lunes, 29 de marzo de 2010

HISTORIA DE UN DESENCUENTRO



Al salir de la obra El encuentro de Descartes con Pascal joven, uno de los famosos encuentros entre personajes históricos imaginados y escritos por Jean-Claude Brisville para el teatro y dirigida por Josep Maria Flotats en el Teatre Lliure de Barcelona, uno tiene la impresión de haber presenciado un desencuentro. Y es que los diálogos entre René Descartes (1596-1650) y Blaise Pascal (1623-1662) no son más que eso, dos monólogos de dos personalidades incapaces de entenderse. En la obra el primero es el viejo racional que representa la lógica, el ocio, la frialdad de la razón y el mundo moderno que en esos instantes se está conformando. El segundo, el joven enfermo, simboliza la vehemencia, las pasiones del alma, el fanatismo religioso, la desesperación de la existencia. En definitiva, la eterna dicotomía entre pensar y sentir que en Europa ha ocupado más de cinco siglos de discusiones desde el inicio de la revolución científica hasta nuestros días y sin solución.


La obra trata a Descartes como una persona sumamente desinteresada y lúdica. Se mencionan aspectos más viscerales de su personalidad en su juventud. Pero nada se dice de su afán por construirse un nombre propio en el ámbito del pensamiento ocultando adrede el origen árabe de muchos de los datos científicos que manejó para elaborar sus teorías. El hecho refleja la construcción de la autoría en la sociedad moderna, que durará hasta hoy (con todos los problemas comerciales derivados de la propiedad intelectual) y muestra una clara intención en desmarcarse de los conocimientos del pasado (especialmente si no forman parte de la tradición cultural que se reivindica) aunque se beba de sus fuentes.

En cambio, en todo lo que atañe a la situación histórica de la ciencia en el momento en que tiene lugar el hipotético encuentro, el texto es impecable: los experimentos sobre el vacío de Pascal, su invención de una primera máquina para el cálculo aritmético (un objeto que un cartesiano imaginaría como algo ideal), las razones pragmáticas de las matemáticas y su relación con el comercio que llevan a Pascal a construir dicha máquina para hacerle a su padre, comerciante, el trabajo más sencillo, la tensión entre la teología y las teorías científicas, la situación del conocimiento científico en la época y su relación directa con la filosofía. Incluso se detallan las polémicas religiosas entre jesuitas y jansenistas que tanto ocuparon a Pascal.

En este sentido, la obra hace especial hincapié en los límites de la ciencia para el conocimiento del hombre o la soberbia que acarrea el conocimiento científico como es el caso de alocuciones del estilo de “el infinito no entra en los números” o la que compara la ciencia con “una sombra atada durante un breve instante a un rincón de la tragedia”. Pero también muestra la belleza épica de la búsqueda del conocimiento, ridiculiza el saber teológico y deja claro que la pasión es tiránica y la vehemencia religiosa pecará siempre de intransigencia.


Por lo que respecta a la representación, cabe decir que la puesta en escena es austera, que el escenario se recrea en un costumbrismo histórico bastante fiel, que los actores actúan ciñéndose a sus personajes, resultando lo mejor de la obra al acertar con el tono. Josep Maria Flotats (Descartes) comedido y racional y apasionado por la verdad, Albert Triola (Pascal) exaltado, atormentado y errático. Si bien en algunos pasajes el personaje de Descartes es demasiado engolado, podría decirse que sobreactuado. Aunque temo que eso forma parte de la marca de la casa.

La obra le hace a uno reflexionar que, desgraciadamente, sólo parece resultar atractiva aquella filosofía que es capaz de conferir de cierta aureola al poder como es el caso de la filosofía moderna y el poderío europeo futuro. El triste final, por su parte, muestra como todo, pensamiento y sentimiento, está en nosotros.

Tal vez haya aspectos de la representación que son mejorables como los que se han comentado en esta reseña. Pero en mi opinión sólo es criticable la mala educación de una parte del público que aún no ha aprendido a apagar los teléfonos móviles en una representación teatral. Eso sí es un desencuentro, en este caso lamentable.

2 comentarios:

carlos maiques dijo...

Hola otra vez. Saludos al astronauta.

Hace un tiempo, leí una entrevista, no sé si a Crick o Watson, en la que comentaban la elección del modelo de la doble hélice "porque era más bonito". Hay ocasiones en el que el ritmo arrastra los pensamientos sin justificarlos, pero dispersa en otros la atención.

La verdad, no creo que "sólo parece resultar atractiva aquella filosofía que es capaz de conferir de cierta aureola al poder como es el caso de la filosofía moderna y el poderío europeo futuro, y el triste final muestra como todo, pensamiento y sentimiento, está en nosotros", entre otros asuntos, se me ocurre, porque una refutación al poder (pensamiento alternativo postmarxista, por ejemplo)puede llegar a ser considerada una constatación del mismo (discurso "oficial" con grumos respondones)La cuestión más importante en este caso es la distribución de los datos, y los nichos a los que llega. Y la manera como se asimila. La transmisión de conocimiento no es efectiva sin una formación previa que la permita, que es, lamentablemente, lo que vamos a ir viendo en las calles, en las pantallas y en nuestras mentes los próximos años. La mala educación, como la de "un público que aún no ha aprendido a apagar los teléfonos móviles en una representación", por desgracia. Su tiempo es oro.uno entiende las facultades multitareas de algunas personas, pero no que lo exhiban ante espectadores inocentes con ganas de una sensación a la vez (tuvimos que invitar, con insistencia, a marcharse de la sala a una persona que contestó a la llamada en el cine, y ¡comenzó a hablar!; son los amos). Parece una obra interesante, sin duda los diálogos serán jugosos.

Un saludo.

cgamez dijo...

Hola Carlos,

al astronauta le parecerá muy pertinente tu comentario (en el futuro, claro). Yo, por otra parte, me refería a que me temo que toda la filosofía posmoderna de las últimas décadas quedará en nada. A los griegos los recordamos por Platón y Aristóteles (Sícrates, Pitágoras y Heráclito si me apuras). La representación intelectual del poder de la polis y posteriormente de Alejandro Magno (helenismo). Y creo que al pensamiento europeo se le recordará por Descartes y Kant (y eso que Kant es muy grande). Toda la crítica posmoderna, que era necesaria nos ha llevado a un estado de aridez intelectual (que corroboras con la anécdota del cine, análoga a la de la representación teatral) que cada vez me recuerda más al Imperio Romano (lo han dicho muchos antes, lo sé). Parece que gobierne la plebe cuando en realidad lo hace el Emperador y su familia. Me parece que cuando colapse el capitalismo de consumo, las nuevas civilizaciones dominantes (que no tienen porque ser occidentales desde la perspectiva geopolítica que tenemos del término) no van a estar muy interesadas en el pensamiento posmoderno y sí en la filosofía moderna que llevó a los europeos a dominar el mundo mediante el colonialismo. el problema, a mi juicio, estriba en no darse cuenta de que sólo el excedente económico permite la producción de cultura, en vez de buscar siempre soluciones dogmáticas, ya sean de tipo liberalista o apocalíptico.

Fuerte abrazo.

Pd: Enhorabuena por las ilustraciones y fotografías en prespectiva.net