tag:blogger.com,1999:blog-4232529847864880412024-02-07T05:52:27.956-08:00El blog de Carlos GámezUn flujo fragmentario entre ciencia y literaturacgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.comBlogger435125tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-6874585404458647102020-11-24T01:54:00.001-08:002020-11-24T01:54:10.053-08:00TALLER ESCRITURA Y MONTAÑA<iframe height="720" src="https://drive.google.com/file/d/1-i6lKH7frenl6xLINyJlp7mglxB5uT5x/preview" width="515"></iframe>
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiDE2tm8dTD1XAAV5jmwq6ucDVyZXp49xakEFcDCP9L4vbObExPWxMAUCJIKEmkCreQUeJClnP-Jdt4p9k2LCXog-JL1BbIqf6TJozb_3FDlEJoeXFYiCVqBnkpj4lhngHY5t7lu2kIeNFQ/s1600/Carrere-Laing.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="600" data-original-width="1000" height="192" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiDE2tm8dTD1XAAV5jmwq6ucDVyZXp49xakEFcDCP9L4vbObExPWxMAUCJIKEmkCreQUeJClnP-Jdt4p9k2LCXog-JL1BbIqf6TJozb_3FDlEJoeXFYiCVqBnkpj4lhngHY5t7lu2kIeNFQ/s320/Carrere-Laing.jpg" width="320" /></a></div>
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Hoy quiero dedicar mi entrada sobre la literatura en primera
persona a aquellos autores que combinan su narración del yo con la
documentación de otras vidas, contemporáneas o anteriores, para reforzar su
escrito. Se trata de un diálogo entre dos géneros de no ficción tan conectados
que solo un prefijo hace mutar la palabra original, de biografía a
autobiografía.<o:p></o:p></div>
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<br /></div>
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Quiero tratar este diálogo desde una obra excelsa y otra
notable. La primera es <i>El Reino</i>, de Emmanuel Carrère (1957). La segunda,
<i>La ciudad solitaria</i>, firmada por Olivia Laing (1977). Si en la primera,
el autor, a partir de su experiencia religiosa previa, trata de reconstruir los
orígenes del cristianismo, en la segunda, la autora intenta expresar su soledad
en Nueva York a partir de otras experiencias similares de artistas erradicados
en la gran manzana. Si en el primer libro, el evangelio de San Lucas, la vida
de Lucas, y de su maestro: Saúl, hoy identificado entre los creyentes como San
Pablo, vertebra la narración, en el segundo son los artistas: Edwar Hopper,
Andy Warhol, David Wojnarowicz, Henry Darger, Klaus Nomi, y sus vidas, sus
obras, su timidez, la soledad experimentada entre los rascacielos, lo que da
forma al libro. Si en el libro de Carrère la metodología resulta fundamental, llegando
a hacer una comparativa con la de la gran escritora de novela histórica en
francés: Marguerite Yourcenar (pp. 314-5), en favor de un método más visual, más
cinematográfico, en el de Laing es el flujo de la narración y las historias los
que actúan como vasos comunicantes. Si en <i>El Reino</i> la documentación
manejada por el autor resulta abrumadora, en <i>La ciudad solitaria</i> lo es
la selección artística, que ejerce como criba de contenidos. Si el escrito de
Carrère se organiza como una investigación personal, dirigida por los impulsos
que generan los recuerdos de una fe que se perdió, compartimentando de forma
clara la parte vivida respecto de la parte inventada, el de Laing lo hace según
la estructura del ensayo, vertebrando los capítulos según los distintos autores,
para acabar de perfilar el texto como se organiza una novela, con un capítulo,
el sexto: “El principio del fin del mundo”, que concentra la crisis; no es otra
que la que supuso el virus del SIDA para Nueva York, personificado en
Wojnarowicz y Nomi. <i>El Reino</i> ha permitido a este lector descubrir elementos
humanos en la construcción de una ideología que va a pervivir por más de 2000
años, de manera hegemónica en muchos períodos. <i>La ciudad solitaria</i> me ha
ayudado a conocer la obra de algunos artistas fascinantes, como Wojnarowicz y,
muy especialmente, Darger, autor de la obra escrita más extensa, con más de
15000 páginas, y una existencia por completo en el anonimato; y la vida de
otros como Hopper o Warhol. El de Carrère es un tema muy original, el de los
orígenes del cristianismo. complementado por la confesión personal del autor.
El de Laing está más trillado, tanto por el territorio como por el tema que se
acaba convirtiendo en el detonante de la crisis: el VIH, del que se ha escrito
mucho desde la década de 1980. Ese es el elemento que impide a <i>La ciudad
solitaria</i> elevarse a los niveles de excelencia de <i>El Reino</i> de
Carrère. Sin embargo, tratar la gran ciudad contemporánea por antonomasia como
un monumento a la soledad, por momentos insoportable (p. 19), sí me parece
original. Por otra parte, en ambos casos la historia personal es lo menos interesante.
Parece una excusa que permite echar a andar el otro engranaje del texto, que es
el que da verdadera potencia al motor narrativo. Lo interesante es reflexionar
sobre cómo las biografías ajenas influyen en nuestras vidas. La historia del
cristianismo primitivo, de sus protagonistas, de los engranajes que lo
construyeron, le permite a Carrère entender las razones que le llevaron a
abrazar la fe en un momento crítico de su vida, y a convertirse en un agnóstico
después (pp. 101 y 119), lo que para el escritor y guionista francés acaba
suponiendo un sinónimo gracias a su trabajo (p. 357). La relación de la soledad
con los artistas en Nueva York le permite a Laing construir su identidad sexual
(p. 110), y entender los motivos de su peculiar infancia en Reino Unido. En
ambos casos, las biografías explican la autobiografía.<o:p></o:p></div>
<br />cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-89399696603861258362020-03-05T14:37:00.000-08:002020-03-05T14:37:53.091-08:00La última vez que fue ayer: Una confesión - Nagari Magazine<a href="https://www.nagarimagazine.com/la-ultima-vez-que-fue-ayer-una-confesion-carlos-gamez-perez/" target="_blank">La última vez que fue ayer: Una confesión - Nagari Magazine</a><br />
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Debo confesarlo. La crónica sentimental de la periferia
española durante la Transición y hasta nuestros días quedaba por hacer. El <i>Manolito
Gafotas</i> de Elvira Lindo (Cádiz, 1962) estaba bien. Pero la autora no
alcanzó a volar más allá de la infancia de su personaje pese a los intentos
posteriores con otros arquetipos. <i>Campo Rojo</i> (Candaya 2015), de Ángel
Gracia (Zaragoza, 1970), en cambio, fotografía muy bien el período. En <a href="https://suburbano.net/campo-minado-de-valores/">mi primera lectura</a> de
esa novela apelé a los recuerdos y a la infancia vivida. Pero es más que eso.
Se trata de un contratexto de <i>La familia de Pascual Duarte</i> que denuncia
la violencia que surge desde la infancia y que Cela justificaba, hasta hacerla
partícipe de los conflictos políticos de España. Sin embargo, debo confesarlo,
el travelling que nos lleva desde la fotografía de Gracia hasta la España
actual lo ha trazado a la perfección el editor y escritor Agustín Márquez
(Madrid, 1979) en su primera novela: <i>La última vez que fue ayer</i>, también
publicada en Candaya.<o:p></o:p></div>
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<br /></div>
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Debo confesarlo, la novela narra una historia de la
periferia tan anónima que los personajes de la pandilla del narrador quedan
caracterizados por nombres tan anónimos como Chico A, Chico B… etc, que hacen
que también el territorio donde se desarrolla la acción, ese barrio que
menciona el narrador, sea un terreno anónimo: la periferia de una gran ciudad,
que bien podría ser Madrid, o la Zaragoza de Gracia, o la <i>banlieu</i> de
París. <o:p></o:p></div>
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<br /></div>
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Debo confesarlo, lo mejor de la novela es el tono. Esa voz a
medio camino entre la niñez y la adolescencia del narrador que proyecta esas
imágenes tan oníricas: “las ambulancias utilizan las sirenas para ahuyentar a
la muerte” (p. 30), otorgando esa pátina de surrealismo realista que envuelve
todo el escrito, pero que es capaz de narrar historias potentes, de
presentarnos personajes matizados, de hacernos llorar y reír al mismo tiempo,
de conmovernos.<o:p></o:p></div>
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<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Pero también debo confesar que al principio me costó entrar
en el texto. Esa poética de la sordidez que tan diseminada estaba en los
primeros capítulos: “a veces me masturbo con un preservativo, pajas de lujo,
las llamo” (p. 24), frenaba mi lectura. Sin embargo, conforme se avanza, esa
poesía se va imbricando en la narratividad del texto: “Se enciende una luz, la
pupila del monstruo se dilata, deja entrar la luz y ya nada escapa a su mirada.
¡Estamos vigilados! ¡Estamos en el aire!” (p. 47). Y entonces los sonidos
reverberan en las páginas, como el mechero de Chico C, la protesta vecinal, o
la ironía al presentar al político. Todo eso converge en la parte del texto que
más me gusta: el capítulo 3, con su galería de personajes suburbiales y muy
matizados: <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;">
El vecino del cuarto primera del
portal de al lado, que vivió en el extranjero antes de venirse al barrio donde
vive su hermano, que es el pajarero del barrio, que vive pared con pared con el
camello, y que no solo eso, que también crían juntos canarios, que le gusta el
Valdepeñas a diario, contra las depresiones y los aniversarios, ha hecho una
tentativa de inventario de objetos y situaciones con el tamaño de la lágrima
que acaba de derramar al contar al camello, después del concurso, en el bar de
mi abuelo, cómo perdió a su prometida allá, la del síndrome de Ondine, en los
Estados Unidos” (p. 73).<o:p></o:p></div>
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<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Y la constatación de que el barrio está cambiando. Y así
llegamos a la década de 1990, al mágico año 92, a la entrada del neoliberalismo
en España, con sus centros comerciales (p. 99) y sus publicistas consumiendo
cocaína (p.105), y la reforma del bar del abuelo del narrador (p. 107), y los
coches caros (p. 115), y la prueba de que los pobres son tan míseros como los
ricos (p. 134). Se cierra el libro, esa crónica sentimental de la periferia
urbana española, con un último capítulo muy emotivo y un gran final, una
confesión, no sin antes constatar el dolor y la razón del proceso de trauma que
ha sufrido durante todas sus páginas el narrador (negación, negociación,
enfado, indiferencia y aceptación), aunque no confesaré las razones de ese
trauma para no incurrir en un spoiler.<o:p></o:p></div>
<br />cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-22530839736456265122019-10-27T15:29:00.000-07:002019-10-27T15:29:02.071-07:00Las memorias de Richard Ford - Suburbano<a href="https://suburbano.net/las-memorias-de-richard-ford/" target="_blank">Las memorias de Richard Ford - Suburbano</a><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgwS3No5pke8F3-zGGzzWAJUqI4T2Ih2MuOr1HSlKQKUojTUHpM1obZsUVFrcMxbrgKSohQLj13rSBw498lYkfpPTmkN9pvZpMLBf9oQ75GzSvevnWMOiF-vH8AOollxkUwwwnsRW5pm4ST/s1600/Ford.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="601" data-original-width="1000" height="192" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgwS3No5pke8F3-zGGzzWAJUqI4T2Ih2MuOr1HSlKQKUojTUHpM1obZsUVFrcMxbrgKSohQLj13rSBw498lYkfpPTmkN9pvZpMLBf9oQ75GzSvevnWMOiF-vH8AOollxkUwwwnsRW5pm4ST/s320/Ford.jpg" width="320" /></a></div>
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<div class="MsoNormal">
¿Cuál es la frontera que separa lo vivido de lo imaginado o
lo supuesto? ¿Es siempre clara esa separación para el que escribe? ¿Dónde
acaban las memorias y empieza la ficción? ¿Condicionan estas preguntas los
métodos, la voz, la elección de los recuerdos? Sobre estas 3 preguntas,
fundamentales en la literatura del yo, que se desarrolló por mucho tiempo al
abrigo de la autoficción, aunque cada vez son más las opiniones que exigen más
cercanía entre la voz narradora y el autor, se erige el libro-testimonio <i>Entre
ellos</i> (2017) de Robert Ford (1944), dedicado a sus padres.<o:p></o:p></div>
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<div class="MsoNormal">
Ford ya era un conocido autor realista cuando se decidió a publicar
estas memorias —una de ellas, la de la madre, elaborada mucho tiempo antes,
aunque en el libro figure en la segunda mitad—. Se le consideraba uno de los
puntales del <i>dirty realism</i> junto a Tobias Wolff (1945) y Raymond Carver
(1938-1988). Había publicado la trilogía protagonizada por Frank Bascombe: <i>El
periodista deportivo</i> (1986), <i>El Día de la Independencia</i> (1990) y <i>Acción
de Gracias</i> (1996), todas ellas con una notable carga autobiográfica, su
particular contribución a la gran novela americana desde una perspectiva
autoficcional.<o:p></o:p></div>
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<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Y, sin embargo, en el texto que dedica a sus padres se
decanta por quedarse con los hechos y alejarse de las suposiciones, o de las
invenciones de la ficción. Delimita claramente la frontera entre la ficción y
la no ficción. Y nunca se adentra en el terreno de la imaginación para narrar la
historia de los recuerdos de sus padres. Elige las preguntas justas que le
permitan reconstruir la historia y no inventarla (p. 17). Adopta una serie de
consideraciones previas que alcanzan hasta el epílogo: “he tratado de no hacer
grandes reivindicaciones de mis padres. En todo caso, he intentado ser cauto,
de forma que mi propio acto de contar sus cosas y su influencia en mí no
distorsione quiénes eran realmente.” (p. 155) Y las lleva a la práctica: “caer
en la cuenta de que no se sabe todo es una actitud respetuosa, […] Mientras que
si uno no sabe o solo se conjetura acerca de la vida del otro, se libera esa
vida para que pueda ser más de lo que en realidad es.” (p. 28) Y eso le lleva a
lúcidas reflexiones sobre la naturaleza de la memoria: “El tiempo recordado
suele moverse y vagar.” (p. 52) Y de la vida: “es lo que <i>sucede</i> lo que
importa, mucho más que lo que la gente, incluido uno mismo, piense sobre lo que
sucede antes o después. Solo importa, o importa más que nada, lo que <i>hacemos</i>.”
(p. 122) Y a darse cuenta de las limitaciones: “Lo gozoso que podía resultarle
yo, lo gozoso que era para él tener un hijo, es algo que no puedo saber.” (p.
69) Además de la relación con los progenitores: “Los padres —por encerrados que
estemos en nuestras vidas— nos conectan íntimamente con algo que no somos, y
forjan una <span style="mso-bidi-font-family: Calibri;">«</span>ajenidad unida<span style="mso-bidi-font-family: Calibri;">»</span> y un misterio provechoso, de tal
suerte que aun estando con ellos estamos solos.” (p. 90)<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Esta soledad es la clave, el punto culminante de su
escritura, lo que le permite a Ford describir las escenas que conforman una
existencia, un carácter, una personalidad y, con ellas, una forma de mirar y de
narrar tan propias: el infarto del padre, la muerte anunciada de la madre, las
alegrías y las tristezas de dos vidas narradas sin aspavientos, y con una
contención prodigiosa. Son las señas de identidad de uno de los principales
autores estadounidenses vivos en su vertiente más biográfica.<o:p></o:p></div>
<br />cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-86917180682749669932019-10-27T15:23:00.000-07:002019-10-27T15:23:08.037-07:00Homenaje periférico - Suburbano<a href="https://suburbano.net/homenaje-periferico/" target="_blank">Homenaje periférico - Suburbano</a><br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhfdTtfIxD97-q23tB1HwPr6oSmVvyaRcQL6kYRQr5qvShBQyyW0DDrEPPw0h75Oml23gS_BoodPcHkLLAuvjy554jxObOdGA78koCPNJEfBw4EI3KyNXkr0byaVSb3OHHzyTcfOXgZlrgB/s1600/Julian-Rodriguez-2-copy-Marta-Zarco-590x393.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="601" data-original-width="1000" height="192" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhfdTtfIxD97-q23tB1HwPr6oSmVvyaRcQL6kYRQr5qvShBQyyW0DDrEPPw0h75Oml23gS_BoodPcHkLLAuvjy554jxObOdGA78koCPNJEfBw4EI3KyNXkr0byaVSb3OHHzyTcfOXgZlrgB/s320/Julian-Rodriguez-2-copy-Marta-Zarco-590x393.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
No es buena noticia pero requiere de homenaje. El pasado mes
murió Julián Rodríguez (1968-2019). Conocido galerista en el ámbito extremeño,
se había destacado como escritor a principios del siglo XXI: <i>Lo improbable</i>
(Debate, 2001) o <i>Cultivos</i> (Mondador, 2008) formaron parte de una obra
que fascinó a sus lectores. Pero, sin duda, su texto más aplaudido fue <i>Unas
vacaciones baratas en la miseria de los demás</i> (Caballo de Troya, 2004). En él
desmenuzaba de una forma aséptica pero hermosa su relación con el padre, con la
tierra y con esas conversaciones que conforman nuestras identidades cambiantes.
Junto con <i>Cultivos</i>, ese libro era parte de un ciclo de “escritos de
resistencia”. Se trataba de un proyecto que pretendía reconstruir la biografía
personal y emocional del autor a partir de un lenguaje contenido pero no
carente de valores estéticos. Era lógico que lo autobiográfico tuviera un peso
importante en sus actividades futuras, conforme se fue alejando de su carrera
de escritor y se fue acercando a la de editor. Esa profesión, junto a Paca
Flores, al frente de Periférica, ocupó su trayectoria profesional durante la
última década. Así lo conocieron muchos. Así lo reconocimos los que lo habíamos
descubierto como escritor.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Ese proyecto editorial evitaba los tradicionales centros
culturales españoles. Periférica se gestionó desde Extremadura y esa geografía
de extrarradio no supuso obstáculo para que Rodríguez y Flores descubrieran una
serie de escritores hoy imprescindibles en castellano: Yuri Herrera, Carlos
Labbé, Rita Indiana... Su labor de recuperación de algunos títulos y algunos
nombres injustamente olvidados en la historia reciente de la república de las
letras ha sido también encomiable: Henry James, Thomas Wolfe, Angelika
Schrobsdorff, Mary Kerr —las dos últimas en colaboración con el sello que codirigía
su pareja: Errata Naturae—. Rodríguez sabía de arte contemporáneo. Se adelantó
a muchos al entender que la creación contemporánea iba a surgir desde la
periferia. No solo me refiero a la producción. El origen periférico de Rodríguez
—hijo de campesino, de la tierra, de ese silencio— no fue freno para que este
creador y gestor cultural alcanzara un gusto exquisito. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Como digo y ya di cuenta <a href="https://suburbano.net/el-viaje-estetico-a-pie-de-carlos-pardo/">en una entrada
anterior</a>, su editorial cuidaba con especial interés las obras de contenido
autobiográfico. A modo de homenaje, repasaré la obra de los últimos escritores
que han dado que hablar en el contexto de las literaturas del yo, en
consonancia con la naturaleza de esta serie. He elegido a dos: Vicente Valero
(Ibiza, 1963) y Valentín Roma (Ripollet, 1970). Al primero lo descubrí gracias
a la sugerencia del crítico Ignacio Echevarría en torno a <i>Los extraños</i>
(2014). Al segundo le seguía la pista desde que publicó <i>El enfermero de
Lenin</i> (2017), por ser la crónica autobiográfica de una periferia que yo
también compartí. No me equivoqué, aunque para componer este escrito haya
echado también mano de sus últimas obras: en el caso de Valero, <i>Duelo de
alfiles</i> (2018), y <i>Retrato del futbolista adolescente</i> (2019) para
Roma. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
La prosa de Valero tiene una deuda con la de W. G. Sebald. Pero
también atesora notas particulares de la particular biografía del autor, además
de una prosa deliciosa:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 70.8pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 70.8pt;">
Tuve por primera vez noticia de
nuestro tío Alberto solamente una semana antes de conocerlo, cuando yo tenía
once años y el estaba a punto de cumplir los sesenta, y si mi padre, hasta
entonces, no me había hablado de aquel hermano suyo, o hermanastro, o medio
hermano, o como quiera que haya de llamarse a la persona que comparte con otro
únicamente a uno de sus progenitores, en este caso al padre —es<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>decir, a mi abuelo paterno, también llamado
Alberto—, no había sido, estoy seguro, porque existiera alguna turbia razón
para ocultarlo (<i>Los extraños</i>, p. 49). <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
El primero de los libros traza una genealogía de los
extraños personajes que pueblan el histórico familiar de Valero, con la que se
entronca. En <i>Duelo de alfiles</i> es el ajedrez, en cambio, el hilo
conductor que va vertebrando la sabiduría de Valero sobre la obra de Benjamin,
su relación con Brecht y Kafka, junto a los viajes de Valero por Alemania o
Italia, entre otros lugares. En este último no hay más estructura que la de la
vida.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Por lo que respecta a Roma, su prosa es mucho más directa.
