Breve, así consideré la literatura del escritor peruano-americano Salvador Luis (Lima, 1978) al valorar su anterior libro de relatos: Shogun inflamable. En su nueva entrega: Otras cavidades (Elektrik Generation), sigue siendo breve, pero ha añadido nuevas características a su estilo, además del sadismo que ya presidía su anterior libro, lo que enriquece su escritura y también la literatura escrita en español con nuevos referentes hasta ahora ajenos.
El primer atributo, aunque no es nuevo porque ya figuraba de forma enmascarada en sus anteriores obras, es la intertextualidad. Entre las historias cortas de Salvador Luis la persona lectora encontrará a un César Aira que se enfrenta a un segundo César Aira (“Animales sin salida”); a Zelda, la mujer de F. Scott Fitzgerald (“La desquiciada bailarina Zelda Sayre”); y a un Thomas Pynchon con tendencias psicopáticas (“Status panicus”). Salvador Luis, muy aficionado a la cultura pop, incluye a estos personajes literarios en su particular universo pop junto a Charles Mason y otros nombres que aparecen en sus libros anteriores. Estos personajes literarios reales, ahora de papel, llevan al autor a enfrentarse a una serie preguntas metaliterarias sobre el entramado de la ficción. En el caso de Zelda y su relación con Scott, por ejemplo, el narrador se pregunta: “¿quién es el personaje y quién el autor? ¿Existe un universo sayriano que contiene el universo de Fitzgerald? ¿Existe Scott sin Zelda?” (p. 18) Esos elementos metaliterarios conformarían el segundo de los atributos de las narraciones de Otras cavidades. El tercero es la experimentación, muy del gusto del autor, aquí ampliada con el uso del texto en la página, tal vez con la idea de la pantpágina de Vicente Luis Mora en mente a la hora de componer los relatos. El fragmento es el protagonista de la página en “Un tiburón en el patio”. Pero es especialmente en “Late Victorian Holocaust”, el último cuento y el más extenso, también el que más me gustó, donde, además de experimentar con imágenes y espacios, y jugar con referentes de la cultura pop, se observa mejor la importancia del fragmento en la escritura de Salvador Luis, otorgándole todo el protagonismo: “Una apertura en negro que absorbió la placidez de nuestra bohemia citadina” (p. 154). En el estilo del autor no es el único recurso experimental. También se identifica a partir del uso de listas (“Coreografía para principiantes de coreografía”, “Querida madre”) A todos esos atributos se une el Salvador Luis más psyco killer (psycho killer literario, se entiende), el de “Voz de un aliado”, “En las zanjas” o “El primer cementerio” —“Status panicus” sería una síntesis entre el anterior Salvador Luis y el autor que se nos presenta a través de estos relatos—; y su gusto por la ciencia ficción (“El Nuevo Teatro Anatómico”, “Versus”, “Post-Apocalyptic City [of Amoeba and Dust and Wind]”), la fantasía (“Coreografía para principiantes de coreografía”, “Un tiburón en el patio”) y el terror (“Querida madre”); y por todos los subgéneros considerados como periféricos por la literatura en español en el pasado, sin menospreciar la profundidad en sus planteamientos (“Arthur Shopenhauer y el meltdown”). No en vano “Versus”, otro de los relatos más destacables nos hace pensar sobre nuestra fanática dependencia de la tecnología en un mundo programado por su obsolescencia.
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