Solo comprendiendo la profundidad de la crisis económica que
hemos sufrido (y aún estamos sufriendo) en los últimos años, y las
consecuencias que ha conllevado para el mundo editorial español, que se han
traducido en el cierre de editoriales, la eliminación de premios o la
publicación únicamente de fórmulas conocidas como la novela negra escandinava,
se entiende que haya novelas como Los
últimos días de Roger Lobus, de Óscar Gual, que hayan necesitado de tanto
tiempo para ver la luz. Por suerte, ahí está la editorial Aristas Martínez, que
ha sabido no solo sobrevivir sino también crecer en estos años difíciles, para
poner fin a esa sequía creativa con una apuesta editorial y un catálogo muy
motivadores.
Óscar Gual no es un recién llegado. Es un autor de
trayectoria sólida con dos novelas a sus espaldas (Cut and Roll [2008] y Fabulosos
Monos Marinos [2010], ambas en DVD), una nouvelle escrita a cuatro manos con Robert Juan-Cantavella (El corazón de Julia [Morsa, 2011]) e
infinidad de relatos en numerosas antologías. Y puedo decir sin ánimo de
exagerar que Los últimos días de Roger
Lobus, trasunto de continuación de su anterior novela en el universo
particular de Sierpe, la ciudad erigida sobre los restos de un centro
penitenciario (18), es su mejor novela.
La apuesta por ese universo personal vertebra el libro. Pero
además, ya en Fabulosos Monos Marinos
apuntaba Gual a profundas reflexiones escondidas tras un tono jocoso. En esta
nueva entrega continúa por esa línea con un posicionamiento que puede ser
muchas cosas menos ingenuo, con el añadido de que el autor implícito se
enfrenta a un drama autobiográfico: la muerte del padre, y lo que eso supone en
nuestra sensible percepción del mundo: el paso del tiempo y la vulnerabilidad
de la condición humana frente al juego de las apariencias sociales. Así que
siguiendo con su apuesta estética, en donde la literatura se entremezcla con
pensamiento, tecnociencia, ciencia ficción, deporte, videojuegos, lumpen, drogas
y rock & roll, Gual encara los grandes temas y los trufa de crítica
literaria y cultural sin que el lector deje de reírse o de reflexionar, según
el caso, gracias al uso de personajes rotundos, como Carlos Manrique de la
Santa Delgado. En este sentido, tras una capa de supuesta vulgaridad, se
esconde un autor con un saber enciclopédico.
La novela se estructura a partir de los cinco últimos días
de Roger Lobus, un testaferro local de Sierpe, en el hospital. Es su hijo,
Junior, un muchacho con un tenebroso pasado que nos permite conocer a todo tipo
de extraños personajes, quien narra los hechos en un tono inicial de sátira
política. El uso del tiempo es muy remarcable en el libro, pues el lector se
sumerge en largas digresiones, no solo hacia el pasado, también hacia el
futuro, mientras permanece en el presente de la clínica donde se encuentra
Roger Lobus. La estancia en el hospital es delirante, no solo por el estado
físico de Roger y el estado mental de Junior, sino también porque esa es la propuesta
del autor en esta novela para poder introducir también las reflexiones y
observaciones del autor implícito, y solo el tratamiento del tiempo en el
relato le permite al autor hacer cristalizar esta ambiciosa propuesta que se
interroga por la esencia de la condición humana en una novela que se explica a
sí misma.