No hay más que ver el arranque del primero de los libros que se tratan aquí:
“Mi padre enloqueció durante veintiún días en el verano de 2011, tras una
operación rutinaria cuyas complicaciones siguen siendo, aún hoy, inexplicables”
(p. 5). Allí se disecciona la relación del narrador con su progenitor desde la
autoficción. Pero más allá de la simplificación del estilo, el grado de
erudición que maneja es mayúsculo. No hay más que ver la lista de libros que el
narrador refiere en la página 33 de esta novela. Así es como viste una
biografía muy peculiar este profesor universitario de arte, originario de la
periferia de Barcelona y, a la vez, de un pueblo de La Mancha, como se observa
en la tensión que se desprende de su primer libro. Si Amélie Nothomb tuvo una
vida peculiar a la sombra de su padre, diplomático, Roma nos revela otra
realidad, oculta también a la mayoría de los mortales, pero más sórdida: la de
las jóvenes promesas del fútbol. No en vano, Roma llegó a debutar en categorías
inferiores de la selección española. De eso trata <i>Retrato de un futbolista
adolescente</i>: de la tensión de un joven que se debate entre el camino sordo
de los libros o el éxito sonoro del futbolista contemporáneo. Hablamos, por
tanto, de una novela de formación.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Ambos proyectos, brillantes y diversos, influidos por
autores del panorama internacional y a la vez claramente autóctonos,
constructores de edificios personales complejos, sutiles, hubieran sido humo
fútil sin la labor de Periférica. Hoy son huella del trabajo de dos editores
dedicados, del que ahora solo queda uno. No es buena noticia pero merecía este
homenaje.<o:p></o:p></div>
<br />cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-45450807150154243952019-10-27T15:16:00.000-07:002019-10-27T15:16:52.040-07:00Metafísica de una obra - Suburbano<a href="https://suburbano.net/metafisica-de-una-obra/" target="_blank">Metafísica de una obra - Suburbano</a><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgyEwQR9KdbAx_rh6bKGIrJYgR2kfvNQi8DVJ0FmtW7QLKQZAJumEywyhUQbCIxyCscpqpLMKvSR1hkzy-zpB1t5i1xEza8ShH_8W7IMU_oZKQUi0Wb02FFTfu6HMwEj0oTyVuc30z2WwwE/s1600/nothomb-pop2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="600" data-original-width="1000" height="192" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgyEwQR9KdbAx_rh6bKGIrJYgR2kfvNQi8DVJ0FmtW7QLKQZAJumEywyhUQbCIxyCscpqpLMKvSR1hkzy-zpB1t5i1xEza8ShH_8W7IMU_oZKQUi0Wb02FFTfu6HMwEj0oTyVuc30z2WwwE/s320/nothomb-pop2.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
Esta entrada debería haberse dedicado a analizar el gran
éxito de la escritora Delphine de Vigan (Boulogne-Billancourt, 1966): <i>Nada
se opone a la noche</i> (Anagrama, 2012). Se trata de una de las novelas más
mencionadas de entre la notable producción autobiográfica francesa. Sin
embargo, no pudo ser. Fui incapaz de terminar el libro. Las anodinas aventuras
de esa familia burguesa tan propia de Francia, presentadas como la gran
aventura, se me hicieron interminables. Decidí cambiar. Me interné en la obra
autobiográfica de una autora que acumula una extensísima producción literaria,
no solo autobiográfica, pero siempre centrada en la literatura del yo. Se trata
de la belga Amélie Nothomb (Etterbeek o Kobe [esto no está claro y es
importante que no lo esté], 1967). <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Para mi escrito, me focalicé en sus dos libros más
autobiográficos: <i>Metafísica de los tubos</i> (Anagrama, 2000) y <i>Biografía
del hambre</i> (Anagrama, 2004). El primero narra su infancia en Japón. El
segundo parte de Japón, continúa con la niñez y se adentra en la adolescencia
de la autora recorriendo medio mundo (China, Nueva York, Bangladesh) tras su
padre, diplomático.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Debo reconocerlo, me ha fascinado la narrativa
autobiográfica de Nothomb, aunque dado que se inscribe en la tradición
francesa, asumo que hay mucho de autoficción en sus libros. En especial, me han
encandilado sus pasajes sobre Japón, su elección de una identidad japonesa (de
ahí la confusión con su lugar de nacimiento, alentada por la propia autora)
frente a sus orígenes europeos, la relación con su niñera: Nishio-san, y con el
viejo Japón en la figura de Kashima-san, su conciencia de que la elección de
esa identidad no será respetada en la crisis de <i>Metafísica de los tubos</i>,
de que deberá abandonar Japón, deberá renunciar a lo que ella considera sus
orígenes, como una revelación que da pie a la segunda parte en <i>Biografía del
hambre</i>, al crecimiento de esa niña, a su viaje a China, a sus problemas con
los chinos y su afán por las golosinas, a la llegada a Nueva York y el
descubrimiento de la amistad y la perfección, para caer en la despedida de
nuevo, y en la observación del hambre en uno de los países más míseros del
planeta: Bangladesh, primer destino del padre de la autora como embajador,
coincidiendo con los problemas de crecimiento de la adolescente precoz que la
arrastran a la anorexia, a los problemas alimentarios, protagonistas del libro,
y que cierra con un retorno a Japón junto a su hermana. Es decir, la autora
despliega una suerte de análisis histórico de la geopolítica desde los ojos de
una niña.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Si hay algo que caracteriza la obra autobiográfica de
Nothomb es la originalidad. No lo digo por una vida tan original como la suya,
producto de la carrera diplomática de su padre, sino por la componente añadida
de originalidad que propone la autora. <i>Metafísica de los tubos</i> arranca
con la narración del nacimiento de Dios. Ese Dios no es otro sino la propia
autora, consciente del egocentrismo que envuelve la inconsciencia del bebé. <i>Biografía
del hambre</i>, lo hace hablando de Vanuatu, el archipiélago del Océano
Pacífico en donde no se pasa hambre. Y, a partir de ahí, todos los momentos
clave en la biografía de la narradora se presentan de una forma original: el
chocolate blanco de la abuela para la identidad, las primeras palabras, el
conflicto con algunas de ellas en la escuela (<i>Biografía del hambre</i>, p.
115)… Ese matiz de originalidad que desarrolla se observará también en otras
obras de la autora que se apoyan en su particular autobiografía, como <i>Una
forma de vida</i> (Anagrama, 2010), en donde narra su relación epistolar con un
soldado estadounidense destinado en Irak. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Y sin embargo, pese al placer de la lectura, entiendo que me
enfrento a una obra antigua, una obra en donde la originalidad y la
individualidad del escritor como valor de juicio fundamental ha pasado a mejor
vida. Se trata de un paradigma estético ya caduco, y así es como pienso que se
deben leer los libros que menciono. También entiendo que la obra autobiográfica
contemporánea debería leerse desde las directrices de lo común, de la
colectividad, sino a partir de la aburrida de Vigan, al menos, desde el
exhaustivo <a href="https://suburbano.net/su-lucha/">Karl Ove Kn<span style="mso-bidi-font-family: Calibri;">å</span>usgard</a>. <o:p></o:p></div>
<br />cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-63625635877237710572019-10-18T13:35:00.000-07:002019-10-18T13:35:12.157-07:00"Los escritores somos los sastres de la nada. No me parece un mal oficio": Entrevista a Eduardo Ruíz y Roberto Valencia - CTXT<a href="https://ctxt.es/es/20190904/Culturas/28139/Eduardo-Ruiz-Roberto-Valencia-muerte-literatura-narrativa-el-ministerio.htm" target="_blank">"Los escritores somos los sastres de la nada. No me parece un mal oficio": Entrevista a Eduardo Ruíz y Roberto Valencia - CTXT</a><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhCK6w21KiJ2_EmlS_Dje2NFXLOv7vdTa2lyYQ_WFQsy-7QEtXiaWw44_huw0W1tNsW3SYA67H8EDy-eE7Mf8_RSV4A1khgxk2Dnu7NPmS4cllqtfHMvJ6zA3LnFzEwg89ykeZZ5E_OyJge/s1600/images_cms-image-000019908.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="479" data-original-width="800" height="191" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhCK6w21KiJ2_EmlS_Dje2NFXLOv7vdTa2lyYQ_WFQsy-7QEtXiaWw44_huw0W1tNsW3SYA67H8EDy-eE7Mf8_RSV4A1khgxk2Dnu7NPmS4cllqtfHMvJ6zA3LnFzEwg89ykeZZ5E_OyJge/s320/images_cms-image-000019908.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;">Roberto Valencia (Pamplona, 1970) [a partir de
aquí RV] y Eduardo Ruiz (Culiacán, 1983) [a partir de aquí ER] acaban de sacar
libro. No es el mismo, ni mucho menos, el primero ha publicado una
novela: <i>Al final uno también muere</i> (La navaja suiza), y el
segundo una colección de relatos: <i>Cuantos de los tuyos han muerto</i> (Candaya).
Pero este lector leyó los dos y encontró muchos puntos en común y notables
analogías, tantas que han dado lugar a la conversación a cuatro manos y dos
voces que ahora sigue, en la que ahondan en algunas de las imágenes de sus
libros, por momentos, de mucha profundidad. Espero que disfruten de ella tanto
como yo disfruté escuchando las respuestas y organizando el debate. </span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><br /></span>
<br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><b><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;">PREGUNTA: En la novela de RV: <i>Al final uno
también muere</i>, los personajes mueren de continuo. De tan cotidiana, el
lector se olvida de la muerte. Y los personajes del libro de relatos de ER se
pasan todo el tiempo tratando de obviarla pese a que esté muy presente en sus
vidas. ¿se puede hablar de la muerte? </span></b></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><b><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></b></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;">ER: Creo que sólo podemos hablar de los
alrededores de la muerte. La experiencia misma es imposible de aprehender:
siempre experimentamos la muerte del otro, nunca la propia. El valor
especulativo de un discurso que pretenda internarse en la muerte en sí, en el
fenómeno de la muerte propia, pueden tener un valor intenso y un resultado
interesante. Lo logra, me parece, Danilo Kis en el primer cuento, </span><span lang="ES-MX" style="font-family: "cambria" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;">«</span><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;">Los durmientes</span><span lang="ES-MX" style="font-family: "cambria" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;">»</span><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;">, de <i>La
enciclopedia de los muertos</i>. Sin embargo no puedo dejar de ver cierto
solipsismo en este tipo de relatos (en un cuento de John Barth, curiosamente,
creo que también es el primero de <i>Perdido
en la casa encantada</i>, se percibe este intento, o uno semejante, si es que
la referencia de la historia no es a la muerte sino al momento previo al
nacimiento). Solipsismo porque la muerte, creo yo, y es lo que intento abordar
en mi libro, es algo que siempre le ocurre a otros. Es la herida de los otros
en mí. Y me parece también que es lo que hace RV en su libro: para hablar de la
muerte, de la muerte propia, es necesario volver a ella. En el ojo de la muerte
no hay lenguaje. Como tampoco lo hay en el ojo del dolor, del placer, de
cualquier afectación. Ahí solamente hay experiencia, el lenguaje ha de venir
después, si es posible. Esta es una de las nociones de Jankélévitch en su libro
<i>La muerte</i>, que para mí es una lectura
fundamental en este sentido.</span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;">RV: La muerte es un tema más o menos recurrente
en poesía, pero menos en narrativa. Pero he leído pocos libros que traten de
afrontar directamente el tema, probablemente por lo imposible que resulta. Está
claro que la racionalidad y la <i>narratividad</i>
tienen un problema con ello. La muerte del otro, la agonía, la estupefacción
ante sus consecuencias en el recuerdo o el temor por su llegada han suplantado
una posible mirada frontal del fenómeno. Así que en mi novela he jugado a
estilizar ese juego semántico tan paradójico al que estamos tan acostumbrados,
que es el de fingir que el significado del término refleja lo opuesto. Porque
las religiones y cultos nos han convencido de que, cuando te mueres, en
realidad no te mueres: tan sólo te transformas. O bien dejas atrás lo accesorio
–la materialidad–, o bien te fundes con el todo, o bien vives en otras
reencarnaciones. Pero cuando decimos “me voy a morir”, una resistencia
semántica –también psicológica– nos impide aceptar el término en todas sus
consecuencias. Yo he intentado hacer de este equívoco un punto de explotación
literaria.</span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;">ER: El asunto de la transformación es
interesante. La idea de que la muerte es proceso y no acabamiento es un
mecanismo de postergación frente al acontecimiento. Ver a la muerte a los ojos
es ver los ojos del muerto, y ahí, lo sabemos, ya no hay sino la posibilidad de
una memoria que se irá fraguando de ahí en adelante. La esperanza de la transmigración
de las almas es un proceso de negación, me parece, ante la <i>fisicalidad</i> de la muerte: los gestos, los olores, el peso de los
cuerpos, la burocracia que viene después, ¿qué se hace con los restos, con los
objetos que el muerto ha dejado?, todo esto es una responsabilidad que tenemos
para con los que mueren. De ahí los ritos funerarios que, es verdad, cada vez
se han ido alejando más de los deudos y se endilgan a profesionales,
intermediarios. La muerte nos arroja a un contacto nuevo con el cuerpo de los
otros, y con el propio cuerpo. Es un asunto de corporalidades también. La idea
de la transformación vacía al cuerpo de todo valor, nos lleva al culto a la
imagen bidimensional, la fotografía, por ejemplo. En «El sanatorio de la
intemperie», uno de los cuentos de mi libro, el problema es ese: el cuerpo del
personaje que muere, o está por morir, se encuentra impedido, pero algo en su
interior, la identidad, podría ser, parece que permanece intacto, pero
incomunicado. ¿Qué se hace en esos casos?, cuando la transformación es tan
lenta, cuando el paso de un estado a otro es tan penosamente lento, es la
pregunta.</span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><b>P: ¿Es la escritura y, por ende, la literatura
el espacio para hablar de un tema considerado tabú en la sociedad occidental?</b></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><b><br /></b></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;">ER:<b> </b>El
tabú, me parece, es una cuestión cultural no necesariamente exclusiva de
occidente, aunque tal vez sí perfeccionado, pero hoy en día, el vitalismo
capitalista obliga a los individuos a no pensar en los finales, en el verdadero
consumo, o la verdadera consunción de los cuerpos y las ideas, que es, desde
luego, la muerte.</span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;">RV: Cuando me preparaba para escribir mi novela
leí algunos libros sobre la muerte. El que alude Eduardo de Jankélévitch –que
es un texto esencial– y otros. Edgar Morin da alguna perspectiva antropológica
en <i>El hombre y la muerte. </i>Ahí explica
que el ritual del enterramiento tiene grandes consecuencias sobre el modo en
que nuestro antepasado primitivo va adquiriendo su plena condición de humano, y
creo recordar que menciona que el enterramiento también ha tenido en algunos
casos la misión más funcional de esconder ese resto del ser humano que empieza
a transformarse en algo sumamente desagradable una vez iniciado el proceso de
descomposición orgánica. Esto da qué pensar. Porque es cierto lo de las trampas
del vitalismo capitalista y también que, como bien apunta Eduardo, este régimen
económico no inventó el tabú de la muerte sino que “sólo” lo explotó. Pero la
vida no es un edén precisamente, y la degradación, sufrida al envejecer o al
deteriorarnos socialmente, tiene su culmen en la muerte. Ahora bien, ésta es
mucho más desagradable y enigmática de lo que podemos esperar en una vida que
ni siquiera haya satisfecho nuestras expectativas. Esconder que nos vamos a
morir supone un ejercicio de ceguera lamentable, sí, pero, dado el espanto que
promete la desaparición del cuerpo y de la conciencia, ¿cómo no sentir un poco
de piedad por este cerrar los ojos al horror?</span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><b><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">P: Aunque la muerte no tenga lenguaje, sea pre
verbal, ¿creéis que se puede construir una tradición que cree un lenguaje que
vista esa nada?</span><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"> </span></b></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><b><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></b></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;">RV: Serían simulacros apasionantes, sin duda. </span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;">ER: No creo que haya un lenguaje «de los
muertos», una forma de discurso que les dé otra palabra que no sea la palabra
viva, o la palabra de los vivos. <i>Pedro
Páramo</i> es esa síntesis. El primer problema sería comprender «esa nada» que
asumimos que es la muerte. Si la muerte nos es inaccesible, la nada lo es
incluso más. La teología de la negación ya lo ha intentado, y más allá de que
usa <i>nuestro</i> lenguaje para hablar de
la nada, el discurso que crea se centra en la negación de la experiencia, y la
muerte, sea como sea, es una experiencia. Lo que pasa es que sólo podemos
hablar desde este lado de esa experiencia. En ese sentido se justifica lo que
decía Roberto antes: la poesía se ofrece como el único lenguaje posible. </span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">RV: Bueno, no lo digo yo. Ya lo afirmó
Heidegger, entre otros. La nada es una pared, un muro contra el que choca todo
intento de racionalidad, toda expresividad, todo cálculo empírico. Quizás por
eso una salida puede ser el recurso a lo poético, que parece sostener un
engarce con lo irracional más directo que lo narrativo o lo filosófico. Pero quizás
ni siquiera eso baste (de hecho, un personaje de mi novela hace serios intentos
por redactar cómo evoluciona la nada y fracasa estrepitosamente). En tu
pregunta, Carlos, formulas algo muy interesante: hablas de vestir la nada. Voy
a citar aquí una cosa del primer Wittgenstein que me gusta mucho, aunque no se
refiera directamente a lo inefable sino a las competencias del lenguaje.
