Hoy voy a recomendarles el segundo libro de Sònia Fernández-Vidal. Quantic love, una historia para adolescentes cargada de aventuras y, en la misma medida, de cápsulas de mecánica cuántica, tal como las definió José Luis Sampedro. A fin de cuentas, este triángulo amoroso con una joven sevillana (Laila) como protagonista sucede en el CERN. Y dado su carácter bestsellero y amable con el público en general, voy a ser yo también amable. Voy a reivindicar a todos aquellos que utlizan sus trabajos para dar salida a conceptos como la mecánica cuántica. A fin de cuentas, eso es bueno para la ciencia, para el conocimiento de la ciencia por parte del gran público. Así, a diferencia de la anterior entrada sobre Fernández-Vidal, voy a considerar que el apoyo de Juan Trejo a la ficción cuántica de Jordi Carrión es algo positivo. Que el uso que Carrión hace de lo cuántico en Teleshakespeare (ensayo que ya deberían haber leído) es algo refrescante. Que todo lo que sea hacer pensar al público sobre la naturaleza cuántica del mundo es enriquecedor. Lo demás es elitismo barato. Y he decidido que eso no es amable. Además, como todos usted deben saber a estas alturas, el amor es cuántico.
2 comentarios:
Me gusta, Te sigo.
Gracias, Anteavasin. Comentarios como el tuyo animan a seguir.
Cordial saludo.
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