Repaso por enésima vez mi aforismo. Finalmente, decidido, encamino el cursor hacia "PUBLICAR ENTRADA". En ese momento la duda. ¿Dónde acabará ese pensamiento tanto tiempo pulido tras la fulgurante aparición en mi mente? ¿Lo leerá alguien? ¿Perdurará? No. Seguro. O al menos lo hará de manera efímera, como los textos de los pre-socráticos. Esa idea me convence del todo. Que sea el azar quien contribuya a elegir las ideas que deben perdurar. Que el peso del tiempo, la evolución técnica, los cambios culturales y sociales sean los árbitros de las ideas futuras.
Eso es lo más atractivo del pensamiento que se publica en internet a través de los blogs: su frescura y lo efímero que la acompaña. A los filósofos pre-socráticos, como a los poetas pre-homéricos, les traicionó el formato. No existía el papel como hoy lo conocemos, y la tablilla o el papiro, innovaciones técnicas de su época, se conservaron en condiciones deficitarias. Pero algunas ideas eran buenas y sobrevivieron con la oralidad de forma fragmentaria. Después los grandes oradores como Sócrates y los sofistas las recogieron. Después Platón, que sí consiguió fijarlas en un formato menos perecedero. Después la transmisión del pensamiento hasta hoy, con los árabes, los hindúes, los monasterios, el papel desde China, la imprenta.
Ahora, con Internet, otra vez el formato parece ser decisivo para la transmisión futura de ideas y relatos. Muy probablemente, Internet no sobrevivirá como nosotros la conocemos. El avance tecnológico es tan impredecible y se ramifica tanto, e Internet tiene unos soportes tan efímeros, que tal vez en el futuro se buscarán vehículos de transmisión cultural más estables (formato magnético, supongo). Pero eso va a permitir que el azar juegue como un elemento más del conocimiento, lo cual lo hace más real. Y descarga de vanidad la labor de los que pretendemos colgar pensamiento en la red.