Wittgenstein, en el <i>Tractatus</i>, afirma
que <i>e</i></span><i><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">l lenguaje disfraza el
pensamiento del mismo modo que la forma externa de un vestido no permite
reconocer la forma del cuerpo que viste</span></i><span lang="ES-MX" style="font-size: 11pt; line-height: 115%;">. </span><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">Es decir, que e</span><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">l lenguaje, igual que la ropa hace con el cuerpo, no revela la esencia
de algo sino que la deja adivinar, la sugiere o, simplemente, la encubre por
completo. Algo así serían nuestros intentos de acariciar la muerte con la
escritura: vestidos que le ponemos a la nada. Los escritores somos los sastres
de la nada. No me parece un mal oficio.</span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><b>P: ¿Nunca podemos hablar de nuestra propia
muerte? ¿Solo podemos relatar la muerte de los que nos rodean?</b></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><b><br /></b></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">ER: Me parece que toda experiencia requiere de
la interlocución para consolidarse como un cuerpo discursivo. El soliloquio, el
monólogo interior, son registros narrativos destinados a un otro, no son
inmersiones verdaderamente privadas. La muerte es un fenómeno, pero requiere
del componente <i>acontecimental</i> para
que podamos hablar de ella, es decir, requiere de coordenadas de espacio,
tiempo, cultura, etc., para que podamos, en principio nosotros, y luego los
demás, aprehenderlas y hacerlas propias, «aproximárnoslas». Testamento y
testimonio son palabras que yo encuentro importantes en este sentido. Hablar de
la muerte es hablar de un muerto, o de los muertos. Un muerto preciso, con
nombre y apellido. Por eso uno de los epígrafes de mi libro es un verso del
poeta Jordi Virallonga que dice que la muerte no es la muerte, sino <i>un muerto</i>. Podríamos preguntarnos,
entonces, si un acontecimiento no narrado es un acontecimiento que no ha
sucedido. Como aquel planteamiento del árbol que cae en el bosque, cuyo ruido
no escucha nadie. Ese <i>nadie</i>, ¿quién
es?, y, de la misma manera, ese alguien, el oyente, el testigo, ¿quién es? Es
un dividuo a quien construimos mediante lo que decimos. Yo soy el resultado de
lo que se me ha relatado, de forma directa o indirecta. Derrida habla del
proceso de «dar la muerte», es decir, notificar la muerte de alguien a alguien
más. Ahora bien, creo que narrar la historia de la muerte, no la mera
información, significa otra cosa, algo así como «dar la vida», en el sentido en
el que la historia, el relato, es la vida en uno y en los otros, la vida
sucediéndose. Por tanto, creo, tanto en el libro de Roberto como en el mío, se
trata de una cuestión de resistencia, íntima y pública resistencia. Y resistir
es hablar y es estar vivos.</span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-size: 12pt;">RV: Sí, además, Jankélévitch analiza algo
sumamente importante que nadie nos ha explicado. Y es que, al no poder hablar
de la muerte –porque no la conocemos, ni siquiera a través de una posición
vicaria de proximidad cuando le llega la hora a algún familiar o amigo–, todos
los intentos que realicemos para hablar de ella inevitablemente terminarán en
nuevas imágenes o reflexiones sobre la vida. Pensar la muerte, hablar sobre la
muerte o escribir acerca de la muerte reafirma la vida. Nada más: no podemos
arañar demasiados milímetros –ninguno, me atrevería decir– con las uñas de
nuestros instrumentos del conocimiento o del arte la capa de misterio que
acoraza el fenómeno de la desaparición. Claro que uno de los ejes fundamentales
de la vida es esta aproximación, a distintas velocidades, a ese agujero negro,
por lo que pensar la muerte conlleva, al fin y al cabo, asumir que la vida no
tiene una entidad absoluta sino muy relativa: está continuamente apresada o
determinada o coloreada por el misterio de su caducidad, por el gran freno que
experimentamos en todo momento de que ninguna experiencia absoluta –ya sea
intelectual o física– es posible en vida.</span></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-size: 12pt;">ER: Por eso creo que la escritura sobre la
muerte es una escritura contra la muerte. No ya como una forma de purgarla o
vencerla, sino como una resistencia. El principal rasgo vital es la
resistencia, creo yo, ante el dolor y la muerte, pero una resistencia que
implica convivencia constante.</span></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-size: 12pt;">RV: ¿Una forma de resistencia contra lo que
comúnmente se llama “la muerte en vida”? Sí, en ese caso sí. Pero en muchas
ocasiones la escritura no lleva a ninguna parte. En ausencia de talento, de
intuición literaria, de bagaje cultural o de perspicacia, la escritura se
convierte en un ejercicio vano, repetitivo, ausente y hasta egocéntrico. Perdón
por la ironía, pero ese tipo de escritura también se consolidaría como una
forma de muerte (en vida, además).</span></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><b><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">P: El nexo común, sin embargo, más allá de la
muerte, me parece que es el de la muerte de familiares y, por extensión, las
relaciones con la familia. Un abuelo, un padre, una madre y una hermana mueren
en la novela de RV. Una abuela, un padre (varias veces), una madre y al menos
un hermano lo hacen en los relatos de ER. ¿Es a partir de la muerte de los
familiares, como hacían las culturas neolíticas, como podemos articular un
discurso sobre la muerte?</span></b></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-size: 12pt;">ER: La épica está en la historia familiar. Y la
muerte de un miembro de la familia, o del clan, por decirlo de una manera más
amplia, un miembro de la tribu, pone en riesgo nuestra propia supervivencia. En
</span><i style="font-size: 12pt;">Antropología del paisaje</i><span style="font-size: 12pt;">, Tetzuro
Watsuji explica la forma en que las sociedades primitivas concibieron la idea
de dios: en los grupos que vivían rodeados de una naturaleza exuberante, en el
Amazonas, en la India o Pakistán, en Mesoamérica, el dios cobraba cuerpo en los
elementos de la naturaleza: ríos, lagos, el fuego, los animales; en cambio, en
las culturas del desierto, por ejemplo en Oriente Medio, en la tradición
judeocristiana, de la cual también deriva el Islam, se forjó la imagen de un
dios persona: en ambos casos se debe, dice Watsuji, a la idea de la
supervivencia: en la selva, el jaguar o el elefante, la lluvia o la sequía,
ponen en riesgo la vida del grupo; en el desierto, son los otros seres humanos
los que amenazan o salvan nuestra propia existencia. Entonces, la muerte de
alguien en la tribu, en la familia, despierta el terror, la incertidumbre, por
la propia muerte. En la muerte del otro es donde puedo ver mi propia muerte.
Tal vez, en las sociedades «occidentales» u «occidentalizadas», el tabú de la
muerte del que se hablaba antes es una herencia de la tradición judeocristiana,
de ese miedo germinado en los vivos con la muerte de sus congéneres. Creo que
esto intento explicarlo en «El sanatorio de la intemperie», en las palabras
finales que hablan de la incapacidad de dotar de una épica a la muerte del
personaje llamado El indio. La incapacidad, aparente, de no poder darle un
lenguaje, de no poder crear un discurso.</span><span style="font-size: 12pt;"> </span></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-size: 12pt;">RV: La familia es, creo, el gran tema de la
literatura estadounidense, y también un núcleo esencial en otras tradiciones
literarias y culturales. De ahí que las experiencias de la muerte estén teñidas
con los afectos y usos familiares. Pero eso está cambiando. Cada vez más nos
morimos solos, no porque elijamos la soledad como un modo auténtico para
nuestra propia defunción –tal y como proponen desde distintas posiciones filósofos
como Cioran o Heidegger– sino, simplemente, porque la civilización actual está
desarrollando ese gran experimento de desmigar los clanes y las familias en
beneficio del individualismo. Dado que resulta una novedad en la historia
humana el hecho de que, cada vez más, los seres humanos vivan solos en sus
apartamentos de solteros o de divorciados, también ahora morimos solos. No sé
si esta tendencia a la disgregación se mantendrá en un futuro amenazado por la
ruina medioambiental y el deterioro económico, pero sospecho que la soledad en
la muerte supone una contradicción: si verdaderamente no hay modo humano de
conocer qué es la muerte, experimentarla en solitario no contribuirá en nada.
Morir solo, implícita o explícitamente, le resta humanidad al desgarro final.</span></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-size: 12pt;">ER: Esa idea de la muerte en soledad es justo lo
que el tabú reconvertido en rasgo capitalista ha logrado, como dice Roberto,
porque la naturaleza de nuestra aproximación a la muerte es comunitaria. Y por
«naturaleza» me refiero a un modo histórico de enfrentar la muerte, de
compartirla. La comunidad se forja desde una oposición a la inminencia de la
muerte, en pos de la supervivencia. La muerte en solitario anula la posibilidad
de una comunidad, y finalmente no es una consecuencia de la alienación contemporánea
sino el punto de partida: si el morir en solitario no provoca a nadie, si no
hay desgarro ante ello por nuestra parte, entonces a partir de ahí solamente
nos queda la indiferencia.</span><span style="font-size: 12pt;"> </span></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><b><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">P:
En este, sentido, pensando en los narradores colectivos que utiliza ER, ¿creéis
que en el futuro la humanidad podrá alcanzar expresiones culturales colectivas
sobre la muerte diferentes a las que ya existieron antes? Ese es un tema
recurrente en la literatura fantástica contemporánea y me gustaría escuchar
vuestras propuestas.</span></b></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-size: 12pt;">RV: Estoy seguro de que el
ser humano seguirá fabricando imágenes aparentemente nuevas –individuales o
colectivas–, porque la muerte representada tiene su propia sociología. Quizás
por debajo aparezcan los arquetipos de siempre, pero las imágenes del futuro
sobre la muerte pueden estar relacionadas con el desmantelamiento de la noción
clásica de ser humano en el actual medio hipertecnologizado, la amenaza –real o
no– que supone el transhumanismo científico para la noción de identidad, o la
soledad contemporánea. Pero quizás esto revele solo los intentos de expresión de
una élite intelectual que estará al día, informativa o económicamente, de los
avances en tecnología. El resto del mundo seguirá sintiendo la muerte como un temor
abstracto cuyas representaciones clásicas –el esqueleto, el túnel, etc.– no
logran abarcar en su aspecto inefable.</span></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-size: 12pt;">ER: Quizás no ha cambiado
tanto nuestra forma de hablar de la muerte. Los modelos que presentan la
fantasía y la ciencia ficción no están lejos de los modelos religiosos más
primitivos: aquello que decíamos antes sobre la trascendencia, la
transformación, la existencia posterior a la muerte. Cierto es que los
contextos cambian, y que las formas de abordar los fenómenos pueden parecer
diferentes, pero creo que, en esencia, el relato de la muerte no es sino la mirada
con la que nos asomamos a la oscuridad de la muerte. No es «el relato de la
muerte» sino «el relato de quien mira a la muerte», o en todo caso, de quien
mira a los muertos. El relato de una forma de mirar, a fin de cuentas. </span><span style="font-size: 12pt;"> </span></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><b><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">P: Por otro lado, está la transmisión de las
tradiciones y los ritos en los discursos fúnebres. La narrativa cristiana,
originaria de los desiertos, desembarca en América durante la Conquista y da
lugar a una fusión de otros ritos funerarios conectados con la santería y con
otras perspectivas. Es cierto que se impone desde una posición de fuerza. Pero,
¿hasta qué punto es importante esa transmisión y esa fusión entre tradiciones
para modificar el contexto?</span></b></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-size: 12pt;">ER: Creo que la pregunta va sobre las cuestiones
de la moralidad, sobre la noción religiosa de que muerte y vida son parte
mínima del proceso de pugna entre el bien y el mal y que de ahí se deriva la
elección moral de los miembros de la comunidad, una elección moral que define
el comportamiento y la convivencia. Si se piensa así, la muerte es el mal y la
vida el bien. Aunque creo que habría que entenderlo con una ligera
interpretación de los términos, refiriéndonos a «bien» como un objeto o como
una dádiva, prácticamente, y al «mal» como la carencia, la ausencia y la
pérdida. En ese sentido, la vida es un «bien» que se tiene y la muerte es el
final de ese bien. Variados discursos filosóficos y religiosos abundan en estas
interpretaciones. Entonces, si pensamos en la transmisión de estos discursos,
en cuando nos encontramos con las nociones de «tabú» o de «misterio». La
muerte, como el sexo, en el habla común, se puebla de eufemismos, metáforas,
modos variados de enunciación que desvían la atención hacia estructuras de
discurso que pretenden suavizar o dulcificar o romantizar la muerte. Creo que
esto proviene, justamente, del hecho de que son, por lo general, los padres,
quienes nos hacen saber por vez primera de estos asuntos, el sexo y la muerte,
y lo hacen, muchas veces, desde el pudor, el miedo, la precaución. El cine,
sobre todo, y en buena medida la literatura, han ayudado a esos procesos de
romantización. Así como hay un amor romántico, así hay una muerte heroica. En
«Una voz sin cuerpo», uno de los cuentos de mi libro, en el que dos hermanos
especulan sobre la herencia de la ceguera familiar, reciben de los padres el
relato de la ceguera, sobre todo del padre, que es el ciego, y a partir de ahí,
principalmente el hijo mayor, construye un discurso de la ceguera que le hace
indispensable, con el paso de los años, cumplir el pronóstico de la heredad, so
pena de dejar de ser miembro de la familia.</span><span style="font-size: 12pt;">
</span><span style="font-size: 12pt;"> </span></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><b><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">P: Otra línea transversal que atraviesa las
páginas de ambos ejemplares es el humor. ¿Creéis que la ironía es un antídoto
contra la muerte y el duelo que provoca?</span></b></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-size: 12pt;">ER: En mi caso creo que la ironía viene desde
las circunstancias, desde el estado de cosas, principalmente en México, que se
sucede en torno a la muerte. No es tanto un antídoto que venga desde los personajes.
Pero creo que desde mí procede como un reconocimiento del absurdo en una
realidad social y cultural que ha perdido, me parece, toda medida de los
acontecimientos en torno a la muerte, el sufrimiento y la injusticia. La frase
«me río para no llorar» es increíblemente popular en México. Creo que el humor
como antídoto ha excedido buena parte de la resistencia que como sociedad
habríamos de oponer a las circunstancias de la violencia y la muerte. Como si
fuera una forma de la resignación, del dejarse vencer. Reconozco, sin embargo,
que hay humor negro e ironía que son inherentes a los elementos contextuales,
al esperpento de la realidad mexicana. En cambio, el humor involuntario, ese
humor no perseguido, que nos golpea desde lo absurdo de los acontecimientos,
ese sí me interesa, ese humor, ese ridículo de lo que rodea a la muerte, sí es
parte intencional del libro.</span></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">RV: No hay antídotos contra la muerte. Ni
siquiera riéndonos un poco lograremos vencerla. Ahora bien, no reírse, tal y
como decía Luis Buñuel, supone desperdiciar la vida. </span><span lang="ES-MX" style="font-family: "cambria" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;">«</span><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">Un día en el que no te has reído es un día
perdido para siempre</span><span lang="ES-MX" style="font-family: "cambria" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;">»</span><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">, decía Jean-Claude Carrière que decía el genio
aragonés. Sin embargo, creo que, en cuanto a tratar sucesos terribles, el humor
proporciona, no sólo un necesario descargo, sino también un buen método de
aproximación a ellos. Gracias al humor, liberamos nuestra atención,
relativizamos responsabilidades excesivas sobre acontecimientos ajenos a
nuestra voluntad y podemos afrontarlos con una dosis extra de serenidad. Para
terminar, diré que no hay mayor placer, me parece, que jugar a enrevesar
artísticamente –por medio de la ficción o de otros procedimientos– los rígidos
e ineludibles planes que la muerte tiene trazados para cada uno de nosotros. Ridiculizar
la muerte puede ser una pequeña venganza previa por lo que ésta nos reserva
para el futuro.</span></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><b><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">P:
¿Lo solemne requiere siempre de lo ridículo para que podamos soportarlo? En el
caso de la literatura, ¿para que podamos plasmarlo? </span></b></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><b><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></b></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">RV: Aleksandr Solzhenitsyn decía en una entrevista que no se puede escribir
literatura en tono elevado, y aunque no totalmente, sí estoy bastante de
acuerdo. Pero, antes que eso, tengo que decir que la muerte en sí –no la muerte
como duelo– tiene poco de solemne. Más bien parece un atropello, una chapuza,
un atraco. En mi novela considero la muerte como un despropósito que, incluso,
en un mundo posible, ni siquiera tiene el decoro de seguir el orden habitual de
lo empírico (las leyes físicas). No pretendo con esto sugerir –tal y como
pretenden algunos cultos– que la muerte pueda transformarse en una excepción
alentada por el orden divino. Tan sólo afirmo que la elevación a la categoría
de solemne de la calamidad de la destrucción supone, quizás, caer del lado de
algún tipo de nihilismo romántico que no me agrada.
ER: La solemnidad de la muerte es parte de esa
alienación, de la forma romántica del decir la muerte. De rodillas, al lado de
alguien que se muere, que ya se ha muerto, me parece imposible no comprenderlo.
Es, ciertamente, un atropello, como dice Roberto. Hoy en día se habla de la
dignidad en la muerte, es parte de muchas de las teorías contemporáneas no solo
desde el duelo sino desde la clínica. No hay dignidad en la muerte. La dignidad
sólo es posible en la vida.</span><span style="color: #222222; font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt;"> </span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; font-weight: bold; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; font-weight: bold; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><b><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">P: ¿Es la muerte, la conciencia de ella, la
única forma de medir el tiempo?</span></b></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; font-weight: bold; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">ER: Platón decía que el tiempo es una imagen
móvil de la eternidad. La muerte es el quiebre en esa imagen móvil. La muerte
sería, entonces, una suerte de parteaguas, de frontera, de límite, como diría
Jabès, entre lo continuo que, nos parece, es la vida. Pero, a la vez, también
es que la muerte borra los límites, también difumina el tiempo como si se
tratara de una niebla. Ahí reside nuestra fragilidad. Somos, ante todo, una
muerte en curso, en potencia, en espera. Sobreviene una recursividad, entonces,
un bucle. Creo que eso es lo que podemos ver, con mucha fuerza, en el libro de
Roberto. La recursividad, quiero decir. En el cuento de «La garra de la
estatua» encuentra esa recursividad en el misterio del deseo, porque la
conciencia de la muerte, creo, está en la conciencia de un misterio, como diría
Rafael Cadenas, un misterio que es lo que nos empuja hacia el futuro, que
también, como la muerte, es incierto, pero que ofrece la posibilidad de un
porvenir. La muerte, como cancelación de un porvenir específico, o de las
formas específicas de un porvenir, es esa imagen detenida de la eternidad. </span><span lang="ES-MX" style="font-size: 11pt; line-height: 115%;"> </span></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; font-weight: bold; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-size: 12pt;">RV: No hay conciencia plena de la muerte sino de
la vida. Si contestara de otro modo, me estaría contradiciendo. Pero lo que
dice Eduardo es sumamente sugestivo y lo vamos pensando a partir de cierta
edad. Jankélévitch lo dice muy claro: proyectamos por delante de nosotros
algunos futuros: tal o cual trabajo, tener hijos, la jubilación, etc. Pero son
futuros relativos, precarios. El auténtico futuro de cada uno de nosotros es la
desaparición. Es el último futuro. De ahí que la conciencia del tiempo sí que esté
mediada de algún modo por una anticipación del final que cambia nuestro modo de
abordar el hecho vital. Quizás es que cuando asumimos esto, se desmantela esa
manía de autorreferenciarnos que tenemos en la juventud, cuando nos creemos
inmortales, aportándonos una conciencia más relativa, más sesgada a cada
instante, más fatalista.</span></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-size: 12pt;">ER: «Quiero seguir vivo porque este es el único
lugar donde me puedo asumir», decía Gustavo Orpinela, un amigo querido que
murió de cáncer hace unos años. La posibilidad de asumirse, me costó mucho
tiempo concluir esto, es la idea de la conciencia de la vida. No el «aquí», que
decía él, no era el lugar, sino la posibilidad del pensar, del pensarse. Es
verdad que no hay conciencia plena de la muerte, sino de la vida, como dice Roberto.
