Para que una ciudad empiece a ser considerada como ciudad
literaria, requiere de una serie de personajes de ese ámbito que le concedan
cierta alma. Estoy pensando en la Barcelona de Enrique Vila-Matas, el Buenos
Aires de César Aira, o el Montevideo de Mario Levrero. Miami, que es una ciudad
literaria solo en ciernes pese a los muchos esfuerzos de los creadores
culturales que viven aquí, está empezando a poblarse de estos personajes.
Déjenme hablarles de uno de ellos que lleva más de diez años transitando la
ciudad. Lo hace en bicicleta, o sino mediante la aplicación Uber porque,
sorprendentemente en esta ciudad, Hernán Vera Álvarez, nacido en Buenos Aires
en 1977, no tiene carro. Ya solo esa característica le daría al personaje un matiz
peculiar. Si tenemos en cuenta que Vera es la única persona de esta ciudad con
la que solo, y digo solo, hablo de literatura, de libros, de autores, de
sellos, cuando me lo encuentro, comprenderán que en este periodista, escritor y
dibujante hallamos un verdadero animal literario de Miami, quizá uno de los
primeros que poblaron estas calles y que recorrió todos los estratos del
emigrante hispano.
Grand Nocturno, el
último libro de relatos de Hernán Vera, publicado por Suburbano Ediciones, es a
la vez un retrato del panorama cotidiano de los hispanos que habitan la ciudad
de Miami y una apuesta arriesgada en lo formal. Un texto arriesgado por el
trabajo que Vera hace con el español de Miami, muestra de su buen oído. Pero
sobre todo, por los juegos que hace con la estructura de los relatos: la
fragmentariedad de los testimonios de los testigos que nos desvelan lo que
ocurre en “¿No sabías?”; el velado homenaje a John Kennedy Toole en “Una
soledad tropical”; la poesía urbana de “Nevada 77”; la página en blanco de
“Historietas”; o el riesgo estructural formal del relato más ambicioso “Una
extraña felicidad—llamada América—“, por dar algunos ejemplos.
Sin embargo, detrás de esos experimentos formales existe una
conciencia por retratar la vida cotidiana de las almas que se cruzan por las
calles de Miami y hablan en castellano. Muchas veces con gran lirismo: “Había
decidido trabajar los fines de semana, cuando la gente sale a depositar algo
parecido a su deseo –que ha mantenido aplacado como una fiera con bozal durante
los días laborales–, en cualquier lugar.” (31)
En la prosa de Vera encontramos frases en inglés o en
Spanglish:
“Me sigo enojando por las mismas cosas de siempre, ya ves, aunque ahora tengan otro color, estén mejor envasadas y tenga que decir yes, Sir, thank you, pronunciando las palabras de una manera que a veces ni yo entiendo, sin olvidar la th como un zapato, tanto que doblo la boca y se me quedan mirando los gringos como si hubiera salido recién de no sé qué tribu.” (50-51)
Pero el idioma protagonista de los personajes principales de
estas historias es el español. Así, utilizando los recursos que le dan sus
múltiples lecturas, Vera nos muestra en Grand
Nocturno su imagen del Miami de habla hispana. Una memoria en español de la
ciudad, como encontramos en el recuerdo del último huracán que asolo la ciudad
y que volvió a ese imaginario urbano hace apenas unas semanas:
“A las 7 de la mañana Wilma tocará el suelo de la Florida. Su intensidad: categoría 1. A mí los huracanes ya me tienen cansado. Toda esas alarmas de una aparente catástrofe, la gente sellando las ventanas de sus casas con tapas de metal y madera, las largas colas en los supermercados y gas stations, los servicios que amenazan con aumentar las tarifas si sucede lo peor (de todas maneras las suben, siempre encuentran alguna excusa), todo eso que no irá a servir de nada ya que con la naturaleza no se puede, es imposible llegar a un acuerdo.”
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