miércoles, 23 de marzo de 2011

Tragedia nuclear en Japón

Tragedia nuclear en Japón


La crisis nuclear que ha tenido y tiene lugar en Japón tras el terrible terremoto y el posterior tsunami es pura ciencia ficción. Pero la tragedia y los problemas que de ella se derivan abarcan tales dimensiones que, como comprenderán, hoy no habrá retóricas. En este caso no sirven para nada. Ninguna de las distópicas novelas y películas japonesas de las últimas décadas llegó a imaginar que lo apocalíptico llegaría de esta forma.
Inicié mi singladura en este blog hablando del debate que suscita la energía nuclear. Por desgracia, ese es ahora el gran tema de conversación en todos los medios (hoy también me saltaré el formato de enlaces de los posts de nuestras bitácoras). Una noticia que da lugar a detallados gráficos y webs con imágenes interactivas y escenas espeluznantes:
No solo eso, la crisis ha generado más noticias en otras partes del mundo.
Alguna de estas páginas está notablemente documentada y es de agradecer para alguien que ha estado periódicamente enganchado a eskup y a la consulta del estado de los reactores de la central de Fukushima. Sin embargo, la sensación que queda tras tanta saturación de información es la de que se ha tratado el tema con histerismo. Muy pocos medios, muy pocos comentaristas, han sido objetivos si es que eso puede darse.
Está wikipedia, aunque conocemos su fiabilidad. También están las webs de losorganismos oficiales, incluso en las redes sociales. Pero en general se observan dos bandos claros con su propaganda mediática correspondiente:
1) Los partidarios de la energía nuclear, muchos de ellos técnicos asalariados en complejos nucleares, que han pretendido siempre un falso tono de moderación que los acontecimientos desmentían minuto a minuto. Demostración de lo que ya sospechábamos: Que los defensores de la energía nuclear no tenían ni idea de lo podía acontecer en una central nuclear tras un terremoto de estas dimensiones. Que en definitiva, defienden un holding industrial capitalista con unos claros intereses económicos que siempre tratará de ocultar aquella información que sea contraproducente. Un lobby capaz de poner pegas a otros desarrollos industriales para la obtención de energía.
(TRISTE ANÉCDOTA: Resulta paradójico [porque no es irónico] volver a encontrar a algunas caras conocidas entre esos comentaristas. Los compañeros de aquel doctorado de ingeniería nuclear que dejé sin terminar. Los tipos que compartieron la pequeña broma del profesor de Dosimetría. El viejo ingeniero, experto nuclear, cargo directivo en una de las centrales de Tarragona, que explicaba como dejaron pasar 20 años hasta que se dieron cuenta de que las partículas radiactivas rebotaban (en el techo, en el suelo, en las paredes). Y durante 20 años los trabajadores nucleares recibieron el doble de radiación anual de la que hoy en día es aconsejable para la salud. Al profesor le vino la risa al recordarlo. No sé, pensaría en el cáncer. Algunos alumnos [ahora técnicos prestigiosos] compartieron su ironía. Yo sigo sin encontrarle la gracia. Fue entonces cuando comprendí como eran las cosas en la industria nuclear. Ese día decidí que no iba conmigo.)
2) Los ecologistas acérrimos. El otro bando, que ha tirado de lo catastrófico para describir la crisis. Pero en ninguno de sus textos leerán que las energías limpias, a día de hoy, son incapaces de abastecer nuestro consumo energético. Ni que la energía solar es insostenible por no rentable (además de acabar contaminando cuando las placas quedan inservibles). Así que un mundo sin combustibles fósiles y sin centrales nucleares requerirá del compromiso de apretarse el cinturón en el consumo energético. Eso es algo que explican con poco detalle los ecologistas, que a veces son los consumidores más voraces de energía.
(INCISO: Ambas posturas con los claroscuros mencionados se pueden observar en el debate en torno a la cuestión que organizó el diario El País en el Caixafórum de Madrid que muestra lo mal que nos irá si uno de los bandos elimina al otro.)
En esta tesitura, el ciudadano medio lo tiene mal. No recibe la información que le permita posicionarse. Bien es cierto que, como dijo Roland Barthes, en este tipo de descisiones la opinión pública siempre actúa de forma irracional. Yo no soy la excepción. Pero me gustaría que mi decisión irracional para apoyar una forma determinada de energía se sustentara en informaciones veraces y completas, pese a ser subjetivas.
Al fin y al cabo, después de tantos días, tantas lecturas y tantos visionados de imágenes espectaculares:
Después de observar que la situación no tiene visos de solucionarse rápidamente, y de estar muy de acuerdo con la opinión de mi amigo Óscar Gual, solo tengo claro quienes son los villanos de todo esto (unos villanos que deberían ir a la cárcel por crímenes contra la humanidad) y quienes los héroes.
Carlos Gámez.