Entonces, esa posibilidad de asumirse, es lo único que nos permite pensar el
tiempo, o darle forma, o hacerlo existir.</span></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; font-weight: bold; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; font-weight: bold; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><b><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">P: Ninguno de vuestros «narradores
del deceso» tiene hijos, que es el otro
reloj que puede marcar la medida del tiempo. ¿Fue esta una decisión premeditada
en cada uno de los casos?</span></b></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; font-weight: bold; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-size: 12pt;">RV: Recuerdo habérmelo planteado en algún
momento de la escritura pero me parecía tan monstruoso que el protagonista de mi
novela –que está en contacto permanente con la muerte– pudiera tener un hijo
que lo deseché. Esta decisión no tiene vigencia en la vida real,
afortunadamente.</span></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; font-weight: bold; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-size: 12pt;">ER: No lo pensé. En buena medida, el narrador de
todos los relatos de </span><i style="font-size: 12pt;">Cuántos de los tuyos
han muerto</i><span style="font-size: 12pt;"> es, si no el mismo, uno muy parecido, y en términos generales
muy parecido a mí. Supongo que la perspectiva de esa mirada sobre la muerte
puede cambiar con la paternidad o la maternidad, pero me queda lejos esa
perspectiva. Ahora que lo pienso, creo que ninguno de los personajes sobre los
que he escrito, o desde los que he narrado, tiene hijos.</span></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; font-weight: bold; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; font-weight: bold; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><b><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">P: RV parte de una
narración fantástica para desembocar en una narración metafísica. ER empieza
trazando un discurso realista en sus primeros cuentos para ir diluyéndose en
una atmósfera espectral. ER afirma en la nota final de su libro que no hay
realidad ni ficción sino experiencia ¿El tema de la muerte es tan fuerte que
borra todas las convenciones narrativas?</span></b></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; font-weight: bold; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-size: 12pt;">ER: Creo que todos los temas deberían, de tanto en
tanto, derribar todas las convenciones narrativas. Creo que el sentido de la
escritura, y del arte en general, es el de buscar aproximaciones diversas a los
fenómenos que siempre nos persiguen. De todas las artes, la literatura es la que
se encuentra en un espectro de acción aparentemente más limitado: la palabra, a
diferencia de las materias primas de otras artes, es la materia mínima y última
de la escritura. No hay más. No creo que haya «nuevas formas de morir» o
«nuevas formas de amar» o «nuevas formas de odiar», en esencia. Lo que hay es,
en todo caso, una voluntad de mirar de otra forma, y en la búsqueda de esa otra
mirada reside la construcción de un lenguaje. Entendiendo por lenguaje no
solamente la perspectiva lexicográfica, sino también la sintaxis, la estructura
del discurso, la referencialidad, las maneras en que el texto interpela al
lector, es decir, la forma en que el texto se comunica con el lector para
producir algo que podría estar más allá del texto mismo, más allá de la
historia que se explica. Tal vez es verdad que la muerte, por su cualidad de
frontera y de fenómeno único, nos plantea la posibilidad de hurgar con mayor
intensidad en los límites de la escritura, que son los mismos límites de
la</span><span style="font-size: 12pt;"> </span><span style="font-size: 12pt;">vida. En ese sentido, estoy de
acuerdo, porque un libro sobre la muerte es un libro contra la muerte. Si la
supervivencia nos obliga a la inventiva, a la creatividad, el diálogo con la
amenaza constante de la muerte, con su cercanía, forzosamente ha de modificar
nuestras formas de comunicación, los límites tradicionales y los que uno mismo
se impone. </span><span style="font-size: 12pt;"> </span></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; font-weight: bold; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-size: 12pt;">RV: Déjame que conteste desde una perspectiva más
general. Es difícil saber si el lenguaje viene antes o después de la
conciencia. En lo que se refiere a mi experiencia, siempre me sentí cercano a la
vieja teoría de Humboldt: el lenguaje está intrínsecamente ligado al
pensamiento, y no viene antes ni después, sino que modela la abstracta masa de
sensaciones y de percepciones –la articula– a través de la formación de los
conceptos. La literatura, entonces, sería esa operación un poco forzada de inventar
–o de copiar– a través de ritmos, tonos o palabras, nuevos modos de enfrentarse
a la realidad. No existen novedades en la muerte, tal y como afirma Eduardo,
pero sí una amplia variedad de formas del lenguaje –Chomsky aseguraba que
infinitas– que posibilitarían esos nuevos modos de situarse frente a las cosas.
Esa es la razón de que, en ocasiones, no nos entendamos aunque hablemos el
mismo idioma, y de que si pudiéramos viajar en el tiempo, nos colapsaríamos en
una conversación con un castellano del siglo XVII. Uno de los protagonistas de
mi novela intenta definir en una tabla análoga al Excel los parámetros esenciales
del hecho de la muerte, para encontrar, a través de la combinación de esos
factores supuestamente objetivos, si es que el ser humano puede morirse de
modos diferentes. Fracasa, claro, pero no porque no sea estrictamente posible
una modalidad distinta de muerte –quizás lo sea y el ser humano no puede
acceder a ella–, sino porque la muerte no es accesible a la razón: sólo lo es
la vida, multiforme a la conciencia a través de las ilimitadas formas del
lenguaje.</span></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; font-weight: bold; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; font-weight: bold; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><b><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;">P: Vuestros libros
apuestan por escrituras difíciles. La novela de RV tiene una sintaxis compleja
que me devuelve a William Faulkner, y la arriesgada puntuación en los cuentos
de ER me recuerda mucho a la escritura de James Joyce en el <i>Ulises</i>, por
no hablar del uso del monólogo en ambos textos ¿Estamos ante una época en la
que se recuperan elementos básicos del modernismo después de años de
denostarlo?</span></b></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; font-weight: bold; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-size: 12pt;">ER: Más que una recuperación es resultado de un
mestizaje de lecturas. Ciertamente Joyce, y Faulkner también, son referentes e
influencias importantes. Pero hay más, muchas más formas de escribir y de
pensar la escritura y, en este caso, la muerte y la ausencia, que han nutrido
mi forma de escribir y de pensar en la escritura. Esas influencias son tan
variadas como, tal vez, disímiles. Por lo que algunas se pueden percibir con
más fuerza que otras según el bagaje de cada lector. En todo caso creo que
estamos en una época en la que la literatura ha de encontrar aquello que la
hace diferente de otros modos de contar, de otras formas de decir, como son el
cine, la televisión, etc. Esa suerte de competencia no pasa por la imitación,
como muchas veces se intenta, o por la incorporación de elementos propios de
esas otras formas en la escritura. Munch decía que la fotografía nunca podría
superar a la pintura porque la cámara fotográfica no puede ser llevada al
interior del infierno. Se refería, creo yo, a los infiernos personales, a la
intimidad del dolor o, incluso, del goce. Son lenguajes diferentes y, por ello,
modos diferentes de decir. Creo que hoy la escritura, más que recuperar, o al
menos yo lo veo y lo intento así, ha de crear una palabra alternativa, no una
palabra histórica ni una palabra proféticas, ambas son formas del pasado, sino
una palabra inmediata, una palabra de lo inmediato, que no permite no llegar
tan tarde a los acontecimientos y a la vez no tratarlos de manera superficial,
que logre una afectación constante y actualizada. La sola recuperación no lo
permite. Es la eterna búsqueda de lo que no existe, quiero decir, del presente,
de lo que constantemente, mientras </span><i style="font-size: 12pt;">es</i><span style="font-size: 12pt;">,
ya va </span><i style="font-size: 12pt;">dejando de ser</i><span style="font-size: 12pt;">. Una palabra que
pueda ser y estar ahora y en cualquier otro momento de la historia.</span></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; font-weight: bold; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span style="font-size: 12pt;">RV: Me asombra el hecho de que algunos de los
procedimientos más estimulantes del modernismo literario estén en desuso, en lo
que se refiere a la escritura por parte de los autores, pero también olvidados
por los lectores. Puedo aceptar que algunos de estos procedimientos pertenecen
a su época, pero otros –como el monólogo interior– no tienen fecha de
caducidad. ¿Es que el siglo XXI ha producido por fin seres humanos sin
conciencia, seres humanos «liberados</span><span style="font-size: 12pt;">»</span><span style="font-size: 12pt;"> de su
propio rumor interno? ¿Ha desaparecido la necesidad de saber qué elementos
–sociales, económicos, libidinosos, culturales– están firmemente anclados en el
fondo de nuestra conciencia, desde donde tiranizan nuestra conducta? ¿No radica
ahí parte del secreto de nuestra falta de libertad, de nuestra homogeneidad
como seres desvalidos e inconcretos?</span></span></span></span></span></span><br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; font-weight: bold; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span></span></span>
<br />
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; font-weight: bold; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span>
<span lang="ES-MX" style="color: #222222; font-family: "bembo titling mt std" , serif; font-size: 12pt; font-weight: bold; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><span lang="ES-MX" style="font-family: "bembo std" , serif; font-size: 12pt; line-height: 115%;"><br /></span></span></span>
</span></span></span></span></span>cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-10903232683307033952019-10-04T14:20:00.000-07:002019-10-04T14:20:59.803-07:00Ahora contemplaremos la frialdad - Nagari Magazine<a href="http://www.nagarimagazine.com/ahora-contemplaremos-la-frialdad-carlos-gamez-perez/" target="_blank">Ahora contemplaremos la frialdad - Nagari Magazine</a><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgm4OVeZJLEd6cwXZc10pQM1a31ad9SpvJuhMkqtOtDhdNlnmoR4NREvv2md9Q3KuJEF5oghNLFu6dZLuQfAvenrebNKhpX7i9ccK-N99XubCu5_qGwiB0GHyrq2bBwsiTAGor3JBaPAbYj/s1600/dementia-3051832_960_720.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="500" data-original-width="960" height="166" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgm4OVeZJLEd6cwXZc10pQM1a31ad9SpvJuhMkqtOtDhdNlnmoR4NREvv2md9Q3KuJEF5oghNLFu6dZLuQfAvenrebNKhpX7i9ccK-N99XubCu5_qGwiB0GHyrq2bBwsiTAGor3JBaPAbYj/s320/dementia-3051832_960_720.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<br />
<div class="MsoNormal">
Roberto Bolaño pasó los últimos años de su vida condicionado
por la enfermedad que acabaría con su vida. Aunque Rodrigo Fresán afirma que en
sus conversaciones personales nunca hablaron de la muerte, la salud y su
ausencia siempre están presentes en los últimos escritos del autor chileno.
Llegó hasta a dar charlas en el programa de Kosmópolis sobre las relaciones de
la narrativa con la (falta) de salud. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Parece que en una época en la que se esconde al enfermo y se
evita hablar de sufrimiento, la literatura sigue manteniendo el tipo. Y es de
agradecer, ahora que han proliferado enfermedades que antes ni conocíamos y
otras que creíamos extinguidas han vuelto. La literatura debe estar al lado del
sufrimiento por lo que de humanidad tiene. Por eso quiero alternar mis
habituales columnas con una serie de artículos dedicados a la imagen de la
enfermedad en la literatura. Hoy empezaré con el tratamiento del Alzheimer en
narrativa, para pasar a otras obras que, o bien presentan una perspectiva
novedosa sobre la relación entre literatura o salud, o forman parte del corpus
clásico.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
De todas las novelas que han tratado recientemente el
Alzheimer, <i>Ahora tocad música de baile</i> (Anagrama, 2004), el cuarto libro
de Andrés Barba (Madrid, 1975), destaca por su calidad. Es un texto muy sólido,
en el que la enfermedad de la madre: Inés, revela toda la miseria que rodea a
esa familia de clase media. Santiago, el hijo cruel, criado a imagen y
semejanza de la madre pero desde la autosuficiencia. Bárbara, la hermana mayor,
eclipsada por la belleza y el carácter de la madre. Y Pablo, el padre de
familia resentido. Buena parte de los personajes de la novela están muy bien
trabajados. Excelsa resulta la construcción de Santiago, la vergüenza que le
provoca su familia (p. 151), su misoginia y el desprecio por las mujeres que no
sean Inés, que parece resolver la colombiana Paloma, compañera de trabajo, tras
la crisis que supone para el hijo la enfermedad de la madre idealizada, pero
que no evita el terrible, dramático final. Entre el andamiaje de voces también
se percibe la bondad de Pablo (p. 182), pese a ese resentimiento que ha
incubado durante décadas. De hecho, Barba se dio a conocer como un excelente
constructor de personajes por novelas como <i>La hermana de Katia</i>,
finalista del Premio Herralde en 2001. Sin embargo, el personaje de Bárbara, la
hija, y su relación lésbica con Elena, la asistenta, no acaba de percibirse
como un arquetipo real sino literario. Es cierto que gracias a ella recupera el
tema de la honra en la literatura española de una forma brillante (p. 93). Pero
muchos pasajes se observan injustificados si no es que apelamos a la historia
de la literatura y a la figura de Virginia Wolf, también presente en la
construcción de muchos monólogos junto a Henry James, y en el profundo discurso
feminista que encierra esta novela (p. 142). Más allá de ese apunte teórico, no
me parece que Bárbara pueda ser un personaje con cara y ojos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
En cuanto al tratamiento de la enfermedad de la
protagonista, inicialmente no se utilizan escenas sórdidas en la representación
del Alzheimer. Pero este elemento va <i>in crescendo</i> con cada movimiento o
parte —hasta formar un total de 4—. De las escenas centradas puramente en la
incapacidad de la mente de la enferma del primer movimiento (p. 70), se pasa a
la necesidad asistencial por parte del marido en el segundo (p. 83) y a las
intervenciones del neurólogo (pp. 85-86); para pasar en la tercera y la cuarta
parte a escenas mucho más centradas en la degeneración física y mental de la
enferma (pp. 159-160), la asistencia profesional (p. 189) y lo escatológico. En
este último término, la obra se emparentaría con <i>Las correcciones</i>, de
Jonathan Franzen. También encuentro un paralelo en el hecho de que la enferma
nunca tiene voz. Son los otros los que describen a Inés, la Inés anterior, la
que no estaba enferma. Pero a diferencia de en la novela del autor
norteamericano, aquí el Alzheimer se presenta siempre como una excusa para
levantar el entramado del texto, las crisis de los otros personajes, porque el
carácter dictatorial de la Inés sana impide empatizar con la enferma, lo que
acaba convirtiéndolo en un escrito excesivamente frío.<o:p></o:p></div>
<br />cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-38924920170498142872019-10-04T14:14:00.000-07:002019-10-04T14:14:40.969-07:00Homenaje póstumo - Nagari Magazine<a href="http://www.nagarimagazine.com/homenaje-postumo-carlos-gamez-perez/" target="_blank">Homenaje póstumo - Nagari Magazine</a><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgtKy66eWOJA84j96OCIvHfQPMsqKiGYHLvRepyYU95RIU4fAsnHndlOZ06LhV82f5N6L7GqsWwkjy_Jg7RE33j3OS9BbEnU3px1womQq_TkZTzg_4HnlXu2-m58Ga6ekYDRFqcB5KnCJ7f/s1600/la-vida-postuma.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="500" data-original-width="339" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgtKy66eWOJA84j96OCIvHfQPMsqKiGYHLvRepyYU95RIU4fAsnHndlOZ06LhV82f5N6L7GqsWwkjy_Jg7RE33j3OS9BbEnU3px1womQq_TkZTzg_4HnlXu2-m58Ga6ekYDRFqcB5KnCJ7f/s320/la-vida-postuma.jpg" width="216" /></a></div>
<br />
<br />
<div class="MsoNormal">
Lo que más me impresiona de <i>El crepúsculo de los dioses</i>
(<i>Sunset Boulevard</i> en el original, la película de Billy Wilder), es la
voz en off del joven periodista muerto que flota en la piscina de la casa de
lujo. Está muerto, sí, pero eso no le impide narrar la historia. De esa voz de ultratumba
emana toda la autoridad de esa historia. De la misma forma, en la última novela
de Pablo Sánchez (Barcelona, 1970): <i>La vida póstuma</i> (Algaida, 2017), es
la voz de un muerto la que dirige la parte central de la acción. En aquella
película del Hollywood mítico se deconstruye una ciudad como Los Ángeles, en la
novela de Sánchez es la Barcelona del glamur y el negocio turístico la que
ejerce de decorado para el homenaje, esta vez no a una vieja generación de
actores, sino de escritores políticamente comprometidos.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Sánchez (Barcelona, 1970), es un narrador experimentado,
además de un académico de prestigio. Resultó ganador del Premio Francisco
Casavella en 2010 por <i>El alquiler del mundo </i>(Destino), una novela crítica
con el capitalismo y la especulación financiera. Y en 2005 se proclamó ganador del
XI Premio Lengua de Trapo por <i>Caja negra</i> (Lengua de Trapo), una
metaficción muy aplaudida, incluso por aquellos que no aman especialmente la
autoficción —como Rafael Reig, presidente del jurado del premio—. En esta
tercera novela Sánchez ensaya una ficción en donde el narrador, Max von Sydow, descendiente
a su pesar del cine de Bergman, no tiene apenas coincidencias biográficas con el
autor, no así en los rasgos de carácter. Se nos advierte del artificio: “Es
como si mi origen real fuera la ficción y yo procediera de ahí” (p. 56). De
nuevo encontramos una crítica a la economía de mercado que aparecía en <i>El
alquiler del mundo</i>. Pero esta vez a través de la biografía de un padre
escritor, un idealista que acaba derrotado por el sistema, hasta que muere y entonces
empieza una nueva dimensión de la novela, en donde el personaje del padre: el
escritor José Ángel Arranz, crece hasta una altura inesperada. Entonces
empiezan los envíos: las cartas, los libros y los mensajes que el padre manda a
familiares y albaceas desde el más allá, que cambian por completo la recepción
de su imagen (p. 83), en una suerte de reformulación de la identidad
contemporánea: “Es la necesidad propia de un nuevo yo, tan distinto a ese que
tú conociste” (p. 129). En su propuesta teórica, es la parte más sugerente de
la novela por la forma en que el narrador reconstruye la identidad del padre a
partir de ajustes de cuentas morales, como el que tiene lugar en la escena con
Uría (pp. 100-111), y en la extraña relación con el ocultista Herzog. También
es la más entretenida por la selección de pasajes que elige el autor.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Son varios los libros sobre la muerte que he leído
recientemente: <a href="http://www.nagarimagazine.com/un-subterfugio-de-muerte-carlos-gamez-perez/"><i>Al
final uno también muere</i></a>, de Roberto Valencia y <i>Cuántos de los tuyos
han muerto</i>, de Eduardo Ruiz. Este es diferente. Si bien en el libro de
relatos de Ruiz aparecen aspectos sociopolíticos de la situación de México, no
en la medida en que lo hacen en <i>La vida póstuma</i>, donde la historia de la
Barcelona reciente, la Barcelona que triunfa con los Juegos Olímpicos y abraza
el capitalismo y el consumo de masas se convierte en el decorado principal para
plasmar la transformación del paso del tiempo y el dolor por los que ya no
están: de la Barcelona preolímpica a la Barcelona del diseño, la Barcelona de
la cocaína...<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
A fin de cuentas, este es un libro sobre pérdidas, como resulta
propio cuando se habla de la muerte. De una forma u otra, el narrador pierde a
todas sus personas queridas. Como enuncia en la página 135, la melancolía y el
realismo son las claves estéticas de la novela. Pero, sobre todo, a través de
la muerte, la desaparición y, en menor medida, el esoterismo, este libro es un
homenaje a una generación derrotada por los intereses y el mercado, una
generación de escritores que creyeron que podrían cambiar el mundo desde las
ideas, como el padre del narrador, una generación no solo española, sino
europea y latinoamericana, como muy bien figura en diversos pasajes de la
novela, en los que el narrador rehace los puentes de su padre con
Latinoamérica, o entra en contacto con el militante amigo francés de su progenitor.
