Foto de Glenda Galán |
“Yo era un escritor o un intelectual que hizo lo que pudo
por servir a la revolución en la que creía. Y lo hice desde mi propio terreno”
Con motivo de la concesión del reciente premio Carlos
Fuentes en su segunda edición al escritor nicaragüense Sergio Ramírez (Masatepe
1942) y la publicación de su último libro: Juan
de Juanes (La Pereza y Alfaguara México), tuve una charla con este narrador
de largo aliento que ha publicado más de cuarenta libros a lo largo de su vida,
entre novela, relato, ensayo, misceláneas y cuento infantil, de los que cabe
destacar Margarita, está linda la mar,
Sombras nada más y Adiós muchachos. Teniendo en cuenta su
pasado como vicepresidente de Nicaragua tras el triunfo de la revolución
sandinista, resulta evidente que la política, el poder y la literatura se
entremezclan en esta charla.
PREGUNTA: Querría empezar hablando de su libro de memorias y
ensayos breves, Juan de Juanes (La
Perea Ediciones). Me interesan mucho esas experiencias que relata usted en el
libro sobre el escritor. Por ejemplo, el pasaje en el comenta su distancia con
las armas y el hecho de que usted no es comandante ni nada parecido cuando lo
presentan como tal. ¿Cómo observa un escritor, o un escritor en ciernes, la
violencia que se sufre y la violencia que se ejerce en procesos políticos como
los que le tocó vivir?
RESPUESTA: Yo siempre vi la revolución como un llamado a
filas, y cada uno hacía lo que podía. A fin de cuentas, en esas situaciones el
prestigio lo adquieren los que empuñan las armas. Y aunque no las hayan
empuñado, se disfrazan de militares, con esa aura heroica que da el verde
olivo. Yo conozco a varios, conozco a comandantes de la revolución en Nicaragua
que no habían pegado ni un tiro y simplemente se vestían de verde olivo. Quizá
yo pasé más riesgos que algunos de ellos, porque yo me pasé la clandestinidad
en Nicaragua desarmado varios meses, porque yo no sabía disparar. Qué hacía con
armas. Y quizás si hubiera llegado a matar a alguien todavía tendría ese cargo
de conciencia como el Aureliano Buendía de García Márquez. Yo siempre me vi
como un civil, y ahora veo que yo no era militar. No tenía esa vocación, ni
tenía esa atracción. Yo era un escritor o un intelectual que hizo lo que pudo
por servir a la revolución en la que creía. Y lo hice desde mi propio terreno.
P: En Juan de Juanes
también me chocó observar que es paradójica la atención que el poder tuvo por
algunos de los escritores del Boom, como todo lo que relata usted en torno a la
figura de Gabriel García Márquez, al que acudían a escuchar presidentes y hasta
reyes. ¿Qué cree usted que coincidió en ese caso para que se diera la paradoja
de que la literatura fuese la novia a la que todos querían agasajar?
R: García Márquez fue un escritor que tuvo más poder
político en América Latina que muchos políticos sin haber ejercido ningún cargo
público. A lo largo de su carrera desfilaron ante él presidentes y presidentes
y yo bromeaba con él diciéndole que era el único presidente vitalicio rodeado
de expresidentes. Él era un imán. Los presidentes contemporáneos lo buscaban
para tomarse la foto con él. Era un prestigio. No es que él quisiera estar a la
altura de ellos, era al revés. Y él disfrutaba de esa situación. Le satisfacía
mucho que el poder lo buscara. Disfrutaba mucho de ese ambiente. Se habla mucho
de la relación de Gabo con Fidel Castro. Pero es que la relación de Gabo con Fidel
Castro no fue única. No fue con el único jefe de estado, con el único caudillo
con quien él se relacionó. Torrijos le tenía una gran admiración. Hablando con
Gabo de esto, yo recuerdo que me dijo: “Mucha gente piensa que mi personaje
político es Fidel. Y no es así, mi personaje político es Torrijos. Yo algún día
voy a escribir sobre Torrijos”. Nunca lo hizo. Pero él tenía una gran empatía
con Torrijos. Yo recuerdo que una vez llegó Gabo de visita a Panamá y el
presidente se acercó al aeropuerto a recibirlo, y lo montó en su carro, y lo
llevó de visita por toda la ciudad. Estas situaciones se derivaban del
prestigio que Gabo tenía.
P: Ahondando más en la relación entre el poder y la
literatura, usted siempre ha tenido una posición muy equidistante en el tema
del poder. No ensalzó la revolución como escritor cuando usted estaba implicado
en ella, y tampoco la defenestró cuando se salió de la política. Desde España
siempre se le ha considerado a usted como un intelectual, un escritor que
estuvo muy implicado en política pero llegado el momento la dejó y se dedicó en
exclusiva a su carrera literaria. Sin embargo, me interesa mucho su perspectiva
del análisis del poder, como la que realiza en su novela Sombras nada más, o en Adiós
muchachos. Me interesa mucho más Adiós
muchachos por los diversos destinos de la generación de jóvenes latinoamericanos
que se rebelaron en 1968. Porque me pareció muy curioso observar que usted
pertenecía a una generación de jóvenes que pretendía cambiar el mundo, que en
España tuvo sus problemas con el franquismo. Pero lo que me pareció más
interesante del libro es que mientras ustedes, los jóvenes nicaragüenses,
alcanzaron el poder en 1979, sus compañeros, los jóvenes mexicanos, acabaron
duramente represaliados. Y años después, dos de esos jóvenes, que son Daniel
Ortega y usted mismo, terminan teniendo conversaciones con el presidente de
México. Me pareció paradójico observar cómo ustedes están negociando con un
político que, sin ser el culpable directo de la matanza de Tlatelolco, porque
entonces no era quien estaba al frente del gobierno, sí es un representante del
partido político desde el que salieron esas órdenes. Pero este señor está
intentado apoyarlos a ustedes, quiere ayudar al joven gobierno nicaragüense. Y
me pareció una de las paradojas del poder: gente que forma parte de la misma
generación, depende cómo se desarrollen los acontecimientos, se encuentra en
unos circuitos que, si hubieran ido las cosas de manera distinta no hubieran
frecuentado. ¿Vio el germen de cómo analiza usted el poder en sus novelas?
