Llegadas estas fechas, me congratulo de recomendarles el libro La puerta de los tres cerrojos, reactualización cuántica de Alicia en el país de las Maravillas, escrito por Sònia Fernández-Vidal (Barcelona, 1978) y publicado este 2011, como el regalo de Reyes ideal.
Se trata de una historia en la que, en un lenguaje muy comunicativo, la autora explica las bases de la teoría cuántica a través de las aventuras de Niko, un joven de 14 años que se introduce en un mundo fantástico regido por las leyes del universo microscópico.
Curiosamente, la teoría cuántica está de moda en la literatura española, a veces, como en todas las modas, de forma gratuita, especialmente en el ámbito de la crítica. Situémonos: en su ensayo sobre series televisivas, Teleshakespeare (2011), Jorge Carrión utilizaba el término ficción cuántica a partir de los universos paralelos (o multiversos) y la teoría de observables de la mecánica cuántica. Para ello se apoyaba en dos libros de popularización de la ciencia: El universo elegante (1999) de Brian Green y Muchos mundos en uno (2006) de Alex Vilenkin. Productos ambos de lo que se ha dado en denominar Tercera Cultura. Tal vez Carrión debería haber especificado que la teoría de los multiversos es una de las muchas interpretaciones de la mecánica cuántica, que no la única. Y que los argumentos que usa son más propios de la astrofísica de partículas que de la mecánica cuántica. Sin embargo, tras leer Los muertos, a nadie se le escapa que, además de las series de televisión, los universos paralelos son parte fundamental de su poética. En este sentido debe entenderse el uso que hace de la teoría cuántica. En su caso, circunscribe su curiosidad por las ideas científicas a su proyecto narrativo. Pero es indudable el esfuerzo por imbricarlas entre sus intereses de forma coherente.
Curiosamente, en un artículo aparecido el pasado 30 de noviembre en el suplemento culturas de La Vanguardia sobre series de televisión, Juan Trejo analizaba el ensayo de Carrión. La reseña llevaba por título «La pequeña pantalla se ha hecho grande». Allí, aludiendo a la ficción cuántica, el autor afirmaba que la naturaleza cuántica es tal en las ficciones televisivas porque: “se estructuran formando una red que tiende a expandirse, no solo en lo que se refiere a su organización interna, sino disparándose al exterior. Por otra, el hecho de que sea precisamente la mirada del espectador lo que dé sentido a esa red, porque hoy en día el espectador de series es testigo y a un tiempo partícipe inexcusable de la creación de significado que desea imponer dicha red de ficciones”. Es más, el autor llegaba a afirmar que eso era lo que Carrión entendía por ficción cuántica. Solo en el párrafo siguiente, y a modo de consecuencia lógica del planteamiento citado, se hablaba de la interpretación de los universos paralelos en la mecánica cuántica, invirtiendo el orden expositivo del ensayista (lo cual no deja de ser cuántico, pero distorsiona completamente la analogía).
Lo cierto es que, tras releer la cita de Trejo, uno queda fuera de juego. Tal vez comprenda a la perfección la teoría estética de Carrión. Sin embargo, la mecánica cuántica no parece entenderla muy bien. Lo de los observables lo intuye. Pero lo de una red que se expande hacia el exterior y la interpretación cuántica de los multiversos poco tienen que ver. Flaco favor pues para los postulados del autor y sus esfuerzos por asimilar lo cuántico en su teoría. Algo que podría alejar al público aficionado a la ciencia de Teleshakespeare sin quererlo Carrión.
Puestos a utilizar símiles científicos, a Trejo (que le traiciona su falta de curiosidad) le hubiera ido mejor con la teoría de redes o la astrofísica teórica, no con la teoría cuántica. Curiosamente, se trata de algunos de los campos derivados de la evolución de la mecánica cuántica durante la segunda mitad del siglo XX. Porque, como muy bien indica Fernández Mallo en Postpoesía (2009), la física cuántica forma parte de la física moderna. Y, para entendernos, la física moderna sería a la historia de la ciencia, lo que el modernismo a la historia de la literatura. La mecánica cuántica tendría un gran paralelismo con el flujo de conciencia modernista en su búsqueda de una realidad microscópica que el ojo no ve.
Al tratar de adivinar las causas de este desfase entre el ensayo y su asimilación, y visto que autores como Juan Francisco Ferré, Óscar Gual, Vicente Luis Mora, Javier Moreno, Miguel Serrano, Germán Sierra o el propio Carrión sí aprovechan la ciencia y su propia curiosidad para escribir de una forma rigurosa, se me antoja que el problema radica en la falta de cultura científica de algunos de esos escritores que utilizan lo cuántico de forma frívola.
Parece que las generaciones venideras van a tener más suerte con La puerta de los tres cerrojos. No en vano, Fernández-Vidal es doctora en física y desarrolló una importante labor divulgadora entre los visitantes no científicos del CERN. Y eso se nota en todas las páginas de un libro que ilustra, educa, divierte, y no trata lo cuántico en vano.