Ya pueden consultar en línea el número que la revista Nagari dedicó a Barcelona y cuya sección literaria coordiné:
miércoles, 27 de enero de 2016
miércoles, 20 de enero de 2016
Mar Gómez Glez: “no me interesa contar la historia de mi vida sino explorar literariamente ciertos instantes misteriosos de la experiencia” - Suburbano
Mar Gómez Glez: “no me interesa contar la historia de mi vida sino explorar literariamente ciertos instantes misteriosos de la experiencia” - Suburbano
Pese a su juventud, Mar Gómez Glez (Madrid, 1977) es una de
las escritoras más prolíficas de la literatura española reciente, tanto en el
ámbito del teatro como en narrativa. Ambas cosas hacen que estemos hablando de
una de las autoras con mayor proyección para el futuro de las letras en español,
que no en España porque hace ya tiempo que reside en los EEUU.
Mar Gómez Glez ha estrenado cinco obras de teatro tanto en
España con en EEUU, de las que destacan Fuga
Mundi, su primera obra, que le otorgó el premio Beckett 2007, Cifras, con la que obtuvo el premio
Calderón de la Barca 2011, y 39 defaults,
primera obra escrita en inglés que se estrenará en Los Ángeles el próximo 29 de
enero. También ha publicado literatura infantil en Ecuador (Abecedario), y las novelas Cambio de sentido (Paréntesis, 2010) y La edad ganada en la prestigiosa
editorial Caballo de Troya (2015), sobre la que hemos charlado con la autora
para Suburbano. He aquí sus respuestas:
Pregunta- Lo primero que me sorprendió de la novela fue la
estructura, que parece sencilla, con la edad de la protagonista como entrada a
cada uno de los capítulos. Pero en realidad se convierte en una estructura
compleja que describe la llegada a la edad adulta. ¿Tenías esa estructura desde
el principio en tu mente o la fuiste trabajando conforme escribías el libro?
Respuesta- No, a
finales del 2008 participé en un seminario
de escritura con Sylvia Molloy. Ella nos propuso plasmar el primer
momento en que nos sentimos escritores. Este ejercicio me llevó a una edad muy
temprana escribiendo la segunda edad que aparece en el libro. A partir de aquí,
sentí la necesidad de seguir transitando esta ruta. Me propuse el ejercicio de
buscar momentos de mi propia biografía en los que yo sintiera que había
cambiado algo fundamental en mi percepción del mundo. La regla solo se aplicaba
al punto de partida, después la historia tomaba la forma más fiel a la verdad
literaria de lo que el propio texto iba desvelando. En esos años yo estaba
trabajando especialmente en teatro y mi producción de textos de prosa iba lenta.
Los relatos salían en español y en su traducción al inglés en diferentes
revistas. En el 2012, me di cuenta de que tenía un libro. Fue entonces cuando
diseñé la estructura de “La edad ganada”. No entraron todos los relatos
escritos a lo largo de esos años y también tuve que escribir otros para ajustar
la coherencia interna de la obra, que por cierto, yo empecé presentando a las
editoriales como libro de relatos. Fueron dos de sus primeros lectores, Luis
Mateo Díez y Constantino Bértolo, quienes comenzaron a hablar de novela.
P- Lo segundo es la voz narradora, que ya destacara Vicente
Luis Mora. Se trata de una novela que podría calificarse cercana a la
autoficción y, sin embargo, está narrada en tercera persona en su mayor parte.
¿Cuáles son las intenciones artísticas que esconde esta decisión?
R- El uso de la
tercera persona me servía como una especie de freno al impulso de la escritura
autobiográfica basada en una forma de entender el yo como algo cognoscible y
representable que me resulta problemático. Además, no me interesa contar la
historia de mi vida sino explorar literariamente ciertos instantes misteriosos
de la experiencia, tengan la relación que tengan con los hechos.
P- ¿Cómo valora la autora implícita que eres tú la tensión
entre lo individual y lo colectivo que se percibe en el personaje protagonista
(del que nunca se menciona el nombre)?
R- Este es un
personaje poroso pero no vacío. La protagonista está construida por palabras
(colectivas) aunque su esencia no quede definida por estas sino por los
silencios (privados). Los silencios se convierten en una suerte de pequeñas
resistencias. El de su nombre es el más evidente de todos ellos. El nombre que
no se menciona, así como las edades que se obvian en la aventura de la
protagonista o las propias omisiones de información clave en cada relato no
están vacíos, y la mente lectora siente el silencio. Un sentimiento que a veces
se traducirá en información o en palabras y a veces no, como cuando miramos a
las nubes y podemos identificar una forma o varias, e incluso la mutación de
éstas en un corto espacio de tiempo. La tensión entre lo personal y lo
colectivo tiene que ver con esto. Lo personal tiene el impulso de escapar del
molde de la definición, mientras que lo colectivo, en donde también se integra
la protagonista, demanda esta definición. A medida que el personaje asume y
entiende la artificialidad y maleabilidad del lenguaje adquiere mayor autonomía
hasta llegar al último relato en donde se apodera de su propia realidad y no
solo de su silencio.
