Imagen de Glenda Galán
En su primera novela, Los príncipes valientes (Tusquets, 2007) el escritor barcelonés Javier Pérez Andújar desarrolla de forma metaliteraria sus teorías sobre la novela río, que precisamente es el formato que utiliza para desarrollar el texto. A uno le queda la impresión de que esa novela río imaginada por Pérez Andújar es una suerte de lectura fluida y caudalosa por la que los ojos del lector van transitando hasta su desembocadura.
El libro Juan de Juanes: (Óleo sobre tabla), de Sergio Ramírez, publicado en Miami por La Pereza Ediciones, es una suerte de flujo de escritura como ese que menciona Pérez Andújar. Un río que a vuela pluma hace que el lector pasee ante las vidas de todos esos Juanes que aparecen en un libro que homenajea al editor Juan Cruz, aunque no se trate de una novela sino de una obra de no ficción. Un libro de no ficción sobre la vida literaria de Ramírez que me ha recordado las lecturas del blog del escritor nicaragüense en El Boomerang, la plataforma de blogueros literarios que regenta el grupo PRISA.
Así, partiendo de Juan Cruz, de los recuerdos del autor con el que fuera el editor que le dio el primer gran impulso a nivel internacional, Ramírez hace un repaso a su trayectoria literaria desde la novela que le otorgara en 1998 el I Premio Alfaguara de Novela: Margarita, está linda la mar, aunque para entonces ya fuese un autor con diez libros de ficción y poesía a sus espaldas.
En el libro, Ramírez habla de su relación con algunos de los escritores más importantes de su época y con los que trató personalmente. Habla de Carlos Fuentes, lo que resulta paradójico, pues este mismo 2014 recibió el galardón que lleva el nombre del escritor mexicano a título póstumo en su segunda edición. Habla también de Cortázar, y de política, o de cómo la política convive con la literatura, que en el caso de un Vicepresidente de Nicaragua retirado no es moco de pavo, como se observa al leer la obra biográfica del nicaragüense sobre sus experiencias al frente de su país tras la revolución en Adiós muchachos. Habla de Monterroso y de lo que para Ramírez significa la literatura a través de Monterroso. Habla de Claribel Alegría, y uno se pregunta si el autor es otro nicaragüense que vuelve a la patria tras vagabundear por medio mundo como Claribel. Habla de Carlos Monsivais y de Juan Rulfo, y de cómo reírse de uno mismo. Porque el tema central del libro son los egos de los escritores y cómo lidiar con ellos. Así que a partir de una serie de fragmentos y anécdotas, el libro-rio se convierte en un manual para el escritor en ciernes, para que aprenda a convivir consigo mismo, como aprendió el autor no solo a convivir, sino a disfrutar de la compañía de Eliseo Alberto, Lichi, ganador ex aequo del I Premio Alfaguara de Novela.
Por la misma razón, también habla del drama del escritor en la figura de la hija de José Cadalso, o en el caso del poeta salvadoreño Roque Dalton, que es uno de los fragmentos más hipnóticos del libro, por los detalles que conoce Ramírez y por cómo los dosifica. Y también porque se trata de un caso, el del asesinato de un poeta, que conmocionó al mundo literario latinoamericano, incluido el mismo Roberto Bolaño, que hace mención de Dalton y sus asesinos en sus escritos. O, lo que es otra forma de decir lo mismo, de cómo se toma el escritor sus propios dramas, esta vez en la figura del argentino Tomás Eloy Martínez. Es decir, de nuevo los egos. Pero también los Juanes, los muchos Juanes de los que habla, ya sean Cruz o no, para llegar al final al amigo, que no es otro que Juan Cruz, su editor, y hacer desembocar este homenaje-río.
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