lunes, 25 de marzo de 2013

UNA INVESTIGACIÓN FALLIDA

Son muchos los pensadores que han criticado el falsacionismo de Karl Popper por su carácter poco constructivo y su imposibilidad para crear nuevas teorías. Yo, fervierte admirador de la escuela iniciada por Thomas Kuhn, no puedo estar más de acuerdo.

Y sin embargo, el falsacionismo de Popper es una herramienta fundamental para descubrir si una teoría no es la correcta o es pseudociencia. Así podría haber utilizado Pim van Lommel la increíble documentación que expone en su libro, Consciencia más allá de la vida. La ciencia de la experiencia cercana a la muerte, sobre vivencias al borde de la muerte, para tratar de falsar algunas de las teorías neurológicas más en boga sobre qué es y cómo actúa la conciencia. 


Van Lommel utiliza unos 4000 testimonios de pacientes que sufrieron una experiencia consciente en el umbral de la muerte, tras infartos o estados de coma profundo, algunos de ellos fascinantes. Sin embargo, el autor de Consciencia más allá de la vida desaprovecha todo ese caudal de información para una labor muy propia de la ciencia como es el contraste de hipótesis, y lo derrocha embarcándose en un discurso pseudocientífico. Se apoya en una interpretación muy particular de la mecánica cuántica (que no domina) y de la biología molecular donde abundan los “quizá”, los “tal vez” y los “podría ser” para utilizar unas teorías que la comunidad científica aún está comprobando experimentalmente y que el autor se apropia de forma parcial para su propio interés.


El rigor, que van Lommel utiliza para compilar sus testimonios y enfrentarlos a las teorías cientifistas que niegan las experiencias en el umbral de la muerte con argumentos a veces pueriles, se desvanece cuando persigue una explicación consistente para esas experiencias.

Al parecer, en la actualidad todos los libros de divulgación requieren de una serie de capítulos y secciones dedicados a otros campos de la ciencia que, al menos tangencialmente, tienen que ver con la hipótesis principal del libro. Cosas de la tercera cultura, que considera que el público general adolece de falta de conocimiento científico. Y no deben andar muy desencaminados los editores cuando uno lee las reseñas de este libro en los principales suplementos literarios españoles y no encuentra ni una velada crítica a la falta de rigor de algunos de sus pasajes. Al contrario, todo son críticas positivas de unos reseñistas que también parecen desconocer las teorías de Popper.

En todo caso, en ningún momento encontramos en las páginas de este libro a un pensador tan fino como Erwin Schrödinger, a quien se cita, pero que solía contextualizar de forma excelente este tipo de ensayos que relacionan las ciencias más duras con las humanidades y las ciencias de la naturaleza, y que hilaba muy fino sus textos.


Claro que no todo el mundo tiene la capacidad de postular una ecuación tan universal como la de Schrödinger. Desde luego, van Lommel no. Él prefiere dejarse llevar por sus deseos y no por el rigor. Sin ese rigor popperiano sus ideas, aunque interesantes, no pueden considerarse científicas. Así, las propuestas más sugerentes del libro, como la hipótesis de la naturaleza no local (universal) de la conciencia, que le permitiría existir antes y después de la vida; o la percepción de la realidad como una holografía compleja que incluiría a las distintas conciencias interconectadas, quedan poco y mal contrastadas. Resultan deseos más que teorías científicas.

lunes, 18 de marzo de 2013

KOSMÓPOLIS13, EL BALANCE (AL MENOS POR LO QUE RESPECTA A CIENCIA Y LITERATURA)


Finalizado ya Kosmópolis en su edición de 2013, llega la hora del balance. Del balance al menos sobre uno de los grandes temas monográficos que esta edición presentaba a bombo y platillo. La ciencia ficción y las relaciones de la ciencia con la literatura, que fueron las actividades principales que quien esto firma presenció.

Esta sección, titulada Tercera Cultura, constaba de varios actos de los cuales el problema de la conciliación laboral y familiar me obligará a hablar solo de aquellos que mis ojos pudieron presenciar y mis oídos escuchar.

