“Empieza a ser peligroso dejar Europa en manos de políticos, economistas y banqueros. Muy peligroso”. Con esta frase inicia el periodista Claudi Pérez un interesante reportaje sobre la crisis que azota a la Unión Europea. La sentencia es del insigne escritor John Banville (el gran estilista como recuerda Javier Aparicio que inician los reseñistas de medio mundo los artículos sobre sus libros). No es de extrañar que Banville esté preocupado por el futuro de Europa. No en vano, en muchos de sus libros se habla del espíritu que forjó esa Europa, ahora en decadencia (ahí está su trilogía sobre algunos de los hombres que participaron de la revolución científica: Copérnico, Kepler y Newton). Desgraciadamente, lo que está sucediendo con los estados europeos y su lucha por no ser controlados por las corporaciones es menos de la novela histórica y más del ciberpunk de William Gibson. Parce que la ciencia ficción distópica predijo el presente mientras la novela histórica se adormecía en los laureles de un pasado glorioso que a día de hoy no sirve para nada. Sin ir más lejos, el relato de J. G. Ballard, “Días maravillosos”, incluido en la colección de relatos Mitos del futuro próximo, datado en 1982, es una disección perfecta del colapso económico de la Unión Europea.
Qué le queda al escritor del Viejo Continente ante esa tesitura. Desde luego no callarse, tal como hace Banville con su comentario, no vaya a suceder que al escritor europeo le pase como a Stefan Zweig (y eso que él no cayó), otro europeo ilustre que acabó amargado recordando las luces de su Austria Imperial hasta suicidarse en Brasil (un símil perfecto del fin de otra época). Pero tampoco escribir al dictado de los grupos de presión, ni alinearse con las protestas sin ese espíritu crítico que siempre ha caracterizado a la creación literaria.
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