domingo, 15 de junio de 2014
UNA RELECTURA (POLÉMICA) DE LAS MIL Y UNA NOCHES
Produce en el lector, que accedió al texto por primera vez en su adolescencia, un impacto considerable. Y no lo hace porque lea el texto con ojos orientalistas, que por suerte Edward Said ya le avisó de ese peligro en sus ensayos. Ni lo hace sorprendido por los diferentes géneros y estilos que aúna el ya mítico libro musulmán. Porque el lector sabe que se trata de una obra anónima pero colectiva, en la que participaron varios pares de manos y por eso no solo es capaz de narrar historias de amor, de viajes y aventuras, epopeyas épicas, tratados filosóficos, reflexiones religiosas y fábulas que lo que llegan es a atesorar todo el saber de una cultura, la islámica, regida por el comercio de caravanas y barcos, que dominó una amplia zona del mundo en su época. Tampoco lo hace debido al personaje de Sherezade, la narradora universal, la mujer capaz de hilvanar historias e historias, manteniendo la tensión del relato a partir de la técnica del adelanto que tanto explotarían la novela decimonónica y la policíaca, y que es un endiablado recurso para poder darle agencia a la mujer en una sociedad machista que inicia el relato matando y degollando a mujeres supuestamente infieles. No, lo que le sorprende al lector en esta relectura es el replantamiento de sus prejuicios en el tomo II del libro en torno a las sociedades musulmanas cuando encuentra en el texto un relato que hoy consideraríamos de marcada influencia queer, con escenas de lesbianismo, homosexualidad y hasta pederastria contadas con una naturalidad contemporánea. Es entonces, cuando lee eso y recuerda las palabras de Ahmadineyad, o las recientes protestas de mujeres integristas musulmanas por los besos de la actriz Leila Hatami, exigiendo su flagelación, cuando el lector se da cuenta de que toda esa gente es ignorante. Ignorante de su propia tradición, que cuando era ejemplo de desarrollo resultaba mucho más tolerante y aceptaba lo que ahora dicen haber negado siempre. En especial porque buena parte de ese libro se escribió en Persia, hoy Irán. Solo que entonces eran ricos, y poderosos, tanto o más que los estadounidenses de hoy en día. Y ahora no.
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