El primero de ellos, Tiempo de Marte, conducido por el periodista y escritor Jacinto Antón y los científicos Lara Saiz y Fernando Abilleira, pretendía mostrar las visiones que del planeta rojo había tenido la ciencia ficción y la verdadera realidad de Marte a partir de las recientes misiones tripuladas. El acto fue aburrido. Y eso pese a que la introducción literaria de Antón fue amena aunque tuviera que recurrir a los clásicos de la cf (Wells, Bradbury, Clark, Dick o el pulp de Edgar Rice Burroughs). Y a que Saiz hiciera un esfuerzo didáctico para narrar la historia de la colonización de Marte. Pero al final, el relato quedó en manos de los técnicos (Saiz y Abilleira), se cargo de nombres de rovers y datos técnicos y decepcionó. Decepcionó porque se utilizó un modelo triunfante de la ciencia, muy de agencia espacial norteamericana que no sé si es exportable a nuestras latitudes. Y porque los científicos españoles no suelen ser grandes divulgadores. Como ejemplo, cabe mencionar que el gran éxito de la sesión según los medios (aunque se trate de una noticia corporativa porque Antón trabaja en El País) fue el vídeo '7 minutos de terror en Marte', que narra las vicisitudes del aterrizaje del último rover al planeta rojo. No deja de ser paradójico que se trate de un producto muy atractivo realizado por la propia NASA, lo que demuestra que los verdaderos creadores de ciencia sí son capaces de construir un ameno relato divulgativo de sus investigaciones.

Por suerte, no todo es mala divulgación en España. Sònia Fernández-Vidal es una divulgadora excelente. Y así se demostró en la sesión titulada Ciencia ¿realidad o ficción?, que tuvo lugar el sábado 16 por la mañana e hizo las delicias de grandes y pequeños. Y eso que el reto resultaba más exigente: explicar la concepción de la realidad que tiene la mecánica cuántica. Puedo asegurarles que mi hijo, que está a punto de cumplir cuatro años, no se enteró de mucho porque en ese caso sería un genio, pero tampoco se aburrió, lo que creo que es mérito de Fernández-Vidal y los contenidos mediáticos que utilizó en su exposición de los hechos “científicos”.

Ahora bien, aunque Fernández-Vidal es una muy buena divulgadora con dos grandes éxitos editoriales a sus espaldas (La puerta de los tres cerrojos y Quantic Love), ¿podemos considerar que sea escritora en el sentido fuerte del término? Es decir, ¿utiliza la ciencia para crear un mundo literario propio o crea productos didácticos de gran consumo apoyándose en sus conocimientos científicos y sus notables dotes divulgadoras?


Y digo esto porque pese a que en las páginas de esta bitácora siempre se ha tratado bien a Fernández-Vidal por su labor, no podemos compararla con Thomas Pynchon, Don DeLillo o, en el caso español, Juan Francisco Ferré o Germán Sierra por decir dos nombres. Y eso se observó en la sesión titulada La caza del bosón, donde Fernández-Vidal, acompañada de las científicas Tamara Vázquez y Martine Bosman, trató de hacer un paralelismo entre la búsqueda del Bosón de Higgs que ha emprendido el CERN y que hemos podido seguir por la prensa, y el relato de Lewis Carroll La caza del snark. Sin embargo, en el parlamento de las tres científicas, el texto de Carroll apenas si aparecía de forma anecdótica. Unas cuantas líneas leídas en voz alta sepultadas por la narración de la búsqueda del Bosón. Si excluimos las explicaciones un tanto áridas de Bosman, se trataba de buena divulgación. No tengo tan claro que fuera literatura. Ni se hablaba de cómo podían interactuar estos descubrimientos con la literatura contemporánea, ni se hacían menciones literarias más profundas a ese vasto conocimiento científico, ni -atendiendo al título del tema monográfico- se observaba el trabajo intelectual de los ensayistas más destacados de esa denominada tercera cultura, como Richard Dawkins.

Por suerte, la actividad programada en torno al genoma y su concepción como lenguaje sí dio de qué hablar. Supongo que por el elevado bagaje intelectual de los participantes: el biólogo y físico Ricard Solé, el escritor y filólogo Pau Vidal y el bioinformático Roderic Guigó. Y allí, además de explicarnos que la ciencia crea lenguaje, también descubrimos que las secuencias del lenguaje tienen nexos en común con las secuencias que conforma el ADN en su propia regeneración. Y quién sabe, tal vez el genoma también sepa crear belleza al reconstruirse. Y entonces sí disfrutamos de los puentes que a veces nos tienden la ciencia y la literatura.

En todo caso, queda la reflexión del hecho en conjunto. Por qué dedicar una sección entera a la relación de la literatura con la ciencia y la ciencia ficción si no va a haber interacción con los libros, ya sean estos ensayos divulgativos o novelas. La divulgación oral no es exactamente literatura.