P- Uno de los temas clave en el libro es la violencia, una
violencia sorda, que entra por la puerta de atrás, pero que está presente en
toda la narración, como cuando se cuenta la pelea de la protagonista con la
hasta entonces su mejor amiga (38), una pelea que se presenta de forma lúdica,
casi en broma. Sin embargo, su desenlace resulta fundamental para la
protagonista. Lo mismo ocurre al tratar de describir la anorexia (73) o una
agresión de género (113) o con el grupo de niñas que la protagonista capitanea
a los doce años (60). ¿Es esa tu percepción del mundo, que estamos envueltos de
una violencia de la que no podemos escapar?
R- Sí, creo que
tienes razón. Estamos envueltos en una violencia de la que no podemos escapar,
pero a la que nos podemos enfrentar. No creo que el escapismo sea una buena
respuesta a nada. Como te decía antes en el libro hay un cambio de estrategia,
de la resistencia a la creación. La edad, al fin y al cabo, se va ganando.
P- Desde esa perspectiva y teniendo en cuenta que buena
parte de las ejecutoras de esa violencia son mujeres, aunque se trate de una
violencia alentada por lo masculino, ¿cómo percibes la discriminación de género
en la sociedad española?
R- La única razón por
la que el patriarcado se ha mantenido durante tantos siglos es por la
complicidad de las mujeres. No puedes tener oprimida a la mitad de la población
durante tantos siglos si no hay una complicidad del propio colectivo oprimido,
y tampoco puedes cambiar nada si este colectivo no se organiza para reclamar sus
propios derechos. En esto soy muy hegeliana. Afortunadamente, creo que las
nuevas generaciones están de vuelta y ya no van a ser esclavas. Las mujeres
españolas, al menos en el mundo del arte y la cultura que conozco, mantienen un
saludable espíritu de colaboración y de apoyo que me llena de orgullo. Sin
embargo, todavía me sorprende cuando mis contemporáneas no saben que ser
feministas no es mantener una actitud guerrillera (que yo la mantengo), ni
denostar lo masculino, sino luchar y creer en la igualdad de derechos de ambos
sexos, que aún no es una realidad social tal y como demuestra la diferencia
salarial o la falta de mujeres en los puestos de mayor responsabilidad. Yo soy
feminista antes que nada, soy feminista porque creo que apoyar la igualdad de
derechos de la mitad de la población incluye la mayoría de las opciones
políticas con las que también me identifico y que luchan por la justicia
social.
P- Una de las cosas que más me ha gustado del libro es el
uso que haces de la primera persona. En ese momento, cuando la voz narradora
está más cerca del autor implícito, siempre se utilizan motivos oníricos o
fantásticos, como cuando la protagonista se convierte en un hongo (77), en el
pasaje del avión con el dedo (145) o al finalizar la novela (155). ¿Pretende
ser una forma de distanciarse de la realidad, o se trata más bien de describir
lo íntimo desde lo fantástico?
R- El uso de las
personas está como comentábamos antes relacionado con la cuestión de la
autoridad. Sólo en aquellos momentos en los que el lenguaje supera la violencia
de la definición entrando en la libertad literaria me pareció adecuado acaparar
la voz narrativa con la primera persona, y me alegra mucho que esto te haya
llamado la atención.
P- Llegamos así a la pregunta clave: ¿Cuál es tu apuesta
estética y cómo pretendes desarrollarla en tus próximos trabajos?
R- Bueno, la apuesta
estética va cambiando y descubriéndose con el propio trabajo, no estoy muy
segura de ser capaz de describir una poética propia en este momento. Siento que
es algo que varía con cada proyecto y sentiría cierta claustrofobia delimitando
un marco. Entiendo la literatura como una dimensión expansiva de la propia
existencia. Partiendo de aquí, me interesa seguir problematizando el concepto
de ficción desde el punto de vista de la literatura y del propio lenguaje. La
tensión entre la experiencia, el lenguaje y lo literario, que investigaba en
esta obra, sigue siendo un campo fértil para mi trabajo, aunque ignoro si esto
cambiará con el tiempo.
P- En muchos pasajes se observa la influencia del teatro,
como al principio del capítulo titulado “Ocho”, donde la acción arranca después
de que la voz narradora nos describa físicamente el espacio en el que se va a
desarrollar la escena. ¿Cómo percibiste la interacción entre narrativa y
dramaturgia mientras escribías, si es que percibiste algo?
R- Como te decía
antes, los años en que estuve trabajando en el libro fueron años de una gran
producción dramática y esto se transmite. Ciertamente la edad ocho está
formalmente escrita casi como una escena específicamente dramática, pero en
realidad, si este libro se mirase desde la perspectiva dramática cada obra
podría entenderse como una escena.
