del siglo XIX en Corona de Flores. Esta idea de la percepción de la ciencia en nuestra vida cotidiana se ha vuelto fundamental después de Fukushima. Temática relacionada con el pasaje de contaminación de Ascó que figura en el último libro de AFM, El hacedor (de Borges) remake, tratado como una experiencia pop un tanto frívola. Supongo que debería estar indignado por esa perspectiva banal del tema, aunque después de ver a los turistas que visitan Chernobil no sé si tengo ganas de indignarme.
Finalmente, y a modo de conclusión, cabe decir que el método hipotético-deductivo puede ser una sugerente presentación de contenidos, en analogía al modo como los mutantes utilizan lo científico en sus ficciones. Pero no parece infalible para analizar temas literarios."
Y como versión extendida que es, me permite alguna puntualización. Como la que me hizo Mora tras finalizar mi comunicación. Que a él quien verdaderamente le influyó no fue el posmodernismo norteamericano sino La divina comedia. Pynchon y DeLillo no hicieron más que reafirmarle en sus postulados. Ese es el verdadero quid de la cuestión. La gran literatura (la de Dante, la de Cervantes, la de Flaubert, la de Joyce, la de Borges, la de Calvino) siempre incluyó a la ciencia en el relato. Parece que eso vuelve a suceder en la literatura española.
Y como versión extendida que es, me permite alguna puntualización. Como la que me hizo Mora tras finalizar mi comunicación. Que a él quien verdaderamente le influyó no fue el posmodernismo norteamericano sino La divina comedia. Pynchon y DeLillo no hicieron más que reafirmarle en sus postulados. Ese es el verdadero quid de la cuestión. La gran literatura (la de Dante, la de Cervantes, la de Flaubert, la de Joyce, la de Borges, la de Calvino) siempre incluyó a la ciencia en el relato. Parece que eso vuelve a suceder en la literatura española.
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