Ese es el
maravilloso título de la traducción del manuscrito Il Milione,
que narra los míticos viajes de Marco Polo, escrito por el amanuense
Rustichello de Pisa a partir del relato oral de Polo en la cárcel.
En el texto se
describen no solo los famosos viajes del mercader italiano a tierras
consideradas por aquel entonces como extrañas y exóticas para el
europeo medio, sino también las reflexiones de un diplomático en
ciernes en torno a la corte del emperador mongol Cublai Kahn y sus
avatares políticos y militares.
Más allá de la
importancia que el libro va a tener en el futuro de la cultura
europea, no solo en la perspectiva geográfica y política de un
mundo a explorar en los siglos venideros, sino también en la
literatura de viajes que está por venir, a mi entender la mayor
potencia del texto reside en el arte de describir lugares y
situaciones en donde la frontera entre lo real y lo fantástico
resulta muy difusa. El
segundo de los viajes de Simbad el marino, integrado en
Las
mil y una noches,
narra la aventura de Simbad en un valle tan rico en diamantes, que
estos surgían del mismo suelo. Pero también tan rico en fieras y
animales salvajes, que nadie se atrevía a recorrerlo. En su lugar,
los buscadores de diamantes lanzaban grandes pedazos de carne desde
las montañas a los que se adherían los diamantes. La atracción de
los rokhs –pájaros fantásticos que aparecen en el relato— por
la carne hacía el resto. Las aves cazaban los pedazos y los
transportaban a sus nidos en las montañas. Allí los hombres los
espantaban y tomaban su botín. Lo más sorprendente de una narración
que cualquier lector considerará inverosímil y fantástica como
esta es su gran similitud con la descripción que del reino de
Mutfili hace Marco Polo en su libro. Con la única diferencia de
sustituir rokhs por águilas, el relato de Polo a la hora de
conseguir los diamantes es el mismo. Un cuento fantástico es casi
idéntico a un relato de viajes, supuestamente realista. En cierta
forma, es la misma estrategia que utiliza la ciencia ficción.
Pretende construir una fantasía posible a partir del desarrollo de
la ciencia y la tecnología siempre imprevisibles. Es lo mismo que
inquieta en relatos como «El
Aleph»
o «El
informe de Brodie»
de Borges,
que son tan cercanos a la realidad cotidiana del narrador que parecen
verdad. Y eso le hace pensar a uno que tal vez lo fantástico no esté
tan lejos de lo real, o quizá las clasificaciones que Todorov hace
del relato fantástico no funcionan, o son demasiado estrictas y no
se atienen a lo que se considera real en cada cultura y cada época.
No es de extrañar
que el posmoderno redomado de Italo Calvino quedara maravillado con
la narración de Marco Polo, hasta el punto de deconstruirla de forma
universal en Las ciudades invisibles. Otro libro
maravilloso.
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