Te pones a leer los periódicos y te
desesperas de cómo la ideología que está detrás de cada una de
estas tribunas tergiversa la realidad. Te das un paseo por la calle y
encuentras a muchachos jóvenes, a buen seguro sobradamente
preparados, empleados de repartidores de propaganda, de
encuestadores, de cualquier cosa; y te entristece verlos trabajar en
algo tan precario. Te pones en contacto con tus ex alumnos, ya
licenciados, que no pueden acceder al mercado laboral, y te deprimes.
Decides reflexionar y te da miedo que nadie alcance a saber las
penurias que pasa esta generación que ha tenido en suerte vivir de
pleno la crisis.
Hasta que cae en tus manos el libro de
Javier López Menacho, Yo precario, y en un ejercicio de
absoluta honestidad, encuentras eso que te preocupaba en el párrafo
anterior. Porque López Menacho te cuenta justo eso: su trabajo de
chocolatina gigante, su trabajo de auditor de máquinas de tabaco en
los bares, su trabajo para una conocida marca de telefonía, su trabajo de speaker en los partidos de la
selección española durante la última Eurocopa de fútbol, si es
que se pueden considerar trabajos. Te entristeces con el contenido
pero te alegra que por fin alguien narre lo que está pasando con un
grupo de jóvenes que estamos perdiendo entre todos y lo haga de una
forma tan fresca y con tanto sentido del humor.
Y es que Javier López Menacho (Jerez de
la Frontera, 1982) forma parte de esa generación que está viviendo
en sus carnes los efectos más devastadores de la crisis justo cuando
inicia la treintena. Pero en vez de dejarse llevar por el desaliento,
López Menacho construye un texto a medio camino entre la crónica,
el testimonio y la novela, hijo del periodismo gonzo que inventara
Hunter S. Thompson, a quien cita al inicio del libro. En ese relato
personal, nos explica que la crisis está siendo dura, que mina su
dignidad, que las cosas están mucho peor que hace unos años. Sin
embargo, eso no va a quebrar su voluntad de querer ir hacia delante.
Y enlazando los textos a la manera de una novela, con crisis central
incluida, el autor nos lleva por los escenarios de la precariedad.
Si la clave de la narrativa de Charles
Bukowski era el pacto de sinceridad que este firmaba con el lector,
similar es la estrategia que López Menacho hace para atraerle
(similar fue la estrategía del mentado Thompson y su periodismo
gonzo). En este periplo sincero por la desesperanza laboral, son
particularmente interesantes las reflexiones del autor sobre el
problema identitario en Catalunya. Y es que los análisis van siendo
cada vez más finos con el avance de las páginas. Sin embargo, a
diferencia de la poética deprimida de Bukowski, lo más destacable
de Yo precario, al menos desde el punto de vista de quien esto
escribe, es la superación de las dificultades que se narra y que nos
transmite la esperanza del autor por sobrevivir a la crisis.
Un libro muy recomendable que viene
acompañado de excelente portada de Miguel Brieva y esclarecedor
prólogo de Manuel Rivas.
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