Soy cursi, tremendamente cursi, blandengue. No lo puedo remediar, me pierden los sentimientos. Los busco afanosamente en cada novela que leo, cada película que veo. Pero es que en mi sociedad, la occidental, los sentimientos no se comprenden. La perspectiva racionalista los sacrifica en beneficio de la realidad, su realidad. Y la vena romántica los hace tan protagonistas de la vida, que obtiene siempre una versión lastimera de ella, afectada, cursi. Como yo.