“Estados Unidos no se entiende sin lo latino”. Entrevista a Eduardo Lago
Eduardo Lago, es uno de los mejores escritores españoles que, paradójicamente, se esconde en la jungla de Nueva York, donde da clases de literatura en las aulas de SUNY. Además de haber ganado premios literarios tan prestigiosos como el Nadal o el Premio de la Crítica (España) en 2006, ha desarrollado una ingente labor entrevistando a las más grandes figuras de la literatura norteamericana contemporánea y es un gran conocedor de la situación de la literatura en español hecha en los EEUU. En esta entrevista charlamos con él de todos estos temas y de su última novela:Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee.
Me da la impresión de que toda tu narrativa está recorrida por una tensión entre la alta literatura y la literatura popular. En tu última novela: Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee resulta evidente por un lado con Hallux, nombre engendrado por Nabokov, y con Marlowe por otro (aunque la historia del nombre de Marlowe contiene una trampa que no revelaré al lector). En Llámame Brooklyn, con esos cuentos inspirados en Pynchon y Bukowski respectivamente. Incluso en tu libro de relatos, Ladrón de mapas, pude rastrear esa pulsión en torno a la figura de Rudyard Kipling, que es el paradigma de esa tensión entre lo popular y lo culto. ¿Cómo crees que resuelven esa contradicción tus libros?. Es más, ¿la resuelven o juegan con ella?
Yo creo que el tema que tocas es uno de los que más me preocupa como escritor, y en cierto modo yo creo que los límites deben estar claros. Hay una línea divisoria que separa la alta y la baja literatura, que se caracteriza como la literatura de verdad y la que tiene otros propósitos distintos de los artísticos. Esto es muy difícil de definir, porque yo creo que autores como Dickens son populares, pero lo son sin renunciar a los valores del arte. Otros, que están consagrados no lo son. Por ejemplo Donna Tartt, con Pulitzer o sin él. No se trata de elitismo, se trata de que no haya un elemento de trampa, como lo hay en tantos autores de best-sellers. Ruiz Zafón no es literatura de verdad, etc… Pero ¿quién y cómo dictamina estas cosas? ¿Y qué papel le queda al público que adora a escritores como Stephen King o John Grisham? ¿Y qué hacemos con Georges Simenon o Patricia Highsmith o John Le Carré o Ian Fleming o Margaret Mitchell? Habría que dibujar un mapa de la literatura, establecer criterios firmes, y mucha, mucha gente, críticos incluidos, lo rechazarían? Por lo que a mí se refiere, no trato de integrar los dos elementos, creo que la literatura de verdad está en un territorio y la literatura tramposa en otro. Y la línea divisoria no es tampoco el entretenimiento. Pero insisto, contestar a algo tan interesante exige mucho más espacio del que tenemos aquí. Hay mucho que matizar.
Otra de las líneas fundamentales es la interacción con las nuevas tecnologías. Los correos electrónicos en Llámame Brooklyn, el carácter líquido de los textos con el que juegas en Ladrón de mapas o el uso de máquinas para los manuscritos encontrados de Siempre supe.., son estrategias que comparten protagonismo con otras más comunes en literatura como el relato breve dentro de una narración más larga, el uso de notas al pie o la narrativa fragmentaria. ¿Cómo crees que pueden convivir ambas tendencias, al menos en tu poética?
En las primeras páginas de Aurora Lee el protagonista va a Saint Mark´s Books a comprar novelas de Nabokov. Cerró a finales de junio. A principios de septiembre cierran Shakespeare & Company, en Broadway. Las librería mueren una a una porque la tecnología ha hallado formas de sustituirlas. No hay nada que hacer. Todos los escritores hoy tienen que experimentar con las nuevas formas, de escribir, de publicar, de llegar a la gente. Poesía en tuits, relatos en la red. Hay algo esencial que no puede desaparecer jamás, la emoción, los sentimientos, la forma de conectar con los demás. La expresión poética y la narración anteceden al alfabeto, el libro impreso llega muy tarde a las culturas del mundo, y hoy se está reconvirtiendo a través de las nuevas plataformas, y los jóvenes van a usarlas cada vez más. Y muchas quedarán pronto obsoletas, la humanidad se reirá algún día de algo tan primitivo como el internet. Surgirán nuevos modos de expresión artística, pero hay algo que no ha cambiado desde que el hombre pintaba en las cavernas.
En tu última novela, Siempre supe que volvería a verte Aurora Lee, te despachas a gusto con el Chacal, el famoso agente literario neoyorquino. Pero escuchando sus últimas declaraciones, uno no sabe si hay personas aún más peligrosas que él para el mundo del libro. Por ejemplo, Jeff Bezos, el dueño de Amazon. ¿Hasta qué punto está condicionado el futuro de la literatura en formato electrónico mientras esta se distribuya por plataformas y empresarios exclusivamente interesados en la facturación y no en la calidad literaria? Y pienso en este sentido en iniciativas como la de tu editorial: Malpaso, al poner la versión en ebook a disposición de todo comprador del libro en papel. O en Suburbano Books, que sí pretende una publicación digna de libros electrónicos en castellano por motivos exclusivamente literarios.
