Esa es la distancia que separa al pueblo
de Mamadou Dia de su sueño en Murcia. Así lo relata en el libro del
mismo nombre, 3052. En él, a modo de testimonio, no solo
relata en qué consistió su travesía desde África hasta la
Península Ibérica, también describe las dificultades que un
inmigrante subsahariano encuentra al tratar de adaptarse a una
cultura tan diferente a la suya.
El texto de Mamadou es un cajón de
sastre escrito de forma fragmentaria, lo cual no es criticable porque
ese es uno de los formatos híbridos, a medio camino entre el relato,
el ensayo, el diario y la reflexión personal, que están tomando
algunos escritores contemporáneos. Con el añadido de que se trata
del primer libro de Dia, escrito en una lengua que no es su lengua
materna ni el francés que le enseñaron en la escuela, lo que
resulta muy aplaudible.
Debo confesar que yo empecé mis
andanzas literarias con un relato testimonial, el de mi encierro en
los calabozos de la comisaría 6 de Managua en el verano de 1995, que
relaté en Managua 6: Diario de un recluso, y este texto me ha
traído a la memoria las dificultades con las que se encuentra el
escritor novato cuando quiere relatar algo muy visceral que le ha
sucedido.
Como libro testimonial, el texto
encierra una fuerza y una sinceridad dignas de encomio al describir
las situaciones que describe. También resultan muy interesante
algunos datos, como el papel fundamental que tuvieron los móviles
con GPS en la oleada de pateras que arribaron a las Islas Canarias en 2006. No me parecen tan atractivas, en cambio, las reflexiones
ideológicas, que se tratan desde una perspectiva oenengera un tanto
absoluta y que no tiene porque compartir todo inmigrante que arribe a
España en la forma en que lo hizo Mamadou. Aunque en honor a la
verdad, he estado repasando mi relato testimonial sobre los calabozos
de Managua y he encontrado reflexiones parecidas. Imagino que se debe
tratar de un defecto de fábrica de los escritos primerizos.
Sin duda, lo más destacado del libro
empieza cuando es el propio Mamadou quien se presenta de voluntario
en Cruz Roja para ayudar a otros inmigrantes que están arribando a
las playas españolas en patera, como él hizo. Es en el instante en
que les da agua y ellos le preguntan en francés qué les va a
suceder, y Dia responde con total tranquilidad que les llevarán a
comisaría, cuando el lector se da cuenta de que el narrador ha
experimentado un gran cambio. Ya no es el inmigrante ingenuo que pisó
las playas españolas con la misma ignorancia que los muchachos a los
que asiste, y esa pérdida de ingenuidad podría ser la clave para
narrar la experiencia inmigrante. Lástima que el autor no decida
seguir la narración por ese camino.
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