Una vez más, inicio esta columna con una lectura muy
sugerente. Me duele mucho haberla atrasado tanto. Me duele tener la mesa de mi
despacho dominada por una altísima hilera de libros que me gustaría leer ya. El
(poco) tiempo me impide hacerlo. Por eso me duele escribir sobre un libro que
salió hace un año, obra de un autor al que sigo hace tiempo, del que ya hablé aquí.
Pero es mucha la cantidad de obras que se publican. Y no ha sido hasta este mes
cuando he podido leer Un paseo por la
desgracia ajena, una colección de 17 cuentos, último trabajo publicado de
Javier Moreno (Murcia, 1972).
Para empezar, escribiré sobre el título. Pocas veces una
frase acierta tanto con el contenido de un libro como la que se utiliza para
encabezar el texto de Moreno. Se trata de un acierto más destacable, si cabe,
si tenemos en cuenta que se trata de una colección de piezas sueltas. Pero no
hay lugar a dudas, “un paseo por la desgracia ajena” es el tema del libro.
El autor, matemático y profesor de matemáticas, no rehúye
los asuntos matemáticos y filosóficos que pueblan sus anteriores obras. Sin ir
más lejos, en la primera pieza: “Boca abajo”, el protagonista se interroga por
la ley de probabilidades y cómo describe nuestra existencia (p. 10). Y en “El
discurso del método” un narrador muy peculiar nos lleva a la reflexión
filosófica. También utiliza esa ciencia ficción en tiempo real de la que hizo
uso en su anterior novela y que llevó a algunos
críticos a compararlo con Michel Houellebecq (en “Phoenix”, “Selfie-vamps” y “ELLO”). Pero lo que
prima en este texto es la miseria de la existencia humana y cómo el autor la
enfrenta a partir de estrategias narrativas. Moreno sigue indagando en el dolor
cotidiano de las personas, como ya hacía en Acontecimiento,
a través de su propia experiencia y de la imaginación.
Cabe decir que La escritura de Moreno me sigue impresionando
tanto como la primera vez que le leí. Me refiero a ese estilo limpio, conciso
que no encierra ni una frase mal escrita. En este libro, dada su naturaleza,
ese estilo se combina con distintas estrategias narrativas. De esta forma, la
persona lectora se encuentra con el asombroso caso de una figura del doble que
no protagonizan los personajes, sino las camisas que se pone (“Dos camisas
iguales”). O descubre un original juego de narradores en “El arquitecto y la
modelo” para plasmar la incomunicación que existe entre el ideal y el deseo.
He dejado para el final los tres cuentos que más me han
gustado. Uno es “La criada” trasunto de “Casa tomada”, de Cortázar, en el que
un acomodado padre de familia se deja vencer por la alegría de su asistenta,
que se bate en retirada tras la cortante respuesta de ella a una invitación:
“Usted ya me paga” (p. 35). El uso del absurdo en este relato es sublime. Otro relato
excelente es “Dos parejas”, por la cuidada estructura de dos hombres creadores
y dos mujeres analistas que ponen sobre la mesa el discurso feminista con un
desenlace final sorprendente. Y me quiero despedir con “Gota de ámbar”, el
segundo cuento de la colección. El terrible final, que no revelaré, como es
lógico, se me antoja la síntesis del buen hacer de Moreno. El relato se cierra
con la frase justa después de que a la persona lectora se le ha presentado a
través de la lectura el peor de los dramas, que Moreno hila mediante un
narrador, unos diálogos medidos y unas escenas que hacer presentir lo que está
por venir. Se trata de un cuento redondo, de los que dan envidia, que muestran
el talento, la originalidad, la imaginación y la capacidad de introspección de
su autor. Espero que Moreno siga obsequiándonos con muchos más textos de este
nivel en el futuro. Espero poder leerlos en cuanto salgan. ¡Ojalá!
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