Lo del Chacal es una especie de homenaje a través del personaje ficticio de Peter Bailey, pero lo que representa su figura es la vieja escuela, un modo antiguo de relacionarse con la literatura, es mucho más peligroso lo que hace Amazon, y las guerras que se están librando ahora mismo son muy ilustrativas y tienen revolucionados a los autores, incluidos, o sobre todo, los autores de best-sellers. Los escritores están bastante indefensos, hay muchos intermediarios y hacen falta iniciativas de base como Malpaso, Suburbano y otras. Lo que me gusta de Malpaso es que utilizan todos los medios tecnológicos que surgen pero los ponen al servicio de la literatura de verdad, esa que no depende ni de internet ni de la imprenta ni de las nubes que se puedan inventar para almacenar bibliotecas en un futuro que ya ha empezado.
Pese a que tus libros son muy metaliterarios, siempre brota la vida de sus páginas. Recuerdo ahora la narración del dealer preadolescente en Llámame Brooklyn. Y en Siempre supe… narras de forma impecable el lumpen que circulaba en torno a los ambientes homosexuales de Nueva York en los 80, precisamente, a partir de un libro de Siri Hustvedt. ¿Cómo consigues compaginar dos puntos de vista en principio tan alejados como la vida y la literatura?
La cuestión de la metaliteratura es tan compleja como lo que hablábamos al principio de alta y baja literatura. En una presentación de Aurora Lee el escritor que estaba a cargo dijo que mi libro acababa con la meta-literatura, y es verdad, pero es muy difícil explicarlo. No es que mi libro acabe con ella sino que se apunta a una tendencia que señala un cansancio de ejercicios literarios que no guardan relación con la literatura, sino con la vida. Pero la ecuación es muy sencilla, sólo hay vida y la literatura, como cualquier forma de arte, música, danza o poesía, no es más que un lenguaje que trata de explicarla, transmitírnosla, hacernos sentir. Cuando deja de haber vida nos quedamos con un envoltorio vacío, una cáscara hueca. Eso es la metaliteratura. Lo que había dentro y se perdió, la vida. Tienen que ir juntas.
En un momento dado, uno de los personajes de Siempre supe… dice: “No hablo de entretenerlos como subnormales, sino de introducir algún elemento humorístico que aligere la densidad de los conceptos. La inteligencia no tiene por qué estar reñida con el humor”. ¿Es ese uno de los puntos fuertes de tu apuesta estética?
Quería que Aurora Lee tuviera un fuerte componente de comicidad. Quería intentar hacer reír al lector. Quería divertir, entretener, pero también hacer pensar y abordar asuntos difíciles.
En este sentido, ¿con qué libro te divertiste más al escribirlo?
Con éste. Una lectora que está muy pendiente de todo lo que escribo se sorprendió mucho al leer la novela, y me envió un correo diciendo: “No sé cómo llamar a esto, pero está claro que te has tenido que divertir muchísimo escribiéndolo”
Tienes un largo bagaje como entrevistador de autores de la literatura norteamericana contemporánea. Has entrevistado prácticamente a todas las grandes figuras. ¿Quién de ellos te ha impresionado más? ¿Por qué?
Don DeLillo, porque me dio la sensación de estar ante un grande de verdad, como si hubiera podido entrevistar a uno del mayores novelistas del pasado, Dickens, por ejemplo, aunque no estén a la misma altura, Dickens es superior, pero DeLillo está en su escala. Norman Mailer, porque era una fuerza desatada de la naturaleza y le salía la vitalidad por los poros, y tenía muchísimo sentido del humor y una energía asombrosa. Era un anciano que tenía que usar dos bastones para desplazarse, pero parecía un niño ávido de vida. Edward Said, por su formidable humanidad, por su elegancia e inteligencia, por la claridad de su sentido ético. Czeslaw Milosz, porque era como si me llegara el aliento de los dioses a través de su voz. John Ashbery, porque su aura imantaba el espacio alrededor suyo. Son los que me han venido ahora a la cabeza, alguno otro habrá.
Eres a la vez, un gran conocedor de la literatura hispana en Estados Unidos. ¿Cómo ves ambas realidades? ¿Se puede hacer una comparativa?
La literatura de los latinos es algo formidable, su fuerza depende de la fuerza de las comunidades que representa. Estados Unidos no se entiende sin lo latino. Son un país latino, les guste o no a los gobernantes. La literatura expresa esa realidad y está preñada de futuro, y además revienta barreras porque es importante la relación entre el español y el inglés. Otro tema muy complejo.
Precisamente, tú resides desde hace muchos años en Nueva York, donde la comunidad de escritores de habla hispana es amplia. ¿Pero qué te parece el esfuerzo que se está haciendo desde Miami por crear una escena literaria en castellano?
Me parece muy importante, porque de hecho se puede vivir sin el inglés, pero lo más interesante es cómo se integra con lo que está sucediendo en otras partes del país, desde California hasta Nueva York. En Nueva York el fenómeno es potentísimo, pero en Miami es algo aún más extendido. Este país está cambiando gracias a esos fenómenos.
Para finalizar, ¿podrías darme los nombres de 3 escritores para ti imprescindibles, al menos uno de ellos iberoamericano?
Para mí el escritor vivo más importante es J. M. Coetzee. El escritor en español más importante de las últimas décadas es Roberto Bolaño, fallecido prematuramente, pero vivo sobre todo por lo que está influyendo en otras literaturas. Alguien que también murió joven, pero su legado está vivísimo es David Foster Wallace. Y siento mucho respeto por Don DeLillo. Seguiría, pero ya me he pasado del límite que me diste.