Así es como se denomina en el español de España (allí más conocido como castellano) a tener que lidiar con un problema grave, solucionar algo muy difícil o sufrir una desgracia. Precisamente, un marrón es lo que se come Nicolás Méndez en la novela Cómete a ti mismo, que ha sido la ganadora del Primer Premio Equis de Novela, convocado en Miami por Sub-Urbano Books, Editorial El Cuervo de Bolivia y la prestigiosa revista Specimens Magazine, y publicado recientemente en los formatos ebooky papel por las mencionadas editoriales.
Se trata de un diario en primera persona que se articula como un Bildungsroman en donde vemos crecer al pequeño Nicolás desde su más tierna infancia hasta un momento clave en su vida. Cabe resaltar la original ordenación de las entradas, en especial si lo comparamos con lo que suelen ser los diarios personales, un género que no se caracterizó precisamente por la innovación en épocas pasadas más allá de su génesis. No se puede decir, sin embargo, que se trate de un libro completamente diarístico, y por lo tanto, realista, pues se observa una clara estructuración en dicotomias, sobretodo en la primera parte. Así, el autor navega entre el heavy y el punk; entre el sexo explícito y las dudas sexuales; entre el ascensor social que viene de abajo y sube hacia arriba, que toman los miembros del grupo con el que toca, y el ascensor social que viene de arriba y se dirige hacia abajo, que es el que toma el narrador; entre su hermano Enrique (punk) y su hermano Gerardo (heavy), borrando por completo a su hermana de la narración, lo que hace pensar en autoficción más que en autobiografía a la hora de analizar al personaje narrador. O mejor dicho, lo que hace pensar que en el texto existe una dicotomía generalizada entre la autoficción y la biografía. Cabe destacar que esta dicotomía, junto con el uso de listas y la estructuración de las entradas diarísticas antes mencionada son los elementos más innovadores de la novela.
Pero hay más cosas. Dado que Méndez es batería del mítico grupo de New Wave argentina Virus, que ha tenido un cierto bagaje entre las bandas de rock, y también es licenciado en periodismo, tanto la música como la crítica de cine son coprotagonistas de esta historia, que sobre todo se cubre con la personalidad y los pensamientos del narrador, y que va avanzando en paralelo al proceso de crecimiento sexual y emocional del autor de forma lenta pero continua, haciendo guiños a la rebeldía: “Me encanta parecer más atrevido que los demás, así que digo que con tal de salvarme de la colimba sería capaz de dejarme culear por un sargento. Mis compañeros de clase no saben qué pensar, porque lo digo muy seriamente” (37); al sexo incipiente, cada vez más protagonista, y a lo escatológico tratado de una forma irónica: “Saco, miro y después amaso concienzudamente, el pulgar derecho contra la palma sudada de mi mano izquierda, hasta que el moco, ya estirado y oscuro, cae al suelo y se une con el medio ambiente” (85).
Una existencia que por momentos deviene frívola, en especial con la entrada en la juventud del narrador, hasta que choca de frente con la realidad, con el marrón que mencionaba al inicio de esta reseña. Cabe decir que ese momento culminante queda plasmado de una forma estilísticamente inapelable, con las palabras justas. Entonces, cuando el narrador de forma inevitable debe enfrentarse con el lado oscuro de la realidad que hasta entonces ha tratado de obviar, cuando afirma: “Podría entonces ponerme de pie, desperezarme y volver a mi antigua vida, tan liviana” (148), es entonces, como digo, cuando nos encontramos con la verdadera dimensión literaria de Méndez en toda su crudeza, desposeída ya de máscaras.
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