miércoles, 28 de octubre de 2009

POR FIN RESPIRO CON LA CIENCIA

Así es. El pasado domingo 25 de octubre pude disfrutar a través del programa Respira de BTV, de un espacio televisivo capaz de mostrar la verdadera dimensión de la ciencia en nuestra sociedad y el servicio que nos puede dar a los humanos.

A partir de diversos testimonios de mujeres que habían padecido cáncer de mama, se mostraba el drama humano de la enfermedad. Posteriormente, una especialista (una psicóloga) hablaba con el entrevistador sobre las conductas y los problemas de las afectadas, así como de detalles de los tratamientos médicos llevados a cabo. Por en medio, los datos científicos y estadísticos que acompañan a esta trágica enfermedad para que recordemos friamente el problema. Sencillamente magnífico.

Ya hacía tiempo que le seguía la pista a Lluís Reales, periodista científico y director del programa, desde que formaba parte del equipo de Einstein a la Platja, probablemente el programa de divulgación científica más riguroso de los que se han emitido hasta ahora. Juzguen ustedes mismos el tratamiento que se hacía de la sexualidad y compárenlo con la visión reduccionista que se tiene en otros medios de la relación entre sexualidad y ciencia:


Se que Respira es un programa de entrevistas y no de divulgación científica, pero espero que siga tratando rigurosamente estos temas cuando aparezcan en su espacio televisivo.

lunes, 12 de octubre de 2009

LA CIENCIA ESPAÑOLA NO NECESITA TIJERAS


Cualquiera que pretenda analizar el papel de la ciencia en nuestra sociedad actual descubrirá pronto, a la luz de los analistas y los historiadores de la ciencia, que ésta forma parte de un entramado que relaciona a los científicos y los centros donde desarrollan su labor con la industria, el poder económico y en algunos casos el ejército. Sin menoscabar el conocimiento que se deriva de los productos de la práctica científica, ésta es un motor económico de primer orden. Por eso me sorprendió desagradablemente la decisión del gobierno de Zapatero de recortar el gasto en I+D. Especialmente cuando meses antes, después de abogar por un cambio de modelo económico, se asegurara que uno de los pilares de ese cambio iba a ser la inversión en I+D.

Es por esta razón, en este momento de crisis y donde (como varios científicos españoles han afirmado) una buena inversión en energías alternativas nos colocaría en situación puntera para exportar tecnología al resto del mundo, que me uno, aunque tarde, a la iniciativa propuesta por Javi Peláez para todos los blogueros para que denuncien esta decisión del gobierno de España, y animo a todos los lectores a que hagan lo mismo.

miércoles, 7 de octubre de 2009

TIEMPO, DE VICENTE LUIS MORA


Ya son muchas las veces que he escuchado a personas de mi entorno cercano quejarse de los tiempos que les ha tocado vivir. Tras el lamento, suelen lanzarse a ensoñaciones especulativas en las que se ven envueltos en poesía romántica alemana o filosofía griega. Sin embargo, yo pienso que cada momento histórico tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Sólo es cuestión de aprovechar las primeras frente a los segundos.

Una de las ventajas de este siglo XXI que transitamos son los objetos culturales. Lo digo no porque sea un consumista irredento, sino porque esta es una época en la que se puede gozar, por ejemplo, de libros que son algo más que eso. Libros-artefacto los llamaría, donde se aúna literatura con diseño e imágenes. Un símil muy adecuado para este análisis entre ciencia y literatura que pretendo porque si algo hay característico a la ciencia moderna es la construcción de artefactos. Y al parecer, esa realidad que subyace al libro como objeto que es, está siendo aprovechada por algunos autores y sus editores para extraer mayores posibilidades artísticas, lo que demuestra que aún queda mucho por hacer por parte de editoriales pequeñas o arriesgadas y que existen alternativas y mucho que experimentar pese a esta cultura del consumo que nos rodea. Es el caso de Soy una caja (Caballo de Troya, 2008) de Natalia Carreño -diseñado como eso, una caja-, La familia de mi padre (Mondadori, 2008) de Lolita Bosch, que como su propia autora va hilvanando capítulo a capítulo, más que un libro es “una caja de madera verde, tierna” donde se guardan todos los recuerdos del padre, con los que construye la historia, y el poemario al que dedico esta reseña, Tiempo (Pre-Textos, 2009), de Vicente Luis Mora –aunque yo hubiera elegido un cuerpo de letra mayor para esta colección de poesía.