sábado, 12 de marzo de 2011

Rabia juguetona

Rabia juguetona


Tal vez este no sea el lugar por eso de que se trata de un blog de libros y esto es un juguete. Pero el caso es que por iniciativa de ese escritor, crítico, profesor de escritura y (cada vez más) agitador cultural llamado Jorge/Jordi Carrión, ha visto la luz El juguete rabioso, un fanzine de fake, remake, ensayo ficción y rabia que ha juntado a un nutrido grupo de colaboradores (véase imagen), muchos de ellos inconscientes de su (co-)labor.
Y como yo me he hecho con uno de los 250 rabiosos ejemplares numerados (el 24). Y como su título juguetón coincide con el de una novela de Roberto Arlt. Y como aparece texto (no solo crítica, también creación como indica el subtitulo). Pues voy a reseñarlo.
Para empezar diré que una reivindicación (rabiosa, por supuesto) de Mark Danielewski como la que se encuentra en el primer artículo es necesaria. Necesaria porque a estas alturas de la película, el autor de la primera novela del siglo XXI (otro juguete) sigue sin tener su traducción al castellano (sí, serían elevados sus costes, pero qué hay de las editoriales independientes de prestigio y su rabiosa labor). Otra reivindicación es la de Ben Greenman (autor este, desconocido para mí). El juguete contiene también buen cómic metacómico y tres textos de (rabiosa) creación:
1) Un edit literario de Marc Caellas, versión contemporánea de ese paseante que fuera Robert Walser.
2) Un poema relato sin comas a lo Molly Bloom con tintes bíblicos posmodernos de Jaime Rodríguez Z.
3) Un ejemplo de apropiación de textos de otros autores (la contribución más larga) que en manos de Jorge Carrión parece que puede funcionar como (una) técnica literaria (muy juguetona).
Para la próxima entrega solo mejoraría un aspecto del diseño. Es cierto que Robert Juan-Cantavella se ha esmerado es su parte del juego y a uno le han regresado maravillosas evocaciones de cuando recortaba con tijeras y pegaba textos en su fanzine rabioso de turno. Y del punk. Pero también es cierto que entonces las páginas que salían mal impresas lo hacían por azar y no por la voluntad y la dedicación de los (co-)laboradores. En El juguete rabioso a veces parece que se ha decidido de antemano hacía donde se inclinará el texto en cada página. No creo que sea necesario. Si el trabajo se hace bien y con pocos medios (y al parecer este es un proyecto de rabiosa autogestión económico-cultural) el juego y el retorno a las fotocopias ponen a cada texto en su sitio.
En definitiva, una apuesta sugerente. Parece que vuelve el DIY (Do It Yourself). Y eso es aplaudible, porque le da frescura a un hecho como es el cultural, muchas veces encorsetado. Además de aportar ideas para aquellos amateurs que tienen buenas y rabiosas iniciativas, que juguetean bien aunque carezcan de medios (algo que ya permite Internet). De hecho, este retorno a las fotocopias me ha recordado al documental (también juguetón) realizado por Banksy el año pasado y del que Carriónse hiciera eco. Iniciativas como El juguete rabioso pueden darle un impulso creador a la crítica y a la literatura, de la misma forma que lo ha hecho el Street Art (bien entendido) en el mundo del arte visual, recuperando valores como creación, trabajo elaborado, actitud y transgresión (como se observa en ese falso reportaje de falsos amateurs). Siempre desde la rabia y el juego.
Carlos Gámez.