Medicina y posthumanismo en la literatura de Juan Francisco Ferré y Germán Sierra
Introducción
A
día de hoy, un nutrido grupo de escritores españoles contemporáneos
enfoca sus obras desde una perspectiva
heredera de la posmodernidad, donde la tecnología y la ciencia, y
con ellas la medicina, juegan un papel fundamental para describir el
mundo. En su mayoría son los denominados escritores mutantes.
Podríamos considerar que dichos escritores perciben la realidad
desde una perspectiva poshumana, tal como la definió Katherine N.
Hayles (es decir, donde la convivencia con las máquinas ha
construido sociedades no estrictamente humanas). En esa perspectiva
de la sociedad posindustrial coinciden los dos autores de los que voy
a tratar: Germán Sierra (A Coruña, 1960) y Juan Francisco Ferré
(Málaga, 1962). La
comunicación pretende analizar cómo, desde un punto de vista
contemporáneo, la medicina influye en las obras de Ferré y Sierra.
Germán Sierra o la medicina frente a la complejidad del mundo
Germán
Sierra es doctor en medicina y profesor de bioquímica en la
Universidad de Santiago de Compostela. Sierra
es uno de los escritores mejor considerados por la crítica gracias a
su estilo depurado y a la influencia de sus obras en otros escritores
más jóvenes. Es autor de cuatro novelas y un libro de relatos,
además de ser un ferviente defensor de
una renovación intelectual en la literatura española.
En
la obra de Sierra, es evidente su experiencia personal y su
interacción con la ciencia. Esto
se observa con nitidez en la novela Efectos
secundarios
(2002) y el relato «Alto Voltaje», incluido en el libro del mismo
nombre (Alto
Voltaje,
2004), las dos obras del autor más íntimamente relacionadas con la
medicina, que son las que vamos a tratar aquí en profundidad.
En
Efectos
secundarios,
su tercera novela, el autor nos sumerge dentro de un posthumanismo
tecnológico que afecta a todos los individuos, desde los
frecuentadores de gimnasios, hasta los adictos a los videojuegos,
pasando por los “refrescos de última generación” o los amantes
de la pseudociencia. En este entorno, las grandes empresas
farmacéuticas tienen el control sobre amplias capas de la sociedad.
Un control que tratarán de romper otros lobbies para implantar unas
nuevas reglas del juego pero en las que también están interesados
los mismos grupos farmacéuticos dominantes, con lo que el individuo
es impotente a ese dominio, tal como se observa en el desenlace de la
trama. Como dice el autor, “al final, todo es intoxicación sin
tratamiento” (Efectos secundarios: 236).
Para
expresar sus propósitos, Sierra utiliza
una serie de metáforas cargadas de conceptos relacionados con la
medicina (metáfora tecnocientífica). Ya
la primera frase supone
una declaración de principios, tanto del estilo subordinado que
utiliza la metáfora científica, como de la carga de contenido al
explicitar la agresión que la tecnología hace al medio, al que toma
como si de un paciente se tratara (Efectos secundarios: 9):
“La vibración telúrica de las excavadoras y martillos neumáticos difunde –como se extiende el líquido inyectado en el músculo glúteo- por las anfractuosidades de la corteza, aprovecha la elasticidad de las rocas pulverizadas y los apelmazados residuos orgánicos que componen la capa más externa de la Tierra para viajar hasta las puertas del infierno y rebotar contra las rocas silicoaluminosas, más densas y compactas, regresando a la superficie deformada en seísmo casi imperceptible, silencioso y continuo como el crecimiento del cabello”
Esa
personificación del entorno como un paciente continúa unas pocas
páginas más adelante cuando describe la ciudad como un organismo
vivo que fagocita incluso a los individuos que la habitan (Efectos secundarios: 13). La personificación y la metáfora médica también le
sirven a Sierra para describir los entresijos del sistema que su
novela describe (Efectos secundarios: 126):
"Como inyectas tu droga favorita en una vena superficial del antebrazo, una enorme dosis de dólares es inyectada en algún nódulo periférico del sistema circulatorio financiero. Desde allí es arrastrada a través de las dinámicas arterias telefónicas hasta el mismo cerebro –léase Wall Street-, donde se unirá a receptores específicos. Al principio, una dosis tan elevada producirá una inesperada euforia en los mercados, arrastrando consigo a los inversores oportunistas. Una conmoción preparada para introducir la inmunodeficiencia, como el virus artero que cabalga en el éxtasis."
A
ello debemos añadir la continua obsesión por el malestar físico y
psíquico, por la ingestión de fármacos, por los productos de
bioestética producidos por Oribashi-XTO, omnipresente en la novela
(Efectos secundarios: 124):
“Nuestra piel es de Oribashi, nuestros ojos de Microopticals, nuestros dientes de MJD Dental Corp., nuestro corazón de Lugal, nuestro cerebro empieza a ser de Neurogold y sus patéticas drogas de la felicidad. En estos momentos, las personas sanas tomamos más fármacos que los enfermos, ese ha sido el gran negocio de la industria farmaceútica, darse cuenta de que la salud podía explotarse mucho más que la enfermedad”.