Se trata de una suerte de <i>Educación sentimental</i> barcelonesa aderezada
por el nihilismo barojiano que preside un final. Ahí quede.<o:p></o:p></div>
<br />cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-76557657221722639992019-10-04T14:08:00.000-07:002019-10-04T14:08:11.153-07:00La generación más triste - Nagari Magazine<br />
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt; text-align: justify;">
<a href="http://www.nagarimagazine.com/la-generacion-mas-triste-carlos-gamez-perez/" target="_blank">La generación más triste - Nagari Magazine</a></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLW9NiUAPtyOG2vC7q0cg9kEUqkifVfp35RSRgVQNOHAWuNmeiO4dbTqFpzZF2EHilNgk3cchHWV3ToYfsCl4FSaOTse2QTA6PwRu8e3dHqiLBuCmmgpjo36iLwxDFb51XaoQ8Vv2AY5EK/s1600/portada_el-animal-mas-triste_juan-vico_201901092010.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="427" data-original-width="249" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLW9NiUAPtyOG2vC7q0cg9kEUqkifVfp35RSRgVQNOHAWuNmeiO4dbTqFpzZF2EHilNgk3cchHWV3ToYfsCl4FSaOTse2QTA6PwRu8e3dHqiLBuCmmgpjo36iLwxDFb51XaoQ8Vv2AY5EK/s320/portada_el-animal-mas-triste_juan-vico_201901092010.jpg" width="186" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;">
Bailo sobre mi silla giratoria,
soy un ágil derviche consagrado a la mística de la rutina. Me concentro en las
ruedas traqueteantes, sus pequeños fragmentos de rotación cósmica, su precaria
música de las estrellas. Las horas siguen distribuidas ordenadamente en el
reloj de la pared: he renovado mis votos. Pero no hay igualdad ni exactitud en
la labor del minutero, solo la mecánica arbitraria de su señorío. Alabémosla. A
las pausas reglamentarias (los cafés, los cigarrillos, el menú nuestro de cada
día, uno y trino, en el restaurante de la esquina) demos gracias. (p. 13)<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Con este párrafo se inicia <i>El animal más triste</i> (Seix
Barral, 2019), la última novela de Juan Vico (Badalona, 1975). Y este fragmento
es el mejor resumen de lo que he encontrado en su lectura. Ante todo, es una
declaración de intenciones del estilo que desarrolla el autor: “A las pausas
reglamentarias (los cafés, los cigarrillos, el menú nuestro de cada día, uno y
trino, en el restaurante de la esquina) demos gracias.” Se trata de un estilo
cuidado —yo diría matizado—, presidido por tiempos verbales en presente. Esa
elección no es gratuita. A fin de cuentas, el texto es una crítica contemporánea,
una disección de la frialdad del presente que nos consume, que consume a los
narradores, y que se esconde tras esas referencias a <i>Yo robot</i> de Isaac
Asimov (pp. 17 y 40). Pero también es una nueva entrega en la carrera literaria
de Vico. El autor desplaza el foco hacia ese presente existencial, pero lo hace
desde los mismos presupuestos estéticos que ya se distinguían en los relatos de
<i>El claustro rojo</i> (Sloper, 2014), premio Café 1916. Esos presupuestos
están cargados de metáforas poéticas: “soy un ágil derviche consagrado a la
mística de la rutina”; que pueden incluir sinestesias y otras figuras retóricas:
“las ruedas traqueteantes”; y menciones a imágenes: “pequeños fragmentos de
rotación cósmica”. No en vano, la imagen, en especial, el cine, es muy
importante en el escrito. Ese corto que el grupo de amigos rodó en su época
universitaria y que vuelven a visionar juntos años después, es el
desencadenante de buena parte de los recuerdos de los protagonistas. La novela
se narra por momentos como si fuera una cámara de cine: “Ralentizo el paso y
recorto el escorzo de Marta, la encuadro en el paisaje, persigo con mi cámara
imaginaria el movimiento de su torso (p. 31). Esto da lugar a una teoría de la
escritura a partir del guion cinematográfico (p. 64); y a un discurso sobre la
levedad en el que se mezclan alta y baja cultura (p. 78). El último de los
elementos a extraer de este párrafo inicial es el de la descripción de la
sordidez de lo cotidiano: “su precaria música de las estrellas”; que se combina
con la ironía y el sarcasmo: “Alabémosla”. El texto de Vico se entronca con los
relatos que describen el vacío moral de las clases medias, una tradición muy
notable en el mundo anglosajón (pienso en <i>Amor perdurable</i>, de Ian
McEwan, o en <i>Las correcciones</i>, de Jonathan Franzen) y en la literatura
modernista, que denunciaba las convenciones sociales a través del estilo. Por
otro lado, dada la profusión de personajes, se puede considerar una novela
generacional. Pero se trata de un grupo muy especial dentro de su generación.
De una forma u otra, todos son creadores. La novela es una crítica a la
sociedad contemporánea focalizada en el ámbito de la creación. Vico hace una
crítica de las convenciones sociales, pero para indagar en las carencias del
grupo que durante el modernismo se otorgó la autoridad moral para criticar al
resto de su sociedad: los artistas. Escribe una novela como lo haría Virginia
Woolf, pero indagando en el vacío existencial de los miembros de un círculo de
Bloomsbury contemporáneo, una vuelta de tuerca muy original y aplaudible. De
todo eso nos avisa ese primer párrafo. De lo que no nos avisa es de la
estructura. La novela se vertebra a partir de varias voces: Jonás, que escribe
en un magazine, protagoniza la primera parte. Después nos encontramos con el
relato mítico de Paula sobre la decadencia del pueblo en donde tiene lugar el
encuentro entre viejos amigos desde una perspectiva arquetípica, de sumo
interés para este lector porque la narradora muestra las costuras del relato
clásico. Esa narración interpuesta, ubicada en la segunda parte, supone un
quiebre respecto de la primera, Nos introduce en la tercera parte, la de las
reflexiones de la sensual Marta, los pensamientos de Cecilia, la esposa de
Jonás, el diario de Roberto, el escritor de éxito, plagado de páginas
memorables sobre la profesión literaria (157-160), el monólogo fotográfico de
Solange, las confesiones de Paula, la joven de la que se ha encaprichado
Roberto, antes de entregarnos la clave de lectura, que no revelaré, que confirma
lo que nos indicó el primer párrafo, estrategia magnífica, aunque se me antoja
que los giros finales de esa voz final son demasiado elevados: <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;">
Va tomando cuerpo la seductora
idea de acudir a la casa de […] con mi diario escondido […]. Me imagino
dejándolo caer en el jardín, debajo del sofá, abandonándolo junto a la
escalera, fantaseo con que alguien […] lo recoge, curiosea, se topa con las
páginas en las que hablo del <i>affaire</i> […] del pasado invierno, fruto,
según se justificó […] entonces, del <span style="mso-bidi-font-family: Calibri; mso-bidi-theme-font: minor-latin;">«desconcierto emocional» por el que estaban
pasando […], aunque sería más fácil que el azar, dirigiendo la mano de ese
alguien ([…], lo llevara a abrirlo por una de las numerosas entradas en las que
hago referencia a … (p. 195).</span><o:p></o:p></div>
<br />cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-40685615089875541002019-10-04T14:01:00.000-07:002019-10-04T14:01:03.978-07:00Un subterfugio de muerte - Nagari Magazine<a href="http://www.nagarimagazine.com/un-subterfugio-de-muerte-carlos-gamez-perez/" target="_blank">Un subterfugio de muerte - Nagari Magazine</a><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFaXTwQKhS9Fu0IOq3VRWQXz5R3U5eJVtYUM5csKQ3vme4bTyysEcuRqTI2lfKeKm6Vx_auCi2ic_dMfJQKcEVyAu3UvYXStSpW_q2_WKMYthmVTVfCWQj1CwCdpSzdDaibtgPTMTb7n_-/s1600/Al-final-uno-tambie%25CC%2581n-muere-680x1000.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="680" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiFaXTwQKhS9Fu0IOq3VRWQXz5R3U5eJVtYUM5csKQ3vme4bTyysEcuRqTI2lfKeKm6Vx_auCi2ic_dMfJQKcEVyAu3UvYXStSpW_q2_WKMYthmVTVfCWQj1CwCdpSzdDaibtgPTMTb7n_-/s320/Al-final-uno-tambie%25CC%2581n-muere-680x1000.jpg" width="217" /></a></div>
<br />
<br />
<div class="MsoNormal">
La respuesta a la muerte, ese quiebre incomprensible para
los seres humanos, ha articulado, desde hace milenios, explicaciones de todo
tipo: religiosas, filosóficas y hasta artísticas. La respuesta a la muerte es,
en cierto modo, el sentido de la vida. Pues bien, la primera novela de Roberto
Valencia (Pamplona, 1972): <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Al final uno
también muere</i>, es una respuesta en clave paródica a esta eterna pregunta.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Kleizha, irónico personaje nacido y criado en Buenos Aires,
narra las vicisitudes de su familia, por muchos momentos inventadas: “Usted
olvida y recompone su historia con sucesos que quizás haya vivido o quizás no”
(p. 93). La narración parte, por tanto, de la duda. La característica principal
de la familia de Kleizha —el padre, la madre, la hermana y él mismo, incluso el
abuelo— es que mueren muchas veces. Mueren y después reviven; hasta que un día,
como muy bien indica el título, al final uno también muere. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
El protagonista narra su historia familiar primero al
lector, ubicándole en su infancia y juventud; después a un español divorciado y
un tanto escéptico, llamado André, que aterriza por Buenos Aires huyendo de su
exmujer; y finalmente a Alba, un médico argentino que es testigo del prodigio
de la existencia cotidiana de Kleizha, siempre a medio camino entre la vida y
la muerte.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
La propuesta de Valencia es arriesgada. Para empezar,
resulta una apuesta plenamente antirrealista, con tonos surrealistas al estilo
de Kafka, y con ecos de Cortázar, que derrocha toneladas de humor absurdo:
“Papá murió dos o tres veces” (p. 120) que me recuerdan a Enrique Jardiel
Poncela. En cualquier caso, todas las decisiones están dirigidas a alejar el
texto de la realidad cotidiana del autor. Sitúa la acción en un “barrio
proletario de Buenos Aires” (p. 19), en el pasado —un pasado que yo
consideraría mítico por la historia literaria de esa ciudad—, y en el seno de
una familia de origen lituano que poco o nada tiene que ver con la de Valencia.
Pese a moverse en un contexto familiar, el protagonista es ajeno a cualquier
tipo de sentimentalismo. El estilo es ágil pero de frase larga y subordinada,
lo que lleva a extensos circunloquios del protagonista. La estructura resulta
compleja, organizada a partir de los cuadernos de André, que se convierte en el
verdadero narrador del texto (p. 157), además de ser la representación del
amigo y el filósofo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Para ser sinceros, a este lector no le ha parecido una
lectura fácil al principio. Cuesta lidiar con todo el universo que construye
Valencia. Pero hay un momento en la narración, aproximadamente en el instante
en que aparece André, en que el texto hace un clic. Ha sido el momento en que
este lector ha empezado a sumergirse entre las letras de la novela, como si
estuviera escuchando una conversación del mismísimo Roberto Valencia, a su
lado, contándole sus miedos, sus tensiones y las cosas que le hacen reír. Es en
ese buceo cuando este lector ha encontrado los tesoros literarios que se
esconden tras la parodia, las reflexiones de esa voz, trasunto del autor, capaz
de afirmar: “La muerte es nada, carece de lógica y de planteamiento y de
racionalidad, y para entenderla —para simular que se la entiende— sobran los
responsos, las coronas de flores y los organistas.” (p. 64). O de hacer
análisis sobre las relaciones familiares tan exquisitos como este:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 70.8pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 70.8pt;">
“Cuando eres pequeño tienes un
padre en casa —o fuera de casa— y acudes a él, a su voz, a su imagen, a la
estatura que levantan sus dos piernas, y hasta te mides con ella. Pero esa
silueta se desvanece cuando creces, porque tu padre ya no es tu padre sino
alguien que está menguando, la tierra lo va absorbiendo por los tobillos, y
cuando llega el momento de restablecer su verdadera dimensión —ni tan alta ni
tan baja—, lo que sucede es que te quedas sin nada.” (p. 133)<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Me parece que tras la imaginación desbordante que sustenta
el relato se esconde una representación de la vida del autor, de sus
preocupaciones y sus vivencias, aunque de forma distorsionada; igual que lo que
sucede en las narraciones de Kafka o Stanislaw Lem (a quien Valencia dedicara
un monográfico en la revista <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Quimera</i>
hace ya tiempo). Tras la narración fantástica, Valencia está hablando de la
realidad, de una realidad compleja y rica en matices. Por eso, no quiero cerrar
este texto sin recomendarles que vayan a escucharle hablar en la presentación
que hará de su novela el próximo 5 de junio en Barcelona, en la Central de
Mallorca, con la participación del novelista Gonzalo Torné. O mucho me
equivoco, o la voz del autor les absorberá como lo ha hecho conmigo la voz
narradora de esta novela.<o:p></o:p></div>
<br />cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-40120922664655916962019-10-04T13:55:00.000-07:002019-10-04T13:55:15.060-07:00Delirio Naranja - Nagari Magazine<a href="http://www.nagarimagazine.com/delirio-naranja-carlos-gamez-perez/" target="_blank">Delirio Naranja - Nagari Magazine</a><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfXdFGz-JvZl2w4mTSzTd1kmWcL0TPsR0lItNFRvdewxZfe_isU85LAlxn_ozQRA1HtSQWdbLuEGS1npjxzu16UqiUNghJ5aDHH_QS8NHkfCZb6LebGfr3CYuVpYJGE-lJoR09tICuEN6-/s1600/Orange-Road.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1600" data-original-width="946" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfXdFGz-JvZl2w4mTSzTd1kmWcL0TPsR0lItNFRvdewxZfe_isU85LAlxn_ozQRA1HtSQWdbLuEGS1npjxzu16UqiUNghJ5aDHH_QS8NHkfCZb6LebGfr3CYuVpYJGE-lJoR09tICuEN6-/s320/Orange-Road.jpg" width="189" /></a></div>
<br />
<br />
<div class="MsoNormal">
Esta es la historia de un delirio, un delirio naranja; el
delirio que se desprende de esa obsesión rezuma ya en su portada, donde el
cielo, pero sobre todo el título y las dos líneas continuas de la interminable
carretera que se muestra a los ojos de la persona lectora son de un naranja
fulgurante que daña la mirada, que te mete dentro del escrito desde ya. Después
la página completamente naranja, que abre y cierra el hermoso ejemplar que configura
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Orange Road</i> en texto y forma. Y más
fotos de esa carretera que se dibuja en la lejanía del horizonte, esta vez en
blanco y negro, y que informa de que la novela que estás leyendo es la ganadora
del Premio Nacional de Novela Corta <span style="mso-bidi-font-family: Calibri;">«Juan
García Ponce» 2016. Así hasta la cita de Baudrillard y el inicio del texto, y
todas esas multitudes diseñadas que acompañan las páginas, muy bien buscadas. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
De la forma que envuelve el libro son culpables, Mauricio
Bares, el editor de Nitro/Press, un sello radicado en CDMX, y en mayor medida
la directora de arte del sello: Lilia Barajas. La novela es muy visual desde el
comienzo: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Orange Road es recta</i>, leí
una vez, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">con un solo punto de fuga hacia
el misterio</i>” (p. 15). De ahí el acierto del equipo editorial al dotarla del
soporte físico que más le conviene. Saber leer el texto y encontrar el diseño
que lo acompañe no es obra fácil, y Barajas ha sabido entender el delirio que
presenta el editor de una forma admirable. De todo lo que viene después es
culpable Isaí Moreno. Y todo es una historia obsesiva en la que Luis, el
narrador, abandona a su mujer y a su hijo para incorporarse a la secta
religiosa que debe viajar a Orange Road, la carretera misteriosa, el espacio
mítico del relato, en donde debe revelarse la verdad. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Para cohesionar al grupo, el líder echa mano del Éter, una
sustancia psicotrópica inyectable que los fieles consumen con pasión, y que les
permite superar las mayores dificultades, como la amputación de un brazo (p.
49), pero que también les ocasiona la mayor de las dependencias, de forma que,
en su ausencia, cualquier estupidez se convierte en un obstáculo insalvable. Ese
Éter forma parte del delirio que ronda en torno a la carretera naranja, así
como los referentes a iconos clave de la sociedad estadounidense como el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Yankee Stadium</i> (p. 31), y que al final
del texto se presentarán reveladores, estos sí. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
El autor traza un paralelismo entre una distopía sobre el
consumo a lo <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Mad Max</i>, haciendo mención
a las reservas de combustible (p. 21), incluyendo al Éter, pues no hay mayor
consumidor que el drogodependiente; y una fábula con connotaciones místicas, con
un lenguaje bíblico: “Transcurridos escasos días del recorrido nos acontecieron
sucesos sin precedentes” (p. 43), nuevos números y nombres sagrados, y nuevos
ritos de tránsito a la muerte (pp. 63 y 65), que es lo que le otorga verdadera
originalidad al relato. La acción se desarrolla, en su mayor parte, en la zona
desértica que antecede a la carretera protagonista, por cuanto me vienen a la
cabeza autores como Cormac McCarthy, pero también Juan Rulfo. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Se me antoja una parábola de la inmigración, del tránsito
hacia los imaginarios del capitalismo dejando atrás la vida pasada, en especial,
porque finalmente se nos revela como una distopía no distópica. Me explicó. Toda
distopía se proyecta hacia el futuro. Imagina como será ese futuro de forma
pesimista. Pero Moreno, <a href="http://www.nagarimagazine.com/distopia-show-isai-moreno/?fbclid=IwAR2NfY-trvBh17JPXv6eT4SnLTKOHbKGuoatUCu2x4WM_91hkdwUpSYP2sU">sabio
conocedor del subgénero distópico</a>, da un giro a la novela casi al final.
Nos muestra que su fantasía se está proyectando hacia el pasado, hacia la
irracionalidad y el fanatismo con los que hemos convivido durante los últimos
años.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Mención especial supone el personaje de Luis, el narrador,
muy bien trabado, con el que cerraré. En todo momento se nos presenta como el
escribiente que debe relatar las maravillas que contempla el nuevo grupo de
elegidos: “¡Saca pluma y papel, Luis, me pidió jubiloso, porque esto habrás de
asentarlo para la eternidad!” (p, 70) Y aunque en un momento de la trama parece
percibir el engaño en el que se encuentra inmerso, y que es capaz de narrar las
escenas más escabrosas con la sobriedad de un forense (p. 86), su sutil cambio
en el acto final lo muestra como un narrador delirante. La última pieza de un delirio
magnífico.<o:p></o:p></div>
<br />cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-35893490211531752732019-06-20T09:16:00.001-07:002019-06-20T09:17:29.621-07:00Paz, amor y lit - Suburbano<a href="https://suburbano.net/paz-amor-y-literatura/" target="_blank">Paz, amor y lit - Suburbano</a><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgQ2cLe-8eTqqxG6MN6R85BxpDydeV3-XScVk4lpdQeP__fD4YtYDexTBc1Dy9wcpaocnnPWo1xYL68Zr8mSptDjPCW40CMkrIcPYbmtm8DFbqVuruP1opBOQRCr5Ibhqt31JMwLimp4zCX/s1600/pazamorylit.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="723" data-original-width="1000" height="231" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgQ2cLe-8eTqqxG6MN6R85BxpDydeV3-XScVk4lpdQeP__fD4YtYDexTBc1Dy9wcpaocnnPWo1xYL68Zr8mSptDjPCW40CMkrIcPYbmtm8DFbqVuruP1opBOQRCr5Ibhqt31JMwLimp4zCX/s320/pazamorylit.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
¿Puede un acontecimiento traumático ser el detonante de una
carrera literaria? ¿Puede este suceso, claramente autobiográfico, servir de
material novelístico? ¿Puede la narración de unas imágenes que aterrarían a
cualquiera, de cuerpos muertos, con el olor de la muerte en el ambiente, que
nadie desearía vivir, contarse de una manera eficiente y veraz y suponer la
piedra de toque de un estilo incipiente? Este lector se para a reflexionar, y
piensa en Primo Levi y en Imre Kertész, y el acicate literario que el
Holocausto supuso para ellos, y opina que sí, que Ramón González (Daimiel,
1984), testigo del atentado perpetrado por un grupo terrorista en la sala
Bataclán de París el 13 de noviembre de 2015, durante el concierto de Eagles of
Death Metal, es bien capaz de iniciar su carrera publicada (que no literaria)
con <i>Paz, amor y death metal</i>
(Tusquets, 2018), con la narración de aquellos terribles hechos.<br />
<br />
<div class="MsoNormal">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
El autor empieza el relato in medias res, con los
terroristas dentro de la sala y las balas silbando sobre su cabeza. Lo hace a
partir de una descripción muy sobria y de un punto de vista autoficticio. No sé
lo suficiente sobre la vida de González como para afirmarlo por su biografía.
