Atractivo encuentro el de literatura mutante que tuvo lugar los pasados 27 y 28 de noviembre en La Casa Encendida de Madrid (Ctrl + Alt + Del. Reiniciando al mosntruo). Una suerte variopinta de escritores coordinada por Javier Moreno (autor del fascinante Click y que estuvo un tanto quisquilloso en sus observaciones como moderador) con al menos un punto en común, la utilización de otros formatos (visuales, tecnológicos) además del texto en sus escritos. Esa es la causa de que se les denomine mutantes (o pangeicos desde el punto de vista de Vicente Luis Mora). Aunque tras la impresión recibida con las ponencias y la noticia anunciada por el propio Mora en su blog, parece que hayamos presenciado el acta de defunción de los mutantes como grupo literario al uso. Otras cosas habrá que nos deparará el futuro.
Como es habitual en este tipo de reuniones, el resultado fue irregular. Frente a intervenciones impactantes, se pudo asistir a otras más planas, tal vez no en el contenido, pero sí en el formato expositivo.
En AUTOPSIA DEL MONSTRUO: EL CIENTÍFICO COMO FREAK, Germán Sierra hizo una genealogía del monstruo en la literatura apoyada por un magnífico soporte visual en Power Point. Sierra diferenció entre el monstruo metafísico del deseo de conocimiento que inspiraría el Frankenstein de Mary Shelley y que evoluciona en paralelo con la historia del pensamiento europeo, y el monstruo natural o inadecuado, simbolizado por el Dorian Gray de Oscar Wilde y donde se trata al monstruo como metáfora del experimento. Sierra finalizó su intervención con imágenes de bioarte sumamente impactantes. Javier Fernández, por su parte, hizo una disertación sobre el método científico desde una perspectiva epistemológica para que se tuvieran en cuenta las diferencias entre ciencia y literatura. El tema era interesante, pero la exposición oral resultó un tanto pesada y exigente para un público más interesado en la literatura que en aspectos de filosofía de la ciencia.
Jorge Carrión y Robert Juan-Cantavella nos deleitaron en un TALLER DE TRADUCCIÓN MUTUA cargado de humor mediante una biografía deconstruida del rival en que fuimos testigos de su proyectos pasados y futuros. Hubo perlas como las canciones punk-hardcore de la juventud de Robert o las anécdotas sobre el "ansia de poder" de Jorge para acabar dirigiendo una revista literaria por la que no se cobra y que da más quebraderos de cabeza que poder en sí mismo como es Quimera.
En la mesa dedicada a TRES NARRADORES SINGULARES, Óscar Gual hizo una interesante disertación sobre tecnología y literatura en la que alertó del peligro de utilizar la ciencia y la tecnología en las narraciones únicamente por motivos estéticos cuando habría que buscar razones más profundas. En este sentido, diferenció entre malas praxis que lo único que hacen es salvar el culo de los malos escritores frente a buenas praxis como la llevada a cabo en la serie televisiva The Wire o en la última novela de German Sierra, Intente usar otras palabras. En el turno de preguntas pudimos escuchar como un programador contrastado como Gual considera que la palabra es el formato más eficiente a la hora de expresarse mientras que muchos de los escritores presentes en el acto están deseando que los lenguajes informáticos entren a formar parte del texto. Lástima que Gual no utilizara un soporte más mediático para apoyar una intervención tan sugerente. Doménico Chiappe, por su parte, presentó su proyecto narrativo, Tierra de extracción, en donde intentó construir una serie de planos narrativos aprovechando la informática. Reconoció que la tecnología les superó en este caso y que más que hablar de narradores mutantes cabría hablar de escritores híbridos entre el ordenador y el libro. Sin embargo, al final de su exposición se descolgó con una propuesta muy sugerente, la elaboración de una literatura que no requiera de texto y se apoye en la tecnología. Nada menos. La última contertulia, Mercedes Cebrián, hizo una disertación sobre poética, originalidad y plagio a partir de su charla sobre las relaciones entre fotografía y literatura. Puso de relieve la tensión entre manido y original a partir de sus propias instantáneas de viaje y las muy interesantes fotografías de Michael Hughes y Martin Parr, demostrando que la línea entre amateurismo y profesionalidad es cada vez más difusa.