Temo que los organizadores se han dejado llevar por los nombres más populares y las sesiones muy mediáticas (pero bastante vacías de público) y no por la temática que anunciaban a bombo y platillo. Temo que se ha tratado de un espectáculo a la búsqueda de la venta de entradas y la comercialización y no del conocimiento. Dónde estaban los narradores y poetas españoles, los narradores y poetas catalanes, que están escribiendo hoy día notablemente influidos por la ciencia y la tecnología. Retomo aquí algunas de las críticas que se hicieran al anterior director del CCCB en el pasado. Siempre se le acusó de ningunear la escena local a la búsqueda de grandes nombres internacionales. Dónde están ahora los nombres locales. Más allá de la lucha de series de Carrión frente Vigalondo (a la que un servidor no pudo asistir por sus otras obligaciones), el eterno David Jou o la sugerente aportación de Pau Vidal, brillaron por su ausencia. Se ha copiado el patrón de mediatizar la cultura pero sin siquiera contar con nombres de prestigio internacional. Deberían tomar nota para ediciones futuras.

Todas las fotografías extraídas del flikr del CCCB.

lunes, 11 de marzo de 2013

UNA DISPARATADA CRÍTICA SOCIAL


Avui us vull parlar de la primera aposta literària d'un nou segell en català, del que vam tenir notícies a aquest bloc a partir d'una entrevista amb els seus responsables: l'Editorial Males Herbes. Clarament decidia per apostar per la ciència ficció més transgressora, així com per la literatura no realista en general.

Aquesta primera aposta ha estat la traducció al català de la novel·la de Kurt Vonnegut, Cat’s Cradle, que han traduït amb el títol de Bressol de gat. Es tracta de la quarta novel·la de Vonnegut, escrita el 1963, i no us diré que és molt divertida perquè totes les seves ho són. El bo de Kurt ha estat un dels escriptors que millor han sabut utilitzar l'humor a les seves narracions. I ha sabut combinar-ho sempre amb la crítica social, en aquest cas, a la carrera armamentista entre els EEUU i l'extinta URSS.

En aquest cas, a Bressol de gat, l'autor tracta de recompondre la biografia del Dr Felix Hoenikker, un científic imaginar considerat al llibre com el responsable de la bomba atòmica. El narrador (no exactament el propi Vonnegut) es posa en contacte amb familiars del científic, ja mort i, després d'una recerca delirant, acaba a una illa del Carib que recorda molt a Jamaica, on el fill gran d'en Hoenekker s'ha convertit en un dels seus capitostos. Allà entra el narrador en contacte amb una religió proscrita pel règim: el bokononisme. I després d'altres històries delirants que no explico per no fer perdre el gust per la lectura, el propi narrador acaba sent proclamat president. Per desgràcia, l'ombra Felix Hoenikker no acaba de dissipar-se, torna a aparèixer en forma de tràgic final, tot i que l'eminent científic ja no sigui al món dels vius.

Com veuen tot un còctel prou entretingut com per animar a la seva lectura. Que ho gaudeixin.

lunes, 4 de marzo de 2013

UN PRESENTE CIBERNÉTICO

Aunque son malos tiempos para un supuesto ciborg como es el atleta sudafricano Oscar Pistorius, acusado del asesinato de su novia y conocido mundialmente por competir con prótesis en las piernas, hoy voy a hablarles de ciborgs, algunos de ellos de verdad.

Para empezar, una medalla (por cuanto deberemos archivar este post en autobombo). Según un artículo publicado por Víctor Vila en la recién estrenada revista digital Portal cienciayficción, en un futuro no muy lejano las personas podremos convertirnos en ciborgs al llevar chips implantados en el cerebro que nos permitan la recuperación de la memoria o la telepatía. Pese a que utilizara esa idea más como recurso literario que como prospectivo en “El cambio”, el cuarto de los relatos que aparecen en Artefactos, se postula esa posibilidad para tener un narrador capaz de vaticinar el futuro. Como es la primera vez que me sucede algo así, vamos a dejarlo solo en el comentario.

El que en realidad me interesa es el verdadero ciborg Neil Harbisson. Un músico y videosartista británico-irlandés-catalán que hasta 2004 sufría acromatismo. Una enfermedad que hace que el individuo vea el entorno en blanco y negro, sin capacidad para percibir los colores. Es en ese año, 2004, cuando Harbisson se convierte en un ciborg. Con la ayuda del estudiante de cibernética británico Adam Montandon, se instala en la cabeza un eyeborg.


¿Qué es un eyeborg? Un aparato que, con el software adecuado, permite traducir los colores a notas musicales. En concreto, le permite a Harbisson comprender los colores, traducirlos a formato sónico, pintarlos y hasta ampliar la gama de color, pues toda onda de luz es traducible a una frecuencia sonora. Incluidas algunas frecuencias invisibles como el infrarrojo.