Una
visión del mundo que ya se podía leer en algunos pasajes de su
anterior novela, La
felicidad no da el dinero
(128):
“La publicidad dice que la L-carnitina, las ceramidas, la cafeína y algunas citoquinas frenan la acumulación de grasas. Los creyentes gelifican y masajean sus piernas cada mañana, «reestructuran sus tejidos», se privan de comer, denominando «dietas hipocalóricas» a la inanición. Usan pomadas reafirmantes con magnesio y silicio. Beben mucha agua, se retuercen como condenados en máquinas alquímicas, frecuentan las clínicas de los discípulos del inmortal Bálsamo.”
Por
su parte, el otro texto que queremos analizar en profundidad, el
relato «Alto Voltaje», utiliza el mecanismo caótico con el que el
cerebro recompone los hechos para estructurarse. En él, la
tecnología también está muy presente, al
mostrar el inevitable conflicto entre ciencia, tecnología y sociedad
cuando el protagonista, redactor para una revista sensacionalista
donde no están claros los límites entre divulgación, ciencia y
paraciencia, debe entrevistarse con un concejal, responsable de unas
instalaciones de alta tensión que podrían ser perjudiciales para la
salud de la población. En este sentido, resulta
significativa la frase utilizada por el concejal en la entrevista
(Alto voltaje: 76): “Hemos realizado mediciones en todos los pisos.
Eso es un hecho. Un hecho incontrovertible”. A lo que responde el
médico del pueblo páginas más tarde diciendo (Alto voltaje: 105):
“Aquí nadie espera a que la ciencia le indique lo que debe hacer”.
Precisamente, en el relato se afirma que la verdad no se puede
alcanzar y el narrador, personificación del afán científico,
tampoco lo consigue. Desiste porque la ciencia resulta incapaz de
pronunciarse ante problemas como el planteado. En realidad, es la
enfermedad y la vulnerabilidad del hombre lo que preside el cuento.
Curiosamente, es el médico, un médico de provincias que lee a otro
médico que fue escritor, William Carlos William, quien comunica al
relato la sabiduría necesaria para comprender esa vulnerabilidad que
nos domina.
Juan Francisco Ferré la pornografía y las barbaridades del humanismo médico
En
el caso de Ferré, la influencia de la medicina también tiene lugar
desde
una perspectiva posmoderna y poshumana. El autor es
conocido en los ambientes literarios españoles por haber defendido
desde diversas tarimas culturales la necesidad de utilizar lo
científico y lo tecnológico en la ficción contemporánea (Mutantes: 14). En su obra se observa un interés manifiesto por describir
el mundo tecnocientífico que nos rodea desde esa perspectiva
posmoderna y poshumana. La medicina no escapa a su interés. En
su libro de relatos, Metamorfosis,
se hace evidente la interacción que existe entre la descripción
anatómica del cuerpo y la pornografía tal como figura en el relato
que lleva por título precisamente «Metamorfosis». La medicina y
los miedos que provoca en el ciudadano medio, por su parte, es el
tema central del relato “Medicina general”. Finalmente, aunque en
“Elogio de la necedad” no aparece de forma evidente la componente
médica, sí lo hace un poshumanismo que se enfrenta de forma
sarcástica con el humanismo clásico.
Sin
embargo, es en
la novela La
fiesta del asno
(Ferré, 2005), parodia del terrorismo vasco y de los medios de
comunicación, donde se sintetiza la visión poshumanista de Ferré
con la medicina. Lo hace inicialmente con el estilo habitual de
Ferré, al describir de forma explícita y anatómica el cambio de
sexo del protagonista, Gorka K., mientras se excita contemplando
material pornográfico de carácter lésbico (La fiesta del asno: 85-88). A
continuación, en un mensaje más crítico, a partir de
la figura del forense, “el último de los humanistas vivos”.
Primero mediante
la construcción de un monstruo nacionalista con los despojos de
cuatro terroristas fallecidos. Un ser (La fiesta del asno: 106)
“extrañamente recompuesto con trozos que daban la chapucera
sensación de haber sido cosidos con hilo grueso de carnicero”.
Suerte de Frankenstein alienizado que lleva a cabo el forense
nacionalista según narra el propio monstruo (La fiesta del asno: 108):
“agradeció
al forense, sobre todo, ese insobornable humanista, la delicadeza
profesional con que los había manipulado en la mesa de disección y
también qué poco se quejó, noble y sabio como era, cuando se le
pidió su urgente y discreta colaboración técnica para restituirles
a los cuatro una última posibilidad de vida en común, aunque fuera
al precio de esta aberración aparente”.
Y
posteriormente, al realizar el mismo forense la autopsia a Gorka K
tras haber sido asesinado en complejas y “pornográficas”
circunstancias (La fiesta del asno: 127):
“según
los dictámenes del forense que ordenó el levantamiento del cadáver,
se produjo con antelación alguna extraña especie de intercambio
sexual. Los restos de excremento y semen hallados en el seccionado
miembro viril de Gorka hicieron creer al forense, último de los
humanistas en ejercicio, que éste penetró por el ano con éxito a
la mujer que sería luego su asesina, y que quizá llegara a eyacular
en su interior en más de una ocasión. Restos de semen hallados en
el propio ano de la víctima, hicieron creer que Gorka también había
mantenido relaciones sexuales con algún varón blanco antes de la
llegada fatal de la mujer que acabaría con su valiosa vida”.