P- En este sentido, has estrenado varias obras de teatro en
los EEUU, y vas a estrenar una a finales de este mes en Los Ángeles. Es
evidente que vas a seguir escribiendo dramaturgia. ¿Cómo se va a imbricar el
teatro en tu apuesta estética en el futuro?
R-
La escritura es mi manera de aprehender la vida. En general la narrativa me ha
servido para analizar, incluso descubrir o inventar, lo que sucede en mi
universo interno, y el teatro para tratar con la realidad social que me rodea y
que está fuera de mí. De ahí que gran parte de mis obras estén basadas o
inspiradas por distintos acontecimientos de nuestro tiempo.
P- Para finalizar, ¿me podrías dar el nombre de tres
escritores/as que te hayan influido especialmente, al menos uno de ellos
iberoamericano?
R- Roberto Bolaño,
Elvira Navarro y Tom Wolfe.
domingo, 3 de enero de 2016
Centroamérica cuenta - Nagari Magazine
Centroamérica cuenta - Nagari Magazine
El título de esta columna puede parecer de Perogrullo, pero es
sin duda lo que más me gustaría destacar del muy notable ensayo: La tradición del presente, del escritor
costarricense Carlos Cortés, publicado por la editorial La Pereza de Miami.
El libro, que tiene por subtítulo: El fin de la literatura universal y la narrativa latinoamericana, un
lema que comparto plenamente, arranca con un análisis del agotamiento de la
literatura del boom latinoamericano. En esta parte, el autor realiza brillantes
juicios, como que: “[C]on el boom muere la literatura universal y nace la
literatura global” (15), o que: “[E]l boom creó la literatura latinoamericana
en el mundo, en singular, pero borró las literaturas latinoamericanas, en
plural” (30), que le permiten realizar un análisis muy adecuado del pasado, el
presente y el futuro de la literatura en América Latina. Sin embargo, aunque dé
en la diana en la segunda parte de la afirmación: “Latinoamérica ya no existe:
vivimos la emergencia de las literaturas nacionales y hasta regionales (y
podemos ir más allá: tribales, locales, comunales)" (24), no tengo tan
claro que las literaturas nacionales no hayan condicionado la literatura
latinoamericana antes incluso del boom. Además, se echa en falta la incorporación
y la influencia de las nuevas tecnologías al análisis. Si utilizamos la música
como modelo comparativo de producción cultural, el fin de la música pop como
modelo de promoción y consumo global no ha dado lugar a peor música aunque esta
se desarrolle ahora a través de micro tendencias y en grupos y artistas que se
organizan en torno a ellas de forma transnacional, también en Latinoamérica.
No puedo poner ningún pero, en cambio, a los distintos
ensayos que aparecen más adelante, especialmente a aquellos dedicados a
Centroamérica, región geográfica de la que Cortés realiza un detallado trabajo
de redescubrimiento (descubrimiento para el lector profano). A Centroamérica
dedica el autor una sección del libro, la cuarta y, a mi modo de entender, ese
es el corazón de este ensayo. El autor nos hace preguntarnos lo mismo que se
pregunta Rodrigo Rey Rosa y que parafrasea Cortés: “¿existe Centroamérica en
tanto unidad cultural?” (105) Cuestión que el autor intenta resolver afirmando
que: “la narrativa centroamericana plantea una permanente dialéctica entre la
historia colectiva y la vicisitud individual” (107). En este sentido,
“Centroamérica Cuenta”, un festival organizado por Sergio Ramírez, uno de los
nombres que más aparecen en el texto, con la intención de conectar la narrativa
de una región olvidada pero rica en historias, es sin duda el fragmento elegido
para dar título a esta columna. Pero no solo Ramírez y el cuento
centroamericano aparecen en las páginas del ensayo de Cortés, sino también la
problemática de las traducciones en Centroamérica, las trayectorias
consolidadas de escritores como Horacio Castellanos Moya y Gioconda Belli, las
nuevas voces emergentes como Rodrigo Soto, Eduardo Halfon o Claudia Hernández, la
existencia de docuficciones en la región, o el descubrimiento de una serie de
voces desconocidas para mí, como José Marín Cañas o Yolanda Oreamuno, pero que
en palabras de Cortés acrecientan la curiosidad del lector por conocer su obra.
Después de ese repaso, con pleno sabor centroamericano, el
autor acaba el libro con una serie de retratos de diversos autores, de los que
me gustaría destacar el escrito dedicado a Ernesto Sábato, por su crítica a la
ciencia desde la literatura que entronca plenamente con mis intereses
académicos, aunque las otras historias tampoco desmerecen. Y así finaliza este
libro, conformado por un puñado de reseñas y comentarios sobre buena literatura
en donde Centroamérica también cuenta y aporta, tal vez sin necesidad de pensar
ya en un boom en el que también participó aportando en este caso precursores
como Miguel Ángel Asturias o Augusto Monterroso.
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