Matias Crowder es un trotamundos nacido en la Argentina (La Plata, 1973) que ha acabado dando con sus huesos en Girona. Hace unos meses reseñé aquí su novela, La duna, que ha obtenido muy buenas críticas. Hemos charlado al respecto del libro y otros de sus proyectos, y este ha sido el resultado de esa conversación.
1. Su novela, La duna, bebe por momentos de la tradición argentina. Pero añade el elemento del indigenismo, que no es tan común en la literatura argentina. ¿Venganza poética?
Es cierto que los indios casi no tienen espacio en la literatura argentina. Pero sí en mi historia personal. Mi padre era museólogo, solía caminar con él por el campo en busca de puntas de flechas, y le apasionaban las historias de los indios. Venganza poética cero, que no alcanza. Durante siglos su cultura ha sido negada. Les han masacrado, esclavizado, humillado. Las historias contadas no compensan toda la tragedia sufrida.
2. Para una literatura tan europea como la argentina, ¿cree que ya es hora de tocar el problema indígena si es que aún se ve como un problema?
La literatura argentina ha agotado tópicos. Debe reinventarse para sobrevivir. Es hora de quemar las naves y arriesgarlo todo. Sino, no es literatura. Si en el problema indígena hay una historia que contar, yo creo que sí, que hay más de una, pues allí estaré buscando.
3. Como Núñez de Pineda con los mapuches, ¿usted también está capturado por el pasado indígena de su país?
Estoy capturado en especial por las historias indígenas de mi país. Cuando las leo, o las escucho, siento que yo soy parte de ellas. Tengo mezcla de genes indígenas, como gran parte de los argentinos. Será por eso.
4. He consultado en alguna otra entrevista sobre La duna, que la novela surgió tras el viaje real a Trenque Lauquen para despedir a un familiar. ¿Le llegó toda la historia a partir de la imagen, o le llegó solo la imagen?
Me llegó la imagen. Muchas veces trabajo una historia desde una sola imagen. Una duna, en medio de la llanura, desplazándose a su capricho, dejando extrañas marcas al arrasar los campos. Las historias fueron enlazándose después.
5. Es usted un apasionado de la historia. ¿Tiene más narraciones planificadas sobre esta temática?
Sí, varias. Aunque en este caso, debo confesar, soy un degenerado en toda regla. Es decir, no tengo género. Escribo la historia que me atrapa, que sé que puedo contar tanto en una Academia de Letras como en un bar de carretera, y éstas pueden ser de cualquier tipo. Tengo historias de terror, novelas más psicoanalíticas, novela negra…
6. Ahora se acaba de publicar en la Argentina otro libro suyo. ¿Podría hacernos una breve sinopsis?
Se llama El cuerpo de las palabras, y trata sobre el poder de la palabra escrita. Son tres historias concatenadas sobre la primera imprenta argentina, construida en las misiones jesuíticas por monjes e indios guaraníes. Sus tipos se hicieron con balas fundidas. Transcurre a través de la historia argentina en los momentos clave de ésta. La imprenta es usada tanto para la poesía como para llamar a las tropas criollas a formación. Y fíjese lo curioso, sus tipos fueron vueltos a fundir para hacer balas con el fin de defender una población de la invasión de un famoso caudillo.
7. ¿Cómo está funcionando el libro?
Acaba de salir de imprenta, aparecerá ahora en septiembre, cuando viaje a Buenos Aires para hacer las presentaciones debidas.
8. Creo que es usted un escritor muy productivo, alguien capaz de dar a la imprenta dos manuscritos por año. ¿Cómo lo consigue?
Gracias al “método del freezer”. Cuando te metes de lleno a contar una historia, trabajas tanto en ella que en vez de ver mejor por donde va, en vez de alcanzar la cima, te desorientas, te adentras en una caverna. Yo pongo a congelar el libro y, como no puedo dejar de escribir, escribo otra cosa. Al descongelarlo, con solo un repaso, lo tengo claro. Por eso siempre estoy escribiendo al menos dos historias.
9. Dada su capacidad de producir, imagino que pronto tendremos nuevos libros suyos para leer. ¿Cuáles son sus nuevos proyectos?
No puedo contar demasiado, porque aún están en negociaciones. Pero este último tiempo me he interesado en escribir historias donde el amor sea el protagonista. El amor es la fuerza que mueve el mundo.
10. Para finalizar, dígame cuatro escritores imprescindibles, al menos uno de ellos iberoamericano.
Cheveer. Siempre lo nombro. Me espabiló el leerlo. Conrad te enseña a escribir, a hacer sentir. Iberoamericano elijo a Villoro, cuando leo libros tan bien escritos suelo regalarlos cuanto antes para que otros los aprovechen. He regalado todos sus libros. Y cuarto, aunque menos conocido, Emilio Gavilanes, sus haikus resultan imprescindibles.
© 2013, Carlos Gámez. All rights reserved
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