Como
vemos, ambas escenas son tratadas desde una perspectiva que muestra
las barbaridades perpetradas por el humanismo. A día de hoy, en
cambio, el ultracapitalismo que nos domina lleva irremediablemente al
uso comercial de la ciencia en general, y de la medicina en
particular, como se infiere de los pensamientos de Gorka K. justo
antes de morir (La fiesta del asno: 125):
“El
último pensamiento de Gorka fue para la Cruz Roja internacional,
para Crick y Watson, los descubridores de la cadena en espiral del
ADN, y para todos los que han contribuido en los últimos treinta
años a convertir la genética y la biología molecular en las
ciencias dominantes de este mundo supertecnificado y anodino.”
La influencia del posmodernismo anglosajón
La
evidente influencia poshumana en los dos autores de estudio viene de
la mano de la lógica influencia de la literatura posmoderna
anglosajona. El modelo de Sierra y su relación con la medicina está
notablemente influido por esa literatura. En Efectos
secundarios
es destacable la sombra de James G. Ballard y Don DeLillo que se
detecta en la referencia continua a catástrofes, a edificios
aterradores y a accidentes de automóvil, además del bombardeo
mediático de la industria farmacológica al ciudadano medio y la
teoría conspiratoria que presiden la novela. La
influencia de DeLillo también es notable en el relato «Alto
voltaje», por la complejidad y agresividad del entorno
tecnocientífico para con los personajes. En este sentido, resulta
interesante cotejar el argumento del relato, anteriormente
explicitado, con este fragmento de Ruido
de fondo
de DeLillo (edición de Seix Barral 2006, 231):
“La
cuestión real es el tipo de radiación que nos envuelve todos los
días. La radio, la televisión, el microondas, las líneas de alta
tensión a unos metros de la casa, el radar que detecta la velocidad
a la que conduces por carretera. Durante años nos han repetido que
se trata de dosis débiles y que no son peligrosas.”
De
otra forma, lo mismo que se postula en «Alto
voltaje»
Respecto
a Ferré,
en
el relato “Elogio de la necedad” también se observa la sombra de
J. G. Ballard. Y es conocida la deria del autor por Don DeLillo.
Pero, a mi entender, es Thomas Pynchon quien más influye a Ferré a
la hora de introducir elementos tecnocientíficos y médicos en la
narración. Esto se observa incluso en la producción crítica de
Ferré, En
un análisis del libro de Pynchon, El
arco iris de gravedad,
Ferré vaticina (Ferré, 2010) “la fosilización de cualquier
estética literaria que no asumiera la influencia determinante de la
ciencia y la tecnología sobre la forma de contar historias en las
sociedades más avanzadas”. Ferré utiliza el posicionamiento de
Pynchon para encontrar su propio posicionamiento. Y lo cierto es que
el tratamiento que Ferré hace del médico humanista que aparece en
La
fiesta del asno
recuerda mucho a Schoenmaker, el pragmático y ambicioso cirujano
plástico que aparece en V,
la primera novela de Pynchon.
Conclusiones
A
la vista de la exposición, se hace evidente que los dos autores
tratados tienen una visión posmoderna y poshumana del mundo en
general y de la medicina en particular.
También
parecen compartir referencias a la hora de tratar la medicina: la
literatura posmoderna anglosajona. Especialmente la de autores como
J. G Ballard, Don DeLillo y Thomas Pynchon, aunque parece que la
influencia de DeLillo es más notable en Sierra, mientras que la de
Pynchon se hace evidente en Ferré.
Pese
a compartir puntos de vista y referencias, la plasmación de los
aspectos médicos en la literatura de Sierra y Ferré es diferente:
- Sierra utiliza la farmacología y la excesiva obsesión por la salud de la sociedad contemporánea para construir un mundo complejo en donde la medicina es un elemento más. De esta forma, personifica organismos sociales complejos, como la ciudad o el entorno, para dotarlos de necesidades biológicas y, por tanto, los hace susceptibles de interactuar con la medicina. A la vez, utiliza la madurez de la perspectiva médica alimentada por la literatura para desenmascarar el afán determinista de esa sociedad compleja. Es decir, trabaja con una tensión entre los elementos negativos y los elementos positivos de la medicina en nuestra sociedad, sus componentes científica y humana. El suyo es un mensaje complejo.
- Ferré hace evidente la relación de la medicina con la pornografía para desdibujar los contornos sociales, a la vez que critica en profundidad los postulados humanistas que sustentaron a la medicina en el pasado. Pero sus estrategias y los productos que surgen de ellas, por culpa del capitalismo dominante, no suelen tener una contrapartida positiva, sino que están dominadas por la pornografía y la explotación económica. El suyo es un mensaje apocalíptico.