Ernesto Sabato[1]
es considerado por la crítica como el escritor que renegó de la ciencia para
dedicarse a la literatura. Tal es la tesis que baraja J. Andrew Brown en Test Tube Envy, donde afirma que el
autor argentino utiliza su autoridad en el mundo científico —tras finalizar su
doctorado Sabato estuvo becado en París en 1937, en el Laboratorio Curie, uno
de los más prestigiosos del mundo en teoría atómica— para desarrollar una de las
críticas más feroces contra el positivismo. Brown se apoya en las opiniones de
Sabato, vertidas en Abaddón el
Exterminador y en Sobre héroes y
tumbas, para entroncar su obra, crítica para con la ciencia, con la de
Roberto Arlt, y para afimar que Sabato explota su autoridad científica para
desafiar el entusiasmo cultural desinformado sobre la ciencia y el progreso
científico (116).
Sin embargo, en "Quantum mechanics and literature: an
analysis of El Tunel by Ernesto
Sabato," Victoria Carpenter y Paul Halpern afirman que esa novela
está estructurada según una concepción cuántica del tiempo, y eso determina la
secuenciación de los acontecimientos en la historia. En este texto voy a
demostrar que esto se debe a la sólida formación científica de Sabato y a la simbología
que maneja para desarrollar el libro. Existe una fuerte correlación entre lo
que podría llamarse “el discurso cuántico” y el cariz metafísico y existencial
de la obra de Sabato.
Carpenter y Halpern demuestran la estructura cuántica de la
novela de Sabato a partir de ciertas discrepancias temporales que se dan entre
cuatro escenas fundamentales en la novela. A saber: 1) La exposición por parte
de Juan Pablo Castel y la contemplación por parte de María de la pintura Maternidad, al inicio del libro, en
donde figura la representación periférica de una mujer mirando a la playa y
llorando, que más adelante sabremos que es la protagonista femenina; 2) la
carta en que María le relata a Juan Pablo las sensaciones que sintió al
contemplar la imagen; 3) La escena en que María efectivamente se encuentra en
la playa, llorando; 4) el asesinato de María a manos de Castel. A estas se une
una escena que no se describe en el texto pero que se menciona. No es otra que
la imagen en que Castel pinta el cuadro, en principio, anterior a todas las
demás.
A partir de la imagen que se repite en todas esas escenas:
la de María observando el mar, Carpenter y Halpern demuestran que existe un
desequilibrio temporal. A lo largo del texto, da la impresión de que esa imagen
tiene lugar entre Castel y María en un instante determinado, y que las
posiciones de María, Castel y el mar van cambiando en cada una de sus
representaciones. Además, no queda claro qué sucede antes, si la contemplación
del cuadro o la escritura de la carta. Al menos los autores del artículo
demuestran que ambas ordenaciones temporales son factibles. Parece que tanto
Castel como María tengan premoniciones sobre los acontecimientos que van a
suceder, pero también da la impresión de que los hechos se estén desarrollando
en realidades paralelas que interactúan. En especial, porque Castel empieza el
texto informándonos de que ha matado a María. Carpenter y Halpern resuelven el
problema a partir de la interpretación cuántica de los multiversos, mostrando
que cada una de las escenas y las posiciones cambiantes entre Castel, María y
el mar no es más que el colapso de la función de onda en cuatro momentos de
medición distintos, y que, aunque todas las posibilidades están determinadas
por el destino, aquella en la que se embarcan depende de la variante de la
pareja en cuestión y la compatibilidad entre la pareja y la línea narrativa en
la que habitan.
Por tanto, en un universo no cuántico, la escena en la playa
ocurrió mucho antes en el tiempo de lo que aparece en la novela, y las
distintas representaciones de esta en la carta o en el cuadro serían análogas a
las medidas tomadas sobre una función de onda en cuántica. En especial teniendo
en cuenta que en un momento de la narración, antes de que la escena principal tenga
lugar, Castel afirma ante María que esa imagen es “verdadera.” (87) El
experimento imaginario de un gato sometido a las leyes cuánticas de la medida,
enunciado críticamente por Erwin Schrödinger y conocido como el gato de
Schrödinger, propone que, en las condiciones adecuadas, el gato puede
encontrarse vivo y muerto a la vez en el compartimento que lo alberga. El
experimento se planteó como una crítica a la interpretación cuántica de
Copenhague, que consideraba que la medida de una magnitud física podía tener
una interpretación probabilística. Como el gato de Schrödinger, el resultado de
la medida en El túnel puede ser
cambiante en cada nuevo colapso de la función de onda.
Sugiero que si Carpenter y Halpern pueden realizar esta
interpretación de El túnel, es porque
Sabato ha construido toda la novela a partir de una concepción cuántica de la
realidad, más concretamente, de la psique humana. El análisis se hace sencillo
porque la imagen de la mujer mirando al mar se presenta en toda la narración de
forma simbólica y como un todo. A causa de la importante significación que esta
escena tiene para el desarrollo de la novela, Sabato la ha concebido
precisamente como una función de onda cuántica, homogénea pero cambiante.
Démonos cuenta de que Castel la describe así la primera vez que aparece en la
narración: “arriba, a la izquierda, a través de una ventanita, se veía una
escena pequeña y remota: una playa solitaria y una mujer que miraba al mar. Era
una mujer que miraba como esperando algo, quizá algún llamado apagado y
distante.” En esta imagen, que se representará de varias maneras a lo largo de
la novela, cabe destacar la función de la ventana. La imagen de la mujer no
sería otra cosa que la conciencia de María y de ahí todo el misterio que la
rodea, porque resulta sorprendente que alguien ajeno como Castel la haya podido
captar.
La novela de Sabato se publicó en 1948. Cuatro años antes,
en 1944, Erwin Schrödinger había publicado What
is Life? Una compilación de conferencias en las que trataba sobre su visión
del mundo. Al final del capítulo VII del libro, Schrödinger desarrolla su
concepción de la conciencia humana, escribiendo que la conciencia es capaz de
darnos una representación del mundo en donde la conciencia misma apenas si
puede representarse en un aparte, como una figura pequeña y remota que
contempla el todo. No puedo saber a ciencia cierta si Sabato leyó a Schrödinger
mientras escribía su libro, pero la analogía con el cuadro Maternidad que utiliza en El
túnel es sorprendente. En el caso de que la conexión fuera cierta, El túnel podría considerarse no solo
como un espejo de la concepción cuántica de la realidad, sino como un reflejo
del desajuste y desconcierto emocional que produce afrontar una idea distinta
de realidad.