Como ven, estamos hablando de una nueva forma de percibir la realidad en una formato más extendido. En un formato diferente, una realidad diferente, pues Harbisson llega a afirma desde su privilegiada perspectiva que:“No hay pieles blancas ni pieles negras, todos somos naranja. Las pieles blancas son naranja claro y las pieles negras son naranja oscuro”. Lo que no deja de sonar fascinante y le da a uno por pensar que tal vez en una realidad ciborg seamos capaces de superar nuestros problemas de percepción que han mostrado las limitaciones del pensamiento, iniciado con la Revolución Científica y limitado por los sentidos de forma clara. Quizás con aparatos implantados como el de Harbisson seamos capaces de percibir la realidad como un sistema emisor de fenómenos medibles (radiación electromagnética, vibración sónica, percepción táctil, olfativa...) universal y capaz de evitar las paradojas creadas por la Mecánica cuántica y teorías afines. En especial, si tenemos en cuenta los sentidos superiores de algunos animales. Así llegaremos a comprender en toda su extensión la afirmación de Harbisson: "No es la unión entre el ojo electrónico y mi cabeza lo que me convierte en ciborg sino la unión entre el software y mi cerebro".


Porque Harbisson es el primer ciborg reconocido por un Estado. Al tener que hacerse el pasaporte británico en 2004, presentó las fotografías requeridas con el aparato en su cabeza que podemos ver en las imágenes. Fue rechazado. Pero el apoyo de diversos investigadores hizo rectificar al gobierno británico, haciéndole aceptar su condición de ciborg.

Además de ciborg, Harbisson es artista (lo era antes de que se le implantara el eyeborg). Y no deja de ser interesante estudiar la influencia de ese eyeborg en la obra de Harbisson. Una obra que, por evidentes motivos, se inició en blanco y negro y le llevó a realizar varias exposiciones en 2004. Sin embargo, ya en 2007, Harbisson se embarcó en un ambicioso proyecto ciborg: representar los dos colores principales de ciudades europeas de cincuenta países. Aprovechando que su eyeborg, además de traducir a sonidos los colores, también asocia a los sonidos cotidianos con colores, Harbisson realizó Color Scores, donde traducía a visiones cromáticas esos sonidos.

Harbisson, pianista de formación, también ha utilizado su condición de ciborg y las capacidades que permite el eyeborg para hacer evolucionar su música. Incorporó la capacidad de percepción del color y su relación con el sonido a su piano, convirtiéndolo en un piano cibernético. Desde ese cambio en su instrumento habitual, Harbisson ha colaborado con músicos tan dispares como la violinista Armiina, la cantante Maria Huld o los músicos catalanes Pau Riba, Albert Pla y Pascal Comelade, además de realizar numerosas performances con otros artistas.


Sus retratos sonoros son otra aplicación artística relacionada con estas aptitudes. En ellas traduce a melodías lo que su ojo ha percibido al observar a personajes conocidos como Al Gore, Gael García Bernal, Antoni Tàpies o Woody Allen.

Precisamente, debido a la labor creativa de Neil Harbisson como ciborg, se fundó en 2010 la Cyborg Foundation. Primero se ubicó en el Campus Tecnològic de Mataró para pasar a levantar su campamento base en Barcelona. Los miembros fundadores de esta iniciativa fueron el mismo Harbisson y la coreógrafa Moon Ribas.

Para entender de forma sintética la labor de esta fundación, enunciaremos los tres objetivos de la Cyborg Foundation:
  1. Ayudar a las personas interesadas a convertirse en ciborgs.
  2. Defender los derechos de los ciborgs.
  3. Promover el uso de la cibernética en las artes.
Con la idea de crear o extender los sentidos humanos, aplicando la tecnología al cuerpo humano, la fundación potencia la investigación, la promoción y la creación de proyectos relacionados con esta iniciativa. Siempre sin ánimo de lucro, pues no venden sus dispositivos (y evitan así la crítica de colaborar en un mundo cibernético capitalista), y sin hacer distinción entre personas con minusvalías y sin minusvalías.

Además del eyeborg de Harbisson, implantado a ciegos en Ecuador, la fundación ha desarrollado el speedborg, un radar interno capaz de percibir la velocidad exacta de los objetos que se mueven delante nuestro. También han desarrollado en fingerborg. Un dispositivo diseñado para ayudar a extender los sentidos de un estudiante de multimedia que había perdido un dedo. Consiste en introducir una cámara de miniatura en una prótesis de dedo y hacer que la cámara interactúe con el cuerpo del joven.


Su último proyecto hasta la fecha es la extensión de la visión humana a 360º. Se trata de incorporar un sensor en la nuca de una persona (en este caso, la coreógrafa Moon Ribas), de manera que el sensor empieza a vibrar cuando alguien se le acerca por la espalda. Como ven, toda una nueva realidad se extiende más allá de nuestros sentidos. O como afirma Harbisson: “El ser humano está destinado a convertirse en ciborg; llevamos siglos usando la tecnología como herramienta y el siguiente escalón es que pase a ser parte de nuestro cuerpo".