Bendito preludio
Pueden leerlo en la portada del libro, que ilustra la reseña: “El preludio de la suite para cello nº 2 de Bach”. Justo eso es lo que une las dos historias que conforma Mujeres que dicen adiós con la mano, la segunda novela del poeta y narrador Diego Doncel (Malpartida, 1964). Un fino hilo. Esa ingeniosa estructura permite articular y ampliar el marco de acción de lo que serían dos novelas cortas narradas en primera persona por voces femeninas que cuentan las historias de esos territorios periféricos del dolor contemporáneo con un estilo directo pero no exento de poética.
La primera de estas historias es la de Anne. una pianista jubilada que arrastra a Ilia, un muchacho problemático proveniente del Este de Europa, y a su madre adoptiva, una lesbiana mal vista por los servicios sociales franceses, a una fuga desesperada entre los disturbios sociales provocados en la banlieu parisina durante 2005. La segunda es la historia de Teresa, que ha perdido a su hija y su marido en los antentados del 11-M en Madrid. Ambas están hermanadas por una malsana relación con los niños que adoptan, algo que realizan para atenuar el dolor interior. Dos personajes imperfectos y complejos, botones de muestra de una sociedad egoísta como la europea, incapaz de solventar los problemas de la injusticia y el duelo. Seres de papel que problematizan el personaje literario en la línea que ya iniciara Juan Goytisolo, aunque el dramatismo y la crudeza de la novela recuerden al mejor Coetzee. Dos personajes unidos por una estancia en Nueva York, otro escenario del horror contemporáneo, historia que se explica en ese bendito preludio inicial.
Carlos Gámez.
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