A Mora hace precisamente tiempo que le interesan las relaciones entre ciencia y literatura, a las que ha dedicado varias entradas en su bitácora Diario de lecturas, de entre las que destaco:

http://vicenteluismora.blogspot.com/2008/06/para-que-la-mquina-funcione.html

Y cuya influencia se puede observar ya en los versos de su anterior poemario, Construcción (Pre-Textos, 2005).

Es cierto que la idea de lo que Mora más que “artefacto” denomina “proyecto”, ya era utilizada por los poetas en las vanguardias. Pero justamente, la experimentación y las vanguardias forman parte de la tradición que él reivindica para sí desde una perspectiva más contemporánea. Como una actualización en software de esa tradición, todos los materiales que conforman Tiempo, las fotografías de un extraño desierto blanco, la ubicación de los versos por las distintas partes de la hoja que ya utilizara en Construcción, el juego de los espacios de la página que analizara en Pasadizos, la alternancia con fragmentos en prosa, los motivos alegóricos como el paso del tiempo, la alusión a la astrofísica y su inconmensurable escala temporal o los créditos del final del libro forman parte de un todo. Se me antoja que de un cronómetro de arena, por su relación con la ciencia y su capacidad para medir el tiempo, verdadero protagonista del texto. Y por la continua referencia al desierto que implica la analogía entre el poemario y un reloj de arena tal como se lee al concluir (p. 84):

los granos han pasado
de una parte a otra
del reloj
de arena

la última página

la última mota

el último grano


de tiempo

Respecto a la percepción de Tiempo como un objeto tangible, en la página 53 se afirma que los objetos tecnológicos bien construidos nos sobrevivirán. Lo cual sería una paradoja para este poemario, que vencería el paso de ese tiempo que pretende medir y que sabe invencible.

Además del tiempo, el espacio es muy importante en la narrativa de Mora. En este caso el poemario se desarrolla en torno al desierto de las White Sands, en Nuevo México (EEUU). El desierto ahistórico es uno de los no-lugares posmodernos más utilizados. No en vano, era el espacio en el que se desarrollaba la famosa Nocilla Dream (Candaya, 2006) de Fernández Mallo, amigo declarado de Mora. Existe el peligro de que en la narrativa española futura este sea un espacio demasiado transitado, o su tránsito se haga sin una clara justificación. No es el caso de Mora. En Tiempo, el desierto de las White Sands es algo más que un no-lugar como se puede leer en la página 28. Es la parte por el todo, la representación a escala del universo. Un lugar donde convergen infinidad de rastros invisibles escondidos: ondas electromagnéticas, restos de seres vivos, partículas elementales, piezas de satélites y hasta alas de ángeles. De ahí la comparación de White Sands con un cerebro, las escalas de las fotografías de la página 82 y el uso de los granos de arena y su vacío intersticial para analizar todo el universo. Pero además, es el núcleo del proyecto, el espacio que aporta las piezas de la maquinaria. Por lo que el desierto de Mora es más metafísico, en relación con la influencia de Valente que el autor asume desde su propia voz.

Conceptualmente, la idea central que preside el libro es la tensión entre el conocimiento que hemos llegado a adquirir de nuestro entorno y de los objetos que nos rodean frente a nuestro desconocimiento de las leyes que verdaderamente rigen el universo, y con ellas el tiempo. Esa dialéctica ya se observa al utilizar precisamente el principio de incertidumbre de Heisenberg como metáfora al inicio del poema (p. 15). Y se reitera más adelante con versos como: “el cosmos tiene leyes / sobre la identidad / que sólo a veces sabemos” (p. 19). Tensión que se delinea en la confrontación entre caos y orden.

Estamos ante un cronómetro metafísico y la causa de su funcionamiento es el misterio de la creación, que trastoca los productos de la ciencia de manera que (p. 36):

El principio de incertidumbre
no es el de Heisenberg
sino el de Dios

Esto hace que el autor asuma la naturaleza caótica del universo, que prefiera “el ruido de fondo / del espacio / radioeléctrico” (p. 50), a la idealizada música de las esferas. En este sentido es muy reveladora la cita de Ballard de la página 59 que se inicia con: “La música del tiempo de los cuásares”.