Pero sí se percibe que la compañera del protagonista: Paola, no coincide con la
persona a la que está dedicada el libro: Mariana, que tampoco coincide con
ninguno de los otros nombres que aparecen. Ahí es donde creo que entra lo
autoficticio, en la conformación de los personajes que acompañan al narrador.</div>
<div class="MsoNormal">
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
El texto se estructura a partir de la realidad, es decir,
del atentado. El narrador no solo describe ese instante, también lo que sucede
después de la tragedia, escenas si cabe más interesantes, porque nunca se
narran, porque la literatura parece siempre fascinada con la culminación del
dolor y no con el trauma silencioso que acompaña a los supervivientes. Es lo
más valioso del libro, y la demostración de que la realidad construye
estructuras narrativas distintas a las de la ficción, en cierto modo
innovadoras.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Las reflexiones del narrador, como la que realiza en torno a
la violencia en la página 57, no son nada del otro mundo. Sin embargo, es de la
simple narración de los hechos de donde este lector extrae análisis e
informaciones de mucho interés. Por ejemplo, entre las páginas 46 y 53 se
desarrolla la escena en que el narrador ha logrado refugiarse en una habitación
de Bataclán y se reencuentra con su novia. Uno de los momentos más
significativos se muestra cuando los allí presentes se dan cuenta de que no
tienen la misma información, que en función de las consultas con sus celulares
el relato de los hechos no resulta igual. Es la demostración del solapamiento
real-virtual en el que vivimos, una extensión de nuestra realidad física. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Después está la narración de los detalles, como la primera
compra por internet de la pareja (p. 86), la primera vez que regresan a casa
después de los hechos, que no dice nada y a la vez muestra el miedo sordo que
atenaza a los protagonistas. Se trata de una estrategia muy efectiva para
enfrentarnos a un escritor que empieza, y al que se debe otorgar cierta
confianza, en especial, por los hechos que relata y que, más allá de los
recursos autoficticios, ha vivido en carnes. Es más, la narración postraumática
es muy contenida, muy precisa, excelente. Y se convierte en el motor del relato
mediado el escrito. Si el narrador es capaz de contarlo, será capaz de
superarlo. Ese trauma y el discurso que se construye de forma continua—frente a
la policía, frente a los distintos psicólogos y psiquiatras, frente a los
amigos, frente a la familia— es lo que estructura el escrito en la segunda
parte. Es más, la formación discursiva que elabora frente a los terapeutas es
lo que permite al narrador contar con precisión y una sencillez envidiable,
para acabar cerrándolo desde la analogía que el recuerdo mental del trauma
tiene con la literatura que planea por todo el texto: “¿Eso quiere decir que
llegará un día en que mi recuerdo del Bataclán no será más que una ficción?”
(p. 191). Ahí queda. Bienvenido a la literatura.<o:p></o:p></div>
<br />cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-91386763274743949502019-06-20T08:11:00.000-07:002019-06-20T08:11:17.914-07:00La literatura de los demás - Suburbano<a href="https://suburbano.net/la-literatura-de-los-demas/" target="_blank">La literatura de los demás - Suburbano</a><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSz0xlZ8oxcYeqoC9IevlDf9F3M63mnvVWTxPEgkmzkmqD1K8XtDYzOOv6cKGlZOILFu-Hx8OX3vARcizm8YSfYQDZ0EJpb1skDeqRGla9Slf41YIauLl48FJi7kZP5YMdcrUDBx5jMfYl/s1600/miguel-angel-hernandez-291018.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="600" data-original-width="1001" height="191" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSz0xlZ8oxcYeqoC9IevlDf9F3M63mnvVWTxPEgkmzkmqD1K8XtDYzOOv6cKGlZOILFu-Hx8OX3vARcizm8YSfYQDZ0EJpb1skDeqRGla9Slf41YIauLl48FJi7kZP5YMdcrUDBx5jMfYl/s320/miguel-angel-hernandez-291018.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<br />
<div class="MsoNormal">
Quiero considerar la tercera novela de Miguel Ángel
Hernández Navarro (Murcia, 1977): <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El
dolor de los demás</i> (Anagrama 2018), como la última entrega de una trilogía
que se inicia con <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Intento de escapada</i>
(Anagrama 2013), la novela en que subyace una profunda crítica al mundo del
arte y, más concretamente, a la personalidad y la obra del artista Santiago
Sierra, y continúa con <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El instante de
peligro</i> (Anagrama 2015), finalista del premio Herralde de novela, en donde
reflexiona sobre los límites entre el arte y la vida. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
El mismo autor <a href="https://www.laverdad.es/ababol/literatura/miguel-angel-hernandez-20180421025627-ntvo.html">ha
hablado</a> en términos parecidos, como si <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El
dolor de los demás</i> representara el fin de un ciclo. Y bien parece que esta
historia, un <i style="mso-bidi-font-style: normal;">true crime</i> en donde el
mejor amigo del autor asesina a su hermana, se da a la fuga y luego se suicida,
es la que le permite hablar desde la voz más cercana a sí mismo, la más íntima,
después de haberse expresado a través de dos trasuntos, el de Marcos, el estudiante
de Bellas Artes acomplejado de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Intento de
escapada</i>, y el de Martín, el frustrado historiador del arte cuarentón de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El instante de peligro</i>. Para ello,
Hernández utiliza una serie de estrategias brillantes: el uso de la segunda
persona del singular para recuperar los recuerdos directamente relacionados con
el día del crimen de una forma creíble y tomando cierta distancia con ese otro
Miguel Ángel al mismo tiempo. A la vez, narra en presente y en primera persona
el proceso de recopilación de datos y redacción de la novela desde el momento
en que empieza a pergeñar el relato, tras una conversación con el también escritor
Sergio del Molino, intercalándolo con otros recuerdos anteriores, describiendo
su relación con Nicolás, su amigo, el homicida, con las familias de ambos, y
con las personas de la huerta de Murcia con las que se relacionaba, como la Julia.
<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Hernández combina la estructura de thriller de un episodio
sacado de la crónica de sucesos con la narrativa de la memoria. En realidad, el
autor utiliza la caja negra de la mente del asesino para explicarse. Es el
homicidio lo que recorta su perfil personal contra el horizonte de la realidad.
La estrategia se revela sin ambages cuando el autor recupera unas imágenes muy
importantes para él: la entrevista que le hizo un periodista de la televisión
de Murcia el mismo día de los hechos por ser el mejor amigo del asesino. La
narración de esa escena es el Rubicón que cruza el narrador para acabar
resolviendo el texto en la figura de la víctima: la Rosi. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Es entonces cuando se ve cerca de la Julia, su vecina, su
segunda madre, después de haber transitado la piel autoficticia del joven
estudiante enamorado de su profesora y fascinado con la sacralidad del arte,
que saltan por los aires a mitad de la narración, y del investigador extranjero
que ingresa en un instituto de investigación cargado de cinismo para volver a
reencontrarse con el arte, con la creación, a partir del recuerdo de su amante
muerta y de su relación con la artista residente en el instituto. Además, para
obtener el clímax, Hernández Navarro echa mano de una escena muy alejada de la
heteronormatividad machista de los protagonistas masculinos que pueblan la
literatura española reciente (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">El instante
de peligro</i>, pp. 205-206). Martín, que podría haber sido uno más de los
machos dominantes fascinados por la atracción irresistible y el sexo fácil, se
convierte en una figura mucho más compleja por su experiencia con la su
sexualidad y, por la identidad que surge de ahí.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
El de Miguel Ángel Hernández es un proyecto muy trabajado. En
el fondo, siempre escribe en torno al mismo tema: la representación del dolor y
cómo somos capaces de empatizar con él (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Intento
de escapada</i>, p. 24). Pero para hacer suyo el tema necesita construir un
nuevo lenguaje (“A veces siento que al nombrar las cosas con su término exacto
la realidad se vuelve más cercana, menos confusa [<i style="mso-bidi-font-style: normal;">El instante de peligro</i>, p. 111]), que le obliga a un proceso. Así,
deconstruye el arte como ideal para encontrar la parte de su esencia con la que
realmente se alinea (“El arte volvió a poseerme. Es curioso que para hacerlo
hubiera tenido que transformarse en vida” [<i style="mso-bidi-font-style: normal;">El
instante de peligro</i>, p. 167]), para acabar escribiendo su obra más exigente,
la que lo apela (“La única historia verdadera es la que nos abrasa, la que nos
habla, la que nos alude” [<i style="mso-bidi-font-style: normal;">El instante de
peligro</i>, p. 192]), con unos presupuestos renovados, con un lenguaje nuevo,
directo, alejado de la voz más académica que preside sus dos primeros trabajos
(porque “[e]l lenguaje cambia. Y con él el tratamiento de la actualidad. Y
también la producción y reproducción de la realidad” [<i style="mso-bidi-font-style: normal;">El dolor de los demás</i>, p. 139]). A través de la lectura de los 3
libros se observa que, en este proceso de crecimiento, es muy consciente de sus
limitaciones y sus posibilidades, que han crecido exponencialmente con cada
entrega. Si su primera novela es un relato cerrado, con un prólogo y un epílogo
que nos avisan del ejercicio autoficticio, en la segunda experimenta la voz de
la confesión a una Sophie ficticia (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">El
instante de peligro</i>, p. 15), a la que dirige la narración en todo momento.
La tercera, el motivo principal de estas letras, es un escrito en carne viva en
donde Hernández se enfrenta con su pasado y su desarraigo. Es un proceso lento
desde la autoficción hasta el relato autobiográfico. El autor ha requerido de
tres pasos para acceder a una literatura más personal: la literatura de los
demás, del dolor de los demás. La arquitectura literaria y los recursos de los
que ha hecho gala para llegar hasta allí merecen el aplauso decidido de este
lector.<o:p></o:p></div>
<br />cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-80209663764226508792019-04-06T13:49:00.000-07:002019-04-06T13:49:50.574-07:00La vida en tercera persona - Suburbano<a href="https://suburbano.net/la-vida-en-tercera-persona/" target="_blank">La vida en tercera persona - Suburbano</a><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDaJOtzSQfACD-fjD0kMa681RGgfyogLFcPbbf0gaNzm5RIwFjDaMd_No8DIyvdadh_iH5x4TWUcQdIMhw6oNCwTXaHHY8qWxhtrTLoEF6C3998webpI_zfIocxsFiV3inmGfIJbB8EesM/s1600/Coetzee-Verano.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="601" data-original-width="1000" height="192" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDaJOtzSQfACD-fjD0kMa681RGgfyogLFcPbbf0gaNzm5RIwFjDaMd_No8DIyvdadh_iH5x4TWUcQdIMhw6oNCwTXaHHY8qWxhtrTLoEF6C3998webpI_zfIocxsFiV3inmGfIJbB8EesM/s320/Coetzee-Verano.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<br />
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La literatura es siempre una pulsión.
Pero dentro de todas las corrientes que pretenden gobernar esa
pulsión, no queda nada claro por qué una persona empieza a escribir
sobre su vida, se utiliza a sí misma como objeto narrativo. Ese
viaje maravilloso en submarino hasta las entrañas de la identidad,
de difícil explicación, es el que están sustentando toda esta
serie de narrativas del yo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
John Maxwell Coetzee (Ciudad del Cabo,
Sudáfrica, 1940), premio Nobel de literatura, en 2003, con una
decena de ensayos y más de 10 novelas a sus espaldas, algunas con el
reconocimiento unánime de crítica y público, como <i>Desgracia</i>
(1999), no lo necesitaba. Y, sin embargo, se puso a escribir sobre su
existencia. Lo hizo en 3 volúmenes: <i>Infancia</i> (1997), <i>Juventud</i>
(2002) y <i>Verano</i> (2009). Lo hizo, también, alejándose del yo
narrativo. Los dos primeros libros están escritos en tercera
persona. El último riza el rizo: un biógrafo académico del autor
se entrevistas con las personas que, al parecer, marcaron su vida.
Toma notas y a partir de ahí transcribe sus testimonios. Agárrense,
en toda la tercera narración: ¡el autor está muerto! Literal, no
en el sentido de Roland Barthes.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
De todos los escritores contemporáneos,
Coetzee es quizá el que con más crudeza disecciona los
sentimientos, los anhelos y las contradicciones humanas, además de
hacer uso de un fino análisis intelectual de la realidad. Basta con
leer <i>Hombre lento </i>(2005). En la narración novelada de sus
memorias tampoco hace concesiones, esta vez consigo mismo. De ahí la
razón de sus recursos. Con la tercera persona logra llegar a unos
niveles de autocrítica a los que pocos escritores serían capaces de
llegar. Y con los múltiples narradores de su última entrega, se
distancia por completo de sí mismo. Es más fiero que Per Olov
Enquist, <span style="color: #0563c1;"><span lang="zxx"><u><a href="http://suburbano.net/autores/cronicas-ensayos-entrevistas/otra-voz/">también
tratado en esta serie</a></u></span></span>, que utiliza el mismo
recurso narrativo, y mucho más incisivo.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
En el primer volumen, el tratamiento
del niño que ignora a su padre y ama a su madre, pero no puede
demostrárselo por esa sociedad machista en la que vive es conmovedor
por lo de terrible que se oculta tras las palabras de ese narrador
distante. De la misma forma, la dictadura infantil que imponen los
<i>afrikaners</i> en el colegio se muestra como una suerte de
dominación cultural racista y cruel. El autor pertenece a ese grupo
étnico por parte de padre, aunque este ha luchado en la gran guerra
al lado de los ingleses. Pero a la hora de definir su religión se
equivoca y se menciona católico. Es entonces cuando sufre en carnes
la persecución que los protestantes de origen neerlandés ejercen
sobre judíos y católicos. También se lee la mirada curiosa,
inquisitiva, afectuosa hasta cierto punto del niño Coetzee por la
gran comunidad sudafricana: los africanos de origen, los negros (pp.
93 y 101), tan maltratados en aquellas tierras. A grandes rasgos,
esas son las tramas del primer volumen, junto con el descubrimiento
de la lectura (de Enid Blyton a los clásicos) y la tensión entre la
vida en el campo y en la ciudad, a la que regresan los Coetzee para
que el padre intente una carrera de abogado en solitario y fracase
estrepitosamente. Con ese fracaso se cierra la primera narración.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
La segunda: <i>Juventud</i>, se inicia
de nuevo en Sudáfrica. Pero enseguida cambia el foco de la acción a
Londres. Las ansias por convertirse en un bohemio (pp. 10-11), un
poeta, son el motor que lleva al joven Coetzee a dejar su país y
embarcarse en la aventura europea. No es para nada lo que él
esperaba. Se convierte en un eficiente y aburrido programador
informático que trabaja primero para IBM y después para la más
flexible empresa que colabora con el Ministerio de Defensa
británico, mientras realiza un doctorado para la Universidad de
Ciudad del Cabo sobre Ford Madox Ford y es incapaz de poner en limpio
su vida sentimental (pp. 66-70). Aquí reaparecen sus filias por los
rusos y sus fobias por los ingleses en plena crisis de los misiles de
Cuba (p. 84), además del cricket, omnipresente en la primera parte
de su vida. Aunque esta es la historia de formación del joven
Coetzee como escritor en un mundo cambiante y revolucionario, como es
el de la década de 1960, y aunque la tensión entre el matemático
que deja de serlo y el poeta que se transforma en narrador es tema de
máximo interés para mí por mi mochila personal, este es el volumen
que menos me ha interesado; tal vez porque se fundamenta en un estilo
triste y notarial que no es el que suelo esperar de este viejo
escrito sudafricano, ahora australiano, y que tanto admiro, no solo
por su escritura y su altura intelectual, también por su honestidad,
que tal vez esté detrás de sus decisiones artísticas aquí
también.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Y llegamos así al castillo de fuegos
de artificio que supone la última de las tres entregas: <i>Verano</i>.
El relato de la amante judía casada con un importante hombre de
negocios del que se libera con Coetzee como sujeto interpuesto, de la
tía cariñosa que trata a ese miembro especial de la familia, de la
madre brasileña de una joven alumna del profesor Coetzee, de dos
antiguo colegas del autor, un hombre y una mujer, que lo conocieron
en circunstancias diferentes, junto con una amalgama de notas y
fragmentos confusos que inician y cierran el relato. Voces de otros
para componerse a uno mismo, en sintonía con la construcción de
personajes que realiza Roberto Bolaño en <i>Los detectives salvajes</i>.
Todo compuesto por un biógrafo con veleidades artísticas que hace
ejercicios de composición. Pero que, con todo, acaba armando un
retrato vital del Coetzee adulto muy veraz.</div>
<br />cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-17590575865006779572019-04-06T12:29:00.000-07:002019-04-06T12:39:35.145-07:00El Transbordador: Una propuesta fantástica - Nagari Magazine<a href="http://www.nagarimagazine.com/el-transbordador-una-propuesta-fantastica-carlos-gamez-perez/" target="_blank">El Transbordador: Una propuesta fantástica - Nagari Magazine</a><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiY9mhrq9ytE-zBBrv7P5EJUwqhpg4h4xiPCuuWegCyZzyQr5PjX37P9ZFm1luWpaSX8F_wiSgb3GXjemZOPKA5LZSVLxTEE4qFo0O9o9OHE_ufeF9qWTaqRC6AD09oq9JyxPwSpRSslWwF/s1600/LOGO_Eltransbordador300.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="300" data-original-width="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiY9mhrq9ytE-zBBrv7P5EJUwqhpg4h4xiPCuuWegCyZzyQr5PjX37P9ZFm1luWpaSX8F_wiSgb3GXjemZOPKA5LZSVLxTEE4qFo0O9o9OHE_ufeF9qWTaqRC6AD09oq9JyxPwSpRSslWwF/s1600/LOGO_Eltransbordador300.png" /></a></div>
<br />
<div style="margin-bottom: 0cm;">
No será hasta que desaparezcan, como
vaticinaba Ray Bradbury en <i>Fahrenheit 451</i>, que los echaremos
de menos. Me refiero a los libros, y a las propuestas que nos
sugieren, que parecen estar cada día más olvidados si no llevan la
firma de personajes mediáticos en esta sociedad que estamos
viviendo. Es por eso que quiero dedicar la columna de este mes:
abril, el mes del libro por antonomasia, cuando se conmemoran los
fallecimiento de Miguel de Cervantes (1547-1616) y William
Shakespeare (1564-1616), no a un ejemplar ni a un autor, sino a una
propuesta. No es otra que la de <span style="color: #0563c1;"><span lang="zxx"><u><a class="western" href="http://www.edicioneseltransbordador.com/">Ediciones
El Transbordador</a></u></span></span>, una pequeña editorial
radicada en Málaga que apuesta decididamente por géneros que en la
literatura española peninsular suelen estar maltratados. Hablo de la
ciencia ficción, del terror y de la fantasía.
