Cuando en 1971 Paul Forman publica “Weimar Culture, Causality, and
Quantum Theory”, un artículo en el que argumenta que la emergencia
de la mecánica cuántica en la Alemania de entreguerras tuvo lugar
en un ambiente intelectualmente hostil respecto a la ciencia, debido
en gran medida a su papel en la Primera Guerra Mundial y la posterior
derrota, nadie, ni quienes apoyaron la tesis de Forman ni los que la
criticaron arguyendo motivos exclusivamente epistemológicos, dio en
pensar que la influencia del ambiente cultural y el contraste
empírico (que es lo que ha demostrado sólida a la teoría cuántica
con el paso de las décadas) pueden ser complementarios para entender
cómo se construye el conocimiento científico. Precisamente, esta
perspectiva entrelazada entre nuevas teorías en los estudios
culturales y tradiciones más clásicas (en este caso, el
estructuralismo de Theodor Adorno) es la estrategia desarrollada por
Judith Butler para resolver las críticas recibidas por la supuesta
imposibilidad de agencia en el pensamiento postestucturalista,
derivada de la disolución del sujeto en ese marco teórico.
Como de manera muy didáctica afirma Kathleen Magnus en el resumen
de su artículo: “While
Butler’s earlier texts reflect a somewhat restricted notion of
agency, her Adorno Lectures formulate a notion of agency that extends
beyond mere resistance” (81). Pero no solo el pensamiento
estructuralista de Adorno, también la dialéctica del reconocimiento
de Hegel o el pensamiento ético de Levinas entre otros, son las
teorías que permiten a Butler complementar las teorías
posestructuralistas sobre la identidad. Partiendo desde unas
posiciones en donde la agencia del sujeto se encuentra en una
situación de debilidad según algunos críticos, Butler le otorga a
la agencia un rol más importante en Giving
an Account of Oneself.
Según Magnus (que cita por su parte el texto Kritik
der ethischen Gewalt,
también de Butler sobre Adorno, escrito en alemán, inaccesible para
mí), esta nueva perpectiva se desarrolla en torno a la idea de
intersubjetividad, y a la incapacidad del ser humano de percibirse
(accounting
of oneself)
de una forma completa. Este defecto, directamente relacionado con las
teorías de la disolución del sujeto, lleva a los seres humanos a
dirigirse y reconocer a sus iguales y Butler afirma que en esta
relación, que es eticamente obligatoria porque el sujeto está
obligado a ese reconocimiento ni que sea a través del silencio ante
el otro, tienen lugar la agencia y la interacción social.
Partiendo
de la Minima
Moralia
de Adorno, Butler se cuestiona el “yo” estructuralista de Adorno
y expone la idea de que la categoría “yo” esta siempre
condicionada por normas sociales y morales aunque no está inducido
por esas normas. Es un “yo” que se encuentra “dispossessed by
the social conditions of its emergence” (8) y es incapaz de
narrarse a sí mismo de forma completa. Precisamente, este
desposeimiento (dispossession)
es “the condition under morality itself emerges” (8) a partir del
conjunto de normas antes mencionado y su negociación con sujeto
disuelto. En cierta forma, pese a utilizar conceptos del
estructuralismo (como el “yo”) para redefinir la idea de
subjetividad, Butler los acota a partir de las teorías
posestructuralistas, tratando de limitarlos a partir de unas ciertas
líneas rojas (de ahí mi apuesta por la complementariedad). Es por
eso que afirma: “our “incoherence” establishes the way in which
we are constituted in relationality: implicated, beholden, derived,
sustained by a social world that is beyond us and before us”(64).
En cierta forma, aunque salvando las distancias, las teorías de
Butler tienen puntos en común con la idea de: “Documenting the
experience of others”, propuesta por Scott en su artículo en su
intento de repensar la producción de historia escrita y sus
relaciones con la agencia social, así como la posibilidad de narrar
la experiencia, en especial en su dimensión psicológica, aunque
Scott asume que está atravesando un terreno “multiple and
conflictive” porque la experiencia es “always already and
interpretation and something that needs to be interpreted” (797).
En sus primeros
trabajos, el concepto de agencia en Butler se encara de forma
limitada desde una perspectiva negativa, la de resistencia, siempre
articulada de una forma lingüística y performativa. Este es el
punto que más critica Magnus del pensamiento temprano de Butler.
Aunque Hartsock está muy de acuerdo con ella (me refiero a Butler)
en que es necesario alejarse de las concepciones liberales de la
identidad, Magnus cree que las primeras perspectivas de Butler no
tienen en cuenta las posibilidades de transformación social a través
de las distintas formas de discurso más allá de la identificación
lingüística del sujeto y, en este contexto, la responsabilidad que
subyace al ser humano se presenta como superflua. Por el contrario, a
partir del proceso de resemantización y sus posibilidades,
desarrollado a posteriori por Butler, el lenguaje aumenta sus
posibilidades de transformación social. Sin embargo, es
complementando la identidad disoluta posestructuralista con la idea
de reconocimiento, o más concretamente, con la incapacidad de un
reconocimiento completo del otro por culpa de los límites de nuestro
autoconocimiento, como Butler reconstruye la agencia del sujeto sin
la necesidad de términos netamente estructuralistas como
autoreflexividad, autonomía o elección (recordemos las líneas
rojas anteriormente mencionadas). La interpelación de sujetos
imperfectos en este proceso (de tintes hegelianos y nietzschianos) de
reconocimiento recíproco en “yo” y “tú”, permite una
subjetividad humana más compleja y una agencia más amplia que la
simple resistencia. En este nuevo contexto de reconocimiento, la
responsabilidad social se presenta como intersubjetiva (es decir,
entre sujetos) y es una asunción individual.
Es enfrentándose a la complejidad del sujeto y su disolución como
Butler es capaz de introducir la agencia en el sujeto. Cuanto las
teorías del caos matemáticas empezaban a difundirse entre el
público en la década de 1990 (pues son anteriores), solo unos pocos
entendieron esos desarrollos teóricos como un intento de explicar lo
complejo de la realidad que nos envuelve, mucho más que como una
apología del universo como un verdadero caos. De la misma forma, los
estudios recientes sobre experiencias al borde de la muerte1,
con la ayuda precisamente de las teorías cuánticas estudiadas por
Forman, están cambiando nuestros concepciones sobre la identidad del
sujeto. En ambos casos se trata de enfrentarse a situaciones
complejas y difíciles de definir desde distintas perspectivas, hasta
ahora consideradas como enfrentadas (matemáticas y caos,
espiritualidad y ciencia), aunque bien pueden complementarse. Observo
grandes paralelismos en esos planteamientos y en la estrategia
desarrollada por Butler en Giving an Account of Oneself,
quien, viniendo del pensamiento posestructuralista, no se arredra en
incorporar ideas de Adorno, aunque teniendo en cuenta las
limitaciones del pensamiento estructuralista, reformulando las
concepciones de Adorno respecto a la responsabilidad humana en la
sociedad de una forma más compleja, como una reformulación de
Odradek, el personaje literario, lo que le permite redefinir nuevas
fronteras de la subjetividad.
1No
me refiero aquí al libro de Pim van Lommel, Consciousness Beyond
Life, quien resuelve la cuestión de forma harto especulativa,
sino a los estudios médicos y científicos de los que se sirve en
su ensayo para tratar de apoyar sus teorías.
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