sábado, 8 de marzo de 2014

BUTLER Y EL YO DISPERSO

Cuando en 1971 Paul Forman publica “Weimar Culture, Causality, and Quantum Theory”, un artículo en el que argumenta que la emergencia de la mecánica cuántica en la Alemania de entreguerras tuvo lugar en un ambiente intelectualmente hostil respecto a la ciencia, debido en gran medida a su papel en la Primera Guerra Mundial y la posterior derrota, nadie, ni quienes apoyaron la tesis de Forman ni los que la criticaron arguyendo motivos exclusivamente epistemológicos, dio en pensar que la influencia del ambiente cultural y el contraste empírico (que es lo que ha demostrado sólida a la teoría cuántica con el paso de las décadas) pueden ser complementarios para entender cómo se construye el conocimiento científico. Precisamente, esta perspectiva entrelazada entre nuevas teorías en los estudios culturales y tradiciones más clásicas (en este caso, el estructuralismo de Theodor Adorno) es la estrategia desarrollada por Judith Butler para resolver las críticas recibidas por la supuesta imposibilidad de agencia en el pensamiento postestucturalista, derivada de la disolución del sujeto en ese marco teórico.


Como de manera muy didáctica afirma Kathleen Magnus en el resumen de su artículo: While Butler’s earlier texts reflect a somewhat restricted notion of agency, her Adorno Lectures formulate a notion of agency that extends beyond mere resistance” (81). Pero no solo el pensamiento estructuralista de Adorno, también la dialéctica del reconocimiento de Hegel o el pensamiento ético de Levinas entre otros, son las teorías que permiten a Butler complementar las teorías posestructuralistas sobre la identidad. Partiendo desde unas posiciones en donde la agencia del sujeto se encuentra en una situación de debilidad según algunos críticos, Butler le otorga a la agencia un rol más importante en Giving an Account of Oneself. Según Magnus (que cita por su parte el texto Kritik der ethischen Gewalt, también de Butler sobre Adorno, escrito en alemán, inaccesible para mí), esta nueva perpectiva se desarrolla en torno a la idea de intersubjetividad, y a la incapacidad del ser humano de percibirse (accounting of oneself) de una forma completa. Este defecto, directamente relacionado con las teorías de la disolución del sujeto, lleva a los seres humanos a dirigirse y reconocer a sus iguales y Butler afirma que en esta relación, que es eticamente obligatoria porque el sujeto está obligado a ese reconocimiento ni que sea a través del silencio ante el otro, tienen lugar la agencia y la interacción social. 
 
Partiendo de la Minima Moralia de Adorno, Butler se cuestiona el “yo” estructuralista de Adorno y expone la idea de que la categoría “yo” esta siempre condicionada por normas sociales y morales aunque no está inducido por esas normas. Es un “yo” que se encuentra “dispossessed by the social conditions of its emergence” (8) y es incapaz de narrarse a sí mismo de forma completa. Precisamente, este desposeimiento (dispossession) es “the condition under morality itself emerges” (8) a partir del conjunto de normas antes mencionado y su negociación con sujeto disuelto. En cierta forma, pese a utilizar conceptos del estructuralismo (como el “yo”) para redefinir la idea de subjetividad, Butler los acota a partir de las teorías posestructuralistas, tratando de limitarlos a partir de unas ciertas líneas rojas (de ahí mi apuesta por la complementariedad). Es por eso que afirma: “our “incoherence” establishes the way in which we are constituted in relationality: implicated, beholden, derived, sustained by a social world that is beyond us and before us”(64). En cierta forma, aunque salvando las distancias, las teorías de Butler tienen puntos en común con la idea de: “Documenting the experience of others”, propuesta por Scott en su artículo en su intento de repensar la producción de historia escrita y sus relaciones con la agencia social, así como la posibilidad de narrar la experiencia, en especial en su dimensión psicológica, aunque Scott asume que está atravesando un terreno “multiple and conflictive” porque la experiencia es “always already and interpretation and something that needs to be interpreted” (797).

En sus primeros trabajos, el concepto de agencia en Butler se encara de forma limitada desde una perspectiva negativa, la de resistencia, siempre articulada de una forma lingüística y performativa. Este es el punto que más critica Magnus del pensamiento temprano de Butler. Aunque Hartsock está muy de acuerdo con ella (me refiero a Butler) en que es necesario alejarse de las concepciones liberales de la identidad, Magnus cree que las primeras perspectivas de Butler no tienen en cuenta las posibilidades de transformación social a través de las distintas formas de discurso más allá de la identificación lingüística del sujeto y, en este contexto, la responsabilidad que subyace al ser humano se presenta como superflua. Por el contrario, a partir del proceso de resemantización y sus posibilidades, desarrollado a posteriori por Butler, el lenguaje aumenta sus posibilidades de transformación social. Sin embargo, es complementando la identidad disoluta posestructuralista con la idea de reconocimiento, o más concretamente, con la incapacidad de un reconocimiento completo del otro por culpa de los límites de nuestro autoconocimiento, como Butler reconstruye la agencia del sujeto sin la necesidad de términos netamente estructuralistas como autoreflexividad, autonomía o elección (recordemos las líneas rojas anteriormente mencionadas). La interpelación de sujetos imperfectos en este proceso (de tintes hegelianos y nietzschianos) de reconocimiento recíproco en “yo” y “tú”, permite una subjetividad humana más compleja y una agencia más amplia que la simple resistencia. En este nuevo contexto de reconocimiento, la responsabilidad social se presenta como intersubjetiva (es decir, entre sujetos) y es una asunción individual. 
 
Es enfrentándose a la complejidad del sujeto y su disolución como Butler es capaz de introducir la agencia en el sujeto. Cuanto las teorías del caos matemáticas empezaban a difundirse entre el público en la década de 1990 (pues son anteriores), solo unos pocos entendieron esos desarrollos teóricos como un intento de explicar lo complejo de la realidad que nos envuelve, mucho más que como una apología del universo como un verdadero caos. De la misma forma, los estudios recientes sobre experiencias al borde de la muerte1, con la ayuda precisamente de las teorías cuánticas estudiadas por Forman, están cambiando nuestros concepciones sobre la identidad del sujeto. En ambos casos se trata de enfrentarse a situaciones complejas y difíciles de definir desde distintas perspectivas, hasta ahora consideradas como enfrentadas (matemáticas y caos, espiritualidad y ciencia), aunque bien pueden complementarse. Observo grandes paralelismos en esos planteamientos y en la estrategia desarrollada por Butler en Giving an Account of Oneself, quien, viniendo del pensamiento posestructuralista, no se arredra en incorporar ideas de Adorno, aunque teniendo en cuenta las limitaciones del pensamiento estructuralista, reformulando las concepciones de Adorno respecto a la responsabilidad humana en la sociedad de una forma más compleja, como una reformulación de Odradek, el personaje literario, lo que le permite redefinir nuevas fronteras de la subjetividad. 

1No me refiero aquí al libro de Pim van Lommel, Consciousness Beyond Life, quien resuelve la cuestión de forma harto especulativa, sino a los estudios médicos y científicos de los que se sirve en su ensayo para tratar de apoyar sus teorías.

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