</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
A todos los tratan en El Transbordador
con cariño, con valentía, y con una cuota mayoritaria de autores
nacionales. Iniciaron su andadura con la obra de Miguel Córdoba
(Remscheid, Alemania, 1975): <i>Ciudad de heridas</i>, en octubre de
2015, y desde entonces no han hecho más que expandir sus límites.
Han apostado por unas obras de género particulares y propias, como
<i>Kitschfilm</i>, de Carlos Piegari, o <i>Pánikas</i>, de Pilar
Pedraza, que es lo que hace falta en la creación de género por
estas lares, para dejarla crecer con independencia de lo que dictan
el mercado o los grandes centros globales de producción, para que se
convierta en producción imaginativa autóctona, que no es baladí.</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
En el género se plasma la imaginación
de una sociedad. Forma parte de la esencia de su espíritu. Es, hasta
cierto punto, una apuesta política. Si esta es copia de otra,
difícilmente llegará al público lector, que no verá reflejados
sus ansiedades y sus miedos, su materia interior compartida, en los
textos. Este hecho, del que fue un maestro Edgar Poe, capaz de
iniciar géneros que han llegado llenos de vitalidad hasta nuestros
días en una sociedad como la estadounidense que apenas empezaba a
balbucear sus primeras propuestas en el ámbito cultural mundial,
muchas veces se obvia. Pues bien, no lo obvian en El Transbordador,
donde llegan a publicar una biografía de Poe (<i>Edgar Allan Poe: El
delirante de Baltimore</i>, obra de Roberto García-Álvarez), en la
misma colección donde encontrarán el libro de teoría-ficción <i>Homo
Tenuis</i>, de mi muy admirado Francisco Jota-Pérez (Barcelona,
1979).</div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Este mes de abril que justo ahora
empieza, y al que he dedicado la columna por su estrecha relación
con los libros, los editores de El Transbordador apuestan fuerte por
3 autores catalanes que estarán firmando en Sant Jordi. El primero
de ellos es Ferran Valera, que alcanzó un meritorio éxito con su
novela corta: <i>La danza del gohut</i>, una novela corta de género
fantástico, y ahora publica <i>El arcano y el jilguero</i>. De los
tres, este joven abogado que pergeña historias en universos
fantásticos, es la apuesta más fuerte del sello. A su aplaudida
novela corta, ahora le sigue un relato más largo, una novela
<i>grimdark</i> que hará las delicias de los amantes del género.
Los otros dos autores, sin embargo, no desmerecen. Son Daniel Pérez
Navarro, con <i>Ritos salvajes</i>, y Àlex Marín Canals, con <i>La
sombra y la pared</i>.</div>
<br />
<div style="margin-bottom: 0cm;">
Buena lectura.</div>
<br />cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-64458325755398666992019-03-02T05:49:00.000-08:002019-03-02T05:49:14.961-08:00Las clavículas de las niñas prodigio - Suburbano<a href="https://suburbano.net/ls-claviculas-de-las-ninas-prodigio/" target="_blank">Las clavículas de las niñas prodigio - Suburbano</a><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjKe2eih32cSKV-QNNw56l_5aZHeE8JGTZkLdFjhY7iIbI7Wsz9oA5-Yi6g2Y17r1IsFrj-LHIq-1LDX4h3CAYFx4SYA_76x2cCB4PnnlcrhEOclnQtx3Bz4hm59GfvX4LlF25gjI0AfMD/s1600/Gamez-collage-1.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="800" data-original-width="1280" height="200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgjKe2eih32cSKV-QNNw56l_5aZHeE8JGTZkLdFjhY7iIbI7Wsz9oA5-Yi6g2Y17r1IsFrj-LHIq-1LDX4h3CAYFx4SYA_76x2cCB4PnnlcrhEOclnQtx3Bz4hm59GfvX4LlF25gjI0AfMD/s320/Gamez-collage-1.jpg" width="320" /></a></div>
<br />
<br />
<div class="MsoNormal">
En la última entrada hablaba de la literatura del yo desde
una perspectiva femenina. Lo hacía a partir de la autora que más espacio ha
ocupado en el ámbito internacional reciente. Pero no puedo obviar la
transformación que la sociedad española ha experimentado en los últimos tiempos
con la mujer en el centro, también en el ámbito de la literatura, mucho más en
la del yo. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Es larga la tradición literaria feminista hispana, en
especial en su rama latinoamericana. Pero he querido centrarme en la literatura
española peninsular por el impulso social que ha tomado allí el discurso
feminista, hasta el punto de convocar manifestaciones multitudinarias el pasado
8 de marzo, y generar movimientos de ultraderecha dispuestos a enfrentar sus
tesis, como Vox.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Para mi texto de hoy he elegido dos novelas recientes,
muestras del signo de los tiempos. La primera es una joven promesa, Sabina
Urraca (San Sebastián, 1984), contrastada periodista que debutó literariamente
con <i>Las niñas prodigio</i> (Fulgencio Pimentel, 2017), una autoficción en la
que sintetiza su existencia. La segunda es una solvente escritora que se ha
convertido en una de las voces de referencia en la literatura española: Marta
Sanz (Madrid, 1967). Sanz suele trabajar la crítica social desde la hibridación
de géneros. Ha practicado la novela negra y el relato de época. Pero en <i>Clavícula</i>
(Anagrama, 2017) se enfrenta de manera explícita con su autobiografía, con su
enfermedad y con su condición de mujer.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
La primera de las dos novelas es un arrebato de
visceralidad. Urraca nos introduce en una infancia a la par traumática y
fascinada por los traumas. Por la violencia mental de los niños (“Cuchillitos”
[p. 71]). Por la emergencia de una sexualidad siniestra. Por la relación con
Chori, ese chico gallego con el que se cartea. Y, sobre todo, por su amor a
Henri, un amigo vasco-francés de los padres que vive con ellos en la isla
(Tenerife), en una narración donde los límites entre la sexualidad y el tabú
quedan borrosos. Lo hace desde el cortijo semiabandonado en el que se ha
recluido para escribir la narradora. Las letras que surgen de esas muñecas,
plasmadas sobre un teclado que se alimenta como puede de la electricidad que
llega, están impregnadas por esa infancia y por un sentimiento ambivalente: el
deseo y el rechazo a la maternidad, que se plasma desde el inicio, cuando la
narradora asiste a un parto (p. 9). Ese recorrido femenino ,desde la infancia
hasta la edad adulta, pasando por los episodios en la pubertad, la narradora lo
traza con el tono del terror, con el amenazante aliento de la sangre menstrual
de las vírgenes, con la mirada del sadismo, con una combinación entre el
testimonio y la extrañeza, y con un estilo brillante. Se trata de un ejercicio
de empoderamiento de la autora después de que la narradora nos haya mostrado a
personajes como Sara (p. 114), siempre a manos de las decisiones de los
hombres. Solo al final se me hace un poco largo un libro que he leído con
intensidad. Y después de reflexionar sobre su ambición, que no es poca, pues
pretende sintetizar ese manojo de nervios, sentimientos, deseos y frustraciones
que es una persona, me pregunto cuál será la próxima obra de la autora tras
haber dejado el listón tan alto.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<i>Clavícula </i>es un escrito muy diferente. La narradora levanta
acta de una parte muy especial de la intimidad: las dolencias, la enfermedad.
Lo hace de una forma tan desgarrada que me recuerda a Stendhal. La suya es una
declaración “en carne viva” (p. 50), que por momentos le hace sentirse
culpable, como sucede cuando una narración habla sin pudor de personas vivas,
en la que intercala otros textos, en su mayoría extraídos de experiencias
viajeras. La narradora se siente la única culpable, una privilegiada que es
infeliz. Suerte de su esposo, que es el bastón en el que se apoya la enferma
para seguir caminando hasta el cierre del libro, cuando en la mención a los
padres emerge, sutil, la figura del marido (p. 201); porque los médicos que se
representan en el texto no parecen ser un alivio. También hay espacio para la
identificación con los obreros que es una constante en su obra<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>(p. 22). Pero, especialmente, la hay con
todas aquellas mujeres que sufren, con todas aquellas mujeres que enferman, con
todas las mujeres que se enfrentan con la humillación de sus médicos, no
importa el sexo de estos. Se encara, en definitiva, al patriarcado desde la
enfermedad (p. 98). De ahí la mención a Elvira Navarro y su novela: <i>La
trabajadora</i> (p. 35). La voz narradora ataca el escrito desde la
experimentación, poniendo hincapié en que no va a hacer uso de las estructuras
del suspense (pp. 164-165); solo que no entiendo que entonces requiera mentar
al lugar manido que es la autoficción al inicio del libro (“Voy a contar lo que
me ha pasado y lo que no me ha pasado [p. 11]). En cierta forma, estas letras
son un reencuentro: el reencuentro con la persona que conocí para una
entrevista que salió publicada en <i>Quimera</i>. Acababa de publicar <i>Daniela
Astor y la caja negra</i> (Anagrama, 2013). Yo llegué como todo entrevistador
que se precie, con algunas preguntas punzantes camufladas en una serie de
interrogaciones reflexivas. Ella desmontó mi leve campo de minas con una
inteligencia y una sutileza apabullantes. Fue entonces cuando mis sentidos se
abrieron a la persona que tenía delante. Me había documentado para ese
encuentro no solo con escritos, también había consultado las imágenes de la
autora. La persona que hablaba delante mío con esa increíble perspicacia
aparecía muy desmejorada. Se trataba de una autora que se consumía por su
literatura, por hacer de su literatura un ejercicio de excelencia. Pues bien, <i>Clavícula</i>
es el documento que certifica ese sufrir. En definitiva, y a modo de
conclusión, el feminismo está ofreciendo en España buenas semillas para las
persona lectoras. He aquí dos buenos ejemplos.<o:p></o:p></div>
<br />cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-25098470276842317142019-02-02T10:45:00.000-08:002019-02-02T10:45:04.558-08:00Periferia redentora - Nagari Magazine<a href="http://www.nagarimagazine.com/periferia-redentora-carlos-gamez-perez/" target="_blank">Periferia redentora - Nagari Magazine</a><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEji5HkSmmbWzSC8peJE2nA18zqjVYPoVMBSxhgVlivd4Fs161SLz-SpYwNe0B-kYUA3HfgATC2nJyjLGmU8bDx8WDN1ZsecfYHqQydV5ptb-SSRyVPzCFZspCnUoE5l2AZP5KAlhYgM3AzR/s1600/redencion.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="219" data-original-width="143" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEji5HkSmmbWzSC8peJE2nA18zqjVYPoVMBSxhgVlivd4Fs161SLz-SpYwNe0B-kYUA3HfgATC2nJyjLGmU8bDx8WDN1ZsecfYHqQydV5ptb-SSRyVPzCFZspCnUoE5l2AZP5KAlhYgM3AzR/s1600/redencion.jpg" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
El territorio desde el que se decide narrar es uno de los
elementos básicos de la propuesta de cada escritor. En la literatura argentina
esa es una elección fundamental. Si Jorge Luis Borges escribe desde esa Pampa
imaginaria o desde ese Buenos Aires lunfardo también imaginario, Julio Cortázar
lo hace desde su Paris, Ricardo Piglia desde Entre Ríos y César Aira desde el
bar que frecuenta a diario durante una hora.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Matias Crowder (La Plata, 1973) escribe desde un territorio
distinto al de la mayor parte de los escritores argentinos contemporáneos. Ahí
reside su originalidad, periférica también en lo vital (el autor lleva años
afincado en Girona). Crowder opera siempre con una lógica parecida en su
construcción literaria. Busca un territorio mítico y, desde ahí, narra una
historia polémica. Siempre se trata de un territorio periférico, ajeno a los
centros de la cultura de su país de nacimiento, en buena medida, emparentado
con el Entre Ríos de Piglia. Eso le permite explorar regiones dolorosas y
conflictivas de la reciente historia argentina. Si en <i>La duna</i>, su
anterior novela publicada en España, situada cronológicamente durante la
Campaña del Desierto, se enfrentaba con el genocidio que sufrieron los
indígenas argentinos, por culpa de las políticas eugenésicas de Domingo
Sarmiento y al afán expansionista del general Julio Argentino Roca, en <i>Los jueves
de redención</i> (La discreta, 2018) se atreve con el drama de los
desaparecidos, que golpeó a la sociedad argentina en la década de 1970, durante
la dictadura militar. Concretamente, se enfrenta con los asesinatos cometidos
por los militares cuando dejaban caer a los presos políticos desde aviones en
vuelo.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Para ello, se “inventa” el territorio en el que caen esos
cuerpos desde el cielo, los <i>llovidos</i> en la novela. Es un territorio que
ya existe: el Delta del Paraná, precisamente, en la provincia de Entre Ríos; y
dentro del Delta, construye el territorio imaginario de Los Álamos, el pueblo
al que pertenecen los protagonistas. Se trata de gente de procedencias
diversas: huidos de la gran ciudad, nacidos allí que viven del contrabando,
traficantes de droga que trabajan con los jóvenes hippies que vienen de Buenos
Aires en busca de fiesta, que en sus tránsitos por el Delta empiezan a
tropezarse con unos cuerpos caídos del cielo, maniatados (p. 54), ya muertos,
que los horrorizan pese a tratarse de tipos curtidos. La trama se trastoca con
el encuentro de un caído vivo que el narrador, Abelino, por entonces un niño, ha
visto ya en sueños; un elemento onírico que conecta a Crowder con el realismo
mágico, como ya sucedía en <i>La duna</i>. Así es como entra Guillermo Argüello
en la narración. Cuando salva la vida del hijo de Ana Prado, se convierte en un
ser mitológico: El Llovido. Será el desencadenante de la detención de La Flaca
y de Abelino por los celos que provoca en Moreno, que colabora con los
militares. Es la hora más oscura del relato. Pero la figura de Guillermo también
aparecerá en la venganza poética que cierra la historia, desde la que se opera
la redención.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Uno de los elementos que determinan ese espacio es el
lenguaje coloquial, bien matizado por el autor en una novela donde prima lo
oral. Otro nada despreciable es el uso que se realiza de la cultura popular en
la narración, junto a los mensajes institucionales de la Junta Militar (p.
140). Esas citas de artistas televisivos de la época y, sobre todo, del Mundial
de 1978, marcan el carácter periférico del Delta, donde la producción cultural
viene de un lugar ajeno y se recibe con aparatos (televisores, radios) en un
lugar tan cercano a la naturaleza. A modo de ejemplo, la cita de “Pepe Galleta,
<i>el único guapo en camiseta</i>, de Canal 13” (p. 112).<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
La novela está escrita como una crónica. Abelino nos va
contado la historia a partir de las cintas grabadas que conserva, las
entrevistas que realiza con distintos testigos con los que ha ido contactando
durante su investigación, el diario de Guillermo y sus recuerdos. Se trata de
un ejercicio complejo y trabajoso, estructurado desde la oralidad de las voces
que concurren, que conlleva un notable esfuerzo, lo que a veces dificulta la
lectura, porque es mucha la información y muchas las voces que se comprimen en
cada capítulo. Pero esa dificultad no apantalla la realidad de la obra. Se
trata de una novela que te golpea, tanto por la forma como por el contenido.<o:p></o:p></div>
<br />cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-29870807052955209432019-01-02T07:34:00.000-08:002019-01-02T07:34:03.153-08:00Una historia visionaria - Nagari Magazine<a href="http://www.nagarimagazine.com/una-historia-visionaria-carlos-gamez-perez/" target="_blank">Una historia visionaria - Nagari Magazine</a><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg1vw3lKB8kMGMUlfNzaQDGL-mZPB_RhbgzaRz6wY6xyhtvSeCoA3abqWxk_hhc5zn5OFqeCnI1pjiQPOkukt_xO6mu5eLjNbGJRQgZffL0f4jWCW9bGdZG1RiEnldl1brY9qJxmd58h_MO/s1600/rastrollo.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1200" data-original-width="795" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg1vw3lKB8kMGMUlfNzaQDGL-mZPB_RhbgzaRz6wY6xyhtvSeCoA3abqWxk_hhc5zn5OFqeCnI1pjiQPOkukt_xO6mu5eLjNbGJRQgZffL0f4jWCW9bGdZG1RiEnldl1brY9qJxmd58h_MO/s320/rastrollo.JPG" width="212" /></a></div>
<br />
<br />
<div class="MsoNormal">
Un desagradable desengaño reciente me llevó, por suerte,
hasta las páginas de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Berlín-Barcelona
Kabarett</i>, la primera novela de Juan José Rastrollo (Elche, 1968). Así es la
vida, caótica; un mal recuerdo te puede dirigir a una buena experiencia. Tal
fue la lectura. Allí me reencontré con la buena literatura, de léxico abundante
y sintaxis compleja, articulada en frases como: “De puntillas, volvió al
camerino y ahogó el rubor de su desnudez en una bata de seda adamascada que le
ofrecía una corista.” (p. 69) También me topé con una proposición literaria que
apuesta por la experimentación junto con la inteligibilidad y la documentación
rigurosa. Una delicia, créanme.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
De todos los recursos del autor, me gustaría destacar ese uso
de la experimentación a partir de una estrategia muy sencilla: el diario de
notas de Barroso, en el que apunta los temas y los posibles recursos con que
enfrentarlos de una forma que juega con la sintaxis, la tipografía y la
disposición de la página, como se observa por primera vez en p. 64. También
quiero hacer mención a las excelentes reflexiones del buen lector que es
Rastrollo (pp. 84-85), que abruma con su erudición literaria, tanto de las
tradiciones germánicas como de las hispanas.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
El libro narra una historia dantesca, producto del
aprendizaje de Rastrollo al lado del poeta y académico José María Micó. Delfín
Barroso, un seminarista en ciernes, ve desfallecer su vocación religiosa frente
a sus intereses literarios y realiza una escapada relámpago a Berlín. Allí conoce
a una hermosa artista de cabaret: Úrsula, y a su novio ruso: Gávril. Con ambos
inicia una relación multisexual que le provocará serias dudas identitarias.
