Hace cosa de tres años contemplé por televisión la entrevista a la monja Teresa Forcades que le hizo Joan Barril en su programa literario, «Qwerty». Allí el presentador afirmó que ya no hacía falta creer en las Escrituras porque para eso estaba el Big Bang. Sor Teresa podría haber argumentado que la ciencia contemporánea forma parte del pensamiento crítico, que no elabora verdades absolutas, incluido el Big Bang. No dijo nada.
Dos años después, me la encuentro en Internet defendiendo verdades al parecer incontestables sobre la vacunación de la gripe A. Debo reconocer que hasta ahora la actitud de la doctora Forcades me causaba admiración. Para un defensor del pensamiento crítico, que gusta del ensayo y las columnas, no deja de ser aplaudible que una religiosa sea capaz de posicionarse a favor del aborto apelando al sentido común.
Es del dominio público que las grandes compañías farmacéuticas se rigen por criterios de racionalidad económica y por la búsqueda de beneficios máximos, y que las vacunaciones más masivas tienen lugar en países donde se ubican dichas compañías –EEUU, Francia, Gran Bretaña. También lo es que estos grupos gozan de una notable influencia en la Organización Mundial de la Salud (OMS). A esas ideas se aferra Forcades para elaborar un discurso impecable en su puesta en escena, con una estética de sencillez monacal –hábito incluido- y un lenguaje directo. Hasta se trufa el monólogo con una serie de datos científicos.
Ahí empiezan los problemas, pues no se mencionan las fuentes de esos estudios. Una línea de pensamiento crítica presenta los hechos pero permite al ciudadano sacar sus propias conclusiones. No es el caso de Forcades, y si el columnismo del futuro ha de construirse a partir de la edición de videos por canales públicos como YouTube, deberá elevarse el rigor en el tratamiento de datos.
La cosa se agrava cuando sor Teresa comenta que detrás de todo esto puede haber una conspiración para envenenar a grandes masas de población mediante las vacunas. Afirma que siempre han existido grupos que pretenden dominar el mundo y que éstos podrían estar preocupados por el exceso de población e interesados en reducirla a través de una gran pandemia. Después se desdice. Pero el mal ya está hecho. Lo que se presentaba como una discurso que abanderaba el pensamiento crítico frente a los intereses de los grandes medios se convierte en otra cosa: sensacionalismo.
La idea de la conspiración enmascara el interés por desentrañar las verdaderas razones de las campañas de las compañías farmacéuticas. No parece lógico que desde criterios de racionalidad económica se elimine a los consumidores potencialmente más productivos como son los habitantes de los países donde se va a hacer extensible el uso de la vacuna de la gripe A. Esa sería una reflexión crítica. Por eso las sugerencias de la señora Forcades no incluyen un consejo, el de que cada cual sopese su situación personal, sino un mandato, que no hay que vacunarse. Suena tajante, porque no se trata de un ejercicio de pensamiento crítico, sino de sensacionalismo crítico.
Una variante en catalán de exte texto se puede leer aquí.
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