La jornada del sábado se inició con la furiosa sesión TEORÍA DEL MONSTRUO: EL CRÍTICO COMO FREAK. Y digo furiosa tanto por las intervenciones de Eloy Fernández Porta y Vicente Luis Mora, como por las furiosamente interesantes ideas que se cotejaron en el turno abierto de palabras. Fernández Porta, que parecía sobreexcitado, hizo una disertación cargada de ironía a partir de dos artículos de crítica aparecidos en el suplemento cultura|s de La Vanguardia. Uno de Masoliver Ródenas y el otro de Kiko Amat. Uno escrito desde la emotividad del honesto labriego castellano, el otro desde la de un punk-mod-rocker. Uno desde la madurez, el otro desde un romanticismo proadolescente. Pero ambos excluyendo la sensibilidad de las mujeres, de los gays, de las lesbianas. Mora, por su parte, se apoyó en una entrada de su blog con imágenes de relojes para diseccionar las relaciones del tiempo en nuestra sociedad (el tiempo y la propiedad privada, el tiempo y la propiedad del cuerpo, el tiempo como explicación, las teorías de instante final) para acabar concluyendo que todo va unido a un interés comercial, que siempre hay alguien que se aprovecha de eso para hacer que nuestras jornadas laborales actuales sean de 24 horas. E hizo la propuesta de tratar de detener el reloj del monstruo del sistema. En el debate posterior, y a instancias de la intervención del público, surgieron temas tan variopintos como el de la censura, la imagen de los apóstoles en la Santa Cena, primera comunidad de amigos al estilo de las redes sociales según Javier Moreno o la presentificación del futuro. Pero sobretodo, hubo un debate sobre la novedad y la obsesión con la innovación en literatura entre varios miembros del público y que puso en evidencia la tensión de los mutantes con otros sectores literarios que dicen perseguir la calidad y en el que me quedaría con la propuesta final de Mora de intentar construir una literatura para el siglo XXI, para los lectores del siglo XXI con su idiosincrasia. Hasta Fernández Mallo hizo una interesante intervención afirmando que él no buscaba la novedad cuando leía. Lo que no fue tan interesante fue la forma de intervenir, a destiempo, sin esperar a que el moderador le diera la palabra, en medio de un debate donde otra gente quería pedir la palabra. Puede ser que Fernández Mallo sea una de las voces más originales en la actualidad, puede ser que tenga demasiada presión por culpa de la resonancia que ha tomado su nombre, pero eso no le da derecho a saltarse las normas de un acto colectivo. Tal vez piense que con esa actitud su figura pública gana, yo creo que pierde.
En lo que Agustín Fernández Mallo si gana, es en sus lúcidas charlas públicas, esta vez en compañía del crítico Jordi Costa en la sesión MÁSCARAS MUTANTES: EL FREAK O EL MONSTRUO. Costa nos sorprendió con Harpya, de Raoul Servais, el corto ganador del Festival de Cannes en 1979.
Una parodia del terror clásico que se acaba convirtiendo en un corto de miedo que le permitió hablar de la simbiosos entre lo humano y la animación. De ahí a monstruos freaks como Michael Jackson o los modelos de las fotografías de Diane Arbus sólo había un paso. Fernández Mallo leyó un relato muy lírico, soporte gráfico incluido, en el que narraba su estupefacción tras encontrar en el suelo de su propia casa una rebanada de pan con un agujero en el centro y que le permitió definir su perspectiva de lo monstruoso: aquello que no está en su propia naturaleza. Nuevamente genial. Luego vino la batería de preguntas que se está volviendo habitual tras las intervenciones públicas de Fernández Mallo desde su éxito editorial con las nocillas y que ya cansa un poco. Cansa que un auditorio se llene de gente con la intención de polemizar con el autor porque ha tenido la suerte de destacar por su originalidad en el panorama literario, para que después desaparezcan y no tengan el mínimo interés por las otras sesiones de un evento que se supone colectivo. En fin.
La recapitualción del fenómeno monstruo estuvo a cargo de Juan Francisco Ferré y Manuel Vilas en la sesión MONSTRUOS S.A.: EL NARRADOR MUTANTE, ilustrada por los dibujos del artista Jesús Andrés en torno a la figura de Gregor Samsa y donde Ferré desplegó una oratoria espléndida y Vilas fue sumamente divertido con su ironía sobre el futuro y los relatos con que nos deleitó. Escuchamos algunas de sus referencias como Tarantino, Cronenberg, Shelley, el Universo, Rabelais o el Carrefour. Ambos llegaron a la conclusión de que los mutantes tienen futuro (¿?), y que lo monstruoso es otra cosa: la propia vida, la naturaleza, la pobreza, las viejas glorias del rock aún vivas, la racionalidad extrema, eso es lo monstruoso.
Para finalizar, una nueva sesión de Fernández&Fernández:
Y eso es todo amigos.
4 comentarios:
Sí, lo de Quimera es una auténtica lástima. El bombo que se le ha dado a los autores-colegas de Carrión y compañía ha matado y mucho el espíritu crítico con la que los lectores de siempre la conocíamos. Ahora te encuentras con textos infumables de los colegas del grupo, descaradas promociones editoriales de libros y autores próximos a la órbita Carrión y unos fárragos, casi siempre petulantes y vacíos, sobre teoría literaria (el del mes de diciembre es el colmo, los escritores del futuro tienen algunos en su haber 0 obras publicadas). Da mucha, mucha pena. No me extraña que Vicente Luis Mora se haya querido distanciar de este asunto.
Bueno, el comentario sobre Carrión estaba escrito en tono irónico -de ahí las comillas. Yo de Quimera leo a los críticos que me gustan, como Miguel Espigado. Hacía lo mismo con Fernando Valls, que también traía a sus amigos académicos (nunca verás a Trapiello entre las firmas de esa época). Parece que es el sino de Quimera
Saludos.
O la gente de La fiera literaria.
Así es estimado anónimo.
Saludos.
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