Se plantó ante su víctima ignorando las palabras de Pedro,
que lo increpaba a su espalda.
-No te atreverás. Eres un cobarde.
Eso era lo que decían de él muchos en el instituto. Esa fama
se estaba agazapando a su espalda como una joroba. Debía desembarazarse de
ella. Así que tomó a su víctima del cuello de la camisa blanca. Pedro lo ayudó a agarrarlo. La silueta de
su sombra tapó por un instante el brillo del sol en los ojos del muchacho. Temblaba.
Sus hermosos labios rojos le hicieron estremecerse.
De buena gana hubiera hecho lo contrario. Pero alzó el puño
armando su brazo en señal de amenaza. Si a él le perseguía la fama de cobarde, su
víctima era conocida en el patio de la escuela como “la maricona”.
#historiasconorgullo
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