También comienza el diario que leemos, recopilado por otra voz mediante la
técnica del manuscrito encontrado. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Estamos en el verano de 1931; así que Alemania está inmersa
en la República de Weimar, contemplando el ascenso endiablado del
nacionalsocialismo, y en España acaba de caer la monarquía. Rastrollo, gran
conocedor de la cultura de cabaret y amante de aquel Berlín histórico,
disecciona esa época con una notable carga de autoconciencia (pp. 146-147) y profusa
documentación, apabullante por momentos: todo el malestar sociopolítico de la
Alemania de Weimar, y también el ambiente variopinto de los cabarets de aquel
Berlín. Pero quizás lo que más impresiona es el retorno de Delfín a Barcelona, son
las narraciones de la declaración de la República Catalana por parte de Lluís
Companys. Toda esa parte Impresiona por los paralelismos con los hechos vividos
en otoño de 2017. Teniendo en cuenta que esta novela gana la IIª Edición del
Premio Literario Miguel de Unamuno en el verano del mismo año, oraciones como:
“¿Hay algo menos revolucionario que leer al pueblo un discurso ajeno, redactado
a vuela pluma desde el balcón de las instituciones?” (p. 137) se antojan
reveladoras. Aunque a mi entender, el autor no llegue a resolver la complejidad
del conflicto político que plantea, se trata de un relato histórico que se
convierte en visionario, y que contrasta con la versión idealizada y mestiza
que tiene Barroso de la Ciudad Condal, y que quiero creer que coincide con la
mirada del autor. No es otra sino esta: <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-left: 35.4pt;">
Disfrazado de figurín, emprendo
un camino de perdición a través de un periplo de ramblas que va de la llamada
de los Pájaros, a la de las Flores, a la del Liceo, hasta llegar a la de los
Capuchinos de Santa Mónica, centro neurálgico del pecado y del tráfago de
cuerpos. […] En ella anidan todos los bares, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">music halls</i>, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">dancings</i>,
cafés-cantante y cabarets golfos de la ciudad. […] Es ése el hábitat de la
Barcelona plural y mestiza que me atrae. Ese fruto de intercambios y ósmosis de
la clientela bohemia, literaria, burguesa, obrera y canalla. De la convivencia
fecunda entre mujeres y hombres llegados de mundos diversos con sus ropas
raídas y el orgulloso tizne roñoso de su piel ocupando espacios compartidos,
democráticos y plurales (p. 121).<o:p></o:p></div>
<br />cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-79813057259862608742018-12-02T10:55:00.000-08:002018-12-02T10:56:29.578-08:00MALAS NOTICIAS DESDE LA ISLA EN MEDIUM DE LA MANO DE SALVADOR LUISEl bueno de Salvador Luis Raggio <a href="https://medium.com/salva-zone/malas-noticias-desde-la-isla-de-carlos-g%C3%A1mez-p%C3%A9rez-57d91e60588e?fbclid=IwAR2M3vjtka_oxgnj8aRfKd6Iwsv0AngCK_UIDOIhak1sZ536YIWF-gAtlzI" target="_blank">escribe </a>sobre <i>Malas noticias desde La Isla</i> en Medium.cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-39021494884834784972018-12-02T10:31:00.000-08:002018-12-02T10:31:49.457-08:00El hombre de la mirada lúdica - Nagari Magazine<a href="http://www.nagarimagazine.com/el-hombre-de-la-mirada-ludica-carlos-gamez-perez/" target="_blank">El hombre de la mirada lúdica - Nagari Magazine</a><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzPYI_5UckA30uR_xO_LqIGa_0u6BbqvUBA5GYB3ELRMwqOdeaHBtbSwNWCuz70LaWusxewkQY8mU0ZyXvPaCHnfcxgV2EXvIT5r73ULqbO5v1S1HMYMBihWrmN-4w4MUWCor4dJFB262F/s1600/gual.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="268" data-original-width="188" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgzPYI_5UckA30uR_xO_LqIGa_0u6BbqvUBA5GYB3ELRMwqOdeaHBtbSwNWCuz70LaWusxewkQY8mU0ZyXvPaCHnfcxgV2EXvIT5r73ULqbO5v1S1HMYMBihWrmN-4w4MUWCor4dJFB262F/s1600/gual.jpg" /></a></div>
<br />
<br />
<div class="MsoNormal">
En un comentario crítico de la anterior novela del autor: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los últimos días de Roger Lobus</i>, Robert
Juan-Cantavella, uno de los dos presentadores de su último libro en Barcelona,
en la librería Calders, apuntaba al hecho de que, a la longeva tradición de la
literatura del padre, Óscar Gual (Almazora, 1976) incorporaba el humor. Pues
bien, el humor sigue siendo una marca de la casa del autor. En este caso, en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El hombre de la mirada de piedra</i>
(Aristas Martínez, 2018), el humor y la ironía permiten vertebrar escenas de
acción que parecen extraídas de un videojuego y que acaban siendo eso, la
parodia de unos personajes que pretenden ser héroes frente a la pantalla de
televisión con sus mandos respectivos: “Por eso aquí seguimos, suspendidos, sin
mover un dedo para no quebrar este frágil y reconfortante equilibrio. Esperando
que llegue aquello que no queremos que llegue nunca. Un lienzo costumbrista:
familia cualquiera frente al televisor cualquier noche en cualquier salón de
cualquier ciudad que no sea esta.” (p. 42)<o:p></o:p></div>
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<br /></div>
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El autor utiliza, por tanto, una mirada lúdica para
desarrollar temas de profundo calado. Lo cierto es que hay mucho de
gamificación en el libro. La novela intenta reconstruir la biografía de un extraño
personaje: Drákos Vasiliás, aka “El Chema”, aka Josep María Milhomes. Se trata
de un tipo que sufre el Síndrome del Savant, lo que le permite traducir la
realidad a relaciones matemáticas y, a partir de ahí, convertir sus habilidades
en ingentes beneficios para las corporaciones para las que trabaja, como
Pareidolia, el gigante financiero. Como no podría ser de otra forma, los
orígenes de ese oscuro Drákos tienen lugar en Sierpe, el territorio imaginario
en el que se desarrollan todas las novelas del autor. El narrador los cuenta a
partir del fulgurante ascenso, las esperpénticas andanzas, de corte nítidamente
berlanguiano, pero también mediante los juegos de estrategia y el clásico: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El arte de la guerra</i>, para llegar a la posterior
desaparición del trepa Milhomes. Esta estrategia no es gratuita, o no solo está
diseñada para que el autor vuelva a su territorio imaginario y utilice escenas
lúdicas. La trama de Gual nos señala que todo el desmadre que ha tenido lugar
en las últimas décadas con la economía no es global más que en sus
consecuencias. Tiene unas raíces locales que son las que engendran todo el caos
y el dolor posteriores.<o:p></o:p></div>
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El libro está dominado por un argumento de ciencia ficción,
el de la capacidad de entender la realidad desde parámetros matemáticos, que
casa muy bien con la profesión de informático del autor, y con los juicios
socioeconómicos que realiza. Pero es algo más que una novela de ciencia
ficción. La caótica investigación en busca de la narrativa que compone la
figura de Drákos es más sutil, con la gestión de notables cantidades de datos y
fragmentos inconexos, de la que puede llegar a dudar el lector como lo hace el
narrador: “ante situaciones imposibles de encajar, para las cuales no tenemos
referencias establecidas, pensamos que estamos pasando algo por alto. Porque no
disponemos de un relato bajo el cual guarecernos. Cuando puede que sea justo lo
contrario. Cuando, quizá, nuestra querencia por la narratividad se haya
convertido en un obstáculo.” (p. 210) Gual se está cuestionando la capacidad de
narrar. Me recuerda a Joel, el investigador robótico protagonista de la primera
novela del autor: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Cut & Roll</i>. Sin
embargo, a diferencia de esta última, en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El
hombre de la mirada de piedra</i> lo que prima en el narrador es la necesidad
de contar una historia.<o:p></o:p></div>
<br />cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-11543301276662472442018-11-19T06:14:00.000-08:002018-11-19T06:14:00.779-08:00El diario de las noticias falsas - Nagari Magazine<a href="http://www.nagarimagazine.com/el-diario-de-las-noticias-falsas-carlos-gamez-perez/" target="_blank">El diario de las noticias falsas - Nagari Magazine</a><br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiPUtezd_7pWkIk0iAOVEzKch08DINo84O6WrdmUT7KmGNATe_oWkIkWSRh7PT5TUoTctp6FCVI8hzz9V0qCkJ4SeSkYdA95jbgKAPoTJsJ5j2KJrShKp6_cBS0BKGnXDhGP8TwP05UIN4X/s1600/elultimo.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="499" data-original-width="313" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiPUtezd_7pWkIk0iAOVEzKch08DINo84O6WrdmUT7KmGNATe_oWkIkWSRh7PT5TUoTctp6FCVI8hzz9V0qCkJ4SeSkYdA95jbgKAPoTJsJ5j2KJrShKp6_cBS0BKGnXDhGP8TwP05UIN4X/s1600/elultimo.jpg" /></a></div>
<br />
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Las noticias falsas, los noticiarios elaborados a la medida
del que los encarga, no son cosa solo de nuestros días ni del ínclito Donald
Trump. Forman parte de un hilo de conexiones guadianescas que van apareciendo
en la historia cultural. Esa es la realidad que lleva a Luis Alejandro Ordóñez
a perseguir una obsesión que le ronda desde que lee una anécdota en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El año de la muerte de Ricardo Reis</i>, la
novela de José Saramago, y, como buen narrador y buen periodista, necesita
saber más de esa historia, como el yonqui necesita cada vez más de la droga que
le permite tener un motivo para vivir.<o:p></o:p></div>
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<br /></div>
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Y Ordóñez se adentra en la anécdota: el New York Times que
John D, Rockefeller (1839-1937) se hacía confeccionar cada día, publicado solo
con buenas noticias. Y trata de reconstruir la historia, no solo de ese diario
de encargo, también de cómo llega la noticia a Portugal con motivo de la muerte
del millonario y cómo le alcanza a Saramago, que era un adolescente cuando
murió Rockefeller. Y se sumerge en la historia. Y deja volar su imaginación y
reconstruye el caso de la recepción de la increíble, la absurda noticia del
multimillonario norteamericano que se hace confeccionar tan excéntrica
publicación. Y construye una historia que ubica a un joven periodista con
ínfulas literarias tras la pista de esa noticia y en competición con las otras
cabeceras lisboetas, en un entorno aderezado por Ricardo Reis heterónimo del no
mucho antes fallecido Fernando Pessoa, también citado. Y va más allá y se
imagina al redactor de esa publicación de encargo, que no puede ser otra cosa
sino un escritor, un narrador de historias que por la fortuna de conocer al
viejo Rockefeller consigue darle un giro a su destino y dejar su trabajo en la
construcción para dedicarse al sustento de la pluma, aunque sea inventando las
noticias que transmite a su benefactor a través de ese periódico tan personal,
ese diario hecho a medida. Y por eso, ante la noticia de la muerte del viejo
Rockefeller, el narrador se imagina a Benjamin, que es el nombre que Ordóñez ha
decidido para ese autor desconocido que obró el milagro de transformar las
noticias con su inventiva, confeccionando su último ejemplar de encargo, que es
el que descubrirá la prensa lisboeta y, más tarde, Saramago e incluso Juan
Carlos Onetti o Juan Gabriel Vásquez. Y se entiende que Benjamin quiera
entregar su último ejemplar y para ello vaya tras la tumba en la que está
enterrado el millonario.<o:p></o:p></div>
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<br /></div>
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Y todo lo que buenamente les he intentado resumir, lo narra
Ordóñez con la prosa directa y efectiva de un buen narrador y un buen
periodista: “Al menos la foto era lo suficientemente grande como para mostrar
al anciano en toda su dignidad. El hombre que quería vivir 100 años y que
regaló casi toda su fortuna a la caridad. Qué mal gusto, no mencionar eso y en
cambio tildarlo apenas de <span style="mso-bidi-font-family: Calibri; mso-bidi-theme-font: minor-latin;">«</span>Rey del petróleo<span style="mso-bidi-font-family: Calibri; mso-bidi-theme-font: minor-latin;">»</span>” (p. 52).<o:p></o:p></div>
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<br /></div>
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A veces el texto crece con la ayuda de internet (p. 110),
otras del archivo y, las más, de la imaginación. A través esos tres vectores, hace
reflexionar a este lector sobre la naturaleza de las noticias falsas tan de
nuestros días, aunque Ordóñez le deje claro que no son solo de estos días, dejándole
un buen sabor de boca al finalizar el texto. Así que lean <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El último New York Times</i>. No les decepcionará.<o:p></o:p></div>
<br />cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-76221603368374130032018-11-07T15:24:00.000-08:002018-11-07T15:24:53.823-08:00La memoria durmiente de Modiano - Suburbano<a href="https://suburbano.net/literatura-del-yo-la-memoria-durmiente-de-modiano/" target="_blank">La memoria durmiente de Modiano - Suburbano</a><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqxycTK3IykHHrscRwRGiGRuIjJj9R4y2MSsiShwPFFGb2-DwzwuqrCD1hWfPQ7l5D4QLG_pLZRSua2nPDQmJr1iZnQXAWGTdwvmRPjJ6_uEWt7iqabhwTC9eACFvFUU2CYTBmgjjNtrxJ/s1600/modiano.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="600" data-original-width="1000" height="192" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqxycTK3IykHHrscRwRGiGRuIjJj9R4y2MSsiShwPFFGb2-DwzwuqrCD1hWfPQ7l5D4QLG_pLZRSua2nPDQmJr1iZnQXAWGTdwvmRPjJ6_uEWt7iqabhwTC9eACFvFUU2CYTBmgjjNtrxJ/s320/modiano.jpg" width="320" /></a></div>
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Qué duda cabe que la literatura del yo va a estar
notablemente dirigida por la memoria en buena parte de los escritores que la
practican. Es el caso de muchos de los autores tratados aquí: Thomas Bernhard,
Philip Roth, Karl Ove <span style="mso-bidi-font-weight: bold;">Knausg</span><span style="mso-bidi-font-family: Calibri; mso-bidi-font-weight: bold; mso-bidi-theme-font: minor-latin;">å</span><span style="mso-bidi-font-weight: bold;">rd, </span>Javier Marías,
Manuel Vilas. Pero en los últimos años el autor que ha destacado como un constructor
sin paragón en la investigación de la memoria para la escritura es Patrick
Modiano (Boulogne-Billancourt, 1945), premio Nobel de literatura en 2014 y novelista
de larga producción.<o:p></o:p></div>
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La de Modiano es una memoria confusa, que se ambienta en
París y se inicia en una época fundacional que el autor es incapaz de recordar:
la ocupación alemana de Francia durante la Segunda Guerra Mundial. En ese
período ominoso de la historia francesa es cuando se conocen el padre de
Modiano, un judío de origen italiano cuya familia había emigrado a Francia, y
la artista belga Luisa Colpeyn. Es más que evidente que la pareja tuvo que
esconderse de los ocupantes. En esa tensión fue engendrado el niño Patrick y
sus tres primeros libros hablan de la ocupación como el lugar donde se engendra
al autor y su mito de origen: <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El lugar de
la estrella</i> (1968), <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La ronda de noche</i>
(1969) y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los bulevares periféricos</i>
(1972). Aunque el autor se distanciará en parte de esa temática en sus
siguientes trabajos, en muchas ocasiones volverá a ese espacio temporal, mítico
para él, dado que inicia una larga etapa en la que el centro de su producción
es la familia y donde abundan los relatos autobiográficos. No en vano, hay otro
suceso en la vida de Modiano que lo determinará por completo y, por
consiguiente, a su obra: la muerte de su hermano Rudy, dos años más joven que
él, fallecido en 1957. A él es a quien dedicará toda su producción literaria. <o:p></o:p></div>
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De esta etapa, la de mayor interés para esta serie, destacan
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Libro de familia</i> (1977), <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Más allá del olvido</i> (1996) y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Un pedigree</i> (2004), y la obsesión por
recuperar la elusiva figura paterna, aquel judío siempre inmerso en negocios
extraños, con personajes extraños, como al inicio de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Recuerdos durmientes</i> (2017), su primera novela después de la
consecución del Nobel, recientemente aparecida en castellano en Anagrama, con
excelente acogida.<o:p></o:p></div>
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La novela podría considerarse el prototipo de las composiciones
de Modiano en su exploración de la memoria familiar. En extrañas
circunstancias, el autor, que escribe en primera persona, conoce a una mujer
misteriosa y, por los breves rasgos que matiza y las efímeras descripciones, la
persona lectora advierte que es atractiva, si bien no queda claro que esa
atracción se deba a ese halo misterioso que la envuelve. En <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Recuerdos durmientes</i>, es Mireille Urúsov,
la hija de un enigmático empresario ruso amigo de su padre, quien le lleva
hasta la Sra. Hubersen. Entonces aparece el conflicto, que en Modiano siempre
es <i style="mso-bidi-font-style: normal;">noir</i> o tiene matices <i style="mso-bidi-font-style: normal;">noir</i>: un hurto, una fuga, una muerte. Se
trasmite muy poca información del hecho, lo que rodea a la trama de enigmas. En
este caso se trata de un asesinato. Ludo F., otro opaco personaje de los muchos
que pueblan las páginas escritas por el narrador francés, ha aparecido muerto
en extrañas circunstancias. Todas las sospechas apuntan hacia la Sra. Hubersen,
y es con ella con quien el autor se mantiene en perpetuo contacto hasta el
desenlace que, como resulta lógico, no revelaré. <o:p></o:p></div>
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Se trata de textos metarreferenciales donde Modiano
reflexiona sobre el proceso de construcción de la memoria: “Intento ordenar los
recuerdos. Cada uno es la pieza de un puzle, pero faltan muchos, así que la
mayoría se quedan aislados. A veces, consigo juntar tres o cuatro, pero no más.
Entonces anoto retazos que vuelven en desorden, listas de nombres o de frases
muy breves.” (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Recuerdos durmientes</i>,
p. 56)<o:p></o:p></div>
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Uno de los elementos que más me gustan de las novelas de la
memoria de Modiano son los reencuentros. Aproximadamente en el tercio final de
muchas de sus novelas existe un salto en el tiempo. El autor no nos traslada ni
al pasado remoto que nos ha contado, ni al presente desde el que escribe, sino
a un punto intermedio, en la década de 1990 o 10 años después de los sucesos,
como ocurre en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Recuerdos durmientes</i>, y
mediante un elemento narrativo realmente brillante: la misma maleta que el
autor había llevado a su amiga, que vuelve a sus manos 10 años más tarde, en el
reencuentro fortuito. En ese espacio temporal intermedio, narrador y personaje
tratan de reconstruir una parte de ese relato, sin éxito porque el tiempo ha
borrado la memoria y queda el autor solo dispuesto a tener que avanzar hasta el
final con apenas unos pocos asideros escondidos en su mente. Esa recuperación
de lo vivido desde el yo es el reto literario que Modiano ha resuelto con gran
brillantez en la abrumadora extensión de su obra.<o:p></o:p></div>
<br />cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-423252984786488041.post-52896519074605669182018-10-19T15:28:00.000-07:002018-10-19T15:28:29.248-07:00MALAS NOTICIAS DESDE LA ISLAEfectivamente, ese es el título de mi último libro publicado. Salió el mes pasado, pero son tantas las obligaciones que hasta hoy, con motivo de <a href="https://www.diaridegirona.cat/accents/2018/10/19/grans-jocs-terra-promesa/941197.html" target="_blank">la nota </a>que Matias Crowder publica sobre la novela en el Diari de Girona, no he podido pasarme por aquí a informarles.<br />
<br />
Esta es la portada, para abrir boca:<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh3Vr8JenrbQlDOaB68iDselplIbwMH36ZWC0ooD6uQ2c6sAhkPvAk77Pp60aOEoX0T6YiIwwUfCpN_iJ6HmoByhsasiag9Kbomu0UAMlVVKw4yREYh_dcTG1HdE-b66du6gsdFZIqEKjjY/s1600/portada+malas+noticias.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="265" data-original-width="189" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh3Vr8JenrbQlDOaB68iDselplIbwMH36ZWC0ooD6uQ2c6sAhkPvAk77Pp60aOEoX0T6YiIwwUfCpN_iJ6HmoByhsasiag9Kbomu0UAMlVVKw4yREYh_dcTG1HdE-b66du6gsdFZIqEKjjY/s1600/portada+malas+noticias.jpg" /></a></div>
<br />
Y <a href="https://www.amazon.es/Malas-noticias-desde-Carlos-G%C3%A1mez/dp/1732114420" target="_blank">aquí </a>el enlace en el que se puede adquirir.<br />
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Espero la disfruten.cgamezhttp://www.blogger.com/profile/12782877545119786374noreply@blogger.com2