El libro abunda en descripciones del material físico del universo y el bioquímico del cuerpo humano (p. 18): “el mundo es física / y nosotros, química.” Así como en la fragmentariedad del universo frente a la naturaleza compacta del hombre. Se describe objetivamente un mundo invisible a partir de la física de partículas (p. 20): “Fermiones y bosones. / La realidad / es igual / en todas partes.” Aunque se tiene en cuenta el desconocimiento de las razones de esa realidad (p. 20): “Lo que ignoramos / es como se ordena.” Ignorancia en la que se hace hincapié a lo largo de todo el poemario y que se sintetiza con el siguiente verso de la última página:

Somos
la ignorancia enjoyada,
contemplándose,
drogada hasta las cejas,
en el espejo
de la sabiduría

El poemario adopta por momentos una estructura que simula el caos, tanto en la ubicación de los versos antes comentada, como en la sintaxis de algunos de ellos: “Mi corazón, / manzanas verdes / de fibra a masticar”. Y alterna versos muy rítmicos con otros que no lo son tanto para extender ese caos al sonido. No en vano, el autor esta influido por la concepción azarística, el lanzamiento de dados, que rige las leyes del universo. Pero se trata de un caos ordenado, como el cosmos, por lo que esos fragmentos caóticos reaparecen afectados por el paso del tiempo a lo largo del texto.

Mora trabaja muy cómodo en los denominados límites de la ciencia y en la eterna búsqueda de conocimiento por parte del ser humano como se observa en el símil de la duna de la página 53. De hecho, toda esa frontera imaginaria entre lo conocido y lo desconocido recorre el texto. No en vano, una de las numerosas citas que salpica su bitácora, de Enrique Prochazka, dice esto:

“La ciencia contemporánea nos informa de lo turbulento de las fronteras entre el orden y el caos: el desorden de esas líneas infinitamente sinuosas que separan lo platónico de lo real. No la diferencia, sino la interminable confusión de las diferencias. Acaso debió hacerlo la literatura, pero estaba distraída.”

Pero Mora va más allá en esa tensión y, gracias a la metafísica que le proporciona su desierto particular, la carga de una trascendencia escéptica (p. 51): “Si hay Dios, / es un suicida, / y si no el Caos / hace honor / al nombre”, que se repetirá más adelante (p 80):

da un poco que pensar
el hecho de que sea el caos

tan cuidadoso

Una trascendencia que es muy loable después de tantas décadas de escepticismo agnóstico, especialmente de voces influidas por el pensamiento científico, y que ha impresionado gratamente a este lector, que también comulga con esa tensión entre conocimiento e ignorancia que rodea a la humanidad.

Esa profundidad permite al autor una relación entre mitología y ciencia que se observa en buena parte de sus metáforas. Una poética arriesgada y poco explorada que posibilita introducir diversas tradiciones culturales que ya en Pasadizos demostraban que nos encontramos frente a un voraz lector global. Desde la ciencia del siglo XX, no determinista, a las leyendas bíblicas, las deidades griegas o el taoísmo, que hace que cuide esa dualidad entre azar y necesidad que se observa hasta en la esencia del texto (p. 66): “el tiempo es lo contrario / de este libro”.

El tema del libro, en mi opinión, es el paso del tiempo. Tanto desde la perspectiva del narrador, que se da cuenta de que los años se han ido consumiendo, como de una concepción más abstracta de ese tiempo (p. 65): “todos los hombres juntos duran un día / en el reloj / del tiempo. / La vida es una hora, / y ha pasado.” Que el autor utiliza como nexo entre la poesía y la ciencia –y por extensión, la filosofía- que preocupa al poeta por ser esencia del hombre y es una de las magnitudes que el científico pretende aprehender con sus mediciones aunque acabe por escapársele.

La relación entre tiempo y poesía viene de largo, pero Mora, con la acertada introducción de la ciencia, el caos y la trascendencia en el texto, ha sabido dar forma a un poemario original en su forma y, sobretodo, de una enorme profundidad en su contenido.

lunes, 5 de octubre de 2009

ENSAYOS CLÍNICOS

El reportaje de Documentos TV del pasado 29 de septiembre se dedicó a los ensayos clínicos y la industria farmacéutica.


En él se demostraba que el 90% de las investigaciones clínicas se dedicaban a enfermedades que afectan sólo al 10% de la población. De éstas se destacaban 3: impotencia masculina, insomnio y obesidad.

Y, ¿a quién le extraña? Esas son las enfermedades que afectan a la franja dominante en la sociedad. La más productiva a efectos económicos y donde se puede obtener un mayor beneficio. Y ya se sabe quien paga esas investigaciones.