R: Eso tiene mucho que ver con lo que es la historia del PRI
en México. La evolución misma del PRI como partido. El PRI consolida a las
distintas fuerzas que han peleado la Revolución, después de la purga de Zapata
y de Villa. Los caudillos de la Revolución al final se ponen de acuerdo y
forman un solo partido, que es la maquinaria política que elimina a
Vasconcelos, el intelectual, cuando este se quiere oponer a Obregón, el
caudillo, y Calles, su ayudante. Se trata de un caudillo con atributos
militares. No podía ser entonces de otra manera. El PRI sigue evolucionando a
lo largo de los años, con gobiernos de derechas, con gobiernos de izquierdas.
Llega al gobierno el general Cárdenas, uno de los mejores gobiernos que ha
tenido México nunca. Será recordado entre otras cosas por nacionalizar el
petróleo y por acoger a toda la emigración republicana española. Es un hombre
que hasta su muerte tuvo posiciones muy de izquierdas. Luego vienen otros
gobiernos corruptos, se van alternando. Con el PRI pasa lo mismo que pasa hoy
en Cuba, que de repente hay intelectuales muy críticos que hablan del pasado,
cuando se reprimía a los homosexuales, cuando el caso Padilla, como si hubiera
sido otro gobierno, como si se hubiera tratado de un régimen completamente
diferente. Pero la verdad es que se trata del mismo. Yo conozco a muchos
escritores cubanos que caen en esta posición crítica hacia el pasado. Pero por
supuesto, no se atreven a meterse con el presente, aunque ese es otro tema.
Pero eso pasa también en México, en México hay distintos gobiernos, siempre
vemos intelectuales en cargos de gobierno, no en cargos políticos
verdaderamente, pero como embajadores: Octavio Paz, Carlos Fuentes. Luego
renuncian porque el siguiente gobierno ya no les parece adecuado. Es un solo
partido dividido en distintos rostros, en distintos espejos. Si vamos al
gobierno de Echeverría, por ejemplo. Echeverría es el ministro del Interior, el
secretario de Gobernación cuando Díaz Ordaz da la orden de disparar contra los
estudiantes en Tlatelolco. Luego es el sucesor de Díaz Ordaz. Pero cuando Echeverría
llega al gobierno, su política es antipinochetista. Directamente rompe
relaciones con Pinochet, acoge a los exiliados chilenos, después acoge a los
exiliados uruguayos y argentinos. Es decir, hay una especie de esquizofrenia.
No podemos decir que el gobierno de Echeverría sea un gobierno de izquierdas
hacia lo interno. Pero lo es hacia lo externo. Es decir, su posición hacia el
exterior simpatiza con la izquierda. Y se necesita todo esto para poder
explicar cómo nosotros somos bien recibidos por López Portillo. López Portillo
fue absolutamente solidario con la revolución nicaragüense, hasta el punto de
la complicidad, y esto lo cuento en el libro. México nos prometió que rompería
relaciones con Somoza cuando nosotros lo decidiéramos. Y así lo hizo. Y luego,
cuando triunfó la revolución, su ayuda fue ilimitada. Siempre estuvo dispuesto
a apoyarnos. Y esa es la realidad de la historia. Mucha gente puede decir que
Carlos Andrés Pérez era un corrupto, que es una de las bestias negras de la
historia de Venezuela, y yo no puedo decir lo mismo. Carlos Andrés Pérez fue un
hombre muy generoso con la revolución. Él estuvo siempre apoyándonos.
P: Ya para finalizar, y dada la temática de su último libro,
Juan de Juanes, en el que realiza una
disección de los egos de los escritores, ¿me podría dar algunos consejos para
los lectores de cómo domesticar el ego?
R: ¡Ja, ja, ja! Eso depende de la personalidad de cada
quien. Yo creo que lo primero que hay que hacer, y eso uno lo tiene o no lo
tiene, es reírse frente a la vanidad. Sobre todo porque al que no se ríe se lo
come la vanidad, se lo come la soberbia, que son perros muy bravos que pueden
acabar devorándolo a uno. Entonces, yo creo que la risa es un buen
intermediario. Yo siempre me he reído de la vanidad, de la solemnidad. Me he
reído de la gente que se toma muy en serio. Hay escritores que se toman muy en
serio y eso de tomarse tanto en serio es una verdadera vaina. La primera cura
es eso: desprenderse de uno mismo, poderse ver a distancia y poder reírse de
uno mismo para no caer en las tentaciones de la vanidad y la vanagloria que
siempre son muy fuertes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario